lunes, 31 de agosto de 2015

COMO A TI MISMO

PALABRA DE VIDA              Septiembre 2015


«Amarás a tu prójimo como a ti mismo»
(Mc 12, 31)

Esta es una de esas palabras del Evangelio que piden ser vividas sin demora, inmediatamente. Es tan clara, límpida ­¡y exigente! que no requiere muchos comentarios. Sin embargo, para captar la fuerza que encierra será útil situarla en su contexto.
Jesús está respondiendo a un escriba –un estudioso de la Biblia– que le ha preguntado qué mandamiento es el más grande. Era una cuestión abierta, puesto que en las Sagradas Escrituras se habían identificado 613 preceptos que hay que observar.
Uno de los grandes maestros que había vivido unos años antes, Shammay, se había negado a indicar el mandamiento supremo. Sin embargo otros, como hará luego Jesús, se orientaban ya a poner en el centro el amor. Por ejemplo, el rabino Hillel afirmaba: «No hagas al prójimo lo que te resulta odioso a ti; esta es toda la ley. El resto no es más que explicación».
Jesús no solo adopta la enseñanza sobre la centralidad del amor, sino que aúna en un único mandamiento el amor a Dios (Dt 6, 4) y el amor al prójimo (cf. Lv 19, 18). Y la respuesta que da al escriba que lo interpela dice así: «El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos».

«Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
Esta segunda parte del único mandamiento es expresión de la primera parte, el amor a Dios. A Dios le importa tanto cualquier criatura suya que, para darle alegría, para demostrarle con hechos el amor que tenemos por Él, no hay modo mejor que ser la expresión de su amor para con todos. Igual que los padres se alegran cuando ven que sus hijos se llevan bien, se ayudan y están unidos, Dios –que es para nosotros como un padre y una madre– también se alegra cuando ve que amamos al prójimo como a nosotros mismos, contribuyendo así a la unidad de la familia humana.
Ya los profetas llevaban siglos explicando al pueblo de Israel que Dios quiere amor, y no sacrificios ni holocaustos (cf. Os 6, 6). El propio Jesús se remite a su enseñanza cuando afirma: «Andad, aprended lo que significa “Misericordia quiero y no sacrificios”» (Mt 9, 13). Pues ¿cómo podemos amar a Dios, a quien no vemos, si no amamos al hermano, a quien vemos? (cf. 1 Jn 4, 20). Lo amamos, le servimos, lo honramos en la medida en que amamos, servimos y honramos a cada persona, amiga o desconocida, de nuestro pueblo o de otros pueblos, sobre todo a los «pequeños», a los más necesitados.
Es una invitación que dirige a los cristianos de todo tiempo para transformar el culto en vida, salir de las iglesias –donde hemos adorado, amado y alabado a Dios– e ir hacia los demás, y así poner en práctica lo que hemos aprendido en la oración y en la comunión con Dios.

«Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
¿Cómo vivir entonces este mandamiento del Señor?
Recordemos ante todo que forma parte de un binomio inseparable que incluye el amor a Dios. Hace falta dedicar tiempo a conocer lo que es el amor y cómo hay que amar, y para ello hay que favorecer momentos de oración, de «contemplación», de diálogo con Él: lo aprendemos de Dios, que es Amor. No le robamos tiempo al prójimo cuando estamos con Dios; al contrario, nos preparamos para amar de un modo cada vez más generoso y apropiado. Al mismo tiempo, cuando volvemos a estar con Dios después de haber amado a los demás, nuestra oración es más auténtica, más verdadera, y se puebla de todas las personas con las que hemos estado y que llevamos de nuevo a Él.
Además, para amar al prójimo como a uno mismo hay que conocerlo como se conoce uno a sí mismo. Deberíamos llegar a amar como el otro quiere que lo amen, y no como a mí me gustaría amarlo. Ahora que nuestras sociedades son cada vez más multiculturales debido a la presencia de personas procedentes de mundos muy distintos, el desafío es aún más grande. Quien va a un país nuevo debe conocer sus tradiciones y sus valores; solo así puede entender y amar a sus ciudadanos. Y lo mismo quien recibe a nuevos inmigrantes, en muchos casos desorientados, enfrentados a un nuevo idioma, con problemas de inserción.
La diversidad está presente dentro de la familia misma, en el trabajo o en la comunidad de vecinos, incluso aunque estén formados por personas de la misma cultura. ¿Acaso no nos gustaría encontrarnos con alguien dispuesto a dedicar su tiempo a escucharnos, a ayudarnos a preparar un examen, a encontrar un puesto de trabajo, a reformar la casa? Pues quizá el otro tenga necesidades similares. Hay que saber intuirlas, prestarle atención, escucharlo sinceramente, meternos en su pellejo.
También cuenta la calidad del amor. En su célebre himno a la caridad, el apóstol Pablo enumera algunas de sus características que no vendrá mal recordar: es paciente, quiere el bien del otro, no es envidioso, no adopta aires de superioridad, considera al otro más importante que a sí mismo, no falta al respeto, no busca su propio interés, no se irrita, no lleva cuentas del mal recibido, todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (cf. 1 Co 13, 4-7).
¡Cuántas ocasiones y cuántos matices para vivir:
«Amarás a tu prójimo como a ti mismo»!

Y por último podemos recordar que esta norma de la existencia humana sustenta la famosa «regla de oro», que encontramos en todas las religiones y hasta en los grandes maestros de la cultura «laica». Hindúes y musulmanes, budistas y creyentes de religiones tradicionales, cristianos y hombres y mujeres de buena voluntad podríamos buscar en los orígenes de nuestra tradición cultural o de nuestro credo religioso análogas invitaciones a amar al prójimo y ayudarnos a vivirlas juntos.
Debemos trabajar juntos para crear una nueva mentalidad que valore al otro, que inculque el respeto a la persona, proteja a las minorías, atienda a los sujetos más débiles, que no centre la atención en los intereses propios sino que ponga en el primer lugar los del otro.
Si todos fuésemos de verdad conscientes de que tenemos que amar al prójimo como a nosotros mismos hasta no hacer al otro lo que no quisiéramos que nos hiciesen a nosotros y que deberíamos hacer al otro lo que quisiéramos que el otro nos hiciese, cesarían las guerras, se acabaría la corrupción, la fraternidad universal ya no sería una utopía y la civilización del amor pronto se haría realidad.

Fabio Ciardi, O.M.I.





N.B.: Aquí puedes encontrar también la Palabra de Vida 

y en MP3 para escuchar en el móvil.

en más de 30 idiomas.

domingo, 30 de agosto de 2015

VIVIR CON "V" MAYÚSCULA = AMAR

VIDA DE LA PALABRA                                 De todo el mes de agosto


Algunas de mis EXPERIENCIAS tratando de practicar la Palabra de Vida de agosto («Vivid en el amor», (Ef 5, 2) y la de julio  («Tened valor: yo he vencido al mundo», Jn 16, 33):
1.-        La Mariápolis en Astorga resultó preciosa para las casi 900 personas de toda España que participamos, sintiéndonos todos casi desde el principio, como una familia, a cuyo clima de confianza-alegría se iban incorporando incluso la gente de los hostales, residencias y hoteles donde nos alojábamos. “Caminos que se encuentran…” era el lema. Y cada día profundizando en algo: encuentro con Dios, con los hermanos, con las necesidades de nuestro mundo…
            Experiencias sencillas y fuertes llegaron al alma, además de temas y meditaciones breves e incisivos. Todos pendientes de todos.
Una canción de las que allí escuchamos voy tarareándosela al Señor a menudo 
desde entonces: “¿Qué podrá saciar el corazón, la sed sin fin? Sed, sed de inmensidad; yo vivo lo sé, para alcanzarla”. Y un ejemplo que allí se contó: Kintsugi es una antigua técnica japonesa mediante la cual se reparan objetos de cerámica, (no los tiran, como nosotros, que al máximo los pegamos como podemos), con un barniz de resina del árbol de la laca rociado con polvo de oro. Preciosa parábola de Jesús Abandonado: la unidad recompuesta da más valor, valor de oro; las grietas quedan doradas. La unidad que Él ha hecho con nosotros y la que, por Él, nosotros podemos componer con los demás.

2.-        Las vacaciones con el grupito de sacerdotes, muy bien. Muy distintos de lugares y procedencia, pero todos queriendo tener a “Jesús en medio” por el amor recíproco en las distintas cosas de cada día, y queriendo hacer realidad el “vivid en el amor” de la PdV del mes.
Así, Jesús ha sido nuestro descanso, también en los pequeños detalles de todos con cada uno. Un día, mientras recogíamos la mesa después de comer, vi que la lavadora había acabado y estaba sin tender la ropa; esa vez no había nada mío; la tentación: “a ver si se da cuenta otro y la tiende”; lo realicé yo a las 4 de la tarde con sol de justicia, pero muy contento, charlando amigablemente, además, a través de la ventana, como alegres hermanos, con otro que estaba terminando de fregar los platos. Otro día, uno se quedó preparando la comida para todos; al volver los demás, alguien había cerrado la verja de la finca: 2.30 de la tarde, calor sofocante. En seguida me ofrecí a saltar la valla (¡qué vergüenza!: todos los coches pitaban desde la carretera, quizá pensando que era un ladrón) y caminé rápido al sol el kilómetro que nos separaba de la casita para volver luego con la llave y que pudieran entrar todos.

3.-        Para el viaje a Loppiano, yendo a Barajas nos pilló un atasco tremendo. Yo temía que podríamos perder el vuelo. Traté de no impacientarme, también para que los demás no se pusieran nerviosos. Pero el tiempo pasaba; rezamos laudes en el coche, eso me ayudó. Pero se me iba haciendo un nudo en el estómago. “¿Qué importa? ¡Amar importa!”, nos recuerda la Palabra, aunque los 4 perdamos el avión. Confiar en el Señor; si Él quiere que viajemos… Y si no, ¡santa paz! ¡¡Pero… nudo en mi estómago!!

            Al final llegamos con el tiempo extra-justo y en ese momento se oye: “el vuelo… sufrirá retraso de hora y media”. ¡Vaya broma! Le sonreí al Señor. Era como si Él me dijese a través de los altavoces de todo el aeropuerto: “¡hombre de poca fe!; ¿pero no has experimentado ya que estoy con vosotros también otras veces?”.
            En Loppiano, precioso. El Santuario María “Theotokos” (=Madre de Dios), quiere representar a María que nos acoge bajo su manto, y como si emprendiera vuelo a punto de despegar hacia la Trinidad. Así me sentía, no sólo
en la iglesia, sino en todos los ambientes durante esos días), junto con los otros 150 sacerdotes de 20 países, más los casi 800 habitantes de allí, más 150 adolescentes que tenían una “escuela” de 15 días. Y María, da a Jesús. Y nosotros, teniendo por el amor recíproco a Jesús en medio, también lo recibíamos de Ella y lo dábamos.

4.-        El último día allí, noticia de que en el hospital de nuestro pueblo acaban de ingresar a mi padre, (que por poco “se queda” en la ambulancia; y, a la mañana, siguiente, otro momento difícil, por lo que todos los hermanos nos pusimos en camino hacia allí, aunque ya teníamos pensando ir). Momentos de confianza en el Señor y de cobijarnos bajo María. Situación ya irreversible, aunque cuestión de días o de meses. Decisiones que tomar entre los 5, amor que derrochar entre nosotros y hacia nuestros padres.
El domingo, celebramos la Misa en su habitación del hospital con gran emoción; como él no puede comulgar, unos instantes antes de hacerlo nosotros, le puse unos segundos el cáliz con el Stmo. en su pecho y le dije que hiciera una comunión espiritual. Al día siguiente, en uno de los ratos menos malos, él canturreaba, así que, nos pusimos a rezar laudes: se unió al canto “Alegre la mañana que nos habla de Ti…” y se “enganchaba” a los salmos o a finalizar el gloria. Pero hay otros ratos que los pasa malísimos.
            Esta mañana a las 6.30 me vine después de darle un beso.
Me acordaba que hace 10 días, cuando estuve la otra vez, poco antes de despedirme, mi madre se quiso confesar conmigo, (como siempre, aunque a mí siempre me da mucho reparo), y se lo dijo a él, que también se confesó con su hijo: “chico, ¡vas por delante preguntándome!”, fue lo poco que pudo él decir. Al darle la absolución, le di un abrazo “muy apretado” en el que me emocioné, sin pensar que pudiera ser de los últimos, y él como pudo, me dio un par de palmaditas.
            Rezad mucho por él en estos días cruciales. ¡Gracias a todos y cada uno de los que leáis esto!

Algunas de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la vida diaria la Palabra de agosto («Vivid en el amor», (Ef 5, 2), la Palabra de vida de julio  («Tened valor: yo he vencido al mundo», Jn 16, 33) y la de junio («Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria», Lc 10, 41-42):
1.-        “gracias, Paco, por todas las noticias que siempre tan puntualmente nos cuentas. Al leer los testimonios, especialmente la de "Marta, Marta...", me acordaba que para intentar vivirla más personalmente le cambié el nombre y le puse el mío a la frase, para que me interpelara más "en serio"; no quedaba igual de evangélico, pero se parecía... y entonces me centraba un poquito (hasta que se me pasaba y tenía que volver recordarlo, jeje...).
         También lo que cuentas de tu padre y lo que en una experiencia explican otros, yo lo viví con mi madre, un año en nuestra casa, con silla de ruedas, totalmente dependiente... Ahora, con perspectiva (acabamos de celebrar su segundo aniversario en el Cielo), lo veo como un momento de Gracia especial, a pesar del cansancio que a ratos suponía, pérdida de intimidad (cuidadoras que iban y venían, médicos, etc...), y cómo nos sirvió para crecer como familia. Con seis hijos varones que tuvo mi madre, ninguno acabó sacerdote, como le hubiera gustado a ella... pero en su funeral, al que solo avisamos al párroco del barrio, vinieron y lo concelebraron un obispo y seis sacerdotes!!!! Todo un signo, la verdad

2.-       “ya he leído tu experiencia… Yo también trato de atesorar todo lo que Él me envía momento por momento; de mi contractura cervical voy mejorando lentamente, sigo yendo a fisioterapia... el decirle "úsame" tiene su “peligro”, pero es mi aportación al “ut omnes”.
Experiencias para vivir no me faltan; cada fin de mes me entra la impaciencia porque no llega el power point de la Palabra de vida en italiano para que yo lo rehaga en español, pero el “pacto de misericordia” es primordial y trato de vivirlo especialmente la última semana de cada mes; así pues, no juzgar, no criticar, ver a cada persona con ojos nuevos cada día que veo no llega el correo y estar en el momento presente con todo mi ser.
2b.-     “…Por nuestra casa de veraneo ya pasó el primer grupo de familia: experiencia dura, tuvimos que ir rápido ya que llegaban al día siguiente y yo no me veía con fuerzas suficientes para atender y sobre todo amarlos; el “hombre viejo” (que San Pablo dice que todos llevamos dentro), me pasaba factura. Sabían que no me encontraba bien, pero daba igual: venían lo mismo. Hasta mi marido parecía no entender las prioridades; pero como pude, triunfó la Palabra de vida: el amar al otro olvidando lo propio, ser Jesús y no hacerles pesar en ningún momento mi limitación.
Otro momento especial ha sido el intenso calor que hace también aquí y con el problema de que la luz saltaba al conectar el aire... así hemos estado unos diez días, (o más), sofocados por el calor hasta que los electricistas y la compañía han venido para solucionarlo, pero la famosa jaculatoria (“sagrado Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad, ¡ruega por nosotros!”) en tu experiencia me recordaba que era una ocasión única para no desfallecer: “Corazón por corazón”.
Ahora ya ha venido otra “tanda” de familiares... y a seguir amando, ofreciendo cada cosa "por Ti, Jesús", me ayuda a salir victoriosa sabiendo que Él ha vencido al mundo. No siempre lo logro, pero rectifico, amo a Jesús Abandonado y me vuelvo a colocar en mi rayo de sol en mi voluntad de Dios

3.-        “muchas gracias, Paco, por compartir estas preciosas experiencias.
Yo estoy en una situación similar con mis padres, este año no voy a poder tener unos días de vacaciones tan necesarias, pero sigo contenta de poder amar a mis padres en estos momentos tan desvalidos de sus vidas.
Te deseo un buena Mariápolis; yo ofrezco cada dificultad por su fruto

4.-        “gracias, Paco, una vez más por enviarme la Palabra. Porque me ayuda en mi vida diaria, dándome fuerza para seguir adelante, derribando dificultades…”YO soy la vida”…solo Él nos puede aliviar, reconfortar… Vivir la palabra me ayuda a SER MEJOR; no siempre lo consigo, pero me ayuda; es vivir la vida desde el Amor, desde lo único que se construye, cada vez estoy más segura de ello


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