PALABRA DE VIDA DICIEMBRE 2015
«Preparad el camino del
Señor, allanad sus senderos» (Mc 1, 3).
Estas palabras están dirigidas a mí. El Señor viene y debo
estar preparado para acogerlo. Cada día le pido: «Ven, Señor Jesús». Y Él responde: «Sí, vengo pronto» (cf. Ap 22,
17.20). Está
a la puerta y llama, pide entrar en casa (cf. Ap 3,
20). No
puedo dejarlo fuera de mi vida.
La invitación a acoger al Señor que viene es de Juan
el Bautista. Está dirigida a los judíos de su tiempo. A ellos les pedía que
confesasen sus pecados y se convirtiesen, que cambiasen de vida. Estaba seguro
de que la venida del Mesías sería inminente. ¿Lo reconocería el pueblo, que lo
esperaba desde hacía siglos, escucharía sus palabras, lo seguiría? Juan sabía
que para acogerlo hacía falta prepararse; y de ahí la apremiante invitación:
Preparad el camino del Señor, allanad sus
senderos».
Estas palabras están dirigidas a mí porque Jesús sigue
viniendo cada día. Cada día llama a mi puerta, y, lo mismo que para los
judíos de tiempos del Bautista, tampoco para mí es fácil reconocerlo. En aquel
entonces, contrariamente a las expectativas normales, se presentó como un
humilde carpintero proveniente de Nazaret, un pueblo desconocido. Hoy se
presenta con las trazas de un emigrante, de un parado, del empresario que da
trabajo, de la compañera de clase, de los familiares, y también de personas en
las cuales el rostro del Señor no siempre se ve con toda su luminosidad;
incluso a veces parece escondido. Su voz sutil, que invita a perdonar, a ofrecer confianza y
amistad, a no conformarse a opciones contrarias al Evangelio, muchas
veces está dominada por otras voces que instigan al odio, al provecho personal
o a la corrupción.
De ahí la metáfora de los caminos tortuosos e
impracticables, que recuerdan a los obstáculos que se interponen a la venida de
Dios en nuestra vida de cada día. No hace falta enumerar las mezquindades,
egoísmos y pecados que anidan en el corazón y nos vuelven ciegos a su presencia
y sordos a su voz. Cada uno de nosotros, si es sincero, sabe cuáles son las barreras
que le impiden el encuentro con Jesús, con su palabra, con las personas con
quienes Él se identifica. Y ahí está la invitación de la Palabra de
vida, que hoy va dirigida a mí precisamente:
Preparad el camino del Señor, allanad sus
senderos».
“Allanar” ese juicio que me lleva a condenar
al otro, a dejar de hablarle, y en lugar de eso llegar a entenderlo, amarlo, ponerme
a su servicio.
“Allanar” el comportamiento erróneo, que me lleva a traicionar una
amistad, que me hace ser violento o incumplir las leyes civiles, para
convertirme más bien en una persona dispuesta a soportar incluso la injusticia
con tal de salvar una relación, a implicarme personalmente para que crezca la fraternidad
en mi entorno.
Es una palabra dura y fuerte la que se nos
propone en este mes, pero también una palabra liberadora, que puede cambiarme la vida,
abrirme al encuentro con Jesús, de modo que venga a vivir en mí y sea Él quien
actúe y ame en mí.
Si la vivimos, esta palabra puede hacer mucho
más: puede
hacer que nazca Jesús en medio de nosotros, en la comunidad
cristiana, en la familia, en los grupos en que actuamos. Juan la dirigió a todo
el pueblo: «[y Dios] habitó entre
nosotros» (Jn 1, 14), en medio de su pueblo.
Por eso, ayudándonos unos a otros, queremos allanar los senderos
de nuestras relaciones, eliminar cualquier desviación que pueda
haber entre nosotros, vivir la misericordia a la que nos invita este
año santo. Así,
juntos, seremos la casa, la familia capaz de acoger a Dios.
Será Navidad: Jesús encontrará el camino abierto y podrá
quedarse en medio de nosotros.
N.B.: Aquí puedes
encontrar también la Palabra de Vida
y en MP3 para escuchar en el móvil.
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