miércoles, 31 de mayo de 2017

NOSOTROS, MISMA MISIÓN QUE JESÚS

PALABRA DE VIDA                                 junio 2017



«Como el Padre me envió,
también yo os envío»
(Jn 20, 21)

En los días sucesivos a la crucifixión de Jesús, sus discípulos se encerraron en casa, asustados y desorientados. Lo habían seguido por los caminos de Palestina mientras anunciaba a todos que Dios es Padre y ama tiernamente a cada persona.
Jesús había sido enviado por el Padre no solo para testimoniar con su vida esta gran novedad, sino también para abrirle a la humanidad el camino para encontrarse con Dios; un Dios que es Trinidad, comunidad de amor en sí mismo, y que quiere incluir en este abrazo a sus criaturas.
Durante su misión, muchos vieron, oyeron y experimentaron la bondad y los efectos de sus gestos y de sus palabras de acogida, perdón, esperanza… Luego llegó la condena y la crucifixión.
Y en este contexto el Evangelio de Juan nos cuenta que Jesús, resucitado al tercer día, se aparece a los suyos y los invita a proseguir su misión:
«Como el Padre me envió, también yo os envío».
Como si les dijese: «¿recordáis cómo he compartido con vosotros mi vida?, ¿cómo he saciado vuestra hambre y sed de justicia y de paz?, ¿cómo he sanado los corazones y los cuerpos de tantos marginados y descartados de la sociedad?, ¿cómo he defendido la dignidad de los pobres, de las viudas, de los extranjeros? Seguid ahora vosotros: anunciad a todos el Evangelio que habéis recibido, anunciad que Dios desea que todos se encuentren con Él y que sois todos hermanos y hermanas».
Cada persona, creada a imagen de Dios Amor, tiene ya en el corazón el deseo del encuentro; todas las culturas y todas las sociedades tienden a construir relaciones de convivencia. Pero ¡cuánto esfuerzo, cuántas contradicciones, cuántas dificultades para alcanzar esta meta! Esta profunda aspiración choca cada día con nuestras fragilidades, con nuestros miedos y cerrazones, con la desconfianza y los juicios recíprocos.
Y sin embargo, el Señor nos sigue dirigiendo con confianza la misma invitación:
«Como el Padre me envió, también yo os envío».
¿Cómo vivir en este mes una invitación tan audaz? La misión de suscitar la fraternidad en una humanidad tantas veces herida ¿no es una batalla perdida antes incluso de que comience?
Solos nunca podríamos conseguirlo, y por eso Jesús nos ha hecho un regalo muy especial, el Espíritu Santo, que nos sostiene en el compromiso de amar a cada persona, aunque esta sea un enemigo.
«El Espíritu Santo, que se nos da en el bautismo […], al ser espíritu de amor y de unidad, hacía de todos los creyentes una sola cosa con el Resucitado y entre ellos, superando todas las diferencias de raza, de cultura y de clase social. […] Con nuestro egoísmo es como se construyen las barreras con las que nos aislamos y excluimos a quienes son distintos de nosotros. […] Por ello, escuchando la voz del Espíritu Santo, trataremos de crecer en comunión […] superando las semillas de división que llevamos dentro de nosotros»[1].
En este mes, con la ayuda del Espíritu Santo, recordemos y vivamos también nosotros las palabras del amor en cualquier ocasión que tengamos, grande o pequeña, de relacionarnos con los demás: acoger, escuchar, compadecer, dialogar, alentar, incluir, cuidar, perdonar, valorar… Así viviremos la invitación de Jesús a continuar su misión y seremos canales de esa vida que Él nos ha dado.
Es lo que experimentaron un grupo de monjes budistas durante su estancia en la ciudadela internacional de Loppiano, en Italia, cuyos 800 habitantes procuran vivir con fidelidad el Evangelio. Se quedaron profundamente impactados por el amor evangélico, que no conocían. Uno de ellos cuenta: «Dejaba mis zapatos sucios a la puerta de la habitación, y a la mañana siguiente me los encontraba limpios. Dejaba mi ropa usada fuera y por la mañana me la encontraba limpia y planchada. Sabían que tenía frío porque soy del sureste de Asia, y entonces subían la calefacción y me daban mantas… Un día pregunté: “¿Por qué lo hacéis?”. “Porque te queremos”, me respondieron»[2]. Esta experiencia abrió el camino a un diálogo verdadero entre budistas y cristianos.

LETIZIA MAGRI



[1] Cf. CHIARA LUBICH, «Palabra de vida», enero de 1994: Ciudad Nueva 295 (1994/1), p. 33.
[2] Cf. C. LUBICH, «Mi experiencia en el campo interreligioso: los puntos de la espiritualidad abiertos a otras religiones», Aquisgrán (Alemania), 13-11-1998.


miércoles, 17 de mayo de 2017

CON NOSOTROS HASTA EL FIN

Comparto estos textos para reforzar el vivir la Palabra del mes («Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo», Mt 28, 20), continuando también en la vivencia de la cincuentena pascual y del mes de María: 

VIVIR PARA QUE LA HUMANIDAD
SE CONVIERTA EN UNA FAMILIA

Salvar la familia es salvar la civilización. El estado está compuesto por familias; si éstas decaen, también aquél vacilará...
…Los esposos se convierten en colaboradores de Dios al dar a la humanidad vida y amor… Amor que desde la familia se extiende a la profesión, a la ciudad, a la nación, a la humanidad, propagándose como una onda en círculos concéntricos hasta el infinito. Desde hace veinte siglos arde una inquietud revolucionaria, encendida por el Evangelio, y pide amor...

IGINO GIORDANI (1894-1980)





EL RESUCITADO EN MEDIO DE NOSOTROS

"Yo estoy con vosotros siempre, hasta la consumación del mundo". A punto de dejar este mundo, Jesús reunió a sus apóstoles en torno a Sí por última vez. Durante su vida terrena les había dedicado sus más valiosas energías para unirlos a Sí cada vez más y de este modo fuesen con Él una cosa sola. Y ahora, despidiéndose de ellos, les envía al mundo con sus plenos poderes para continuar su misión, que es anunciar el Evangelio y reunir a toda la humanidad en su amor, como una sola gran familia.
Los apóstoles encontrarán muchas resistencias y dificultades. Pero Jesús los tranquiliza. Si bien ya no lo volverán a ver durante su vida terrenal, Él permanecerá siempre con ellos para guiarles y sostenerles. Será Él quien los mantenga unidos incluso cuando se dispersen por el mundo para que siempre sean una sola mente y un solo corazón con Él. Y será Él quien actúe a través de sus actividades apostólicas.
Estas palabras que cierran la vida de Jesús, no por casualidad nos recuerdan aquella realidad que constituye la fuente de toda la vida y la fecundidad de la Iglesia: la presencia continua de Jesús en medio, no sólo de los apóstoles y de sus sucesores, sino también en medio de todos sus discípulos. Jesús no nos ha dejado, sino que, aunque no lo vemos con los ojos del cuerpo, está siempre en medio de nosotros. Él sigue iluminándonos con su Palabra, comunicándonos la vida divina mediante sus sacramentos (especialmente la Eucaristía), guiándonos mediante sus pastores. Jesús continúa santificando al mundo a través de sus discípulos unidos en su nombre.
Jesús nos envía también a nosotros para dar testimonio de su Evangelio en el ambiente en el que vivimos, pero también nosotros, al igual que los apóstoles, y sobre todo en estos tiempos, podemos advertir la gran dificultad de esta misión llegando a sentirnos casi aplastados por el ambiente de secularización y por la invasión del mal que nos rodea.
Ahora bien, Jesús quiere recordarnos que Él está siempre con nosotros. Quiere asegurarnos que será Él quien actúe a través de nosotros. Y si Él está en medio de nosotros, el mundo no nos dará miedo, porque Él ha vencido al mundo.
Naturalmente esta maravillosa y activa presencia de Jesús tiene una condición: que estemos unidos en su nombre.
…creando las condiciones para que Jesús esté siempre presente en medio de nosotros. Por tanto, nos ayudaremos mutuamente a vivir su Palabra, sobre todo el mandamiento del amor recíproco. Prestaremos mayor atención a todo aquello que pueda acrecentar la unidad con nuestros pastores y en nuestras comunidades. Y las ocasiones son muchas...
…Es Él, el resucitado en medio de nosotros, quien puede devolver al mundo la esperanza.
Con su ayuda, fuertes por su presencia, ¡vayamos! ¿A dónde? A donde Él nos lleve, a donde su voluntad nos indique: al trabajo, a casa, al colegio, etc. Y, a donde quiera que vayamos, llevémosle a Él presente entre nosotros.

CHIARA LUBICH, Comentario a Mt 18,20, enero 1992







martes, 16 de mayo de 2017

ÉL SIEMPRE CON NOSOTROS

VIDA DE LA PALABRA                     primeras semanas de MAYO

Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de mayo («Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo», Mt 28, 20) y la de abril («Quédate con nosotros, porque atardece», Lc 24, 29):
1.-       El día que mi hermana volaba hacia el Chad, en Misa añadí una petición por los misioneros, "especialmente por mi hermana... que se marcha hoy...". Además de pedir todos, al acabar la Misa una señora muy mayor salió rápidamente y volvió 5 minutos después con un sobrecito: "ya que yo no podría ir de misiones, esto para su hermana". ¡Eran mil euros! Entre otras labores, en la misión tienen un internado con 50 niños de la calle hasta los 17 años y habiéndoles enseñado un trabajo, (a alguno lo han rescatado cuando lo vendían en el mercado); ahora que han dejado de ayudarles desde Alemania, para mí era un signo de la Providencia, una confirmación: “Yo estoy con vosotros”. ¡También con mi hermana, también con esos niños!: ¡Él, a través de gente buena, estará pendiente de ella incluso en lo material, cuánto ni más en lo que de verdad vale y en lo espiritual!

2.-       Mi madre ha venido unos diez días conmigo, (de momento, le gusta la casa y parece contenta). Después de haber vivido yo casi siempre en comunidad, particularmente los últimos 13 años con 4 compañeros, este curso me estaba acostumbrando a vivir solo, por tanto, a no tener que ocuparme de nadie de puertas hacia dentro, (oportunidad de descanso, sí, pero riesgo poco a poco de egoísmo o de rarezas). Al tenerla a ella aquí, es una alegría estar pendiente de no hacer ruido en los ratos de descanso, facilitarle las cosas, recordarle con paciencia aunque ya lo hayamos hablado, estar pendiente de su abundante medicación y de las gotas de sus ojos, estar atento (entre unas tareas y otras abajo en la parroquia) en subir con frecuencia un par de minutillos a la casa, llevármela de “copiloto” a muchas tareas (lo cual supone también ir más despacio, a su ritmo), etc.
Es bonito no sólo vivir para los demás en la Parroquia y en el hospital y en el Centro Mariápolis, sino (como siempre) también en el hogar. Y se nota más que Él está. Y es una preciosa oportunidad (por el amor recíproco) de cumplir las condiciones para que Él realice su promesa “donde dos o más…”.


Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de mayo («Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo», Mt 28, 20), la de abril («Quédate con nosotros, porque atardece», Lc 24, 29) y la de marzo («¡Reconciliaos con Dios!», 2 Co 5, 20):
1.-        “EL SEÑOR también se ha quedado con nosotros, con mi marido y conmigo: hace pocos días salimos a hacer unas compras y, estando parados ante una rotonda esperando nuestro turno tranquilamente, vino un coche a toda  velocidad y nos dio un golpazo. Desde luego el SEÑOR estuvo allí, porque no nos pasó nada, solamente unos problemillas cervicales. Si nos da una chispita más fuerte non hubiese puesto en el medio de la vía, a merced de los que venían a toda velocidad por nuestra izquierda, y quizás hoy no te lo podría estar contando. Fue un golpe seco por detrás. Paco, ÉL estuvo allí  como con los  que caminaban a EMAÚS.  Yo también  me di cuenta más tarde, como ellos y le di gracias,  como lo hago siempre cada día y a cada momento.
Paco, ¡qué cosas y qué experiencias de fe me mandas!, ¡qué bien se expresan nuestros hermanos! Se ve que el SEÑOR esta con ellos. ¡Qué pequeñita me siento ante esas manifestaciones tan llenas de amor! ¡Qué hermosos ejemplos!: yo quiero llegar algún día a expresarme como ellos y como tú…
…no se me  va a olvidar nunca el día que te conocí: mi alma estaba rota sabiendo que mi madre “se iba”  y fue entrar tú en esa habitación del hospital y sentir un gran alivio. Primero porque se cumplía el deseo de ella, y también el mío. Pues yo no quería  como cristiana, que faltase a mi madre ni un solo requisito para su partida

2.-        “como te había dicho, llegué por la tarde de los Ejercicios: el Señor una vez más ha sido grande por su misericordia, no tengo palabras para poder compartir la experiencia vivida.
Desde que estamos en comunión, una paz fruto de su presencia en medio; y de nuevo ha brotado con toda intensidad la fuerza de querer vivir como lo único importante Su voluntad: solo siento gozo y paz con una fuerza interior que no son de uno, pues a veces siento la tentación de muy lo contrario, pero una y otra vez “¡quédate con nosotros, Señor!”.
Estos días han sido de verdadera gracia, siempre me hace sentir el Señor gran necesidad, por lo que trato de pedir su Gracia. Como lo estoy viviendo en una gran novedad, siento es don: nunca me había sorprendido con tanta fuerza; he sentido que no creo, pues la vida la viviría distinto, pero de nuevo “¡quédate con nosotros!”, el encuentro con Jesús es fascinante, trato de dejarme sorprender en cada persona y acontecimiento, y no han faltado momentos en que solo con Jesús en medio contigo y con todos (aunque sea a distancia) ha sido posible el decir “¡quédate con nosotros que atardece!”; pensado como un posible túnel que acorta nuestra distancia para de nuevo volver a optar por Su voluntad .
Acabo de ver tu nuevo correo… vivirlo como presencia de Jesús Resucitado llena de paz aunque nosotros estemos físicamente agotados .La partida de tu hermana al ser la que está con ella y por tres años ¿ qué es ella religiosa? lo encomiendo y hago  unidad para siempre y en todo se manifieste Su voluntad


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de gente de todo el mundo,
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N.B.: tú también puedes compartir las experiencias
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lunes, 1 de mayo de 2017

NO ESTOY SOLO

PALABRA DE VIDA                        mayo 2017
 
«Yo estoy con vosotros
todos los días
hasta el fin del mundo»
(Mt 28, 20)

Al final de su Evangelio, Mateo cuenta los últimos acontecimientos de la vida terrena de Jesús. Él ha resucitado y ha llevado a cumplimiento su misión: anunciar el amor regenerador de Dios por cada criatura y volver a abrir el camino a la fraternidad en la historia de los hombres. Para Mateo, Jesús es el Dios con nosotros, el Enmanuel prometido por los profetas y esperado por el pueblo de Israel.
Antes de volver al Padre, Él reúne a los discípulos con quienes había compartido más de cerca su misión, y les encomienda que prolonguen su obra en el tiempo.
¡Una empresa ardua! Pero Jesús los tranquiliza: no los deja solos; es más, promete estar con ellos todos los días para sostenerlos, acompañarlos y animarlos hasta el fin del mundo.
Con su ayuda serán testigos del encuentro con Él, de su Palabra y de sus gestos de acogida y misericordia para con todos, de modo que muchas otras personas puedan conocerlo y formar juntas el nuevo pueblo de Dios fundado en el mandamiento del amor.
Podríamos decir que la alegría de Dios consiste precisamente en estar conmigo, contigo, con nosotros cada día, hasta el final de nuestra historia personal y de la historia de la humanidad.
Pero ¿es así? ¿Es realmente posible conocerlo?
Él «está a la vuelta de la esquina, está junto a mí, junto a ti. Se esconde en el pobre, en el despreciado, en el pequeño, en el enfermo, en quien pide consejo, en quien no tiene libertad. Está en el feo, en el marginado… Así lo dijo: “Tuve hambre y me disteis de comer…” (cf. Mt 25, 35). …Aprendamos a descubrirlo allí donde está» (Chiara Lubich).
Está presente en su Palabra, que renueva nuestra existencia si la ponemos en práctica; está en todos los puntos de la tierra en la Eucaristía, y actúa también a través de sus ministros, servidores de su pueblo. Está presente cuando generamos concordia entre nosotros (cf. Mt 18, 20); entonces nuestra oración al Padre es más eficaz y encontramos luz para las decisiones de cada día.
«Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo»: cuánta esperanza da esta promesa, que nos anima a buscarlo en nuestro camino. Abramos el corazón y las manos para acoger y compartir, personalmente y como comunidad: en las familias y en las iglesias, en los lugares de trabajo y en las celebraciones, en las asociaciones civiles y religiosas. Encontraremos a Jesús, y Él nos sorprenderá con alegría y luz, signos de su presencia.
Si cada mañana nos levantamos pensando: «Hoy quiero descubrir dónde quiere encontrarme Dios», podremos hacer también nosotros una experiencia gozosa, como esta:
«La madre de mi marido le tenía mucho apego a su hijo, y llegaba a tener celos de mí. Hace un año le diagnosticaron un tumor: necesitaba tratamiento y asistencia que su única hija no estaba en condiciones de darle. Por aquel entonces participé en la Mariápolis[1], y el encuentro con Dios Amor me cambió la vida. La primera consecuencia de esta conversión fue la decisión de acoger a mi suegra en casa, superando todo temor. La luz que se me había encendido en el corazón en aquel encuentro me hacía verla con ojos nuevos. Ahora sabía que en ella estaba cuidando y asistiendo a Jesús. Ante mi sorpresa, ella me devolvía cada uno de mis gestos con el mismo amor. Transcurrieron meses de sacrificio y, cuando mi suegra se fue al cielo serenamente, dejó la paz en todos. En esos días me di cuenta de que estaba esperando un hijo, que hacía nueve años que deseábamos. Este hijo es para nosotros el signo tangible del amor de Dios»[2].

LETIZIA MAGRI



[1] Encuentro estival del Movimiento de los Focolares.
[2] D. Zamboni (ed.), Milagros cotidianos. Las “florecillas” de Chiara y de los Focolares, Ciudad Nueva, Madrid 2003, p. 57.





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