miércoles, 28 de noviembre de 2018

DECÁLOGO DEL SACERDOTE

DECÁLOGO DEL SACERDOTE



1. Es más importante cómo vivo mi sacerdocio, que lo que hago en cuanto sacerdote.

2. Es más importante lo que hace Cristo a tra­vés de mí, que lo que hago yo.

3. Es más importante que yo viva la unidad en el presbiterio, que volcarme totalmente por mi cuen­ta en el ministerio.

4. Es más importante el servicio de la oración y de la Palabra, que el de los comedores.

5. Es más importante seguir espiritualmente a los colaboradores, que hacer por mi cuenta y solo la mayor cantidad posible de actividades.

6. Es más importante estar presente en pocos pero centrales sectores operativos, con una presen­cia que irradia vida, que estar presente en todas par­tes de prisa y a medias.

7. Es más importante actuar en unidad con los colaboradores, que no solo, por más capaz que me considere; es decir, es más importante la communio que la actio.

8. Es más importante, por más fecunda, la cruz, que no los resultados muchas veces aparentes, fruto de dotes o de esfuerzos humanos.

9. Es más importante tener el alma abierta so­bre todo (comunidad, diócesis, Iglesia universal), que concentrada en intereses particulares por más importantes que parezcan.

10. Es más importante que se dé testimonio a todos de la fe, que satisfacer todas las usuales preten­siones.


Conf. Episc. Alemana, a propuesta de Mons. KLAUS HEMMERLE (1929-1994), Obispo de Aquisgrán,
[“Decalogo del sacerdote”, en Revista "Gen's" 22 (1992) p. 182]
recogido también como 29º y 30º meditación en "365 pensamientos para el Año Sacerdotal"






EN LOS BRAZOS DE JESÚS

Desde los tiempos de la venida de Jesús, la his­toria de la vocación es la historia de su seguimiento. Nosotros seguimos nuestra vocación en cuanto nos ponemos a seguir a Jesús. Y tal seguimiento es algo que tiene que ver exclusivamente con nuestra libertad, nuestra respuesta, pero es también algo más que una pura y simple acción humana, realizada con nuestras fuerzas. El seguimiento de Jesús significa dejarse caer en sus brazos, dejarse llevar por él, confiar en él.
Nosotros podemos estar en él y permitir que él esté en nosotros. En él, la vocación ya no es una pre­tensión excesiva y opresiva, sino una imposibilidad transformada, redimida. El camino para dejarse transformar y redimir es sin duda el camino de la comunión con Jesús, del encomendarse a él y del vivir con él. Esto significa, al fin de cuentas, que el camino de la vocación es el camino de la cruz. El mismo Jesús no nos deja dudas al respecto:
“Si alguno quiere venir detrás de mí, que reniegue de sí mismo, que tome su cruz y me siga”.

Klaus Hemmerle
(Scelto per gli uomini. Città Nuova, Roma, 19952, p. 37)
Recogido también como 40ª meditación en I parte de “365 pensamientos para el año sacerdotal”





“MULTIPLICAR” EL TIEMPO

Una existencia contemplativa significa descu­brir en cada cosa la presencia de Dios, hacer­se tocar y mover por él, hacerse poseer y colmar por el Dios presente, por el Dios en Dios, por el Dios en el mundo, por el Dios en la Iglesia, en la comunidad.
En otras palabras: por el Dios sobre nosotros y en nosotros, por el Dios afuera y allá abajo, por el Dios en medio, en el centro.
Lo que cuenta es no dejar pasar ninguna ocasión para estar con él y
permanecer junto a él, aferrado al “absoluto en medio”.
Ciertamente, este “contemplativo” permanecer en Dios requiere tiempo. Y pareciera que nosotros no dispusiéramos de él. Pero ¿no es verdad más bien que el tiempo escapa más veloz cuando reducimos nuestros momentos dedicados a la contemplación? Cuantas más cosas tengo que hacer, tanto más nece­sidad tengo de tiempo para la oración. Entonces sucede una especie de “milagrosa multiplicación del tiempo”: gracias al tiempo dado a Dios, termino teniendo más tiempo a mi disposición, o por lo menos tiempo mejor, más disponible, más denso de amor para dar a los demás.

Klaus Hemmerle
(Scelto per gli uomini, Città Nuova, Roma, 19952, p. 108)
recogido también como 44ª meditación en I parte de "365 pensamientos para el Año Sacerdotal"






SIGNO EFICAZ DE CRISTO

El sacerdote tiene que ser alguien cercano a la comunidad, tiene que vivir con los hombres, comprenderlos y hacerse uno con ellos; pero este despojarse, esta simplicidad de ser cristiano entre los cristianos, dirá algo, representará verdaderamente el amor de Cristo, sólo si el sacerdote, aunque al lado de los hombres con modestia y simplicidad, lleva en sí toda la grandeza y altura de su mandato y del, carácter sacramental de su ministerio. Sólo así será signo eficaz y presencia de Cristo que se despojó a sí mismo.

Klaus Hemmerle
(El sacerdote hoy, Gen's 12 (1982/6))
recogido también como 70ª meditación en II parte de "365 pensamientos para el Año Sacerdotal"







ENCUENTRO CON DIOS EN LOS LÍMITES

En Navidad la Palabra se hizo carne, Dios se hizo hombre. Esto significa: Dios en mis lí­mites -en mis límites Dios, Mis limitaciones, mi fra­caso, mis inseguridades son el lugar de Dios en el mundo. Él se ha hecho cargo de todo esto, ha acep­tado todo esto. (...)
Donde toco mis límites, allí lo toco efectivamente a Él, allí no hay motivo para tener menos esperanza, sino más esperanza. Aceptar mis límites significa aceptarlo a él, aceptar a Dios en mis límites.
Y, al mismo tiempo, en mis límites: Dios. Lo que puedo dar a los demás en mis límites es infinitamente menos que lo que necesitan y lo que requieren. Sin embargo, en estos límites míos está Dios y en ellos se da con mi entrega. A través de su encarnación -bien entendida- yo me vuelvo “sacramento” para Él, signo operante en el cual Él se comunica y se extiende en nuestro mundo.

Klaus Hemmerle
(Carta de Navidad, 1993)
recogido también como 6ª meditación en III parte de "365 pensamientos para el Año Sacerdotal"







AMPLIAR EL CÍRCULO

El primer paso siempre tiene que partir de mí (...): vivir de tal manera que los otros encuentren en mí a Cristo, su amor, y se sientan atraídos.
Tengo que acercarme a los otros de modo tal que adviertan que yo no los conozco según la carne (cf. 2 Cor 5, 16), que no busco mi propio interés, ni
una ayuda o un complemento, que no me dejo llevar por la simpatía o la antipatía, sino que los recibo como al mismo Señor.
Los otros tienen que experimentar que yo vivo de Jesús, que sigo más su voz que mis ideas o las opinio­nes de los demás. Verán que mi vida se basa en su Palabra, en sus sacramentos, que lo escucho a él en lo que quiere decirme en los testigos y en los enviados de la Iglesia. Pero sobre todo lo busco allí donde más me ha amado, es decir, en las dificultades, en las tinieblas que son para mí “el sacramento” de su abandono en la cruz, de su muerte.
Tarde o temprano (...) encontraré quien se adhiera a esta vida (…), y serán personas que nosotros no hemos elegido. Se amplía el círculo y se forman nuevas células de personas reunidas en el nombre de Jesús.

Klaus Hemmerle
(Der Miel ist zwischen uns, Neue Stadt, München, 19782, pp. 64-65)
recogido también como 21ª meditación en III parte de "365 pensamientos para el Año Sacerdotal"

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