jueves, 31 de diciembre de 2015

ANUNCIAD LAS MARAVILLAS DEL SEÑOR

            Para empezar bien el Año, no sólo el día 1 (fiesta de Sta. María Madre de Dios y Jornada mundial de oración por la paz), sino todo el mes, te envío la Palabra de Vida de enero y, previamente un texto del Papa con el cual…
deseo a ti y a los tuyos
que tengáis una muy buena salida y entrada de año
y un próspero 2016
colmado de la bendición del Señor
(año santo de la Misericordia):

"Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz año!
…en el clima gozoso de la Navidad,
la Iglesia nos invita a fijar nuestra mirada de fe y de amor
 en la Madre de Jesús.
En Ella, humilde mujer de Nazaret,
«el Verbo se hizo carne y vino a habitar entre nosotros» (Jn 1, 14).
…le dio su amor y su carne humana.
… auténtica humanidad del Hijo de Dios…
«Nuestro Salvador fue verdaderamente hombre
y de Él vino la salvación de toda la humanidad».
… Cristo asumió la condición humana
liberándola de la cerrada mentalidad legalista.
La ley, en efecto, privada de la gracia,
se convierte en un yugo insoportable,
y en lugar de hacernos bien nos hace mal…
el fin por el cual Dios manda a su Hijo a la tierra a hacerse hombre:
una finalidad de liberación,
es más, de regeneración.
… Incorporados a Él,
los hombres llegan a ser realmente hijos de Dios.
Este paso estupendo tiene lugar en nosotros con el Bautismo,
que nos inserta como miembros vivos en Cristo
y nos introduce en su Iglesia.
Al inicio de un nuevo año
nos hace bien recordar el día de nuestro Bautismo:
redescubramos el regalo recibido en ese Sacramento
que nos regeneró a una vida nueva:
la vida divina. …
Gracias al Bautismo hemos sido introducidos
en la comunión con Dios
y ya no estamos bajo el poder del mal y del pecado,
sino que recibimos el amor, la ternura y la misericordia del Padre celestial. …A María, Madre de Dios y Madre nuestra,
presentamos nuestros buenos propósitos.
A ella le pedimos que extienda sobre nosotros y sobre cada uno,
todos los días del nuevo año,
el manto de su protección maternal…"



PALABRA DE VIDA                       Enero 2016

«Llamados a anunciar las proezas del Señor”»
(cf. 1 P 2, 9).

Cuando el Señor actúa, realiza proezas. Apenas hubo creado el universo, vio que era «bueno y bello», y el hombre y la mujer le parecieron «muy bellos» (cf. Gn 1, 31). Pero su última obra supera a todas, es la que realiza Jesús: con su muerte y resurrección ha creado un mundo nuevo y un pueblo nuevo. Un pueblo al cual Jesús le ha dado la vida del cielo, una fraternidad auténtica con la acogida recíproca, el compartir, el don de uno mismo. La carta de Pedro hace que los primeros cristianos sean conscientes de que el amor de Dios los ha convertido en «un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios» (1 P 2, 9-10).
Si también nosotros, como los primeros cristianos, tomásemos conciencia realmente de lo que somos, de lo mucho que la misericordia de Dios ha obrado en nosotros, entre nosotros y en torno a nosotros, nos quedaríamos atónitos, no podríamos contener la alegría y senti­ríamos la necesidad de compartirla con los demás, de «anunciar las proezas del Señor».
Pero es difícil, casi imposible, testimoniar de modo eficaz la belleza de la nueva «socialidad» a la que Jesús ha dado vida si permanecemos aislados unos de otros. Por eso es normal que la invitación de Pedro vaya dirigida a todo el pueblo. No podemos mostrarnos pendencieros y sectarios, o simplemente indiferentes unos con otros, y luego proclamar: «El Señor ha creado un pueblo nuevo, nos ha liberado del egoísmo, de odios y rencores, nos ha dado como ley el amor recíproco, que hace de nosotros un corazón solo y un alma sola…». En nuestro pueblo cristiano claro que hay diferencias en el modo de pensar, en las tradiciones y culturas, pero estas diversidades hemos de acogerlas con respeto, reconociendo la belleza de esta gran variedad, conscientes de que la unidad no es uniformidad.
Es el camino que recorreremos durante la «Semana de oración por la unidad de los cristianos» –que en el hemisferio norte se celebra del 18 al 25 de enero– y durante todo el año. La Palabra de vida nos invita a tratar de conocernos mejor entre los cristianos de Iglesias y comunidades diversas, a narrar mutuamente las proezas del Señor. Entonces podremos «anunciar» de manera creíble dichas obras, testimoniando que estamos unidos entre nosotros precisamente en esta diversidad y que nos sostenemos de modo concreto unos a otros.
Chiara Lubich alentó con fuerza este camino: «El amor es la fuerza más potente del mundo: desencadena la revolución pacífica cristiana en torno a quien lo vive, de modo que los cristianos de hoy pueden repetir aquello que decían los primeros cristianos hace tantos siglos: “Somos de ayer y ya llenamos el orbe”. […] ¡El amor! ¡Cuánta necesidad de amor en el mundo! ¡Y en los que somos cristianos! Todos nosotros juntos, de distintas Iglesias, somos más de mil millones. O sea, muchos, y deberíamos ser bien visibles. Pero estamos tan divididos, que muchos no nos ven ni ven a Jesús a través de nosotros. Él dijo que el mundo nos reconocería como suyos y, a través de nosotros, lo reconocería a Él por el amor recíproco, por la unidad: “En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros” (Jn 13, 35). […] De este modo, el tiempo presente reclama de cada uno de nosotros amor, reclama unidad, comunión, solidaridad. Y llama también a las Iglesias a recomponer la unidad rota desde hace siglos».


N.B.: Aquí puedes encontrar también la Palabra de Vida 

en más de 30 idiomas.



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