lunes, 14 de septiembre de 2015

JESÚS ABANDONADO: ESPOSO DEL ALMA

Aprovecho hoy la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz para compartir esta homilía que pronuncié en Radio Nacional hoy hace 8 años. También porque expresa cómo estamos tratando de vivir toda esta situación de comunidad y familiar de enfermedades:
Domingo 14.IX.2008
Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz
Retransmisión por Radio Nacional de la Misa
Centro Mariápolis “Luminosa” – Las Matas (Madrid)


Tanto amó Dios al mundo…, -acabamos de escuchar en la proclamación del Evangelio-, que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna[1]. El Hijo de Dios, (sin dejar de ser Dios), se hizo hombre, –en todo como nosotros, pero sin pecado[2]–  para enseñarnos a nosotros, los hombres, a vivir en todo momento, ya comáis, ya bebáis, o hagáis cualquier otra cosa…[3]–, como hijos de Dios[4]. Y sobre todo nos enseñó a vivir así esas realidades que más nos cuesta entender: el dolor, el sufrimiento, la muerte. Pasó por ellas, para enseñarnos “desde dentro”.
En esta fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz recordamos que el misterio Pascual es inseparablemente pasión-muerte-resurrección-glorificación del Señor.

Para vivir la alegría de la Resurrección, Él nos enseñó que hay que pasar antes por la cruz. En “este valle de lágrimas” tarde o temprano todos encontramos, (en nosotros o a nuestro alrededor), dolor y muerte. Los cristianos no sólo vemos “una cruz”, sino al Crucificado que viene clavado en ella: vemos a Aquel que más nos quiere y a Quien queremos amar por encima de todo. Es, pues, un encuentro personal con Él, no con un frío madero. Con Jesús que, cuando, en lo máximo del dolor en la cruz gritó “¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?[5], desveló palpablemente ese infinito amor que en todo momento nos había tenido y nos tiene.

El Deuteronomio afirma “maldito de Dios el que cuelga de un madero[6]. Así se sintió Jesús, asumiendo precisamente Él, el Inocente, todos nuestros dolores, divisiones y pecados. La “conciencia humana de Jesús se verá sometida a la prueba más dura. Pero ni siquiera el drama de la pasión y muerte conseguirá afectar su serena seguridad de ser el Hijo del Padre celestial[7]. Además, dio un paso ulterior: no sólo continuó amando a Dios, fiándose de Él, haciendo el mayor acto de fe, entrega y amor al Padre[8], sino que no se detuvo a mirarse a Sí mismo, ni a sus llagas y dolores, y continuó amando incluso a los que lo crucificaban[9]. “El grito de Jesús en la cruz […] no delata la angustia de un desesperado, sino la oración del Hijo que ofrece su vida al Padre en el amor para la salvación de todos. Mientras se identifica con nuestro pecado, «abandonado» por el Padre, Él se «abandona» en las manos del Padre. Fija sus ojos en el Padre...”[10]. Transformó así toda esa vorágine de dolor, abandono y oscuridad, en Amor a Dios y a los demás. ¡Ese es el secreto de la vida! Es la llave para abrirse a la unión con Dios y a la unidad con los hermanos[11]. Es tener “vida eterna” ya aquí, y luego todavía más en el cielo.
Así lo descubrió Chiara Lubich, –la fundadora de la Obra de María-Movimiento de los Focolares, de la que hoy precisamente concurre medio año de su
fallecimiento–, y lo enseñó hasta su último aliento, con una admirable pedagogía, como la oportunidad de vivir cada día con sus dificultades a manera de un desposorio concreto con Él. En su conocido libro “Meditaciones” señala: “tengo un solo Esposo sobre la tierra, Jesús Crucificado y abandonado; no tengo otro Dios fuera de Él; en Él está todo el cielo con la Trinidad y toda la tierra con la humanidad… Pasaré por el mundo buscándolo…”[12] etc. Se trata de no pararse, no ceder a la dificultad, y lanzarse a amar a Dios y al prójimo, sea cual sea la situación en la que uno mismo se encuentre, “contribuyendo a realizar que la Iglesia sea siempre más casa y escuela de comunión[13]. Jesús abandonado no sólo ha amado y nos enseña a amar siempre, sino que, además, ha pagado por nosotros con la propia vida, dejándonos un modelo de cómo debemos, (¡podemos con la gracia!), vivir los cristianos. Nuestros "abandonos" no son sólo una prueba o una purificación, son una posibilidad estupenda para amar y enseñar a amar, para llenar el mundo de Dios Amor que, a través de nosotros, continúa haciéndose presente en medio de las calamidades y sufrimientos de la sociedad actual. No nos ha "abandonado" porque es Él mismo, y Él en nosotros, quien sufre los abandonos del hombre de hoy: soledad, desasosiego, aislamiento, desencanto, fragilidad, pobreza, marginación, explotación...

Quien ha seguido esta estela luminosa del amor a Jesús crucificado y abandonado, encuentra el significado y el valor del sufrimiento.
Así la joven Clara Badano, cuya vida se recoge
en la biografía “Realizarse a los 18[14], muerta a esa edad de cáncer, pero no vencida por este.
Así también el Card. Van Thuan, encarcelado en Vietnam durante 13 años, y fallecido ahora hace 6. En los Ejercicios Espirituales que predicó ante Juan Pablo II, -y recogidos en “Testigos de esperanza[15] traducido a 17 idiomas-, nos descubre que el amor a Jesús Abandonado era el secreto de su donación a Dios y de su amor incluso a los carceleros.

Que en esta fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, cada uno de nosotros, -hermanos y hermanas que participáis aquí o a través de las ondas de la radio en la celebración eucarística dominical-, sepamos decir nuestro “sí” a Jesús en cada esfuerzo, dificultad o dolor, propios o de la sociedad, lanzándonos con empeño redoblado a amar a Dios y a los demás, para que, igual que Él, que “como por una alquimia divina, -en palabra de Chiara Lubich-, transformó el dolor en amor”, también nosotros unidos a Él transfiguremos el dolor y la muerte en resurrección y glorificación, y así quede ensalzada la Cruz por la cual hemos sido salvados.





[1] Jn 3, 16.
[2] Cfr. Hbr 4, 15b.
[3] 1 Cor 10, 31.
[4] Cfr. IRENEO DE LYON, Adversus haereses, 3, 19; ATANASIO DE ALEJANDRÍA, De incarnatione, 54, 3; SANTO TOMÁS DE AQUINO, Opusculum 57 in festo Corp. Chr., 1.
[5] Mc 15, 34; cfr. Sal 22.
[6] Dt 21, 22-23.
[7] JUAN PABLO II, Novo millennio ineunte, 24b.
[8] Cfr. Lc 23, 46.
[9] Cfr. Lc 23, 34.
[10] IBID., 25a.
[11] Cfr. CH. LUBICH, La unidad y Jesús abandonado, Ciudad Nueva, Madrid 20064; ID., El grito, Ciudad Nueva, Madrid 2002.
[12] CH. LUBICH, Meditaciones, Ciudad Nueva, Madrid 19898, p. 34. Cfr. M. VANDELEENE, La doctrina espiritual”, Ciudad Nueva, Madrid, pp. 136-146.
[13] BENEDICTO XVI, Carta al Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado, durante los funerales de la fundadora del Movimiento de los Focolares, Chiara Lubich, 18 de marzo, en la Basílica de San Pablo Extramuros, citando JUAN PABLO II, Novo millennio ineunte, 43a.
[14] M. ZANZUCCHI, Realizarse a los 18. Vida y huella de Clara Badano, Ciudad Nueva, Madrid 2007.
[15] F.X. NGUYEN VAN THUAN, Testigos de esperanza, Ciudad Nueva, Madrid 20049, pp. 101-125.

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