domingo, 14 de septiembre de 2025

ALEGRARSE POR EL REGRESO DE QUIEN SE PIERDE

VIDA DE LA PALABRA                    primeras semanas de SEPTIEMBRE

 Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria, con la Gracia de Dios, la Palabra de Vida de septiembre («Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido», Lc 15, 6) y la de  agosto («Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón», Lc 12, 34): 

1.-        El martes pasado hubo diálogos bonitos en el vestíbulo de la Parroquia.

Una joven vino a visitar a su amiga, que nos ayuda en el despacho parroquial y, como estaba en el despacho parroquial, me preguntó si podía recibirla aquí. Me ofrecí para enseñarle la parroquia y hablarle de Dios: “¡claro!; por eso le he dicho que venga aquí”.

Después de enseñarles la iglesia explicando detenidamente sus preciosas vidrieras, nos pusimos a charlar en la puerta. Y en ese momento salía una joven después de hacer su buen rato de oración y la incorporamos a la tertulia: resultó un precioso diálogo entre todos, compartiendo vivencias religiosas y ganas de superar dudas y comprometerse con la vida cristiana.

Se fueron todas juntas muy contentas. La señora luego me dijo que ambas jóvenes estaban agradablemente sorprendidas tanto por las vidrieras como por el “ambiente” de toda la parroquia y el buen rato de charla amistosa en Cristo y que la amiga añadió que, aunque vive lejos, tiene que volver pronto.

 

1b.-     Esa misma tarde, a la salida de la Misa, vi a un matrimonio de Villalba muy amigos míos. Estábamos charlando animadamente cuando salía un joven. Los presenté mutuamente, como hago siempre en el vestíbulo cada vez que salen personas que imagino que quizá no se conocen o que, aunque se hayan visto, no saben sus respectivos nombres.

Fue un momento de apertura sincera de corazones. El joven compartió su proceso de reciente conversión y que desde entonces no ha faltado a la Misa ni a diario. Fueron 15 ó 20 minutos preciosos de comunión: se percibía la confianza mutua y la presencia de Jesús en medio allí donde 2 ó más están unidos. Y nos fuimos realmente con muy buen “sabor de corazón” los 4, (más incluso que con el grupito de la mañana).

 

2.-        El sábado celebré la Misa en el altar mayor de la Basílica de la Santa Cruz, en el Valle. Siempre me emocionaba cuando veía a los monjes hacerlo con tanta unción y solemnidad, sobre todo en la consagración cuando se apagan todas las luces y queda una luz cenital sobre el gran altar y su inmensa cruz.

         Ahora no era solo verlo en perspectiva desde unos metros, sino estar yo en el centro del altar (justo debajo de la cruz) consagrando con mis propias manos, víspera de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.

En el momento de la elevación, para que todos vieran bien, levanté mucho la Sagrada Eucaristía, (todo lo que daban mis brazos), y apagándose las luces y quedando la cenital. Levanté mi mirada y… mis ojos se toparon con los pies del gran Crucificado y todo su cuerpo y su cara y su mirada: la Sagrada Forma delante, el Crucificado detrás, como si estuviese “derramando” su vida y su sangre sobre ella (y luego sobre el cáliz). La emoción fue tal, que un nudo se me puso en la garganta y los ojos querían humedecerse. Y levantando más aún la mirada, la gran bóveda que representa el cielo y a los santos que a él suben. Sentía tan cerca a Jesús, y era tal la intensidad del momento, que no me salía la voz para consagrar el cáliz. Pero lo mismo me pasó cuando consagré con este. Uff: inexplicable. No me salía la voz para continuar…

 

 

 

Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de septiembre («Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido», Lc 15, 6), la de agosto («Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón», Lc 12, 34) y la de julio («Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él y, al verlo, tuvo compasión»

Lc 10, 33):

 

1.-        “…padre, aquí sigue su hermana amiga; estoy igual con mi gran enfermedad: habiéndome dado cuatro meses de vida y ya llevo seis años; los médicos no se lo creen; tengo una Gran Ayuda a mi lado        

Gracias por sus PdV: son muy importantes para mí. En su último correo-e., la preciosa reflexión de Benedicto (“…la herencia que será nuestra alegría, la verdadera vida…”), precioso, padre, lo que nos manda todos los meses.

Espero que su madre siga mejorando poquito a poco. Por lo demás, sin cambios: sigo muy atareada con mi marido y mis hijos, pero siempre dando gracias todos los días cuando me levanto y rezando mucho. Padre, le deseo que Dios le dé mucha salud para seguir ayudándonos con sus buenos mensajes tan llenos de cariño para que sigamos adelante….

 

2.-        “… en mi periplo misionero a mi edad, ya dejé hoy el pueblo donde estaba... No me pude despedir de muchos porque no dejó de llover ni de noche ni de día y al día siguiente, las familias que ayudo durante el año, en el momento de partir vinieron a despedirme llorando, yo alguna lágrima derramé… De un modo especial una señora, que no tiene familia y está sola, en silla de ruedas y le falta una pierna; me ha cogido mucho cariño. No tenía para medicación. Cuando vaya a España lo intento y si puedo se lo envío. Me dio a entender que tampoco para comer. Después de escucharla a fondo me fui, pero a la noche no podía dormir: “algo tengo que hacer, Señor…”. Me dije: “duerme tranquila y mañana antes de irte le llevas algo”. Así hice y me dio un abrazo. Cuando estuve en el asilo lo comenté y me dijeron: “llévale, aquí hay bastante y da igual un anciano que otro”. Parece que no te cuesta hablar cuando no es para ti.

Cuando volví, seguí viendo a personas mayores, que estaban en la pobreza total y a algunas les di medicación que siempre llevo algo, o les llevo comida….

 

 

 

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