jueves, 30 de julio de 2015

CON CRISTO: ¡SEGUIR CAMINANDO!

VIDA DE LA PALABRA           últimas semanas de julio

Algunas de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la vida diaria la Palabra de vida de julio  («Tened valor: yo he vencido al mundo», Jn 16, 33), la de junio («Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria», Lc 10, 41-42) y la de mayo («Pero Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo», Ef 2, 4-5):
1.-        Multitud de pequeñas y grandes ocasiones me han permitido acordarme y vivir la Palabra de vida de este mes (y también la del pasado).
La semana pasada cuidando a mi padre… a veces era complicado, (más bien, cansado; ¡a veces agotador, sobre todo si era de noche!), pero gratificante: poder darme. Además, cuando humanamente no se ve cómo poder ayudarlo o hacer que él no lo pase tan mal, la perspectiva de “tened valor: Yo he vencido…” me hacía fiarme plenamente de su promesa y mantener la paz. Esperanza en Su promesa. También el “contemplar” en mi padre a Jesús, (cada vez que hacemos algo a nuestro prójimo, ¡y más prójimo que este…!, se lo estamos haciendo a Él); como otras veces, “ver” a Jesús en él y, por la ventana de mi cuarto, ver la torre de la parroquia que indica que Jesús Eucaristía (resucitado y vencedor) está ahí. Todo ello me hacía también disfrutar con mis padres las poquitas horas medianamente buenas que él tiene a lo largo del día.
1b.-     Ver que mis limitaciones, o cosas que ya creía superadas, en algún momento me pueden… En vez de desanimarme, recordando la PdV, me hacía recobrar la esperanza y volver a empezar, pidiendo al Señor, a la vez, la “determinada determinación” que diría Sta. Teresa. Desde la
humildad-humillación, mirarle a Él y no tanto a mí, y reemprender con más ahínco el vivir Su Voluntad del momento presente que Él me regala. “Tened valor: Yo he vencido…”. Y desde ahí, ver como positivo que así también puedo aconsejar a otros desde la propia experiencia.
1c.-      Después de estar fuera unos días, y los otros compañeros con ocupaciones, había muchas cosas pendientes en la casa, junto con cosas que no aparecían o de pronto las encontraba estropeadas, además de multitud de tareas que había que dejar previstas para poder salir la semana próxima. Todo se iba sumando y el miércoles por la mañana estaba yo especialmente nervioso y no lograba serenarme: ¡justo era el día de Sta. Marta! Al leer en el tren un par de cosas en referencia a ello (junto con una posterior conversación al móvil), me hizo recordar mucho y bien la PdV de junio. Era la providencia que me salía al encuentro en todo ello para pacificarme el día y poder ir realizando con alegría bien en todo lo mucho programado (y lo que luego, además, iba viniendo).

Esta vez sólo una de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la vida diaria la Palabra de vida de julio («Tened valor: yo he vencido al mundo», Jn 16, 33) y la de junio («Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria», Lc 10, 41-42):
1.-        “aunque procuro relajarme y pido a Dios por los que lo tienen que vivir, obligatoriamente, en circunstancias mucho más desfavorables que las mías... En fin, son tantas cosas en las que no puedo influir, que la "eficaz" “Marta” que hay en mí, se desanima un poco... Por otro lado, la verdad es que estoy bien, por no decir muy bien...
¡Que … puedas cuidar de tu padre lo mejor posible! Merece la pena; a mí me encantó poder hacerlo con mi madre también enferma de parkinson y que estuvo muchos años sin poder valerse por sí misma. Ahora que han pasado tres años de su muerte, vivo agradecida por haberle podido dedicar mi cariño y mi compañía, aunque al final no sé si ella era consciente



jueves, 16 de julio de 2015

TENED VALOR: YO HE VENCIDO

Te ofrezco unos textos para profundizar en la Palabra de vida de julio y así nos renovemos en la intensidad para vivirla:

UNA AVENTURA DIVINA

Después de una noche infructuosa, Pedro, experto en la pesca, habría podido sonreírse y negarse a aceptar la invitación de Jesús a echar las redes de día, momento menos propicio. En cambio, más allá de su razonamiento, se fió de Jesús.
Esta es una situación típica por la cual, hoy también, está llamado a pasar todo creyente, precisamente porque es creyente. De hecho su fe se pone a prueba de mil maneras.
Seguir a Cristo significa decisión, compromiso y perseverancia, mientras que en este mundo en el que vivimos todo parece invitar a la relajación, a la mediocridad, al "dejar pasar". La
tarea parece demasiado grande, imposible de alcanzar y fracasada anticipadamente.
Se necesita entonces fuerza para ir adelante, para resistir al ambiente, al contexto social, a los amigos, a los medios de comunicación.
Es una prueba dura de combatir día tras día, o mejor, hora tras hora.
Pero si la afrontamos y la aceptamos, servirá para hacernos madurar como cristianos, para hacernos experimentar que las extraordinarias palabras de Jesús son verdaderas, que sus promesas se cumplen, que se puede emprender en la vida una aventura divina mil veces más fascinante que cuantas podamos imaginar, en la que podemos ser testigos, por ejemplo, de que mientras en el mundo, a menudo la vida es tan desganada, monótona e infructuosa, Dios colma de bienes a quien le sigue: da el céntuplo en esta vida, además de la vida eterna. Esta es la pesca milagrosa que se renueva.
"En tu palabra echaré las redes". ¿Cómo? Haciendo nosotros también la elección de Pedro: "En tu palabra...". Tener confianza en su palabra; no poner en duda lo que Él pide. Más aún: apoyar nuestro comportamiento, nuestra actividad, nuestra vida en Su Palabra.
Así basaremos nuestra existencia en lo más sólido y seguro que hay, y contemplaremos con asombro que, precisamente allí donde cualquier recurso humano mengua, Él interviene, y que allí donde es humanamente imposible, nace la vida.

CHIARA LUBICHComentario a Lc 5,5, febrero 1983



VER LAS DIFERENCIAS COMO OPORTUNIDAD DE CRECIMIENTO

 “Tenemos necesidad de comunicarnos, de descubrir las riquezas de cada uno, de valorar lo que nos une y ver las diferencias como oportunidades de crecimiento en el respeto de
todos. Se necesita un diálogo paciente y confiado, para que las personas, las familias y las comunidades puedan transmitir los valores de su propia cultura y acoger lo que hay de bueno en la experiencia de los demás”.

PAPA FRANCISCO en Sarajevo 6 junio 2015



SABER EXCUSAR

Conozcámonos como nos conoce Dios, no para condenarnos y desesperar, sino para tener Misericordia los unos de los otros, y
ayudarnos.
¡Amémonos! Un día nos encontraremos todos unidos allá arriba, para toda la Eternidad, si aquí abajo hemos tenido el valor de amarnos sin excusas





JESÚS ES LA VIDA, Y NOS LA PUEDE DAR

…¿por qué Jesús puede decir de él: "Yo soy... la vida"?
Porque Él es distinto a nosotros: nosotros recibimos la vida de otros, mientras Jesús la posee en sí mismo. De hecho, Cristo es Dios; está eternamente en el Padre y el Padre está en El.
Y su vida no es como la nuestra, biológica, destinada a envejecer y a perecer: la suya escapa al destino implacable de la muerte. Es siempre vida: es vida eterna.
Porque Jesús posee la vida, es la vida, nos la puede dar: puede hacernos partícipes de esa vida que no disminuirá ni siquiera cuando nos llegue la muerte física.
El hombre, que por naturaleza aspira a algo que es más
grande que él, porque está hecho a imagen de Dios y por tanto, está llamado a la comunión con Él, encuentra en esta vida que Jesús le da, su plenitud, el cumplimiento inefable de su ser, su felicidad total.
"Yo soy... la vida". La vida que Jesús da al cristiano no es un don sólo para el futuro, para el más allá, sino también para el presente. Por ella desde ahora, hay en el cristiano algo que no muere.
El cristiano puede acoger esta vida en sí mediante la fe, entendida como adhesión total de su ser a Cristo. Jesús de hecho dijo: "El que cree en el Hijo tiene la vida eterna" (Jn 3, 36).
Esta vida se le comunica mediante las palabras de Cristo, aceptadas y vividas con amor: "En verdad, en verdad os digo ‑dijo El‑ el que escucha mi palabra... tiene la vida eterna" (Jn 5, 24).
Jesús además nos ofrece esta vida con la Eucaristía. Es "pan de vida', y recibida dignamente, es capaz de saciar el infinito hambre de vida que hay en el hombre.

CHIARA LUBICHComentario a Lc 5,5, febrero 1983




ALEGRARSE POR EL REGRESO DEL HERMANO

«Pero ahora tenemos que hacer fiesta y alegrarnos, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y lo hemos encontrado». Estas palabras son una invitación que Dios te dirige a ti y a todos los cristianos para gozar junto con Él, para celebrar y participar de su alegría por el regreso del hombre pecador, antes perdido y luego hallado. Y estas palabras, en la parábola, se las dirige el padre al hijo mayor, que había compartido toda su vida pero que, después de un día de duro trabajo, se niega a entrar en casa, donde se está festejando el regreso de su hermano.



lunes, 13 de julio de 2015

CONFIANZA EN CRISTO

VIDA DE LA PALABRA              primeras semanas de JULIO

Algunas de mis EXPERIENCIAS tratando de practicar la Palabra de vida de julio («Tened valor: yo he vencido al mundo», Jn 16, 33) y la de junio («Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria», Lc 10, 41-42):
1.-        Mi padre lleva dos meses pasándolo cada vez peor con su parkinson y sobre todo estas dos últimas semanas diciendo un “¡ay!” a cada respiración buena parte de las 24 horas, cosa que a los que están al lado casi les desquicia, y más por no saber qué hacerle o decirle y la impotencia.
El viernes iré a atenderlo 9 días y todas estas semanas me resuena la PdV: “tened valor, Yo he vencido…”.
También cuando por tlf. o whatsApp notaba a mis hermanos casi perdiendo la paciencia o a mi madre con lagrimillas, le pedía al Señor nuevamente que no se pierda ni una “gota” de ese sufrimiento del uno y de los otros, y que todo en Su Cáliz, (amor a Jesús Abandonado), sirva de redención para todos, sirva para esa victoria Suya. También en esa fe nos hemos vuelto a poner de acuerdo cada día los hermanos (y algunos más que se han querido sumar) a pedir por él al Señor, esta vez por intercesión de San José, (estamos en año de Sta. Teresa y ella decía que Jesús no niega nada a su padre adoptivo).

2.-        Al llegar diariamente en tren, luego continúo caminando 15 minutos hasta el trabajo. Llevaba viendo unos días a una señora acompañando a sus dos hijos al colegio y nos quedábamos mirando de reojillo. Uno de los días, al cruzarnos, (ya sabes que me propuse parar y saludar a quien me encontrara por cuarta vez), me acerco para dirigirme a ella, pero ella se adelanta: “¿te acuerdas?; hace 12 años empezaste a saludarme todos los días cuando yo salía del metro y tú venías hacia aquí desde otra parte de la ciudad; por aquel entonces tú empezaste a saludar, ¡ahora me toca a mí! Veníamos en transporte público, pero desde hace unos días, andando”. Fue bonito reencontrarnos. La verdad, me “sonaba” vagamente la cara, pero realmente, hasta ese momento, no me vinieron los recuerdos. Me presentó a sus dos hijos, (por aquel entonces ella estaba embarazada).
Cuando de nuevo vamos coincidiendo en días posteriores, es una alegría para los 4, aunque no nos paremos y mientras nos vamos cruzando sólo intercambiemos unas palabras y una sonrisa que sale del alma, (hasta sus niños, que parece que me conocieran “de toda la vida”). La víspera de las vacaciones del cole se me ocurrió pedirle el correo-e. ¡Menos mal! Me contestó al mío: “Gracias por tu correo, nos ha hecho mucha ilusión. Hemos disfrutado mucho de la lectura del artículo que nos envías. Yo, personalmente, me siento un poquito parte de esa historia: hace ya casi 12 años desde nuestro primer encuentro en la Av. Pío XII en dirección al metro por las mañanas; al poco tiempo de empezar a saludarnos, la empresa en la que trabajaba me concedió una plaza de garaje y comencé a ir en coche: gané en comodidad y tiempo, pero perdí en relaciones sociales... Casi 12 años después, nos hemos vuelto a encontrar en la misma Avenida, pero en sentido contrario. La primera vez que te vi, en esa ocasión llevando a mis hijos al colegio, inmediatamente te reconocí y les conté a mis hijos la historia de nuestro primer encuentro, aunque pensé que no te acordarías. Aun así, en esta ocasión fui yo la que te paré para volver a presentarnos. Sin embargo, parece que nuestros encuentros están destinados a no durar mucho. En esta semana hemos decidido trasladarnos a vivir a otra ciudad: mi marido tiene que estar trabajando allí una temporada y consideramos que, sea el tiempo que sea, debemos estar juntos. Pero no me cabe ninguna duda que nuestros caminos volverán a encontrase y, en cualquier momento, diremos "¡Buenos días, Paco!"”.


Algunas de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la vida diaria la Palabra de vida de julio  («Tened valor: yo he vencido al mundo», Jn 16, 33), la de junio («Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria», Lc 10, 41-42) y la de mayo («Pero Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo», Ef 2, 4-5):
1.-        “calor insoportable, con mucha humedad y altas temperaturas. El trabajo empezando fuerte… Yo estoy con turno de tarde porque me encargo de las cenas y la limpieza, como antes. Siempre agotador, pero con ayuda de nuestro Señor, que siempre me da la mano para ayudarme en los momentos de agotamiento. Esa fuerza espiritual me alienta para dar buena cara y alegría a tantas buenas personas que van pasando… y tener la suerte de conocer (en especial a ti) para adentrarme más en este camino que todo el mundo debería experimentar: el camino de la fe, la esperanza y el amor al prójimo... He pasado unos días con bronquitis y ya después de dos semanas y un fuerte tratamiento estoy mejor… Me alegra leer todo lo que recibo: es gratificante... y siempre ¡¡¡¡GRACIAS, PACO!!!!!

2.-        “ahora me toca trabajar: la trabajadora social se va de vacaciones y esto no se puede cerrar los pobres hay que atenderles. “Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas, solo una es necesaria”. Un día suena el teléfono y veo que es una sobrina que no me llama casi nunca, pero en ese momento no podía cogerlo; a los diez minutos la llamo varias veces y no responde, pongo whatsapp y tarda en contestar. Tantas cosas me venían a la mente, pero en seguida pensé en la PdV, y dije “voy a coger la parte de Marta”… Llamo donde sus padres por la noche; mi cuñada está tan enfadada que me dijo: “casi te llevo a tu hermano y te lo dejo en la puerta, pues no le aguanto más”. La escuché a fondo; cuando terminó, le dije: “te entiendo, pero ese problema ya lo he hablado con él”; ella dice: “a ti te respeta; a nosotras, no”. Traté  de calmarla un poco, nos despedimos y yo le ofrecía al Señor: "lo que Tú quieras, Tú lo sabes todo". Estuve un rato hablando con Él y le decía: “nunca acierto; siempre tengo la culpa; pero si tiene que ser así, lo acepto”; añadí: “por qué me tengo que preocupar ,si ya lo haces por mí”, y a los cinco minutos me dormí. Al día siguiente pongo whatsapp a la sobrina y pregunto cómo está; me dice: “mejor; es que papa se ha vuelto muy caprichoso”. Le di ánimos y me dio las gracias.
Luego estoy con mi hermana y me dice que había hablado con nuestra cuñada: le dijo que sentía que el otro día se había pasado conmigo. Yo, a pesar de todo, le di las gracias al Señor. En todos estos momentos lo que hago es fiarme de "ÉL". Cada día me va mejor…
          Trato de ayudar casi siempre a la gente que no puede: les llevo las bolsas, les doy mi brazo… Hay una en mi parroquia que voy a buscarla para acompañarla   
a comulgar y no sabe cómo darme las gracias, yo le digo: “no me importa, pues yo voy también”. Pero uno de los días, salimos varias personas y ella les dice: “esta buena mujer está siempre pendiente de ayudar a todo el mundo”; me da vergüenza que me lo digan. Le quito importancia

3.-        “he vivido unos meses… muy liada, en un montón de cosas que creía más importantes que abrir tu correo ¡y qué gran error! Después de leer tu palabra de vida, me doy cuenta de lo que me he perdido: me voy a repetir tus mensajes para este mes y lo quiero practicar en mi día a día, porque me hace falta mucho valor para superar algunos aspectos de mi vida. Gracias de todo corazón…

…En nuestra Parroquia te recuerdan con gran cariño. Quiero ir a visitarte algún día al Centro Mariápolis, espero pronto. Trabajo en una residencia de ancianos y los turnos te absorben un poco, pero lo vivo muy intensamente: los abuelos son mi locura, jeje. Ayer una abuelita que llevaba unos días tristes, cuando la levanté, le di un beso y ella me miró y solo me dijo “gracias”; y me quedé pensando: “¡Dios mío, si solo le he dado un beso…!


Si quieres leer más experiencias similares, 
de gente de todo el mundo,
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miércoles, 1 de julio de 2015

CON Y EN CRISTO, ¡VENCEMOS!

PALABRA DE VIDA   julio 2015
 
«Tened valor: yo he vencido al mundo»
(Jn 16, 33)

Con estas palabras concluyen los discursos de adiós que Jesús dirige a sus discípulos en su última cena antes de ser entregado a manos de quienes le iban a dar muerte. Es un diálogo denso, en el que revela la realidad más profunda de su relación con el Padre y de la misión que Él le ha encomendado.

Jesús está a punto de dejar la tierra y volver al Padre, y sus discípulos se quedarán en el mundo para continuar su obra. También ellos, como Él, serán odiados, perseguidos, hasta les darán muerte (cf. 15, 18.20; 16, 2). Su misión será difícil, como lo ha sido la de Jesús. Él sabe bien las dificultades y las pruebas que tendrán que afrontar sus amigos: «En el mundo tendréis luchas», les acaba de decir (16, 33).

Jesús se dirige a sus apóstoles, reunidos en torno a Él para esa última cena, pero tiene delante de sí a todas las generaciones de discípulos que lo seguirán a lo largo de los siglos, incluidos nosotros.

Es verdad. Aun en medio de las alegrías que jalonan nuestro camino, no faltan «luchas»: la incertidumbre del futuro, la precariedad del trabajo, la pobreza y las enfermedades, los sufrimientos que siguen a las catástrofes y a las guerras, la violencia, tan extendida dentro de nuestras fronteras como entre naciones. Luego están las tribulaciones que acarrea el ser cristianos: la lucha cotidiana por mantenerse coherentes con el Evangelio, el sentimiento de impotencia ante una sociedad que parece indiferente al mensaje de Dios, la burla o el desprecio, cuando no la persecución explícita de quien no comprende o se opone a la Iglesia.

Jesús conoce las tribulaciones porque las ha vivido en primera persona, pero dice:
«Tened valor: yo he vencido al mundo».

Esta afirmación, tan decidida y convencida, parece una contradicción. ¿Cómo puede afirmar Jesús que ha vencido al mundo cuando unos momentos después de haber pronunciado estas palabras será prendido, flagelado, condenado y asesinado del modo más cruel y humillante? Más que haber vencido, parece haber sido traicionado, rechazado, reducido a la nada, y por tanto derrotado, clamorosamente.

¿En qué consiste su victoria? Ciertamente, en la resurrección: la muerte no puede prolongar su poder sobre Él. Su victoria es tan potente que nos hace partícipes de ella también a nosotros: se hace presente entre nosotros y nos lleva consigo a la vida plena, a la nueva creación.

Pero antes de eso, su victoria ha sido el acto mismo del «amor más grande» con el que ha dado su vida por nosotros. Aquí, en la derrota, Él triunfa plenamente. Penetrando en los recovecos de la muerte, nos ha liberado de todo lo que nos oprime y ha transformado todo lo negativo que tenemos, toda nuestra oscuridad y nuestro dolor, en un encuentro con Él, Dios, Amor, plenitud.

Cada vez que pensaba en la victoria de Jesús, Pablo parecía enloquecer de alegría. Si Él, tal como afirmaba, afrontó toda adversidad –incluso la suprema adversidad de la muerte– y venció, también nosotros, con Él y en Él, podemos vencer cualquier dificultad; es más, gracias a su amor, «salimos victoriosos»: «Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida […] ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor» (Rm 8, 38; cf. 1 Co 15, 57).

Entonces se comprende la invitación de Jesús a no tener ya miedo a nada:
«Tened valor: yo he vencido al mundo».

Esta palabra de Jesús, que mantendremos viva durante todo el mes, podrá infundirnos confianza y esperanza. Por muy duras y difíciles que puedan ser las circunstancias en que nos encontremos, tengamos la certeza de que Jesús ya las ha hecho suyas y las ha superado.

Aunque nosotros no tengamos su fuerza interior, lo tenemos a Él, que vive y lucha con nosotros. «Si tú has vencido al mundo –podremos decirle cuando nos sintamos derrotados por las dificultades, las pruebas y las tentaciones–, sabrás vencer también esta “tribulación” mía. A mí, a mi familia, a mis compañeros de trabajo nos parece un obstáculo insuperable lo que está sucediendo, nos parece que no somos capaces, pero contigo entre nosotros encontraremos el valor y la fuerza para afrontar esta adversidad, hasta poder “salir victoriosos”».

No se trata de tener una visión triunfalista de la vida cristiana, como si todo fuese fácil y estuviese ya resuelto. Jesús sale victorioso precisamente en el momento en que vive el drama del sufrimiento, de la injusticia, del abandono y de la muerte. Su victoria es fruto de afrontar el dolor por amor, de creer en la vida después de la muerte.

Habrá veces en que también nosotros, como Jesús y como los mártires, tendremos que esperar al Cielo para ver la victoria plena del bien sobre el mal. Con frecuencia nos da miedo hablar del Paraíso, como si pensar en él fuese una droga para no afrontar con ánimo las dificultades, una anestesia para mitigar el sufrimiento, un pretexto para no luchar contra las injusticias. Pero la esperanza del Cielo y la fe en la resurrección son más bien un impulso potente para afrontar cualquier adversidad, sostener a los demás en las pruebas, creer que la última palabra la tiene el amor que vence al odio, la vida que derrota a la muerte.

Así pues, cada vez que nos tropecemos con cualquier dificultad –personal, de quienes tenemos cerca o de alguien que hayamos conocido en algún lugar del mundo–, renovemos la confianza en Jesús, presente en nosotros y entre nosotros, que ha vencido al mundo, que nos hace partícipes de su misma victoria, que nos abre de par en par el Paraíso, donde ha ido a prepararnos un sitio. De este modo tendremos el valor para afrontar cualquier prueba. Todo lo podremos superar en aquel que nos da la fuerza.

Fabio Ciardi, O.M.I.



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