DECÁLOGO DEL SACERDOTE
1. Es más importante cómo vivo mi sacerdocio, que lo que hago en
cuanto sacerdote.
2. Es más importante lo que hace Cristo a través de mí, que lo que
hago yo.
3. Es más importante que yo viva la unidad en el presbiterio, que
volcarme totalmente por mi cuenta en el ministerio.
4. Es más importante el servicio de la oración y de la Palabra, que el
de los comedores.
5. Es más importante seguir espiritualmente a los colaboradores, que hacer por mi cuenta y solo la mayor cantidad
posible de actividades.
6. Es más importante estar presente en pocos pero centrales sectores
operativos, con una presencia que irradia vida, que estar presente en todas
partes de prisa y a medias.
7. Es más importante actuar en unidad con los colaboradores, que no solo,
por más capaz que me considere; es decir, es más importante la communio que la actio.
8. Es más importante, por más fecunda, la cruz, que no los resultados
muchas veces aparentes, fruto de dotes o de esfuerzos humanos.
9. Es más
importante tener el alma abierta sobre todo (comunidad, diócesis, Iglesia
universal), que concentrada en intereses particulares por más importantes que
parezcan.
10. Es más
importante que se dé testimonio a todos de la fe, que satisfacer todas las
usuales pretensiones.
Conf. Episc. Alemana,
a propuesta de Mons. KLAUS HEMMERLE (1929-1994), Obispo de Aquisgrán,
[“Decalogo del sacerdote”, en Revista "Gen's" 22 (1992) p. 182]
recogido también como 29º y 30º meditación en "365 pensamientos para el Año Sacerdotal"
EN LOS BRAZOS DE JESÚS
Desde los tiempos de la venida de Jesús, la historia de la vocación es
la historia de su seguimiento. Nosotros seguimos nuestra vocación en cuanto nos
ponemos a seguir a Jesús. Y tal seguimiento es algo que tiene que ver
exclusivamente con nuestra libertad, nuestra respuesta, pero es también algo
más que una pura y simple acción humana, realizada con nuestras fuerzas. El
seguimiento de Jesús significa dejarse caer en sus brazos, dejarse llevar por
él, confiar en él.
Nosotros podemos estar en él y permitir que él esté en nosotros. En él,
la vocación ya no es una pretensión excesiva y opresiva, sino una
imposibilidad transformada, redimida. El camino para dejarse transformar y
redimir es sin duda el camino de la comunión con Jesús, del encomendarse a él y
del vivir con él. Esto significa, al fin de cuentas, que el camino de la
vocación es el camino de la cruz. El mismo Jesús no nos deja dudas al respecto:
“Si alguno quiere venir detrás de mí, que reniegue de sí mismo, que tome
su cruz y me siga”.
Klaus Hemmerle
(Scelto per gli uomini. Città Nuova, Roma, 19952, p. 37)
Recogido también como 40ª meditación en I parte de “365 pensamientos
para el año sacerdotal”
“MULTIPLICAR” EL TIEMPO
Una existencia contemplativa significa descubrir en cada cosa la
presencia de Dios, hacerse tocar y mover por él, hacerse poseer y colmar por
el Dios presente, por el Dios en Dios, por el Dios en el mundo, por el Dios en
la Iglesia, en la comunidad.
En otras palabras: por el
Dios sobre nosotros y en nosotros, por el Dios afuera y allá abajo, por el Dios
en medio, en el centro.
Lo que cuenta es no dejar pasar ninguna ocasión para estar con él y
permanecer junto a él, aferrado al “absoluto en medio”.
Ciertamente, este “contemplativo” permanecer en Dios requiere tiempo. Y
pareciera que nosotros no dispusiéramos de él. Pero ¿no es verdad más bien que
el tiempo escapa más veloz cuando reducimos nuestros momentos dedicados a la
contemplación? Cuantas más cosas tengo que hacer, tanto más necesidad tengo de
tiempo para la oración. Entonces sucede una especie de “milagrosa
multiplicación del tiempo”: gracias al tiempo dado a Dios, termino teniendo más
tiempo a mi disposición, o por lo menos tiempo mejor, más disponible, más denso
de amor para dar a los demás.
Klaus Hemmerle
(Scelto per gli uomini, Città Nuova, Roma, 19952, p. 108)
recogido también como 44ª meditación en I parte de "365 pensamientos para el
Año Sacerdotal"
SIGNO EFICAZ DE CRISTO
El sacerdote tiene que
ser alguien cercano a la comunidad, tiene que vivir con los hombres, comprenderlos
y hacerse uno con ellos; pero este despojarse, esta simplicidad de ser
cristiano entre los cristianos, dirá algo, representará verdaderamente el amor
de Cristo, sólo si el sacerdote, aunque al lado de los hombres con modestia y
simplicidad, lleva en sí toda la grandeza y altura de su mandato y del,
carácter sacramental de su ministerio. Sólo así será signo eficaz y presencia
de Cristo que se despojó a sí mismo.
Klaus Hemmerle
(El sacerdote hoy,
Gen's 12 (1982/6))
recogido también como 70ª meditación en II parte de "365 pensamientos para el
Año Sacerdotal"
ENCUENTRO CON DIOS EN LOS LÍMITES
En Navidad la Palabra se
hizo carne, Dios se hizo hombre. Esto significa: Dios en mis límites -en mis
límites Dios, Mis limitaciones, mi fracaso, mis inseguridades son el lugar de
Dios en el mundo. Él se ha hecho cargo de todo esto, ha aceptado todo esto.
(...)
Donde toco mis límites,
allí lo toco efectivamente a Él, allí no hay motivo para tener menos esperanza,
sino más esperanza. Aceptar mis límites significa aceptarlo a él, aceptar a
Dios en mis límites.
Y, al mismo tiempo, en
mis límites: Dios. Lo que puedo dar a los demás en mis límites es infinitamente
menos que lo que necesitan y lo que requieren. Sin embargo, en estos límites
míos está Dios y en ellos se da con mi entrega. A través de su encarnación
-bien entendida- yo me vuelvo “sacramento” para Él, signo operante en el cual Él
se comunica y se extiende en nuestro mundo.
Klaus
Hemmerle
(Carta de Navidad, 1993)
recogido también como 6ª meditación en III parte de "365 pensamientos para el
Año Sacerdotal"
AMPLIAR EL CÍRCULO
El primer paso siempre
tiene que partir de mí (...): vivir de tal manera que los otros encuentren en
mí a Cristo, su amor, y se sientan atraídos.
Tengo que acercarme a los
otros de modo tal que adviertan que yo no los conozco según la carne (cf. 2 Cor
5, 16), que no busco mi propio interés, ni
una
Los otros tienen que
experimentar que yo vivo de Jesús, que sigo más su voz que mis ideas o las
opiniones de los demás. Verán que mi vida se basa en su Palabra, en sus
sacramentos, que lo escucho a él en lo que quiere decirme en los testigos y en
los enviados de la Iglesia. Pero sobre todo lo busco allí donde más me ha
amado, es decir, en las dificultades, en las tinieblas que son para mí “el
sacramento” de su abandono en la cruz, de su muerte.
Tarde o temprano (...)
encontraré quien se adhiera a esta vida (…), y serán personas que nosotros no
hemos elegido. Se amplía el círculo y se forman nuevas células de personas
reunidas en el nombre de Jesús.
Klaus
Hemmerle
(Der
Miel ist zwischen uns, Neue Stadt, München, 19782, pp. 64-65)
recogido también como 21ª meditación en III parte de "365 pensamientos para el
Año Sacerdotal"
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