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jueves, 16 de abril de 2020

RESURRECCIÓN PERENNE: CRISTO VIVE HOY

Aquí tienes unos textos que nos ayuden a vivir más y mejor la cincuentena Pascual y la Palabra del mes de abril («Dichosos los que no han visto y han creído», Jn 20, 29): 


CAMINO HACIA LA LUZ

…Este año Jesús, en su paso de la muerte a una vida completamente nueva, nos cuestiona y nos encuentra a la escucha.
Pero precisamente aquí es donde la fe y nuestro carisma vienen en nuestra ayuda: en Jesús crucificado y abandonado –el Dios de este presente que no comprendemos– encontramos la respuesta. Incluso la soledad, en la que tal vez ahora nos vemos obligados a vivir, si la vivimos con Él, “puede poblarse y llenarse con su Reino” (Ch. Lubich).
Solo eligiéndolo, abrazándolo en cada dolor y amándolo de manera exclusiva, nosotros y toda la humanidad encontraremos el camino hacia la luz, hacia un nuevo nacimiento.
¡JESÚS HA RESUCITADO! Hagamos esta experiencia de pasar continuamente de la muerte a la resurrección y propongámosla a muchos, a todos.
Así nos preparamos para el mañana y ponemos bases sólidas al mundo que será después, cuando volvamos a encontrarnos y abrazarnos personalmente. ¡FELIZ PASCUA!

MARÍA (“EMMAUS”) VOCE (presidenta del movimiento de los Focolares)
Felicitación Pascual 2020




SABOREAR LA PRESENCIA DEL RESUCITADO

…Y, finalmente: Domingo de Pascua. Es el triunfo de Jesús resucitado que conocemos y revivimos también en nosotros en pequeño, personalmente después de haber abrazado el abandono, o cuando unidos de verdad en su nombre, experimentamos los efectos de su vida, los frutos de su Espíritu.
El Resucitado debe estar siempre presente y vivo en nosotros en este año… en el que el mundo espera no solo personas que crean y lo amen en cierta medida, sino testigos auténticos que puedan decir de verdad, como la Magdalena a los apóstoles después de haberlo encontrado junto a la tumba, aquellas palabras que conocemos, pero que son siempre nuevas: “¡Lo hemos visto!”. Sí, lo hemos descubierto en la luz con la que nos ha iluminado; lo hemos palpado en la paz que nos ha infundido; hemos oído Su voz en el fondo del corazón; hemos saboreado su alegría incomparable…

CHIARA LUBICH (conferencia telefónica, Conexión CH, Castel Gandolfo, 20 de abril de 2000). Cfr. “Las cuatro palabras”, en: CHIARA LUBICH, Unidos hacia el Padre, Ciudad Nueva, Madrid 2005, pp. 22-25.
Puedes leer todo “pinchando” aquí mensaje entero “Las 4 palabras”  




SEMILLA DE LA ESPERANZA

…las mujeres fueron al sepulcro… Como nosotros, tenían en los ojos el drama del sufrimiento, de una tragedia inesperada que se les vino encima demasiado rápido. Vieron la muerte y tenían la muerte en el corazón. Al dolor se unía el miedo, ¿tendrían también ellas el mismo fin que el Maestro? Y después, la inquietud por el futuro, quedaba todo por reconstruir. La memoria herida, la esperanza sofocada. Para ellas, como para nosotros, era la hora más oscura.
Pero en esta situación las mujeres no se quedaron paralizadas, no cedieron a las fuerzas oscuras de la lamentación y del remordimiento, no se encerraron en el pesimismo, no huyeron de la realidad. Realizaron algo sencillo y extraordinario: prepararon en sus casas los perfumes para el cuerpo de Jesús. No renunciaron al amor: la misericordia iluminó la oscuridad del corazón. La Virgen, en el sábado, día que le sería dedicado, rezaba y esperaba. En el desafío del dolor, confiaba en el Señor. Sin saberlo, esas mujeres preparaban en la oscuridad de aquel sábado el amanecer del «primer día de la semana», día que cambiaría la historia. Jesús, como semilla en la tierra, estaba por hacer germinar en el mundo una vida nueva; y las mujeres, con la oración y el amor, ayudaban a que floreciera la esperanza...
… Y después encontraron a Jesús, el autor de la esperanza, que confirmó el anuncio y les dijo: «No temáis» (v. 10). No temáis, no tengáis miedoHe aquí el anuncio de la esperanza. Que es también para nosotros, hoy...
En esta noche conquistamos un derecho fundamental, que no nos será arrebatado: el derecho a la esperanza; es una esperanza nueva, viva, que viene de Dios. No es un mero optimismoLa esperanza de Jesús es distinta, infunde en el corazón la certeza de que Dios conduce todo hacia el bien, porque incluso hace salir de la tumba la vida...
Podemos y debemos esperar, porque Dios es fiel, no nos ha dejado solos, nos ha visitado y ha venido en cada situación: en el dolor, en la angustia y en la muerte. Su luz iluminó la oscuridad del sepulcro, y hoy quiere llegar a los rincones más oscuros de la vida. Hermana, hermano, aunque en el corazón hayas sepultado la esperanza, no te rindas: Dios es más grande. La oscuridad y la muerte no tienen la última palabra. Ánimo, con Dios nada está perdido.
…Contigo, Señor, seremos probados, pero no turbados. Y, a pesar de la tristeza que podamos albergar, sentiremos que debemos esperar, porque contigo la cruz florece en resurrección, porque Tú estás con nosotros en la oscuridad de nuestras noches, eres certeza en nuestras incertidumbres, Palabra en nuestros silencios, y nada podrá nunca robarnos el amor que nos tienes.
…acordarnos de que hemos sido amados y llamados por Dios… Necesitamos retomar el camino…
el anuncio de la esperanza no se tiene que confinar en nuestros recintos sagrados, sino que hay que llevarlo a todos. Porque todos necesitan ser reconfortados y, si no lo hacemos nosotros, que hemos palpado con nuestras manos «el Verbo de la vida» (1 Jn 1,1), ¿quién lo hará? Qué hermoso es ser cristianos que consuelan, que llevan las cargas de los demás, que animan, que son mensajeros de vida en tiempos de muerte. Llevemos el canto de la vida…
…le damos la espalda a la muerte y te abrimos el corazón a Ti, que eres la Vida.

PAPA FRANCISCO, Homilía en la Vigilia Pascual en la Noche Santa, 11 abril 2020
Puedes leer todo “pinchando” aquí homilía entera




DESCUBRIR LA PRESENCIA DE DIOS EN MEDIO DE NOSOTROS

Ha tenido que cesar el ruido y hacerse oscura la noche para obligarme a "volver a casa", al corazón. "Dios estaba dentro de mí, y yo fuera". Ahora sí, en su presencia, con los ojos limpios, veo cómo se manifiesta su Amor entre nosotros.
Para que el amor sea "luz en el sendero", claridades y apagones nos van enseñando a sanarlo y purificarlo. Pero mejor no aprenderlo solos. Que es "más Luz" el amor cuando con humillad nos abrimos y comunicamos recíprocamente.

P. MANUEL MORALES, O.S.A, Comentario al Pasapalabra diario del viernes 17 abril





martes, 17 de julio de 2018

ESPÍRITU DE FORTALEZA EN LA DEBILIDAD

Tanto en verano como en invierno, tanto en vacación como en trabajo, no se nos olvide intensificar el poner en práctica la Palabra del mes, ahora en julio «Mi gracia te basta, que mi fuerza se realiza en la flaqueza». Nos ayudarán estos textos: 


RECONOCER LAS PROPIAS DERROTAS CON SANO EQUILIBRIO

Cuando nos ponemos delante de Dios, debemos estar sin máscaras, pues Él conoce nuestro íntimo y explora en nuestros más recónditos pensamientos. No como un juez despiadado, sino como un Padre amoroso que siempre quiere lo mejor para sus hijos.
Confesemos nuestros pecados ante Él, reconozcamos nuestros fracasos todas las veces que somos vencidos por la tentación de la ganancia, de la soberbia y de la ira. Pidamos perdón por todas las veces que ponemos las cosas materiales en primer lugar, tomando el lugar de Dios en nuestro corazón.
            Reconozcamos cuánto somos pequeños, fallidos e infieles a su amor.
Cuando sabemos reconocer nuestras propias derrotas con equilibrio y sin fingir, escucharemos resonar en nuestro corazón la voz de Dios: “Te basta mi gracia; mi mayor fuerza se manifiesta en la debilidad” (2 Cor 12,9).

Apolonio Carvalho Nascimento





TRATAR DE COMPRENDER AL PRÓJIMO

“No se puede entrar en el alma de un hermano para comprenderlo, para entenderlo… si nuestro espíritu está lleno de aprensión, de un juicio… Hacerse uno significa ponerse delante de todos en posición de aprender, porque realmente hay que aprender... Significa cortar completamente la raíz de la propia cultura y entrar en la cultura del otro y comprenderlo y dejar que se exprese: cuando lo hayas comprendido dentro de ti, podrás comenzar el diálogo con él y transmitir también el mensaje evangélico a través de las riquezas que él ya posee…”.

CHIARA LUBICH, Comprendere l’altro: fondamento dell’inculturazione





SUPERAR DENTRO DE NOSOTROS LA INSEGURIDAD

Tengo inseguridad cuando confío solo en mis capacidades.
          Mis habilidades son importantes y debo tener conciencia de lo que soy capaz de hacer, pero debo también confiar en la capacidad de los otros y, sobre todo, confiar en Dios, en su protección y ayuda.
Tomar decisiones tratando de escuchar la opinión de alguien con más experiencia, incluso si la responsabilidad es totalmente mía, puede ayudarme a superar mi inseguridad.
Al compartir ideas, entiendo cuál es el mejor camino y tengo la seguridad de estar cumpliendo la voluntad de Dios.
Donde hay amor mutuo, Dios manifiesta su luz que nos ayuda a superar todas las inseguridades. “¡Ánimo!, yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).


Apolonio Carvalho Nascimento


martes, 16 de mayo de 2017

ÉL SIEMPRE CON NOSOTROS

VIDA DE LA PALABRA                     primeras semanas de MAYO

Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de mayo («Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo», Mt 28, 20) y la de abril («Quédate con nosotros, porque atardece», Lc 24, 29):
1.-       El día que mi hermana volaba hacia el Chad, en Misa añadí una petición por los misioneros, "especialmente por mi hermana... que se marcha hoy...". Además de pedir todos, al acabar la Misa una señora muy mayor salió rápidamente y volvió 5 minutos después con un sobrecito: "ya que yo no podría ir de misiones, esto para su hermana". ¡Eran mil euros! Entre otras labores, en la misión tienen un internado con 50 niños de la calle hasta los 17 años y habiéndoles enseñado un trabajo, (a alguno lo han rescatado cuando lo vendían en el mercado); ahora que han dejado de ayudarles desde Alemania, para mí era un signo de la Providencia, una confirmación: “Yo estoy con vosotros”. ¡También con mi hermana, también con esos niños!: ¡Él, a través de gente buena, estará pendiente de ella incluso en lo material, cuánto ni más en lo que de verdad vale y en lo espiritual!

2.-       Mi madre ha venido unos diez días conmigo, (de momento, le gusta la casa y parece contenta). Después de haber vivido yo casi siempre en comunidad, particularmente los últimos 13 años con 4 compañeros, este curso me estaba acostumbrando a vivir solo, por tanto, a no tener que ocuparme de nadie de puertas hacia dentro, (oportunidad de descanso, sí, pero riesgo poco a poco de egoísmo o de rarezas). Al tenerla a ella aquí, es una alegría estar pendiente de no hacer ruido en los ratos de descanso, facilitarle las cosas, recordarle con paciencia aunque ya lo hayamos hablado, estar pendiente de su abundante medicación y de las gotas de sus ojos, estar atento (entre unas tareas y otras abajo en la parroquia) en subir con frecuencia un par de minutillos a la casa, llevármela de “copiloto” a muchas tareas (lo cual supone también ir más despacio, a su ritmo), etc.
Es bonito no sólo vivir para los demás en la Parroquia y en el hospital y en el Centro Mariápolis, sino (como siempre) también en el hogar. Y se nota más que Él está. Y es una preciosa oportunidad (por el amor recíproco) de cumplir las condiciones para que Él realice su promesa “donde dos o más…”.


Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de mayo («Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo», Mt 28, 20), la de abril («Quédate con nosotros, porque atardece», Lc 24, 29) y la de marzo («¡Reconciliaos con Dios!», 2 Co 5, 20):
1.-        “EL SEÑOR también se ha quedado con nosotros, con mi marido y conmigo: hace pocos días salimos a hacer unas compras y, estando parados ante una rotonda esperando nuestro turno tranquilamente, vino un coche a toda  velocidad y nos dio un golpazo. Desde luego el SEÑOR estuvo allí, porque no nos pasó nada, solamente unos problemillas cervicales. Si nos da una chispita más fuerte non hubiese puesto en el medio de la vía, a merced de los que venían a toda velocidad por nuestra izquierda, y quizás hoy no te lo podría estar contando. Fue un golpe seco por detrás. Paco, ÉL estuvo allí  como con los  que caminaban a EMAÚS.  Yo también  me di cuenta más tarde, como ellos y le di gracias,  como lo hago siempre cada día y a cada momento.
Paco, ¡qué cosas y qué experiencias de fe me mandas!, ¡qué bien se expresan nuestros hermanos! Se ve que el SEÑOR esta con ellos. ¡Qué pequeñita me siento ante esas manifestaciones tan llenas de amor! ¡Qué hermosos ejemplos!: yo quiero llegar algún día a expresarme como ellos y como tú…
…no se me  va a olvidar nunca el día que te conocí: mi alma estaba rota sabiendo que mi madre “se iba”  y fue entrar tú en esa habitación del hospital y sentir un gran alivio. Primero porque se cumplía el deseo de ella, y también el mío. Pues yo no quería  como cristiana, que faltase a mi madre ni un solo requisito para su partida

2.-        “como te había dicho, llegué por la tarde de los Ejercicios: el Señor una vez más ha sido grande por su misericordia, no tengo palabras para poder compartir la experiencia vivida.
Desde que estamos en comunión, una paz fruto de su presencia en medio; y de nuevo ha brotado con toda intensidad la fuerza de querer vivir como lo único importante Su voluntad: solo siento gozo y paz con una fuerza interior que no son de uno, pues a veces siento la tentación de muy lo contrario, pero una y otra vez “¡quédate con nosotros, Señor!”.
Estos días han sido de verdadera gracia, siempre me hace sentir el Señor gran necesidad, por lo que trato de pedir su Gracia. Como lo estoy viviendo en una gran novedad, siento es don: nunca me había sorprendido con tanta fuerza; he sentido que no creo, pues la vida la viviría distinto, pero de nuevo “¡quédate con nosotros!”, el encuentro con Jesús es fascinante, trato de dejarme sorprender en cada persona y acontecimiento, y no han faltado momentos en que solo con Jesús en medio contigo y con todos (aunque sea a distancia) ha sido posible el decir “¡quédate con nosotros que atardece!”; pensado como un posible túnel que acorta nuestra distancia para de nuevo volver a optar por Su voluntad .
Acabo de ver tu nuevo correo… vivirlo como presencia de Jesús Resucitado llena de paz aunque nosotros estemos físicamente agotados .La partida de tu hermana al ser la que está con ella y por tres años ¿ qué es ella religiosa? lo encomiendo y hago  unidad para siempre y en todo se manifieste Su voluntad


Si quieres leer más experiencias similares, 
de gente de todo el mundo,
puedes encontrarlas “pinchando” AQUÍ  
y otras también AQUÍ



N.B.: tú también puedes compartir las experiencias
que, por gracia de Dios, hayas podido realizar
poniendo en práctica el Evangelio;
“pincha” aquí abajo en “comentarios” y escríbela;
o, dado que en algunos navegadores eso no funciona,

mándamela por correo-e.







miércoles, 13 de abril de 2016

EL EVANGELIO ESTÁ VIVO HOY

VIDA DE LA PALABRA                    primeras semanas de abril
Algunas de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la vida diaria la Palabra («Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a Mí me lo hicisteis», Mt 25, 40) y la de marzo («El Reino de Dios ha llegado a vosotros», Lc 11, 20) :
 1.-       Me avisaron que había fallecido la hermana del que fue mi párroco en mi infancia y juventud. El entierro era solo a hora y cuarto de donde vivo y esa tarde tenía yo “hueco relativamente haciendo pequeños arreglos”.
La verdad es que me encuentro muy cansado estos meses, aunque desde hace casi una semana he empezado a dormir no tan mal como antes. En fin, que por un lado me apetecía acompañarlo directamente, (dado que poquísimas veces puedo acudir a este tipo de compromisos con tantísimos amigos de tantos lugares distantes), pero por otro no debo agotarme.
Acordándome de las obras de misericordia concretas que pide la Palabra de Vida de este mes, (“a Mí me lo hiciste”), al final fui; contento yo y contento él, que lo agradecía muchísimo.
Además, estuve rezando por tantos amigos y amigas a los que hubiera querido acompañar en sus circunstancias dolorosas o festivas, y casi nunca puedo hacerlo por vivir lejos o tener demasiadas ocupaciones, ayer mismamente no pude ir al entierro del padre de un compañero, a dos horas y pico de aquí: menos mal que, desde la fe, ofreciendo bien el vivir el momento presente y luego rezar (en la Misa sobre todo), traspasa las fronteras de tiempo y lugar, y hace que no se distancien la amistad ni los corazones; y, por supuesto, Dios acoge las oraciones y la celebración de la Misa se hagan desde donde se hagan. No en vano una de las obras de misericordia tradicionales es “rogar a Dios por vivos y difuntos”.


Como este mes sólo tengo una de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de vida, la dejo para mayo y, en cambio, copio las impresiones de los que han estado en Tierra Santa en nuestra peregrinación de Semana Santa, ya que tanto gustaron las mías cuando las conté hace quince días; te copio aquí una mínima parte de una riquísima “comunión de alma” a través de decenas y decenas de whatsApp, (¡da pena tener que seleccionar!), desde el mismo momento que aterrizamos ya hace 15 días y que continúa todavía:
0.-        nuestra peregrinación a Tierra Santa ha sido una experiencia preciosa. ¡¡¡En cada lugar hemos revivido el evangelio!!!
Desde la Anunciación a María en Nazaret, en la gruta que era su casa, diciendo mi “sí” particular a la voluntad de Dios... como María, sintiendo también miedo a lo desconocido…
El nacimiento en Belén: agradecer que todo un Dios se hiciera hombre por nosotros…
…La Transfiguración en el Tabor... sentir su divinidad... al igual que dijeron los apóstoles: “¡¡¡qué a gusto se estaba allí!!!”
El monte de las Bienaventuranzas... en un paraje precioso nos da las claves para ser bienaventurados, felices...
Renovar las promesas bautismales en el Jordán, donde Jesús se bautizó: sentía que Dios me decía también que soy su hija y me ama.
Pasar la pasión en Jerusalén...no encuentro palabras para describir la emoción y el dolor. El Jueves Santo
asistimos a la hora santa en Getsemaní, en el mismo lugar y hora de su agonía y prendimiento. Después, un Vía Crucis por el Torrente Cedrón hasta la cárcel, siguiendo el mismo camino que hizo aquella noche...
 El Viernes Santo, el Vía Crucis por la Vía Dolorosa (ahora llena de tiendas) hasta el Calvario... Leíamos el evangelio en cada lugar y nos transportábamos en el tiempo.
He sentido vivo el evangelio, Jesús nos hablaba!!!
Desde que he vuelto siento una gran alegría, por tantas cosas!!
            El grupo ha sido una auténtica familia; el guía, era un cristiano palestino que nos ha explicado las distintas costumbres en un país multicultural y cómo viven como minúscula minoría... increíble: ahora tengo más conciencia de nuestros hermanos perseguidos. Las diferencias con la religión judía... que lloran en el muro de las lamentaciones esperando la venida del Mesías... mientras que para nosotros se ha cumplido la Palabra: “Tendrá que padecer mucho, pero resucitará al tercer día”.
Pero, sobre todo, creo que mi alegría se debe a que siento a Jesús Resucitado!!! Se ha quedado con nosotros en la Eucaristía y en cada momento... "cuando dos o tres están reunidos en mi nombre allí estoy Yo en medio de ellos". Es un "Dios Amor" que se ha hecho hombre para ayudarnos, mostrarnos el camino para llegar al Padre y además nos acompaña. Gracias infinitas!!!…

1.-        “ya después de dormir y con la mente más despierta cada vez soy más consciente del gran regalo que me ha hecho Jesús y cada uno de vosotros en esta Semana Santa. Una vez más ¡gracias! Ahora leía el Evangelio de hoy y Jesús decía "...que vayan a Galilea y allí me verán." ¡Hemos visto!!! Y ahora Galilea es cualquiera de nuestras ciudades, donde está Resucitado, así que

2.-        “en el trabajo, me siento como el agua del Jordán: llegué turbia, con tantas emociones sentidas que no me dejaban pensar con claridad. Ahora, poco a poco, todo se va asentando y empiezo a ver más claro. El viaje, interior y exterior, ha sido un regalo del cielo, tanto por lo visto, como por lo sentido, aprendido y compartido con vosotros. Ahora me toca hacer mi parte, empezar a dar mis “sí” día a día, en cada pequeña cosa. Cuento, como ayuda, con vuestra fuerza y vuestras oraciones

3.-        “todos, inmersos en nuestra preocupación por un posible peligro que pudiese suponer el viaje, aceptamos el riesgo ya antes de partir, y fuimos como los Cruzados, guiados por nuestra Fe y queriendo conocer y ver a Jesús allí en la tierra que sintió sus pisadas. Pero en lugar de conquistar nada, somos nosotros los que nos hemos dejado conquistar por su Amor infinito: creo que todos hemos sentido cómo entraba en nuestro corazón. Me he quedado prendado por esa vida de familia que estos días Él nos regaló. Ya os echo de menos

4.-        “volvemos a lo cotidiano, pero sabiendo que con más fuerza que nunca Jesús ha resucitado en mi corazón. Hacía tiempo que no sentía una Semana Santa tan profunda, con una pasión tan fuerte: vivir el Vía Crucis en la Vía Dolorosa en cada momento, pensando que somos nosotros los que debemos ayudar a Jesús a llevar esa Cruz. Una muerte a cada momento y una Resurrección plena que es capaz de llenar de amor inmenso este pequeño corazón que intenta como María decir un “SÍ” inmenso y pleno. Esos momentos vividos que tan solo con una mirada, una sonrisa, se veía que Jesús realmente estaba presente y más vivo que nunca. Mil gracias a todos y cada uno por formar esta GRAN FAMILIA, ahora pensando y sufriendo también con los cristianos de esa tierra y sabiendo de primera mano cuán difícil es ser portadores de esta gran fe que Cristo nos dio

5.-        “verdaderamente ha sido un “recorrido por los pasos de Jesús”, (Quien, como a los discípulos de Emaús, nos ha ido explicando las lecturas) y hacer a la vez un recorrido interior que me ha hecho reconocerlo y quedar sorprendida como a ellos… Ahora… nos queda volver a nuestra realidad y contarlo

6.-        “hemos sido familia palpable, Jesús me "ha tocado" y ha sido un regalo a través de cada hermano. La mejor onomástica de mi vida. Hoy estoy de limpieza con la señora que viene a ayudarme y dice que no se me nota cansada, sino con una cara de felicidad
que nunca me había visto. Realmente en esta primera Semana Santa de mi vida sin mi madre, (que podía haber sido la más triste), he experimentado con gran plenitud la alegría de Jesús Resucitado que sigue vivo entre sus hijos que se aman recíprocamente

7.-        “el viaje cada día lo recuerdo más bonito y completo. Un viaje con alma. Además les he contado muchas cosas a mis compañeros de trabajo. Es más fácil hablar de un viaje que de un curso

8.-        “preciosos esos trocitos de meditaciones de Chiara Lubich en cada sitio. Y cada piedra decía una palabra, ¡mucho más que una palabra!, de modo que, al, final, el alma estaba totalmente inundada, totalmente llena de la presencia de Jesús

9.-        “ahora, a distancia, comprendo la profundidad de estos días. Para mí han sido un viaje exterior y sobre todo interior. A través de la exposición sensorial, (vista de sitios, audición de explicaciones del guía y tuyas, tacto de tantos lugares especiales, gusto de ese grupo magnifico y olfato de que era algo más), pude realizar ese viaje interior. Viaje a esas zonas internas para comprender quien ha sido Jesús hombre y Dios, que ha venido a resanar y purificar todo mi ser, a darme aquí y ahora la felicidad. La relación con otros cristianos en esa realidad me hizo entender la importancia de ser radical y consecuente entre lo que creo y lo que hago. El último día en el sepulcro, ya vacío, me hizo comprender que ahora Jesús ya no vive sólo allí, sino en cada sitio, en cada vida allí donde dos o más se reúnen en su nombre. Ahora nos espera en cada actividad cotidiana

10.-      “durante nuestra peregrinación, había un sentir general y unívoco de grupo. Todos fuimos esperando encontrar a las mismas personas, a Jesús y a María. Y efectivamente fuimos pisando por sus mismas pisadas, encontrándonos con ellos una y otra vez, cada uno imaginando fervientemente ser teletransportado a aquel entonces.
Y todo esto lo hicimos en un entrañable ambiente de familia, como UNO solo; lo que Él predicó.
Pero es que hemos vuelto y me maravilla sentir que seguimos con ese mismo espíritu de familia, compartiendo.
Os quiero

11.-      “con el corazón abierto al encuentro de Jesús llegamos a Tierra Santa. Y así ha sido. Un hombre-Dios se nos ha revelado a través de los lugares en los que vivió en un momento concreto de la historia. Y María, su madre, siempre presente desde el primer momento del viaje.
La Anunciación, el encuentro con Isabel, el nacimiento, la vida anónima, las bodas de Caná, y más tarde el sufrimiento, la desolación... Etapas del viaje, etapas de nuestra vida: el descubrimiento, el compromiso, el servicio, la rutina del día a día, los momentos difíciles...
Me impresionó especialmente la imagen de María en su lecho de muerte en la basílica de la dormición: una paz inmensa invadió mi
alma en ese momento. Verdaderamente parece dormida. Y las palabras de Chiara Lubich explicando cómo Jesús quería volver a verla en nosotros, " pequeñas Marías". "A vosotros, pues, os corresponde mitigar los dolores, las llagas, enjugar las lágrimas. Canta las letanías y trata de reflejarte en ellas"

12.-      “es genial leer el evangelio ahora, cada día, verdad? Se entiende todo de otra forma!!!

13.-      “se me pasa el tiempo y no os escribía. Así que, pongo lo que me brotaba de forma espontánea según íbamos "tras los pasos de Jesús" a modo de diario, y como lo que no se comparte... se pierde... aquí va!!:
Imposible no emocionarse pensando en aquella chiquilla que con su “Sí” ha revolucionado el mundo!! Mientras cantábamos "María" (“Cuando el Amor…”, del GenRosso) se me rompía la voz!!! En el monte Tabor he pedido especialmente para que seamos capaces de traducir esa transfiguración en la sociedad en la que vivimos. En la basílica de las bienaventuranzas nos ha cogido la noticia del atentado en Bruselas: la paz que se respiraba en este entorno, desentonaba tremendamente con estas noticias... pero luego esa pregunta de Jesús "Pedro, ¿me amas tú más que éstos?", ¡¡hoy era para mí!! Hoy de nuevo, frente a esta locura del odio, ¡¡quiero decirle que le quiero por encima de cualquier cosa!!
Aquí, cada paso te infunde la alegría junto con cierto temor (de Dios?) de estropear todo lo sagrado... Es impresionante estar recorriendo las calles que han pisado Jesús y María... Te hace estar en otra dimensión, parece que el resto es todo vanidad de vanidades!
Sí, hemos renovado el pacto y todos los regalos del Jueves Santo justo en la basílica del Getsemaní, que contiene la roca donde Jesús sintió angustia y temor! Creo que no podía hacerme regalo
más grande que estar aquí, ha sido súper impresionante! Todas nuestras angustias están allí, no tengamos miedo de entregárselas!
El corazón difícilmente puede contener tantas emociones, sensaciones, experiencias...
Por fin (tras 3 intentos) conseguimos entrar en el santo Sepulcro... Y antes en el Calvario y poco antes en el Cenáculo, una impresión profunda, de Jesús cenando con sus íntimos a los cuales confiaba su legado más importante: el mandamiento nuevo por el cual entregaba y sacrificaba su vida... ha sido para mí unos los de los momentos más bellos y profundos! Feliz Pascua!!

He vuelto con el compromiso de vivir fielmente mi ser cristiana... Es lo único que podemos hacer para aquellos hermanos que de verdad allí dan la vida. Aquí realmente lo tenemos "fácil"!


miércoles, 18 de junio de 2014

MIS IMPRESIONES EN TIERRA SANTA

VIDA DE LA PALABRA primera quincena mes de JUNIO
Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de vivir la Palabra de Vida para junio:
1.-        El sábado regresé de una semana en Tierra Santa como regalo por mis, ya próximas, bodas de plata sacerdotales. La PdV de junio era de lo más adecuado: "he aquí que Yo estaré con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos".
            La verdad es que iba con ilusión, pero pensando que las cosas estarían tan cambiadas con respecto a los tiempos de Jesús que no me causaría impresión. ¡Todo lo contrario!, (ciertamente los vestigios son pocos, ¡pero suficientes!).
            Al llegar allí era una sensación rara yendo en el autobús hacia Nazaret: cuando viajo, me fijo en los campanarios y el corazón se me llena de alegría pensando que Jesús está allí en el Sagrario y lo voy saludando, (lo aprendí de S. Francisco de Asís y de Chiara Lubich). Pero allí era una sensación como de desolación… casi ninguna iglesia… en la mayoría de los pueblos sólo minaretes de mezquitas. ¡En la tierra de Jesús!
            En Nazaret… en la cripta de la basílica de la Anunciación, el fondo de una casa-cueva y un altar con la inscripción: "el Verbo aquí se hizo carne". "Hic!", "Aquí"… inmediatamente me empezaron a brotar las lágrimas de emoción y agradecimiento y caí de  rodillas… hasta que ya no quedaba nadie y uno de los peregrinos de mi grupo regresó a buscarme. Tuvimos la fortuna de estar hospedados cerca y esas 3 noches volví ahí un rato largo… Siempre el mismo "sobrecogimiento" de paz y alegría. Y poner, como María, mi pequeño "sí" en manos de Dios; y el sí de toda la Obra de María.
            Y desde Nazaret… cada día era un descubrimiento: paseo en barca por el lago de Tiberiades, Monte de las Bienaventuranzas, Cafarnaúm…, Caná, Monte Tabor, Jordán…
            Ver un sicómoro (y uno se imagina a Zaqueo subiéndolo), una casa-cueva, ruinas de una sinagoga, una sepultura, tinajas de piedra, la semilla de mostaza, agua del R. Jordán… todo hacía volar la mente con recogimiento, emoción y una nueva comprensión (¡ahora más gráficamente!) hacia un pasaje evangélico. ¡También porque "Yo estoy con vosotros"… hoy!
            Y… ¡correspondiente compromiso por mi parte!

2.-        Luego, hacia Jerusalén para los 3 últimos días, pasando por Jericó (Zaqueo, curación de 2 ciegos, parábola del buen samaritano…), por Qumrán en medio del desierto y por el mar Muerto.
            "¡Qué alegría cuando me dijeron… ya están pisando nuestros pies tus umbrales Jerusalén…!", cantamos a pleno pulmón este Salmo 121 cuando vimos de lejos la ciudad santa, donde estuvo "el" Templo, lugar de la presencia de Dios; "ciudad de la paz", (eso significa paradójicamente la palabra "Jerusalén", aunque te encuentras luego allí con bastante frecuencia a gente con metralletas, -colgadas tranquilamente al hombro como un simple bolso-, y  algunas "papeleras" antibomba (parecidas a nuestras hormigoneras… para encerrar ahí mochilas "sospechosas"). Viendo a lo lejos sus murallas allí mismo brindamos con vino de Caná y rezamos por la paz.
            Monte de la Ascensión, cueva del Padrenuestro, bajada del monte de Olivos (¡domingo de Ramos!)… pero fue después otra de las veces que más me emocioné: Misa en la iglesia del huerto de los Olivos, Getsemaní. Frente al altar, un gran espacio sin baldosas deja sobresalir la misma roca y, proclamando yo el Evangelio… "en ESTE huerto…" …se me hizo un nudo…; y más aún prestando mi voz a cada palabra que allí dijo Jesús (creí que no iba a poder acabar de leerlo: Mt 26, 36-46). "Padre,… pero no se haga lo que yo quiero, sino tu Voluntad".
            Via-Crucis por la mismísima Via Dolorosa, callejuelas ahora transformadas en un atiborrado zoco lleno de tiendecillas.
            Dolor inmenso por la desunidad en la basílica del Santo Sepulcro: cada iglesia tiene su capilla. Y resuena S. Pablo… "¿acaso está Cristo dividido?". Reencuentro con la vocación: vivir por la unidad que Él quiso y pidió al Padre. Y (cambiando absolutamente el panorama) dentro del mismísimo sepulcro, los pocos segundos que nos dejaron estar (al día siguiente volví)… indescriptible: "¡no está aquí… ha resucitado!". Sobre esa losa ocurrió. Sólo esa lápida fue mudo testigo directo del acontecimiento central de los siglos. El centro de nuestra fe: "si Cristo no hubiera resucitado, vana sería".
Y pocos minutos después, a unos metros, meter el brazo en el agujero de la roca del Gólgota donde estuvo enclavada la cruz: milésimas de segundo también, que tengo que reevocar con frecuencia, no sólo porque serán ambos recuerdos imborrables durante el resto de la vida, sino porque tengo que repensar lo que viví en cada uno de esos instantes y no sé definir. La memoria de Jesús abandonado, el Esposo del alma, y su grito "¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?", en el cual asumió todos nuestros dolores, todos nuestros porqués. Y tendré que ir enjugándolos conforme los encuentre a mi paso durante la existencia, (además del de la unidad, también el de mi padre que precisamente desde un par de días antes de mi peregrinación ha empeorado mucho y esta semana, además, ha tenido que estar en el hospital varias veces en nuestro pueblo y llamar otras tantas al 112). Todo es ocasión de vivir, ofrecer y morir por la unidad, a ejemplo de Jesús.
            Cueva de los pastores, Belén (varios villancicos casi en verano, ¡pero allí tenían todo su palpable sentido!)… Ein Karem (con la Visitación y el nacimiento de Juan el Bautista)…: la caridad concreta de la Madre de Dios que "fue aprisa a la montaña" a servir por amor a su prima.
            Ruinas de la casa de Caifás: negación y arrepentimiento de Pedro, escalera "santa" (parece que ahí pronunció su oración por la unidad -Jn 17- por la que Jesús bajó del Cenáculo hacia el torrente Cedrón para ir al huerto de los Olivos), pozo-cisterna en el que parece que Jesús pasó encarcelado su última noche (¡otra impresión fortísima, hasta las lágrimas sólo de pensarlo!; ahí cobra fuerza el Salmo 88 que meditamos).
Cenáculo (¡última Cena, Eucaristía, sacerdocio, amor recíproco; dos veces que el Resucitado se dejó ver ahí vivo por los Apostóles; Pentecostés) y celebrar la Misa no ahí en ese lugar tan sagrado para nosotros, sino en una iglesia cerca (porque ese sitio, transformado luego en mezquita musulmana, está ahora en manos de los hebreos). Da igual el sitio: cada celebración eucarística nos trae al presente de modo místico pero real aquellas Gracias que en aquel entonces se produjeron. "Yo estoy con vosotros todos los días…".

3.-        La última noche, una visita concertada: vinieron un focolarino, una focolarina y una joven palestina también del movimiento de los focolares. Testimonio de fe y de unidad en esta Tierra Santa pero martirizada en toda su historia. Cristianos católicos (1%) que en un mundo adverso testimonian (a veces con la salud y con la vida) el amor que Dios tiene por todos. Una hora de Cielo entre ellos y los 32 que íbamos en la peregrinación. Rezar por la paz en Tierra Santa ya no será igual que antes: ahora tiene unos rostros amigos concretos y experiencias preciosas de unidad trabajosamente vividas por ellos día a día como una gota en el océano, pero ciertos de que fructificará como el grano de trigo.
            Y el último día, camino del aeropuerto, Misa en Emaús: "¡quédate con nosotros, Señor!".
            Una semana, muchos sitios, imborrables impresiones y recuerdos que hacen ahora saborear el Evangelio. Anhelo y compromiso por la unidad. Y… la intención de regresar un día, si Dios quiere. Pero consciencia de que sigue con nosotros Él en cada prójimo al que amamos, en su Palabra (sobre todo si la vivimos), en el amor recíproco "donde dos o más están unidos…", en los sacramentos, sobre todo, en la Eucaristía: "Yo estaré con vosotros siempre".


Como me he "comido" yo casi todo el espacio (¡perdonad por esta vez!) sólo alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de vivir la Palabra de vida de mayo (“En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios, 2 Co 5, 20) y de junio (“«Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» Mt 28, 21):
1.-        “muchísimas gracias x tu apoyo estos días de exámenes y los días previos; si no es por ello, igual ni me habría presentado: estaba un poco triste y no me apetecía mucho ver a gente ni hablar. Pero gracias a ti me dije, "por ti, Jesús" y fue como caminar de la mano de Alguien que sabes que no te va a dejar solo.
     Estoy terminando tu libro, ya lo comentaremos a tu regreso y me contarás todo lo que hayas visitado

2.-        “perdona que no contestara antes a tus correos, pero hemos estado en el hospital: mi madre tuvo un ictus (ya es el tercero), pero esta vez más fuerte. Ya está en la residencia desde el jueves, pero sin recuperar movimiento del brazo y pierna y con un estado de somnolencia sin iniciativa. Ella escucha, y si la preguntas y la hablas te suele contestar, pero con brevedad y a veces también con ingenio y humor. Se la entiende mal...

         A pesar de la gravedad de su estado y de estar en los primeros días en estado semicomatoso la vi persignarse y la oí rezar como lo hubiera hecho cualquier noche. Me impresionó mucho. Vi la huella de mis abuelos en la educación de sus hijos. Se sentirían muy orgullosos. Yo lo estoy y les doy las gracias por la familia que crearon y la cual disfruto

domingo, 6 de abril de 2014

PREGÓN SEMANA SANTA

A las puertas ya de la Semana Santa, te ofrezco el pregón que hace unos años pronuncié en mi pueblo, con la esperanza de que a todos ayude a vivirla como lo que es.

PREGÓN DE SEMANA SANTA

Hace unos días recibí noticias sobre un sacerdote amigo mío, Nelson Gómez, (pocos años mayor que yo, aunque de apariencia más joven por su corta estatura y por la limpieza de su continua sonrisa); me contaban que el 22 de marzo en Colombia había tenido ladrones en su parroquia, allí en la ciudad de Armenia, la que sufrió el terremoto hace unos años y a la que él tanto ayudó en su reconstrucción. Los ladrones le habían encerrado y atado a él y al sacristán en los aseos. Los vecinos habían visto algo y avisaron a su hermano, casado, que se acercó a ver qué pasaba. Al darse cuenta los ladrones se enfrentaron con él y ya le iban a disparar, cuando Nelson, mi amigo, había logrado escaparse y tuvo el tiempo justo de interponerse ante las balas dirigidas a su hermano. Ha muerto por preservar la vida de su hermano.

Eso es lo que ha hecho Jesús por cada uno de nosotros: interponerse para que nosotros tengamos vida. Eso es lo que recordamos, celebramos y vivimos cada domingo en la Misa, pero
sobre todo más extensamente cada año en Semana Santa: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo para que todo el que crea en Él tenga vida eterna”; “nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos”, había dicho el mismo Jesús.

Queridos paisanos y amigos de Villarrobledo; queridos “conciudadanos”, como así me habéis llamado en el programa de Semana Santa;
queridos sacerdotes y diáconos, 
y directivas y representantes de las Hermandades, 
Excmo. Sr. Alcalde y autoridades.
Aunque mejor diríamos, y más en estos días, queridos hermanos en Jesús, en este Jesús que se ha ofrecido en rescate de amor por todos y cada uno para que en nuestra vida encontremos Vida eterna.
Es una alegría inmensa poder estar con vosotros aquí esta tarde. Es, a la vez, una responsabilidad tremenda tratar de establecer un pórtico digno que nos introduzca en la Semana Grande de la fe cristiana. Pido por ello no vuestra benevolencia simplemente, ni vuestra alegría de escuchar a un paisano y conocido, sino que
pido ese amor cristiano que debe movernos en cada cosa, incluso en el simple escuchar. Sólo así seremos -el que habla y los que atendéis- dignos de traer a la mente y al corazón a aquel que pasó haciendo el bien”, a aquel que entregó hasta el último aliento por amor al Padre y a nosotros.


En el año 82 fue la última Semana Santa que viví entre vosotros como seglar, antes de que Dios me llamase por caminos que ni se me habían pasado por la imaginación. Eso sí, un año volví a celebrarla con vosotros: en el 89, como diácono, unos meses antes de ser ordenado sacerdote.
Pero la Semana Santa del pueblo de uno siempre permanece en el recuerdo cariñoso y en el corazón. Ciertamente espero haber avanzado en la comprensión del misterio, en la vivencia interior de cada una de las realidades que se vuelven a hacer presentes en cada celebración litúrgica; espero haber crecido en ser (para eso celebramos la Semana Santa) cristiano, otro Jesús, que en cada detalle está dispuesto a dar la vida como Él. Pero también es cierto que aquellos recuerdos de niñez y juventud, permanecen en el alma.

Buceando en esos más tiernos recuerdos de cuando tenía... ¿cinco, seis, años? No sé. Si sé que llegando la primavera, unos ensayos de tambores y cornetas, unos ritmos marcados, sobre todo en los atardeceres, anunciaban algo importante, algo inusual el resto del año. Y verdaderamente no es algo usual, algo que alcance la lógica humana, el que todo un Dios, el Hijo eterno del Padre, se haga hombre en todo como nosotros, pero sin pecado, para enseñarnos en su propia carne a cada hombre y a toda la humanidad a vivir al estilo divino, al estilo del cielo, cada una de nuestras humanas realidades, incluso las más incomprensibles como son el dolor y la muerte.

Recuerdo que en la casa de mis abuelos Tomás e Iluminada, los “yayos” como les decíamos nosotros, se veían por distintos rincones, muchas túnicas y mantos de los “nazarenos” de la
Dolorosa, algún uniforme o gorro de los “granaderos” o alguno de sus tambores o trompetas que nos comía a los nietos de curiosidad y nos atraían, tanto más cuanto que no nos dejaban tocarlos.

Recuerdo la ilusión del domingo de Ramos en que nos despertábamos queriendo ya salir a la calle a ver si pasaba la
 imagen de Jesús montado en el borriquillo, custodiada en la ermita de La Soledad, tan cerca de nuestra casa en el Corredero. Y la procesión con ramos y palmas, tan fuera de lo corriente. Aquello nos llamaba la atención por entonces a mí y a mis hermanos. Hoy me llama la atención aquella gente de la Jerusalén de aquel tiempo, que salía a recibir al Maestro que humilde entraba a lomos de un asno, con alegría: “¡bendito el que viene en nombre del Señor!”, “¡hosanna al rey de Israel!”; y esas mismas gargantas jubilosas, sólo cinco días después gritaban con saña: “¡crucifícalo!”. ¡Qué volubles somos los humanos, Jesús! ¡Y qué fiel es tu amor y entrega por nosotros a pesar de nuestros diarios desplantes!


Con algo más de edad, recuerdo la celebración de los Santos Oficios en Santa María, que con mis 9 ó 10 años se me hacían largos, porque me tocaba estar de pie y atrás ante tanta multitud. Aunque aprendí para años siguientes que en otras iglesias había
menos aglomeración. Y poco a poco iba dándome cuenta de lo que decían mis padres y los sacerdotes: que era más importante la celebración dentro del templo que la de las procesiones. Y que para que estas tuvieran sentido había que vivir aquellas en plenitud.

Fui interiorizando en mi vida esos misterios, que no son simple recuerdo como las procesiones, sino que, participando en su celebración litúrgica, traen al presente aquella misma fuerza y eficacia redentora, y que teniendo el corazón limpio, lleno de fe y vacío de toda prisa, ese amor del “Dios con nosotros”, imperceptiblemente, calaba en mi vida. Y desde ahí, sólo desde ese encuentro personal con Dios, con el amigo del alma, desde ese amor suyo, tenía sentido el ver una procesión o el desfilar en ella, como durante mi adolescencia hice en la Hermandad de la Dolorosa, durante los años previos a mi ingreso en el Seminario.

Y ese Jueves Santo iba abriéndose ante mí con toda su grandeza: día de la Última Cena de Jesús con sus Apóstoles. Día
en que Él, el Maestro y el Señor, se agachó a lavar los pies a sus discípulos encargándoles que ellos hicieran lo mismo entre ellos y con todos; ilustraba así lo que con tantos ejemplos les había mostrado en esos tres años de vida pública; les mostraba el sentido de ese mandamiento nuevo: “amaos unos a otros como yo os he amado”; y Él nos ama hasta dar la vida. Sólo así reconocerán que somos discípulos: si en cada detalle pequeño diario, ponemos la intensidad de amor que movió a Jesús a interponerse ante lo que nosotros hubiéramos merecido.

Años después una frase de S. Agustín me ayudó a comprender todo su significado: “si a todos les diera por llevar una cruz, si a todos les diera por entrar en las iglesias, si a todos les diera por ponerse un hábito,... lo único que seguiría distinguiendo a los hijos de Dios de los hijos de Satanás es que se aman recíprocamente”. Fuerte, ¿verdad? ¡Fortísima! Por eso nos dejó Jesús en esa última Cena el alimento que nos da capacidad para ello: la Eucaristía. La Eucaristía, el "amor de los amores", (como
cantamos), nos va transformando en Jesús; va poniendo su gran Amor en lugar de nuestro pequeño amor, tantas veces mezclado con mezquindad; y la institución del Sacerdocio, para que ello sea posible. Lavatorio de los pies, mandamiento del amor mutuo, Eucaristía... pero para que nosotros pusiéramos las bases para algo más grande: su testamento. Eso ya no lo podíamos hacer nosotros con nuestras pobres fuerzas, pero sí teníamos que disponernos con esos prolegómenos. Por eso se lo pide al Padre. Es el centro del Evangelio, ("la perla preciosa", como decía Pablo VI). Y cinco veces lo repitió para que nos enteráramos bien: la Unidad. “Padre, que todos sean uno”. ¡Nada menos que el anticipo del cielo!: “Padre, que sean uno, como Tú en Mí y Yo en Ti!”.


Y saliendo de esa última Cena, Jesús se dirige al Huerto de los Olivos. Y allí Judas lo entrega, con el mayor gesto de cercanía
que es un beso. “Amigo, ¿qué quieres?”, le pregunta aún Jesús como dándole una última oportunidad... Pero la traición se consumó.

De niño me impresionaban esos Judas que esa noche aparecían en el pueblo, por ejemplo en la puerta de los Frías. De mayor, luego he pensado que tantas veces que no he vivido mi compromiso de cristiano cada día he sido alguien que también ha renegado del Maestro. Hay una canción de Luis-Alfredo que dice:

“¡Amigo, no lo juzgues!: ¡tú no eres quién!
¡Ni tú..., ni nadie!
Pero... mírate en el espejo: ¡quizá... te encuentres un aire!!
Y todos colaboramos en esta absurda traición
pues todos hicimos caso a aquel que nos engañó.
Y Cristo sufre la pena por nuestra redención.
¡Amigo, escucha si quieres!:
¡hay pocos Judas de nombre, hay muchos de corazón!
Como quiera que te llames... ¡apúntate la traición!”.

S. Pedro también lo negó tres veces: pero la diferencia con Judas, es que él se dejó mirar por Jesús, se arrepintió y lloró por ello después de cantar tres veces el gallo. Mirando la imagen de
Ntro. Padre Jesús de la Misericordia, me hace recordar ese corazón grande que siempre me tiende una nueva oportunidad a pesar de mis tropiezos, de mis pecados: tengo la oportunidad de cambiar mi traición “tipo Judas”, en arrepentimiento “tipo Pedro” ante su mirada de misericordia.

Y esa noche del primer Jueves Santo al primer Viernes Santo, Jesús la pasó traído y llevado de acá para allá, de un tribunal a otro. Del Sanedrín al Pretorio. Atado como un malhechor; la
imagen de Cristo de Medinaceli, de tanta veneración en S. Bernardo y en toda España, y la de Cristo de la Humildad nos lo recuerda: “como cordero llevado al matadero, -había dicho el profeta Isaías-, no habría su boca ni profería amenazas”. Ante nuestra prepotencia e intransigencia, el que recibió la mayor injusticia, ponía la otra mejilla; simplemente seguía amando a aquellos por los que había venido a entregar la vida.

Pero la imagen que de pequeño más atraía mis preguntas porque no comprendía era la del Stmo. Cristo de las Injurias. “Mamá, ¿por qué está así? ¿qué le pasa?”. Recuerdo la pregunta, aunque no la respuesta, pero puedo imaginarla: “lo azotaron y lo coronaron de espinas, y sufrió muchísimo para salvarnos; porque
nos quería y nos quiere hoy”. Una imagen parecida llevaba siempre consigo Sta. Teresa de Jesús y contemplando esas llagas externas del Señor, llegó a comprender el interno amor del Señor por ella y por todos, y la llevó a una conversión más definitiva, a una entrega más plena a Dios. En cambio yo...; yo con vergüenza tengo que recitar las palabras del poeta mirando esta imagen de Moharras y las anteriores:


¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?

¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí!; ¡qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el ángel me decía:
“Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía”!

¡Y cuántas, hermosura soberana:
“Mañana le abriremos”, respondía,
para lo mismo responder mañana!

lo mismo con la cruz a cuestas: ante la que yo tantos días me rebelo o llevo a regañadientes. Y Él la cargó en mi nombre, hace ya varios siglos, para dejar mis manos libres para hacer el bien que Él pide. 
Viendo la tradicional imagen de Jesús del Perdón, -distintos nombres para un mismo Corazón-, me anima a seguir a su lado. Y cuando tropiezo, Él en sus caídas me anima a recomenzar: es el secreto para ganar; volver a empezar de nuevo a amar, con más intensidad, a Dios y a los demás; sacando, como Él, fuerza de flaqueza para no quedarme tirado. Santo no es sólo el que nunca cae, sino el que siempre se levanta confiando en su mirada de amor.

La imagen de la Verónica. Sólo una mujer se atrevió a dar el paso hacia delante, en medio de la multitud; sin temor ni vergüenza al que dirán; sin preocuparse de que con ella pudieran hacer lo mismo. La veneración y el cariño por el Maestro eran
más fuertes. La tradición no nos dejó ni su nombre, pero en el paño quedó marcada la faz del Nazareno. Un auténtico retrato, un verdadero icono: y de ahí el nombre que le quedó: “vero icono” > Verónica. También para decirnos a nosotros que, no en un sudario, sino en nuestra alma y en nuestro comportamiento debemos y podemos ser verdadera imagen y reflejo del Señor. Otro “vero icono”, cada uno otra valiente Verónica.

Y llegando al lugar llamado la Calavera, lo crucificaron”. Cualquier imagen del crucificado siempre impresiona, por más que estemos los cristianos, por desgracia, “acostumbrados”. Pero la imagen tan lograda del Cristo de los mártires lo hace de una manera especial:

No me mueve mi Dios para quererte
el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en esa cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, al fin, tu amor, y en tal manera
que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y, aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera;
pues, aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

Podemos preguntarnos en qué momento nos amó más Jesús. Nos amó en todo momento con amor infinito: hecho niño en Belén y Nazaret; en la vida oculta y en su predicación y milagros. Pero el momento en el que más se notó ese amor infinito fue cuando más sufrió. ¿Y cuándo, pues? Sin duda en la cruz. Pero hubo aquel primer Viernes Santo algo más profundo que las heridas, algo peor que la misma muerte. Algo que se hace
presente cada día en lo que nos duele o nos entristece; en lo que no comprendemos o nos angustia. Una “llaga” en el alma, cuando Jesús desde la Cruz exclamó: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?. Jesús Abandonado es la máxima expresión del Amor. Y Él continuó amando: al Padre (“a tus manos encomiendo mi espíritu”) y a los demás (a su madre, para que no quedara sola; al buen ladrón; a los que le crucificaban, implorando su perdón). Nos dio así el secreto de la Vida, la llave para abrir toda puerta: transformar el dolor en amor. Continuar amando aún en la más negra oscuridad.

Y ante ese grito, María permanecía firme ante la cruz: la Dolorosa.

Dolorosa, de pie junto a la Cruz
Tú conoces nuestras penas,
penas de un pueblo que sufre:

Dolor de los cuerpos que sufren enfermos,
el hambre de gentes que no tienen pan,
silencio de aquellos que callan por miedo,
la pena del triste que están en soledad.

El llanto de aquellos que suman fracasos,
la cruz del soldado que mata el amor,
pobreza de muchos sin libro en las manos,
derechos del hombre truncados en flor.

La misma y única Virgen Madre, la definimos como Ntra. Sra. de las Angustias. Como la Piedad de Miguel Ángel, muestra esa serena desazón de ver al fruto de sus entrañas, al que había llevado dentro nueve meses y luego amamantado; al que había educado viéndolo crecer y luego seguido como la primera y más fiel discípula; ahora lo tiene en su regazo sin vida.

La misma y única Virgen Madre, que pierde al fruto de sus entrañas. La Soledad. Pero con su gesto nos enseña a “saber perder” a Dios por Dios: dijo su "sí" al Ángel, pareciendo que era contradictorio con la virginidad que Dios le pedía, y en sus purísimas entrañas engendró por obra del Espíritu Santo al Hijo eterno de Dios; ahora dice su “sí” perdiendo al hijo amado y le es sustituido por Juan. Para una madre hay algo peor que le arrebaten a su hijo; y es que se lo cambien por otro y tener que quererlo igual. Así María, con dolores "de parto", nos engendra a nosotros como hijos suyos.

La imagen de S. Juan, el único discípulo que permaneció cerca en las horas trágicas, nos recuerda que también nosotros, como él, hemos de llevar María a casa. Él, el discípulo amado, aquel que recostó su cabeza en el pecho del Maestro, tiene ahora
un encargo, y en él todos nosotros: “Ahí tienes a tu madre”. Quizá por estar tan cerca de la Madre, quizá por ser el Apóstol que más comprendió el amor verdadero, (cuando con las primeras luces del alba del tercer día resucite el Maestro), será aquel que más corra y llegue primero al sepulcro vacío: “entró: vio y creyó”. Pero no adelantemos acontecimientos todavía.

La imagen del Cristo Yacente en el Santo Sepulcro, que tanto nos impresionaba de chiquillos al entrar en S. Blas y al verla recorrer las calles en procesión, nos recuerda el misterio que va más allá de toda lógica: Dios inmortal, sin dejar de serlo, se ha
hecho hombre en todo como nosotros, pero sin pecado; con una naturaleza como la nuestra, incluso sujeta a la muerte. Dicen que el amor hacer locuras. ¡Locura de amor la de un Dios crucificado!; ¡locura de amor de un Dios muerto para hacerse cercano incluso a aquellos que no sólo tres días, sino siempre viven sin Él!


Somos invitados también nosotros a dejar que alguien mueva la piedra de nuestros corazones y deje el portillo abierto para que revivamos: “sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, en que amamos a nuestros hermanos”, dirá con el tiempo S. Juan.


Todo este recorrido por jueves, viernes y día del sábado, viene cruzado como trasversalmente por una virtud, de la cual, como fiel discípula hizo gala la madre. La misma y única Virgen Madre, la Esperanza, nos lo recuerda. Dicen que es lo último que se pierde: María no la perdió; ni la fe, ni la Caridad, que es la que permanece incluso después de esta vida, y como un título así la muestra
perennemente nuestra Patrona desde su Santuario todo el año para recordárnoslo.

Y ante todo esto, si los siglos y la historia pudieran hablar, estarían anhelantes por su culmen, por el desenlace. Centro de la historia, centro del año litúrgico: la Resurrección. En la Vigilia Pascual, la entrada solemne del Resucitado nos invade de gozo y nos hace
redescubrir que sólo tiene futuro y sentido un estilo de vida desarrollado como Jesús, con Él y por Él. Esa noche, la renovación de las promesas bautimasles, da sentido a toda una Cuaresma; nos hace sumergirnos en esa muerte y resurrección para ser en verdad, (más y mejor), hijos de Dios; hijos en el Hijo.

La procesión del Encuentro en la mañana de Resurrección nos invita a descubrirlo vivo con nosotros cada día y a encontrarnos

con ÉL. Nos invita a encontrarnos nosotros en aquel mutuo amor y aquella unidad que ÉL pidió, y juntarnos desde todos los puntos cardinales, desde las tres parroquias. Misterio que debemos... ¡podemos!... hacer realidad cada día en cualquier lugar donde nos encontremos dos o más unidos en su nombre, es decir, en ese amor dispuesto a dar la vida recíprocamente y gozar así de su presencia viva reconocida por las huellas de paz, alegría y gana de entrega que deja.

Recuerdo todas estas imágenes en los imponentes desfiles procesionales. De niño viéndolas desde las aceras y tratando de descubrir entre los “nazarenos” de la Dolorosa a mi padre, al tío Agustín, al primo Juan (que acaba de dejarnos) y a los demás de la familia; y luego, ya con catorce años “procesionando” yo entre ellos, tratando de que no fuera algo intrascendente, sino algo serio y digno del mayor respeto. Los recorridos de las procesiones de Semana Santa, con todos sus pasos, llevando por las calles, ayer como hoy, estos perennes misterios de manera plástica, manifiestan a los devotos y a los simples curiosos que hay algo más, ¡que hay Alguien más!, que más allá de nuestra indiferencia, olvido o infidelidad, siempre permanece fiel amándonos hasta el extremo cada instante de nuestras vidas.

Gracias por vuestra atención. Perdonad si en estos recuerdos de infancia y juventud y en estas reflexiones y vivencias de años posteriores me he alargado. Simplemente he querido ofreceros gratis lo que gratis voy recibiendo.

Como pregonero oficial, anuncio que con las primeras vísperas de Domingo de Ramos de esta tarde ha empezado y quedado inaugurada la Semana Grande de la fe, la Semana Santa. 

Que este amor eterno e infinito por nosotros de todo un Dios, no quede perdido. Que cada año Semana Santa no sea un año más ni una semana más.

Francisco-Tomás Tomás Rodríguez
Pregón para la Semana Santa 2003
Villarrobledo (Albacete)
Parroquia de S. Blas