lunes, 29 de septiembre de 2014

ACOGER A JESÚS EN EL HERMANO

VIDA DE LA PALABRA        segunda quincena SEPTIEMBRE

Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de practicar la Palabra de Vida de septiembre («Acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios», Rm 15, 7):
1.-       Una vez al año, en septiembre, nos juntamos todos los primos, hermanos y sobrinos, cada vez en un sitio, dependiendo de a quién le toque coordinar ese año. Día y medio que no sólo los niños esperan con mucha ilusión, preparado y seguido por muchos intercambios de whatsApp. “Clima” muy bonito de, (¡nunca mejor dicho!), familia.
Hasta los encargados del albergue de montaña donde estábamos, en muchos momentos, casi a hurtadillas, se ponían a escucharnos o contemplarnos (p.ej., la tarde que
hicimos juegos todos como niños; o la noche que, guitarra en mano, todos cantábamos). Me di cuenta, y me acerqué a ellos para tratar de acogerles, explicarles, incluso invitarles a que se unieran, a los cantos p.ej., (aunque no lo hicieron, quizá por “corte”, también por otros empeños, se quedaron un buen rato mirando). También es verdad que la acogida que ellos nos dispensaron fue magnífica.
Al final todos nos despedimos de todos (también de ellos) con alegría inmensa (bueno, los niños preguntando que "cuándo toca ya" que nos encontremos de nuevo) y los del albergue se quedaban “diciendo” adiós con la mano cuando nos íbamos alejando con los coches.

2.-       En la estación de Chamartín saludé a una de las dependientas (de la que ya te he contado otras veces) y empezamos a charlar animadamente. La hora de mi tren llegaba, pero estábamos en temas interesantes, (ella es agnóstica, no está bautizada). Me escuchaba angelicalmente exponiendo con sencillez y sinceridad sus dudas. Los altavoces anunciaron, (hay cada media hora), otro tren que
yo podía usar, pero "escuchando dentro", lo dejé pasar de nuevo. Me habló de su padre, a quien quería muchísimo, y que era buena persona. Le aseguré que por la tarde, en la Misa, rezaría por él; ella se emocionó.
            Le conté la apuesta de Pascal (formulada sencillamente): "si Dios existe, y vivo como si no, no iré a la vida eterna; si Dios no existiese, pero yo viviese como sí, no habré perdido nada y al menos habré sido buena persona". [Formulación original: "Se debe creer en Dios si hay una mínima posibilidad diferente de cero, de que exista; porque el hipotético infinito de la vida celestial minimiza cualquier sacrificio de una vida finita."].
            Le dije que, además, algún día Jesús saldría a su encuentro, pero que estuviera muy atenta, porque no lo vería con los ojos físicos; "¿pero algo notaré al menos, no?; ¿si no…?". Le aseguré que sí, que Él se dejaría "reconocer" mínimamente, (para no coartar nuestra libertad); pero debía vivir atenta. Y me atrevía a insinuarle que su padre, si era tan buena persona, le ayudaría a ello desde la eternidad. Se volvió a emocionar y quiso darme dos besos antes de despedirnos.

3.-       Un jueves José quería que le llevara a un funeral que tenía que celebrar yo en otro lugar. Habíamos quedado que mejor no, pues no conocíamos el lugar, ni la accesibilidad, ni la posibilidad de aparcar cerca… Al final, en el momento de salir (yo había apurado el tiempo haciendo otras tareas), se empeñaba en venir. Acordándome de la PdV (¡a él también lo tengo que acoger!), accedí. El coche en cuyo maletero va su silla de ruedas, se lo había llevado otro compañero: ¡más difícil todavía! José tardó, como es natural con sus limitaciones, mucho tiempo en salir de casa y acomodarse en el otro coche. Íbamos ya con el tiempo más que justo, encima chispeando y guiados por el GPS, pues no sabíamos el lugar. Debíamos estar cerca, pero faltaban sólo 3 minutos
y yo ya pensé que era imposible… De pronto me llama una focolarina que también había ido: "¿por dónde vas?; todo el mundo está ya esperando. Si estás cerca, te espero en el semáforo frente a la parroquia, me dejas el coche, tú te entras corriendo y ya buscaré aparcamiento". ¡Milagro! Así hicimos. Y empezamos la Misa sólo 4 minutos tarde. ¡Hombre de poca fe!

3b.-     Al día siguiente venía una conocida italiana a mi trabajo a arreglar documentación. Se retrasó mucho. Llegó sólo media hora antes de que yo me tuviera que ir. ¡Y ese día yo no podía perder el tren!: tenía que regresar a tiempo a casa, comer y coger el coche (con viaje de dos horas y algo) para irme a una convivencia. Le dije que no pasaba nada, charlamos unos minutillos para acogerla bien y llamé a las personas que la tenían que atender; me quedé con ellos, (también por traducirles mutuamente…): ¡pero era ya la hora en que yo debía empezar a caminar hacia la estación si quería llegar a tiempo a mi tren! Pensé: "la PdV: acoger; no debo dejarla hasta que acabe; además, igual que ayer, si yo me dedico a acoger, a amar, Dios proveerá… quizá incluso le puedo insinuar que me lleve en su coche, (aunque, como sabes, me da muchísimo "corte" pedir cualquier favor por no molestar a nadie).
            Así fue: acabaron justo con el tiempo de que alguien me llevara…; se lo pedí y estaba encantada. Ya en el coche, viendo lo apurado del tiempo, le venía la tentación de correr: le dije que no, que fuera a 40 como marcaba la señal: "tranquila; el Padre eterno tiene todo controlado", (después de mi experiencia del día anterior…; además, acababa de leer la historia de "Fede": por amar al prójimo, en una ocasión perdió el vuelo en Brasil; ¡a los 20 minutos se estrelló ese avión (sin él dentro)!). El semáforo se ponía en ámbar y ella dijo…: "ahora sí (nos lo pasamos)". Le dije que parara tranquila; que si Dios quería, el tren llegaría con algún minuto de retraso.
            Cuando me dejó en la estación ella estaba apurada: "es justo la hora… [desde la parada de coches hasta el andén…, un par de minutos…]; vas a perder el tren…; y tienes luego la convivencia…". ¡El tren venía con 5 minutos de retraso! Así que, hasta tuve que esperar.

3c.-     Regresando de esa convivencia 2 días después, salí de allí a la hora que estaba previsto que acabara, (aunque me hubiera encantado continuar, pues se quedaron allí todos y nos lo estábamos pasando fenomenal), para llegar a casa a recibir a unos amigos que, antes de regresar a su Andalucía, querían verme.
            Volví por otra carretera, tardé algo menos que a la ida y me dije: "ahora me sobrará un poco de tiempo, pero no suficiente para nadar un rato (aunque el agua esté muy fría) que me apetece y vendría bien".
            Al llegar a Las Matas los llamé: se iban a retrasar. Así que, pude nadar; y justo en el instante que acabé de arreglarme, mientras terminaba de abotonarme la camisa, sonó el timbre. ¡Qué alegría vernos! Un problema podría ser
 que, como era 40 minutos después de lo previsto, en seguida iban a llegar amigos de mi primera parroquia que habían quedado en venir a verme: así que, haciendo un nuevo acto de fe en que Dios tiene cada cosa para su momento, me quedé tranquilo atendiéndolos lo mejor que pude para que se sintieran acogidos, como en casa, además de aprovechar para la confesión. Al acabar, salí a despedirlos a su coche y… en ese instante acababan de aparcar los otros (media hora después de lo previsto).
            Fueron unos ratos preciosos con unos y con otros; y todo, ¡además!, con el "halo" de que el Señor iba encajando cada cosa (hasta el "capricho", ¡o necesidad!, de nadar), en su momento: ¡ni un segundo antes, ni uno después! Yo me ocupé de acoger, de amar, de servir; y Él se "preocupó" de ajustar una cosa detrás de otra y de sembrar la alegría en unos y en otros y en mí.


Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de vivir la Palabra de vida de septiembre Palabra de Vida de septiembre («Acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios»Rm 15, 7),  la de agosto («Perdona la ofensa a tu prójimo y, cuando reces, tus pecados te serán perdonados», (Si 28, 2) la de julio («Os digo, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo  (="consenserint", en latín) en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en el cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos» Mt 18, 19-20)::
1.-        “muchas gracias por mandarme la Palabra del mes. Me viene de maravilla. …lo de “la división es uno de los pecados más graves, porque la convierte en signo no de la obra de Dios, sino de la obra del diablo, el cual es por definición el que separa, quien arruina las relaciones, insinúa prejuicios...” y también lo de “pedir al Señor la gracia de no hablar mal, no criticar, no murmurar, de querer a todos.” Me interpela
especialmente y acabo de tener un gran disgusto familiar por esto, pero tu mensaje me reafirma en el camino y me anima a pedir todos los días la Gracia de no hablar mal de nadie, ni criticar (y pedirla también para los demás integrantes de mi familia y trabajo). Es más, ahora mismo voy a mandar a todos tu correo.
Mi marido y yo hemos estado rezando todo el verano el consénserint por el matrimonio que te comenté. Hace ya unos diez días que no lo hacemos, tiempo en el que… Por eso estaba yo “torturándome” con pensamientos del tipo de: “claro, no les has sostenido, y en cuanto has dejado de rezar, ¡pumba!". Pero la realidad es que Dios es grande, bueno, y tiene sus tiempos. He tenido una muy buena conversación con ella, le he dicho que tenía una Virgen Peregrina de Schöenstatt para llevarle y me ha contado que
su hija antes de irse de viaje le había llevado una. Está haciendo un plan a la semana con su marido –este sábado será el segundo, yo me llevo a su hija pequeña al campo para dejarles solos–
Sólo puedo dar gracias a Dios y seguir pidiendo por ellos.
Está siendo un día bonito, lleno de regalos del cielo, y el primero tu Palabra del mes. Soy una mimada del Señor que utiliza instrumentos maravillosos para cuidarme

2.-      “esta tarde he ido a ver a mi madre... al entrar he notado tensión en mi hermana... estaba nerviosa y cansada... y no puede más... Y lo expresaba como sabe hacerlo: con agobio y enfadada...
Me he parado a escucharla sin enfadarme, como me gusta que me escuchen a mí.... (a pesar de su tono....de su
exigente voz...).
Ha llamado mi hermano... y más tensión y enfado en ella...
          He visto que tiene su parte de razón de estar cansada... desde su perspectiva... Pero me he ido al ratito. Suavemente... pero no aguanto sus continuos enfados.
          He ido a imprimir unas fotos que el otro día nos hicimos con mi madre...: qué recuerdo tan bonito... de REÍR JUNTAS... Ese momento lo guardo con devoción. Recordarlo me hace sonreír.
 ...y he pensado inmediatamente que tenía que volver a casa y quitar esa angustia de mi hermana y esa tristeza de mi madre... A las dos les encantan los helados "Polo Norte"... Y me he presentado en casa con los helados y las fotos... Y al menos se ha creado "familia"... "hogar"...
          No era el helado... no eran las fotos... Era el estar juntas... el querer poner cariño y valerse de estos
detalles para dar calor y cercanía... proximidad y decir: “¡venga... que estamos contigo, mamá...!”.
          Se ha calmado el ambiente... se han serenado los corazones... Y el sol... la luz del Señor se ha dejado ver... en el cariño... en el volver a recomenzar otra vez... y seguir adelante... Seguir... Ese es el camino...: seguir siempre con el Señor

3.-      “ahora trabajo de maestra de pedagogía terapéutica... Me encanta... Si ves qué bonito es estar con niños... sentada entre ellos en sus pupitres... para ayudarles y darles luz y cariño... Hay un chico que se sorprende cómo le hablo... por la suavidad y educación...
Ahora mi papel ya no es ser orientadora... Mi orientadora, que es compañera mía... se ha situado en una posición distante...
Ayer me dieron el horario... y hoy, cuando nos hemos visto en la coordinación, mientras me escuchaba todo lo que le iba diciendo sobre los niños, me ha dicho que me han puesto unas horas el viernes que se pueden cambiar a otra hora, para que salga antes... Yo le he dicho que está bien así... que no importa, porque los niños tienen ahí matemáticas, y puedo ayudarles colaborando con la tutora.
          Ha sido bonito... porque la he visto “bajar un peldaño”... acercarse y mostrar atención y empatía.
          Estoy gozando en mis coles... con mis niños y mis compis


Si quieres leer más experiencias similares, 
de gente de todo el mundo,
puedes encontrarlas “pinchando” AQUÍ

N.B.: tú también puedes compartir las experiencias que, por gracia de Dios, hayas podido realizar poniendo en práctica el Evangelio; “pincha” aquí abajo en “comentarios” y escríbela.


lunes, 15 de septiembre de 2014

PECADOS MÁS GRAVES: LOS QUE VAN CONTRA LA UNIDAD


LA IGLESIA, SANTA Y UNA
         
al rezar el «Credo», afirmamos que la Iglesia es «una» y «santa». Es una, porque tiene su origen en Dios Trinidad, misterio de unidad y de comunión plena. La Iglesia también es santa, en cuanto que está fundada en Jesucristo, animada por su Santo Espíritu, llena de su amor y su salvación. Al mismo tiempo, sin embargo, es santa y está formada por pecadores, todos nosotros, pecadores, que experimentamos cada día nuestras fragilidades y
nuestras miserias. Así pues, esta fe que profesamos nos impulsa a la conversión, a tener el valor de vivir cada día la unidad y la santidad, y si nosotros no estamos unidos, si no somos santos, es porque no somos fieles a Jesús. Pero Él, Jesús, no nos deja solos, no abandona a su Iglesia…
          …Jesús rezó mucho por la unidad de los discípulos. En la oración de la Última Cena, Jesús pidió con insistencia: «Padre, que todos sean uno». Rezó por la unidad… Es lo que estamos invitados continuamente a releer y meditar en una de las páginas más intensas y conmovedoras del Evangelio de Juan, el capítulo diecisiete (cf. vv. 11.21-23). ¡Cuán hermoso es saber que el Señor, antes de morir, no se preocupó de sí mismo, sino que pensó en nosotros! Y en su diálogo intenso con el Padre, rezó precisamente
para que lleguemos a ser una cosa sola con Él y entre nosotros… para que podamos entrar también nosotros en la plena comunión de amor con Él; al mismo tiempo, le confió a cada uno de nosotros como su testamento espiritual, para que la unidad llegue a ser cada vez más la nota distintiva de nuestras comunidades y la respuesta más bella a quien nos pida razón de la esperanza que está en nosotros (cf. 1 P 3, 15).
          «Que todos sean uno; como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú
me has enviado» (Jn 17, 21)… Los Hechos de los Apóstoles nos recuerdan que los primeros cristianos se distinguían por tener «un solo corazón y una sola alma» (Hch 4, 32); el apóstol Pablo, luego, exhortaba a sus comunidades a no olvidar que son «un solo cuerpo» (1 Cor 12, 13). La experiencia, sin embargo, nos dice que son muchos los pecados contra la unidad. Y no pensemos sólo en los cismas, pensemos en faltas muy comunes en nuestras comunidades… A veces, en efecto, nuestras parroquias, llamadas a ser lugares donde se comparte y se vive en comunión, están tristemente marcadas por envidias, celos y antipatías... Y las habladurías están al alcance de todos... Hay que pedir al Señor la gracia de no hacerlo. Esto es humano pero no es cristiano. Esto sucede cuando aspiramos a los primeros lugares; cuando nos ponemos nosotros mismos en el centro, con nuestras ambiciones personales y nuestros modos de ver las cosas, y juzgamos a los demás; cuando miramos los defectos de los hermanos, en lugar de sus dones; cuando damos más peso a lo que nos divide, en lugar de aquello que nos une...
          Una vez… escuché un comentario interesante y hermoso. Se
hablaba de una anciana que durante toda su vida había trabajado en la parroquia, y una persona que la conocía bien, dijo: «Esta mujer nunca habló mal, jamás criticó, era siempre una sonrisa». Una mujer así puede ser canonizada mañana… …Tenemos que trabajar también por la unidad de todos los cristianos, ir por la senda de la unidad que es lo que Jesús quiere y por lo cual oró.
          … la división es uno de los pecados más graves, porque la convierte en signo no de la obra de Dios, sino de la obra del diablo, el cual es por definición el que separa, quien arruina las relaciones, insinúa prejuicios... La división en una comunidad cristiana, sea una escuela, una parroquia o una asociación, es un pecado gravísimo, porque es obra del diablo. Dios, en cambio, quiere que crezcamos en la capacidad de aceptarnos, de perdonarnos y querernos, para asemejarnos cada vez más a Él que es comunión y amor. En esto está la santidad de la Iglesia: identificarse a imagen de Dios, llena de su misericordia y de su gracia.
          Queridos amigos, hagamos resonar en nuestro corazón estas palabras de Jesús: «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán ellos llamados hijos de Dios» (Mt 5, 9). Pidamos sinceramente perdón por todas las veces en las que hemos sido ocasión de división o de incomprensión en el seno de nuestras comunidades, sabiendo bien que no se llega a la comunión si no es a través de una continua conversión. ¿Qué es la
conversión? Es pedir al Señor la gracia de no hablar mal, no criticar, no murmurar, de querer a todos. Es una gracia que el Señor nos concede. Esto es convertir el corazón. Y pidamos que el tejido cotidiano de nuestras relaciones se convierta en un reflejo cada vez más hermoso y gozoso de la relación de Jesús con el Padre.
PAPA FRANCISCO, Audiencia General  miércoles 27 agosto 2014 



MATERNIDAD DE LA IGLESIA

          Queridos amigos, esta es la Iglesia, esta es la Iglesia que todos amamos, esta es la Iglesia que yo amo: una madre a la que le interesa el bien de sus hijos y que es capaz de dar la vida por ellos. No tenemos que olvidar, sin embargo, que la Iglesia no son sólo los sacerdotes, o nosotros obispos; no, somos todos. La Iglesia somos todos. ¿De acuerdo? Y también nosotros somos hijos, pero también madres de otros cristianos. Todos los bautizados,
hombres y mujeres, juntos somos la Iglesia. ¡Cuántas veces en nuestra vida no damos testimonio de esta maternidad de la Iglesia, de esta valentía maternal de la Iglesia! ¡Cuántas veces somos cobardes! Encomendémonos a María, para que Ella como madre de nuestro hermano primogénito, Jesús, nos enseñe a tener su mismo espíritu maternal respecto a nuestros hermanos, con la capacidad sincera de acoger, de perdonar, de dar fuerza y de infundir confianza y esperanza. Es esto lo que hace una mamá.
PAPA FRANCISCO, Audiencia General miércoles 3 septiembre 2014



sábado, 13 de septiembre de 2014

ACOGEOS COMO CRISTO

VIDA DE LA PALABRA durante las primeras semanas de SEPTIEMBRE

Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de vivir la Palabra de Vida del presente mes de septiembre («Acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios»Rm 15, 7) y  la de agosto («Perdona la ofensa a tu prójimo y, cuando reces, tus pecados te serán perdonados», (Si 28, 2):
1.-        Hay un nuevo compañero en el trabajo, africano (llevaba 3 años en Oceanía). Aparte de estar atento a explicarle bien (y con lenguaje sencillo, aunque habla bastante español), lo he puesto en contacto aquí con otro sacerdote de su país a quien conocí en junio (he llamado a un amigo común, para preguntarle su dirección y teléfono): contentísimos uno y otro, ya se han visto. Se lo he dicho a amigos míos españoles que ahora están en su país (en un lugar que él visitó un par de veces) y le han mandado saludos, que le han sorprendido y alegrado; han quedado mutuamente en visitarse aquí y allí cuando respectivamente viajen de vacaciones.

2.-        En el tren reencontré a una señora inmigrante que hacía un par de años que no veía. A mitad del viaje, la llaman al móvil; como estaba delante de mí y hablaba tan fuerte, no pude evitar enterarme de algún retazo de su conversación. Al colgar me explicó que una persona amiga suya venía a una entrevista de trabajo a Las Matas. Yo la había escuchado darle explicaciones muy confusas. Así que, dado que yo tendría un hueco a la hora que llegaba, me ofrecí a subir con mi coche para conducirla luego a la casa correspondiente. La
verdad es que me lo pensé, (por esa persona y por mí: no nos conocemos de nada), pero recordando la PdV del mes (y al Papa, que dice que prefiere una iglesia accidentada por salir, que enferma por quedarse encerrada) me ofrecí.
Pensé que iba a ser cosa de 10 minutos, pero al final fue más de una hora y varias llamadas de móvil: se equivocó de tren; luego, ya en el correcto, se bajó en la estación anterior y tuvo que esperar al siguiente. Todo ese tiempo, esperando con mucho calor. Cuando llegó y nos reconocimos, saludé con alegría como si nos conociéramos de siempre, (sin hacerle pesar para nada la calurosa y larga espera), expliqué cómo podía manejarse y orientarse, y la llevé a la puerta de la casa donde iba.

3.-        Fui al taller a pagar una reparación. Saludé con una sonrisa a los que estaban en la oficina y (aunque yo no tenía mucho tiempo para entretenerme) entré a buscar entre los coches a un mecánico amigo para saludarlo, preguntar por sus vacaciones y su familia. Regresé luego a la oficina y charlé un instante con la secretaria, el encargado de la parte de concesionario y otro mecánico.
Después de pagar y agradecer el servicio, cuando ya estaba cerrando la puerta para irme, el encargado me dice: “¿puedo hacerte una pregunta?”. “¿Por qué… estáis siempre alegres?”. Me pilló de sorpresa, recién llegado de un viaje y con ganas de llegar a casa. Los 3 me estaban mirando. Con una sonrisa le expliqué muy brevemente que Dios nos ama inmensamente a todos y que nos mira con ilusión de Padre en cada instante, añadiendo: “y no es que no tengamos problemas. Los tenemos como todo el mundo -¡o más!- en este valle de lágrimas. Tratamos de solucionarlos poniendo toda la carne en el asador, pero sin angustias, porque sabemos que estamos en manos de un Padre”. Añade él: “Nosotros en el trabajo, a veces estamos enfadados y con cara larga”; instantes antes me había contado que, además, habían fallecido sus padres recientemente, con diferencia de meses, y yo le había prometido que por la tarde pediría por ellos en la
Misa. La secretaria estaba escribiendo en el ordenador, pero se notaba que también estaba atenta. Les explico que Jesús en la cruz, en su grito “¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?”, nos enseña a seguir fiándonos de Dios Padre aun en medio del más atroz dolor y a seguir amando a todos (Él se olvidaba de Sí mismo y atendió al buen ladrón, perdonó a los que le crucificaban…). En vez de quedarse tranquilito en el cielo, con su propia vida, desde dentro de los problemas, nos enseñó que siempre hay que seguir amando a Dios Padre y viviendo como hijos suyos amando a todos”. Y, sonriendo más todavía (me salía de dentro), concluí: “¡Y ese es el secreto de la vida!”. Muy contentos, me volvieron a saludar y ya me despedí, (con una alegría especial en el alma).
           
Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de vivir la Palabra de Vida de este mes («Acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios», Rm 15, 7),  la de agosto («Perdona la ofensa a tu prójimo y, cuando reces, tus pecados te serán perdonados», (Si 28, 2) la de julio («Os digo, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo  (="consenserint", en latín) en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en el cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos» Mt 18, 19-20):
1.-        “hoy empecé control médico con un neurólogo que se quedaba alucinado de mi estado de salud a pesar de mi esclerosis múltiple. Decía que nunca había visto un caso así. Me preguntó cómo hago y yo le dije que me sostiene la oración y el amor fraterno. Entonces me dijo que él también es católico, pero que le avergüenza decir a sus pacientes que oren, que yo le daba ahora razones para recomendárselo.
Así que, además de una buena noticia, esto ha sido una bella experiencia de testimonio

2.-        “DOY GRACIAS A DIOS POR EL MARAVILLOSO VERANO QUE ME HA PROPORCIONADO, COMO UN "MIMO" DE SU PARTE, YA QUE NO SE DEJA GANAR EN GENEROSIDAD... AUNQUE HA HABIDO MOMENTOS DE DOLOR, LE HE SENTIDO A ÉL MUY CERCA SIEMPRE, "MI ESPOSO" QUE NUNCA ME ABANDONA.
            LEÍ  TU EXPERIENCIA Y EL TEXTO…: SIEMPRE LO TOMO PARA EL RATO DE LA ORACIÓN Y ME AYUDA MUCHO. GRACIAS POR EL BIEN QUE HACES A TANTA GENTE.
            YO EN ESTOS DÍAS ESTOY DE "COCINERA" DE LA COMUNIDAD. ME OFRECÍ... ES UNA FORMA MUY CONCRETA DE AMAR Y TRATO DE HACERLO CON CARIÑO Y DEDICACIÓN DESDE MI POBREZA. ASÍ QUE ESTOY COMO MARTA, PREPARANDO LA COMIDA A JESÚS QUE VIENE EN MIS HERMANAS

3.-        “venía mi hijo enfadado por un comentario que había oído decir de su madre. Escuchó: “No sabe disfrutar de la vida. No ha querido montar en nada. Ni en el karting, ni la moto acuática, ni en los quads, ni….”
            Con sorpresa y una sonrisa escuché las palabras de mi hijo.
            Curiosas son la conclusiones a las que llega la gente.  Muchos eran los motivos por los que no quise participar en esas actividades, pero ¿qué les hacía suponer que por ello no estaba disfrutando?
            En verdad ninguno de esos deportes me atraía, pero tenía otras razones. Entre ellas, la económica. 
            Desde que vine de África, me cuesta un montón ir a la compra… cuando hay niños que se
mueren diariamente por no tener lo elemental. Es algo que me cuesta asimilar.
            Cada vez tengo más claro que quiero vivir sencillamente y prescindir de todo aquello que no considere necesario, para volcarme con los que sí necesitan.
            No, mi conciencia no me permitía gastar un dinero en quads, coches, motos… actividades todas ellas de las que podía prescindir. Prefería esperar y usar ese importe para enviárselo a  un sacerdote que allí conocimos y lo utilizará para escolarizar a algún niño.
            Yo aproveché para dar un gran paseo a orillas del río con la montaña al fondo. Disfruté un montón y me vino muy bien.  Cada rato de tranquilidad absoluta fue para mí como un regalo de Dios, pero nadie lo notó.
            De cosas exteriores… puedo prescindir de muchas, pero cada vez me cuesta más prescindir de lo que ya me he acostumbrado: rezar, leer,  hacer balance del día, Misa, confesión,  meditar, compartir. Pasear

4.-        “gracias Paco: es de gran ayuda recordar cada mes qué es lo importante y primero en nuestra vida.
           En la Mariápolis de Granada el lema “tqt” (=“¿y tú qué traes?”)… me pareció que en lugar de ir al “taller” que más me gustaba, era ir al que más podía dar ayuda o aportar. Algunas personas al salir me pidieron siguiera, y hemos formado un grupo de autoayuda por correo en el ordenador, que ya funciona. Aunque solo fuese una persona que le ayudase merecía la pena.
            En la PdV de este mes estoy tratando de no aislarme en mi pueblo y ver a todos como hijos amados de Dios, ya que a veces me cuesta… aquí, que todos sabemos la historia de cada uno. Y he constatado que solo puedo ser un “gracias” constante a Dios, ya que he sufrido muchas pérdidas por obedecer a Dios, pero ello sólo me lleva a grandes bendiciones actuales

5.-        “con respecto a lo de rezar en comunión, desde hace poco tiempo (hemos empezado este verano) tres madres más y yo rezamos en comunión por nuestros hijos. Nos juntamos en mi casa todos los miércoles… y hacemos una serie de oraciones por nuestros hijos y por los hijos de todas las
madres que, a su vez, rezan en todo el mundo por los de las demás. La verdad es que a mí al principio me parecía un poco raro, pero ahora, cada semana, lo espero con mucha alegría

6.-        “problemas todos tenemos (y quien diga lo contrario, miente), pero hay que ser más fuerte que ellos y buscar la fuerza espiritual que todos necesitamos en muchos momentos de la vida. Yo también sufro a veces y lo supero ayudando a otras personas que necesitan aunque solo sea que las escuchen un poquito; solo con eso me hace ser feliz y olvidarme de lo que en algunos momentos me ocurra a mí.
Vuelvo a dar las gracias a Dios por poder conocer a personas como usted tan dedicadas y sencillas que me traen muchos recuerdos

Si quieres leer más experiencias similares, 
de gente de todo el mundo,
puedes encontrarlas “pinchando” AQUÍ

N.B.: tú también puedes compartir las experiencias que, por gracia de Dios, hayas podido realizar poniendo en práctica el Evangelio; “pincha” aquí abajo en “comentarios” y escríbela.

lunes, 1 de septiembre de 2014

ACOGEOS MUTUAMENTE


PALABRA DE VIDA                                 septiembre 2014 

«Acogeos mutuamente,
como Cristo os acogió para gloria de Dios»
(Rm 15, 7)

          Estas palabras son una de las recomendaciones finales de san Pablo en su carta a los cristianos de Roma. Esta comunidad, como tantas otras esparcidas por el mundo grecorromano, estaba formada por creyentes que provenían en parte del paganismo y en parte del judaísmo, es decir, con una mentalidad, formación cultural y sensibilidad espiritual muy distintas. Esta diversidad daba pie a juicios, prevenciones, discriminaciones e intolerancias de unos con otros que, ciertamente, no se avenían con esa acogida mutua que Dios quería de ellos.
          Para ayudarlos a superar dichas dificultades, el Apóstol no encuentra medio más eficaz que llevarlos a reflexionar sobre la gracia de su conversión. El que Jesús los  hubiese llamado a la fe, comunicándoles el don de su Espíritu, era la prueba palpable del amor con el que Jesús había acogido a cada uno de ellos. A pesar de su pasado y diversidad de procedencia, Jesús los había acogido para formar un solo cuerpo.

«Acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios».

          Estas palabras de san Pablo nos recuerdan uno de los aspectos más conmovedores del amor de Jesús: el amor con que Jesús acogió a todos durante su vida terrena, de modo particular a los más marginados, los más necesitados, los más alejados. Es el amor con el que Jesús ofreció a todos su confianza, su familiaridad, su amistad, abatiendo una a una las barreras que el orgullo y el
egoísmo humano habían erigido en la sociedad de su tiempo. Jesús fue la manifestación del amor plenamente acogedor del Padre celestial por cada uno de nosotros y del amor que, en consecuencia, deberíamos tener unos por otros. Esta es la primera voluntad del Padre sobre nosotros; por ello no podríamos dar mayor gloria al Padre que la que le damos al procurar acogernos mutuamente tal como Jesús nos acogió a nosotros.

«Acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios».

          ¿Cómo viviremos, pues, la Palabra de vida de este mes? Esta concentra nuestra atención sobre uno de los aspectos de nuestro egoísmo que se da con más frecuencia y –digámoslo también– más difíciles de superar: la tendencia a aislarnos, a discriminar, a marginar, a excluir al otro porque es distinto de nosotros y podría perturbar nuestra tranquilidad.
          Para ello trataremos de vivir esta Palabra de vida ante todo dentro de nuestras familias, asociaciones, comunidades y grupos de trabajo, eliminando en nosotros los juicios, las discriminaciones, las prevenciones, los resentimientos, la intolerancia hacia este o aquel prójimo, tan fáciles y tan frecuentes, que tanto
enfrían y comprometen las relaciones humanas y que impiden el amor recíproco bloqueándolo como la herrumbre.
          Y luego, en la vida social en general, proponiéndonos dar testimonio del amor acogedor de Jesús hacia cualquier prójimo que el Señor nos ponga al lado, especialmente aquellos que el egoísmo social tiende más fácilmente a excluir o marginar.
          Acoger al otro, al que es distinto de nosotros, es la base del amor cristiano. Es el punto de partida, el primer peldaño para construir esa civilización del amor, esa cultura de comunión a la que Jesús nos llama sobre todo hoy.