VIDA DE LA PALABRA primeras semanas de SEPTIEMBRE
Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria, con la Gracia de Dios, la Palabra de Vida de septiembre («Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido», Lc 15, 6) y la de agosto («Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón», Lc 12, 34):
1.- El martes
pasado hubo diálogos bonitos en el vestíbulo de la Parroquia.
Una joven vino a visitar a su amiga, que nos
ayuda en el despacho parroquial y, como estaba en el despacho
parroquial, me preguntó si podía recibirla aquí. Me ofrecí para enseñarle la parroquia y hablarle de Dios: “¡claro!; por eso le he dicho que venga aquí”.
Después de enseñarles la iglesia
explicando detenidamente sus preciosas vidrieras, nos pusimos a charlar en la
puerta. Y en ese momento salía una joven después de hacer su buen rato de
oración y la incorporamos a la tertulia: resultó un precioso diálogo entre
todos, compartiendo vivencias religiosas y ganas de superar dudas y
comprometerse con la vida cristiana.
Se fueron todas juntas muy contentas. La señora luego me dijo que ambas
jóvenes estaban agradablemente sorprendidas tanto por las vidrieras como por el
“ambiente” de toda la parroquia y el buen rato de charla amistosa en Cristo y
que la amiga añadió que, aunque vive lejos, tiene que volver pronto.
1b.- Esa misma
tarde, a la salida de la Misa, vi a un matrimonio de Villalba muy amigos míos.
Estábamos charlando animadamente cuando salía un joven. Los presenté mutuamente,
como hago siempre en el vestíbulo cada vez que salen personas que imagino que quizá no se conocen o que, aunque se hayan visto, no saben sus respectivos nombres.
Fue un momento de apertura sincera de
corazones. El joven compartió su proceso de reciente
conversión y que desde entonces no ha faltado a la Misa ni a diario. Fueron 15
ó 20 minutos preciosos de comunión: se percibía la confianza mutua y la
presencia de Jesús en medio allí donde 2 ó más están unidos. Y nos fuimos
realmente con muy buen “sabor de corazón” los 4, (más incluso que con el
grupito de la mañana).
2.- El sábado celebré
la Misa en el altar mayor de la Basílica de la Santa Cruz, en el Valle. Siempre
me emocionaba cuando veía a los monjes hacerlo con tanta unción y solemnidad,
sobre todo en la consagración cuando se apagan todas las luces y queda una luz
cenital sobre el gran altar y su inmensa cruz.
Ahora no era solo verlo en perspectiva
desde unos metros, sino estar yo en el centro del altar (justo debajo de la
cruz) consagrando con mis propias manos, víspera de la fiesta de la Exaltación
de la Santa Cruz.
En el momento de la elevación, para que
todos vieran bien, levanté mucho
la Sagrada Eucaristía, (todo lo que daban mis brazos), y apagándose las luces y
quedando la cenital. Levanté mi mirada y… mis ojos se toparon
con los pies del gran Crucificado y todo su cuerpo y su cara y su mirada: la
Sagrada Forma delante, el Crucificado detrás, como si estuviese “derramando” su
vida y su sangre sobre ella (y luego sobre el cáliz). La emoción fue tal, que un nudo se me puso en la
garganta y los ojos querían humedecerse. Y levantando más aún la
mirada, la gran bóveda que representa el cielo y a los santos que a él suben. Sentía tan cerca a Jesús, y era tal la intensidad del momento, que no me salía la voz para consagrar el cáliz. Pero
lo mismo me pasó cuando consagré con este. Uff: inexplicable. No me salía la
voz para continuar…
Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando
de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de septiembre («Alegraos
conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido», Lc 15, 6), la de agosto («Porque
donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón», Lc 12, 34) y la de julio («Pero
un samaritano que iba de camino llegó junto a él y, al verlo, tuvo compasión»
Lc 10, 33):
1.- “…padre, aquí sigue
su hermana amiga; estoy igual con mi gran enfermedad: habiéndome dado cuatro
meses de vida y ya llevo seis años; los médicos no se lo creen; tengo una Gran
Ayuda a mi lado
Gracias por sus PdV: son muy importantes
para mí. En su último correo-e., la preciosa reflexión de Benedicto (“…la
herencia que será nuestra alegría, la verdadera vida…”), precioso, padre, lo
que nos manda todos los meses.
Espero que su madre siga mejorando poquito a
poco. Por lo demás, sin cambios: sigo muy atareada con mi marido y mis hijos,
pero siempre dando gracias todos los días cuando me levanto y rezando mucho. Padre,
le deseo que Dios le dé mucha salud para seguir ayudándonos con sus buenos
mensajes tan llenos de cariño para que sigamos adelante…”.
2.- “… en mi periplo
misionero a mi edad, ya dejé hoy el pueblo donde estaba... No me pude despedir
de muchos porque no dejó de llover ni de noche ni de día y al día siguiente,
las familias que ayudo durante el año, en el momento de partir vinieron a
despedirme llorando, yo alguna lágrima derramé… De un modo especial una señora,
que no tiene familia y está sola, en silla de ruedas y le falta una pierna; me
ha cogido mucho cariño. No tenía para medicación. Cuando vaya a España lo
intento y si puedo se lo envío. Me dio a entender que tampoco para comer. Después
de escucharla a fondo me fui, pero a la noche no podía dormir: “algo tengo que
hacer, Señor…”. Me dije: “duerme tranquila y mañana antes de irte le llevas
algo”. Así hice y me dio un abrazo. Cuando estuve en el asilo lo comenté y me
dijeron: “llévale, aquí hay bastante y da igual un anciano que otro”. Parece
que no te cuesta hablar cuando no es para ti.
Cuando volví, seguí viendo a personas
mayores, que estaban en la pobreza total y a algunas les di medicación que
siempre llevo algo, o les llevo comida…”.
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