jueves, 26 de junio de 2014

FRATERNIDAD SACERDOTAL

UN "REGALO" INESPERADO

A la misma hora en que estábamos celebrando la Misa
 en acción de gracias por nuestro 25 y 60 aniversario de ordenación sacerdotal,
 el Papa Francisco en Calabria dirigía su palabra
 a un nutrido grupo de sacerdotes. 
Breve y precioso discurso que, como algunos nos habéis dicho, 
parece especialmente dirigido para nosotros, 
como un regalo de la Divina Providencia a través del Vicario de Cristo.
Os lo copio a continuación:
En primer lugar me gustaría compartir con vosotros la alegría de ser sacerdotes, la sorpresa siempre nueva de haber sido llamado, de ser llamado por el Señor Jesús. Llamado a seguirlo, para estar con Él, para ir a los demás llevándoles a Él, su palabra, su perdón... No hay nada más hermoso para un hombre que esto, ¿no es así? Cuando nosotros sacerdotes estamos delante del sagrario, y nos detenemos allí un momento, en silencio,  entonces sentimos la mirada de Jesús de nuevo sobre nosotros, y esta mirada nos renueva, nos reanima...

Claro, a veces no es fácil mantenerse delante del Señor; no es fácil porque estamos atrapados por tantas cosas, por tanta gente...; pero a veces no es fácil porque sentimos un cierto desasosiego, la mirada de Jesús nos preocupa un poco, también nos pone en crisis... ¡Pero esto nos hace bien! En el silencio de la oración, Jesús nos hace ver si estamos colaborando como buenos trabajadores, o tal vez nos hemos convertido un poco en “empleados"; si somos "canales" abiertos, generosos, a través de los cuales fluye abundante su amor, su gracia, o si nos ponemos en el centro, por lo que en lugar de ser "canales" nos convertimos en "pantallas" que no ayudan al encuentro con el Señor, con la luz y el poder del Evangelio.

Y la segunda cosa que quiero compartir con vosotros es la belleza de la fraternidad: del ser sacerdotes juntos, de seguir al Señor no solos, no uno a uno, sino juntos, a pesar de la gran variedad de los dones y de la personalidad; es más, precisamente esto enriquece el presbiterio: esta variedad de orígenes, edades, talentos... Y todo vivido en la comunión, en la fraternidad.

Tampoco es fácil esto, no es inmediato, ni se da por descontado. En primer lugar, porque
 también nosotros los sacerdotes estamos inmersos en la cultura de hoy subjetivista, esta cultura que exalta el ego hasta idolatrarlo. Y luego, a causa de un cierto individualismo pastoral que por desgracia está muy extendido en nuestras diócesis. Así que tenemos que reaccionar a esto con la elección de la fraternidad. Intencionadamente hablo de "elección". No puede ser algo por casualidad, por las circunstancias favorables... No, es una elección, que corresponde a la realidad que nos constituye, al don que hemos recibido, pero que siempre hay que acoger y cultivar: la comunión en Cristo en el presbiterio, en torno al obispo. Esta comunión requiere ser vivida buscando formas concretas adecuadas a los tiempos y la realidad del territorio, pero siempre en perspectiva apostólica, con estilo misionero, con fraternidad y sencillez de vida. Cuando Jesús dice: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos con los otros" ( Jn 13,35), lo dice ciertamente para todos, pero en primer lugar para los Doce, para los que ha llamado a seguirlo más de cerca.

La alegría de ser sacerdotes y la belleza de la fraternidad. Estas son las dos cosas más importantes que sentía más importantes pensando en vosotros. Una última cosa que menciono solamente: os animo en vuestro trabajo con las familias y para la familia. Es una obra que el Señor nos pide realizar en este tiempo particular, que es un momento difícil tanto para la familia como institución, como para las familias, debido a la crisis. Pero justo cuando es difícil el momento, Dios hace sentir su cercanía, su gracia, la fuerza profética de su Palabra. Y nosotros estamos llamados a ser testigos, mediadores de esta cercanía a las familias y de esta fuerza profética por la familia.

PAPA FRANCISCO, Discurso a los sacerdotes en la visita pastoral, Calabria sábado 21 junio 2014 a las 12:00
(traducción mía)

lunes, 23 de junio de 2014

HOMILÍA BODAS DE PLATA SACERDOTALES

Muchísimas gracias de corazón (también de parte de José) a todos y cada uno de los que habéis participado el sábado directamente en la preparación y en el desarrollo de la Misa de acción de gracias por sus 60 años de sacerdocio y por mis 25, y a todos los que os habéis hecho presentes de mil modos con vuestra oración (¡las primeras, las comunidades de monjas de clausura!), vuestro sufrimiento ofrecido por amor (¡tantos imprevistos de última hora!), vuestras llamadas, sms, correos-e., whatsApp, cartas, paquetes, mensajes de video (o escritos) en el "sorpresivo" power point final… Ya os iré respondiendo poco a poco a cada uno.
                Creo, de verdad, que la Palabra de Vida del mes, ("he aquí que Yo estaré con vosotros todos los días…"), se ha podido "respirar" y casi "masticar" en toda la jornada (y lo que la precedió y prosiguió). 
                Dado que muchísimos me habéis pedido la homilía del sábado (aunque la mayor parte de su "efecto" era sin duda el clima sagrado y de presencia de Jesús en medio de "dos o más unidos en su nombre…"), aquí os la copio (que también sea todo y sólo para gloria de Dios). Y rezad mucho por nosotros para que vivamos todo lo que decimos, todo lo que esperáis y habéis dicho de nosotros…; en definitiva, todo lo que Dios quiere.

Bodas diamante y plata sacerdotales
Madrid 12-VI-1954       -       Toledo 9-VII-1989

Centro Mariápolis "Luminosa"
Ciudadela "Castillo Exterior" - Las Matas (Madrid)
21 junio 2014

LITURGIA DE LA PALABRA

Lectura del Profeta Jeremías 1, 4-10    (Lee Fernando, hermano de Paco)
Salmo responsorial Sal  22, 1-3a. 3b-4. 5. 6: El Señor es mi Pastor, nada me falta   (Lee Cristina: sobrina de Paco y ahijada de Confirmación)
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12, 31 - 13, 13   (Lee Jesús, hermano de José)
Lectura del santo evangelio según san Juan 17, 20‑26    (Proclama Manuel-Mª. Bru)

HOMILÍA

{ [Añadido improvisando, previo a lo preparado]: "La Palabra de Dios es viva y eficaz". No tenía previsto empezar así la homilía, pero las lecturas, el salmo y el Evangelio recién proclamados me han hecho emocionarme. Siempre que doy Ejercicios aquí, digo que Dios no se repite, que "Dios hace nuevas todas las cosas" y, por tanto, cada texto de su Palabra nos es dicho hoy. Y si decimos, "eso ya lo leí; aquello me suena", le estamos "tapando la boca al Espíritu Santo". En este contexto, con todos vosotros y celebrando este acontecimiento, cada una de las lecturas me han hecho emocionarme, ¡eran nuevas!, me ponían los pelos de punta. Aunque fueran escritas hace siglos, realmente nos las está diciendo a todos nosotros hoy el Señor, porque Él resucitó y vive hoy, y su Espíritu Santo cada día impulsa a su Iglesia.}

1.-          No queremos robarle nosotros el protagonismo a Jesús. Él es el Sumo y eterno sacerdote (esa Misa estamos celebrando). Y, además, "donde dos o más están unidos en Mi Nombre, allí estoy Yo en medio de ellos…" por eso hemos querido celebrarlo juntos, aunque exactamente tu aniversario, José, fue el día 12, y el mío lo será el próximo día 9. No queremos ser protagonistas ni él, ni yo; ni siquiera los sacerdotes: que sea Jesús en medio de nosotros unidos por el amor recíproco el protagonista de esta jornada, hoy y siempre.
          No es que nosotros nos hayamos mantenido 25 ó 60 años, sino que es Él quien ha sido fiel a nosotros, a través de nosotros y a pesar de nosotros.

                Decía Paco Sánchez Abellán, un sacerdote focolarino de Murcia: "dejad que os alaben, 'recoged' todo, sí, (que seguramente os lo están diciendo con todo el cariño), pero sin quedaros con nada, pasadlo todo inmediatamente a la Virgen diciendo desde vuestro interior: "las flores, a María"."

                Por tanto, todo lo que digamos o digan de nosotros, todo este día, es sólo para descubrir detrás de cada cosa y cada palabra que Dios es Amor y nos ama a todos inmensamente .

2.-.         Jeremías: "Desde el seno materno te elegí... y te consagré…". Todos  y cada uno de los que estamos aquí, hemos sido pensados por amor desde toda la eternidad por Dios. Todos hemos sido llamados, "vocacionados", a ser hijos suyos, a realizar una misión y a ser santos.
-              En el "seno materno te consagré"… auténticamente. Tu familia, José, piadosa: siempre nos recuerdas que rezabais el rosario juntos en familia. Y que vuestros padres os hicieron de maestros en casa, sin llevaros a la escuela, con tal que en esta no os quitaran la fe, en aquellos tiempos de revolución y luego guerra fratricida.
                Mi familia, comprometida desde siempre en mil (¡y no sería exagerado el número!) tareas eclesiales y en dar a conocer a Jesús a otras familias y a toda persona
que el Señor pusiera en el camino. Todavía mi padre, incluso enfermo, con quien se
encuentra, en seguida lo invita a una reunión parroquial o una entrevista. Y muestra de ello, con parkinson desde hace 10 años, mi padre, aunque esté "muertecico" de hambre, antes de empezar a comer, nos ofrece su comida: ¡y hasta sus medicinas! ¡Lo que siempre ha hecho! Nos lo han dado todo, quizá quitándoselo de su propia boca y no nos hemos dado cuenta. Se envejece como se ha vivido.

-              Vocación sacerdotal: "desde el seno materno te llamé". José recuerda, ¿verdad?, hasta el trozo de acera en Estrecho, el barrio de Madrid, donde casi con sus  
propios oídos a sus 11 añitos llegó a oír la llamada del Señor y entró al Seminario de Madrid al año siguiente.
                Yo, siempre tímido e indeciso, después de una peregrinación a Santiago de Compostela, tras mucho darle vueltas durante todo el curso de COU, entré en el Seminario de Toledo aun sin saber bien si mi vocación era ser sacerdote diocesano, fraile o monje.
                Quien quiera detalles, que luego nos pregunte en la comida, en el pasillo o en la fiesta. Una historia preciosa de Amor de Dios con cada uno.

3.            "Si no tengo caridad, de nada me sirve…" nos ha repetido hoy San Pablo en la segunda lectura.
-              Lo habíamos visto en nuestras familias… pero nos llamó la atención en la 
Obra de María, en el movimiento de los focolares, que se convirtió en nuestra segunda vocación. Y su llamada a la unidad, (palabra con la que se puede resumir su carisma), al "que todos sean uno", la base luego de nuestra vida humana, cristiana y sacerdotal.
                En los años 60 los primeros focolarinos que vinieron a Madrid fueron a "aterrizar" en la demarcación de tu parroquia, José. Siempre nos recuerdas la impresión que te hicieron estos jóvenes vivaces que reflejaban a Dios en el rostro y la sonrisa porque vivían realizando continuamente actos concretos de amor. Y una de las veces que fuiste al focolar, (el "focolar" es el piso, la casa, donde vive una comunidad de consagrados o consagradas), les preguntaste: "¿qué novedades hay?" y la respuesta se te quedó grabada para siempre: "Pero, padre, cada momento es una novedad", (cuando se vive bajo la mirada de Amor de un Dios que es Padre).
                Yo, antes incluso de entrar al seminario. En el año 80 unos religiosos, (que además de su Congregación, pertenecían también al movimiento de los focolares) iban por mi pueblo y fue también un matrimonio que ahora viven aquí, Abelardo y Blanca. Gracias a unos y otros, fuimos por primera vez a la convivencia Mariápolis en
Salamanca '81 toda la familia, los 7 (¿os acordáis?, ¿qué edad tenías tú, Miriam… 7 añitos? Estando ya en el seminario, en cambio, quise dejar el movimiento (lo poquito que conocía de él), pero el Señor no me lo permitió, (luego si alguien tiene interés, que me pregunte y le contamos despacio): tuvo la santa paciencia, (¡nunca mejor dicho!), la divina paciencia de esperar muchos años, incluso ya después de ordenado, para que por mí mismo descubriera que, ni fraile, ni monje, sino, con todas las ventajas de ello y de una familia, lo mío era ser sacerdote diocesano animado por la espiritualidad de comunión del movimiento de los focolares, por la espiritualidad
de Chiara Lubich, una de las grandes autoras y maestras contemporáneas, casi como una madre para muchos de nosotros.

4.            "Que todos sean uno… como Tú, Padre en Mí y Yo en Ti, que sean completamente uno en nosotros", hemos escuchado a Jesús en el Evangelio pedir al Padre. En definitiva, "como en el cielo, así en la tierra".

-              José y yo ya llevamos en la misma comunidad 11 años bajo el mismo techo, con otros sacerdotes más, (ahora Endi y Christian), pero todos con el único objetivo
de hacer realidad el testamento de Jesús, (la unidad), viviendo para ello "donde dos o más unidos…" Por cierto, bromeando esta mañana nos hemos dado cuenta que en casa sumamos 100 años de cura: 60 uno, 25 otro, y Christian y Endi casi 7 y 8 cada uno, y los meses que faltan los aporta otro, ordenado hace un año, que viene con frecuencia.
                A veces, como me habéis oído decir a menudo, "saltan chispas entre nosotros" porque somos muy distintos en edades, formación, procedencia, sensibilidad, culturas…; pero por el perdón mutuo y la misericordia, y por creer en el amor del hermano, esas chispas en vez de "prender las cortinas y quemar la casa",
encienden en cambio el hogar, los troncos en "la chimenea",  y sirve para "iluminar y caldear el corazón" a nosotros y a quien viene a encontrarnos. Ese es el regalo que también queremos que cada uno os llevéis hoy: la presencia de Jesús entre los que están unidos en su nombre. Y no sólo de parte de nosotros, sino de toda la comunidad que nos acoge, ya que de estos 11 años, los últimos 9 y medio José y yo vivimos aquí, en Las Matas, en

concreto en esta comunidad (de seglares, familias, de donados a Dios y nosotros sacerdotes) que es una Mariápolis permanente, ciudad de María permanente, (cuyo edificio más visible es este Centro Mariápolis donde estamos celebrando, pero hay familias y otras casas), entera "ciudadela" que quiere ser "de testimonio", que, como María, calladamente dé a Jesús a quien nos visite o encuentre.

5.            El Papa Francisco en sus ya muy famosas y breves homilías de diario, el jueves 5 junio habló de los sacerdotes y me pareció como inspirado por el Señor para nuestra celebración de hoy:
                "Pastores… que no olvidan jamás a Cristo, su “primer amor”, y permanecen siempre en su seguimiento". Es el retrato que el Papa Francisco trazó. Y preguntaba: “¿Cómo va el primer amor?”. Es decir, ¿estoy enamorado de ti como el primer día? ¿Soy feliz contigo o te ignoro? Preguntas universales que hay que hacerlas con frecuencia, dijo el Papa. Y no sólo los cónyuges en el matrimonio, sino también los sacerdotes y los obispos ante Jesús. Porque es Él –afirmó Francisco– quien nos lo pregunta como un día hizo con Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. “Esta es la pregunta que me hago a mí, a mis hermanos obispos y a los sacerdotes. Cómo va el amor de hoy, el de Jesús, ¿no? ¿Es como el primero? ¿Estoy enamorado como el primer día? ¿O el trabajo, las preocupaciones un poco me hacen mirar otras cosas, y olvidar un poco el amor? Pero los cónyuges pelean, pelean. Y eso es normal. Pero cuando no hay amor, no se pelea: se rompe”.
            “Jamás olvidar el primer amor. Jamás”, reafirmó el Papa Francisco y destacó otros tres aspectos que hay que tener presentes en la relación de diálogo de un sacerdote con Jesús. Ante todo, debe ser un “pastor”, tal como Jesús le pidió a Pedro cuando le dijo:

“Apacienta mis ovejas”. Y añadió: “El resto, viene “después”: ‘¿Soy pastor, o soy un empleado de esta ONG que se llama Iglesia?’. Hay una diferencia. ¿Soy pastor? Una pregunta que yo debo hacerme, que los obispos se deben hacer, y también los sacerdotes: todos. Apacienta. Pastorea. Ve adelante”.
            No hay “gloria” ni “majestad” –observó el Papa– para el pastor consagrado a Jesús: “No, hermano. Terminarás del modo más común, incluso más humillante, tantas veces: en un lecho, que te dan de comer, que te deben vestir… inútil, allí, enfermo…”. El destino es “terminar –repitió el Santo Padre– como terminó Él”: amor que muere “como la semilla de grano y después vendrá el fruto. Pero yo no lo veré”.
            En fin, el cuarto aspecto, la “palabra más fuerte” –indicó– con la cual Jesús concluye su diálogo con Pedro: “sígueme”: “Si nosotros hemos perdido la orientación o no sabemos cómo responder sobre el amor, no sabemos cómo responder sobre este ser pastores, no sabemos cómo responder o no tenemos la certeza de que el Señor no nos dejará solos, incluso en los momentos perores de la vida, en la enfermedad, Él dice: ‘Sígueme. Es ésta
nuestra certidumbre. Sobre las huellas de Jesús. En ese camino. ‘Sígueme”.
            A todos nosotros, sacerdotes y obispos –terminó diciendo el Papa el 5 de junio– que el Señor dé “la gracia de encontrar siempre o de recordar el primer amor, de ser pastores, de no tener vergüenza de terminar humillados en un lecho o incluso con la cabeza perdida. Y que siempre nos dé la gracia de ir tras Jesús, sobre las huellas de Jesús: la gracia de seguirlo
".

6.            Me ha ayudado mucho también la homilía del Papa en la Misa crismal de este año. Comparto un párrafo con vosotros. Dice él: "Me gusta pensar la alegría contemplando a Nuestra Señora: María, la “madre del Evangelio viviente, es manantial de alegría para los pequeños” (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 288), y creo que no exageramos si decimos que el sacerdote es una persona muy pequeña: la inconmensurable grandeza del don
que nos es dado para el ministerio nos relega entre los más pequeños de los hombres. El sacerdote es el más pobre de los hombres si Jesús no lo enriquece con su pobreza, el más inútil siervo si Jesús no lo llama amigo, el más necio de los hombres si Jesús no lo instruye pacientemente como a Pedro, el más indefenso de los cristianos si el Buen Pastor no lo fortalece en medio del rebaño. Nadie más pequeño que un sacerdote dejado a sus propias fuerzas; por eso nuestra oración protectora contra toda insidia del Maligno es la oración de nuestra Madre: soy sacerdote porque Él miró con bondad mi pequeñez (cf. Lc 1,48). Y desde esa pequeñez asumimos nuestra alegría. ¡Alegría en nuestra pequeñez!".


[Al final no leí este texto preparado]:
7.       Y quiero concluir con palabras de don  Silvano Cola, uno de los primeros sacerdotes diocesanos focolarinos, a quien ya por los años 60 la misma Chiara Lubich consideraba santo:
"Esto me parece importante: acercarse al sacerdocio esperando ser capaces de morir por todos,
de morir a sí mismo por todos. Apagar toda llama de saber y ser solamente amor. Dios es Amor. Si amas, eres. Si no amas, no eres. Hay que considerar al otro, a cualquier persona, como insustituible, como único en el mundo. (...)
         (…) hemos leído en san Pablo que aunque tenga el don de profecía y dé todo lo que poseo, si no tengo caridad soy nada. Todo el Evan­gelio está allí. Cualquier cosa le hayas hecho al más pequeño, me lo has hecho a mí. Cualquier cosa le hago al peor desgraciado de este mundo se lo hago a Jesús.
Esta es la capacidad de volver luminosa la noche. (…) Si se está convencido de esto, aquí está el descu­brimiento. Se comprende que finalmente el mundo podría andar bien."  Silvano Cola (Si amas, eres)


miércoles, 18 de junio de 2014

MIS IMPRESIONES EN TIERRA SANTA

VIDA DE LA PALABRA primera quincena mes de JUNIO
Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de vivir la Palabra de Vida para junio:
1.-        El sábado regresé de una semana en Tierra Santa como regalo por mis, ya próximas, bodas de plata sacerdotales. La PdV de junio era de lo más adecuado: "he aquí que Yo estaré con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos".
            La verdad es que iba con ilusión, pero pensando que las cosas estarían tan cambiadas con respecto a los tiempos de Jesús que no me causaría impresión. ¡Todo lo contrario!, (ciertamente los vestigios son pocos, ¡pero suficientes!).
            Al llegar allí era una sensación rara yendo en el autobús hacia Nazaret: cuando viajo, me fijo en los campanarios y el corazón se me llena de alegría pensando que Jesús está allí en el Sagrario y lo voy saludando, (lo aprendí de S. Francisco de Asís y de Chiara Lubich). Pero allí era una sensación como de desolación… casi ninguna iglesia… en la mayoría de los pueblos sólo minaretes de mezquitas. ¡En la tierra de Jesús!
            En Nazaret… en la cripta de la basílica de la Anunciación, el fondo de una casa-cueva y un altar con la inscripción: "el Verbo aquí se hizo carne". "Hic!", "Aquí"… inmediatamente me empezaron a brotar las lágrimas de emoción y agradecimiento y caí de  rodillas… hasta que ya no quedaba nadie y uno de los peregrinos de mi grupo regresó a buscarme. Tuvimos la fortuna de estar hospedados cerca y esas 3 noches volví ahí un rato largo… Siempre el mismo "sobrecogimiento" de paz y alegría. Y poner, como María, mi pequeño "sí" en manos de Dios; y el sí de toda la Obra de María.
            Y desde Nazaret… cada día era un descubrimiento: paseo en barca por el lago de Tiberiades, Monte de las Bienaventuranzas, Cafarnaúm…, Caná, Monte Tabor, Jordán…
            Ver un sicómoro (y uno se imagina a Zaqueo subiéndolo), una casa-cueva, ruinas de una sinagoga, una sepultura, tinajas de piedra, la semilla de mostaza, agua del R. Jordán… todo hacía volar la mente con recogimiento, emoción y una nueva comprensión (¡ahora más gráficamente!) hacia un pasaje evangélico. ¡También porque "Yo estoy con vosotros"… hoy!
            Y… ¡correspondiente compromiso por mi parte!

2.-        Luego, hacia Jerusalén para los 3 últimos días, pasando por Jericó (Zaqueo, curación de 2 ciegos, parábola del buen samaritano…), por Qumrán en medio del desierto y por el mar Muerto.
            "¡Qué alegría cuando me dijeron… ya están pisando nuestros pies tus umbrales Jerusalén…!", cantamos a pleno pulmón este Salmo 121 cuando vimos de lejos la ciudad santa, donde estuvo "el" Templo, lugar de la presencia de Dios; "ciudad de la paz", (eso significa paradójicamente la palabra "Jerusalén", aunque te encuentras luego allí con bastante frecuencia a gente con metralletas, -colgadas tranquilamente al hombro como un simple bolso-, y  algunas "papeleras" antibomba (parecidas a nuestras hormigoneras… para encerrar ahí mochilas "sospechosas"). Viendo a lo lejos sus murallas allí mismo brindamos con vino de Caná y rezamos por la paz.
            Monte de la Ascensión, cueva del Padrenuestro, bajada del monte de Olivos (¡domingo de Ramos!)… pero fue después otra de las veces que más me emocioné: Misa en la iglesia del huerto de los Olivos, Getsemaní. Frente al altar, un gran espacio sin baldosas deja sobresalir la misma roca y, proclamando yo el Evangelio… "en ESTE huerto…" …se me hizo un nudo…; y más aún prestando mi voz a cada palabra que allí dijo Jesús (creí que no iba a poder acabar de leerlo: Mt 26, 36-46). "Padre,… pero no se haga lo que yo quiero, sino tu Voluntad".
            Via-Crucis por la mismísima Via Dolorosa, callejuelas ahora transformadas en un atiborrado zoco lleno de tiendecillas.
            Dolor inmenso por la desunidad en la basílica del Santo Sepulcro: cada iglesia tiene su capilla. Y resuena S. Pablo… "¿acaso está Cristo dividido?". Reencuentro con la vocación: vivir por la unidad que Él quiso y pidió al Padre. Y (cambiando absolutamente el panorama) dentro del mismísimo sepulcro, los pocos segundos que nos dejaron estar (al día siguiente volví)… indescriptible: "¡no está aquí… ha resucitado!". Sobre esa losa ocurrió. Sólo esa lápida fue mudo testigo directo del acontecimiento central de los siglos. El centro de nuestra fe: "si Cristo no hubiera resucitado, vana sería".
Y pocos minutos después, a unos metros, meter el brazo en el agujero de la roca del Gólgota donde estuvo enclavada la cruz: milésimas de segundo también, que tengo que reevocar con frecuencia, no sólo porque serán ambos recuerdos imborrables durante el resto de la vida, sino porque tengo que repensar lo que viví en cada uno de esos instantes y no sé definir. La memoria de Jesús abandonado, el Esposo del alma, y su grito "¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?", en el cual asumió todos nuestros dolores, todos nuestros porqués. Y tendré que ir enjugándolos conforme los encuentre a mi paso durante la existencia, (además del de la unidad, también el de mi padre que precisamente desde un par de días antes de mi peregrinación ha empeorado mucho y esta semana, además, ha tenido que estar en el hospital varias veces en nuestro pueblo y llamar otras tantas al 112). Todo es ocasión de vivir, ofrecer y morir por la unidad, a ejemplo de Jesús.
            Cueva de los pastores, Belén (varios villancicos casi en verano, ¡pero allí tenían todo su palpable sentido!)… Ein Karem (con la Visitación y el nacimiento de Juan el Bautista)…: la caridad concreta de la Madre de Dios que "fue aprisa a la montaña" a servir por amor a su prima.
            Ruinas de la casa de Caifás: negación y arrepentimiento de Pedro, escalera "santa" (parece que ahí pronunció su oración por la unidad -Jn 17- por la que Jesús bajó del Cenáculo hacia el torrente Cedrón para ir al huerto de los Olivos), pozo-cisterna en el que parece que Jesús pasó encarcelado su última noche (¡otra impresión fortísima, hasta las lágrimas sólo de pensarlo!; ahí cobra fuerza el Salmo 88 que meditamos).
Cenáculo (¡última Cena, Eucaristía, sacerdocio, amor recíproco; dos veces que el Resucitado se dejó ver ahí vivo por los Apostóles; Pentecostés) y celebrar la Misa no ahí en ese lugar tan sagrado para nosotros, sino en una iglesia cerca (porque ese sitio, transformado luego en mezquita musulmana, está ahora en manos de los hebreos). Da igual el sitio: cada celebración eucarística nos trae al presente de modo místico pero real aquellas Gracias que en aquel entonces se produjeron. "Yo estoy con vosotros todos los días…".

3.-        La última noche, una visita concertada: vinieron un focolarino, una focolarina y una joven palestina también del movimiento de los focolares. Testimonio de fe y de unidad en esta Tierra Santa pero martirizada en toda su historia. Cristianos católicos (1%) que en un mundo adverso testimonian (a veces con la salud y con la vida) el amor que Dios tiene por todos. Una hora de Cielo entre ellos y los 32 que íbamos en la peregrinación. Rezar por la paz en Tierra Santa ya no será igual que antes: ahora tiene unos rostros amigos concretos y experiencias preciosas de unidad trabajosamente vividas por ellos día a día como una gota en el océano, pero ciertos de que fructificará como el grano de trigo.
            Y el último día, camino del aeropuerto, Misa en Emaús: "¡quédate con nosotros, Señor!".
            Una semana, muchos sitios, imborrables impresiones y recuerdos que hacen ahora saborear el Evangelio. Anhelo y compromiso por la unidad. Y… la intención de regresar un día, si Dios quiere. Pero consciencia de que sigue con nosotros Él en cada prójimo al que amamos, en su Palabra (sobre todo si la vivimos), en el amor recíproco "donde dos o más están unidos…", en los sacramentos, sobre todo, en la Eucaristía: "Yo estaré con vosotros siempre".


Como me he "comido" yo casi todo el espacio (¡perdonad por esta vez!) sólo alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de vivir la Palabra de vida de mayo (“En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios, 2 Co 5, 20) y de junio (“«Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» Mt 28, 21):
1.-        “muchísimas gracias x tu apoyo estos días de exámenes y los días previos; si no es por ello, igual ni me habría presentado: estaba un poco triste y no me apetecía mucho ver a gente ni hablar. Pero gracias a ti me dije, "por ti, Jesús" y fue como caminar de la mano de Alguien que sabes que no te va a dejar solo.
     Estoy terminando tu libro, ya lo comentaremos a tu regreso y me contarás todo lo que hayas visitado

2.-        “perdona que no contestara antes a tus correos, pero hemos estado en el hospital: mi madre tuvo un ictus (ya es el tercero), pero esta vez más fuerte. Ya está en la residencia desde el jueves, pero sin recuperar movimiento del brazo y pierna y con un estado de somnolencia sin iniciativa. Ella escucha, y si la preguntas y la hablas te suele contestar, pero con brevedad y a veces también con ingenio y humor. Se la entiende mal...

         A pesar de la gravedad de su estado y de estar en los primeros días en estado semicomatoso la vi persignarse y la oí rezar como lo hubiera hecho cualquier noche. Me impresionó mucho. Vi la huella de mis abuelos en la educación de sus hijos. Se sentirían muy orgullosos. Yo lo estoy y les doy las gracias por la familia que crearon y la cual disfruto

martes, 17 de junio de 2014

CHIARA EN TIERRA SANTA

   Os ofrezco unos párrafos de un texto que me refleja casi a la perfección,
(aunque fue escrito en 1956),
 en todo lo que he vivido 
en mi reciente peregrinación a los Santos Lugares
(abajo está el enlace para ver el precioso texto completo):

HE VISTO LA TIERRA SANTA. 
LAS PIEDRAS QUE HABLAN
"…yo no creía que Jerusalén y los Santos Lugares iban a incidir de este modo en mi espíritu.
         …un guía nos mostró a través de un cristal, que custodiaba una roca, un agujero, y dijo: «En este orificio fue colocada la Cruz».
         Inadvertidamente, sin decírnoslo, nos encontramos todos de rodillas.
         Yo, por mi cuenta, tuve un momento de recogimiento.
         En aquel orificio fue plantada la Cruz... la primera cruz.
Si no hubiera existido aquella primera cruz, mi vida y la vida de millones de cristianos que siguen a Jesús llevando su cruz, mis dolores y los dolores de millones de cristianos, no habrían tenido un nombre ni habrían tenido un significado. Él, que allí fue levantado como un malhechor, dio valor y razón al mar de angustia que golpea y en el que está sumergida, a veces, la humanidad y, con frecuencia, cada hombre.
         No le dije nada a Jesús en aquel momento. Había hablado aquella piedra perforada...
         …«Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros». Allí, Jesús le había suplicado al Padre que nos ahijara, aunque estuviésemos alejados por nuestra culpa, y que nos hermanara entre nosotros en la más firme, por ser divina, unidad.
         Vi muchos otros lugares, seguí muchas calles que Jesús había recorrido, observé lugares que Jesús había observado...
         Y cada piedra decía una palabra, mucho más que una palabra, de modo que, al final, el alma estaba totalmente inundada, totalmente llena de la presencia de Jesús.
         Recuerdo con toda claridad que, al séptimo día, me había olvidado literalmente de mi patria, de mis conocidos, de mis amigos, de todo. Yo me veía allí, inmóvil y extática, espiritualmente petrificada entre aquellas piedras, sin otra misión que la de estar y adorar. ¡Adorar con el alma fija en el Hombre-Dios, que aquellas piedras me habían explicado, desvelado, cantado y exaltado!
         Un solo pensamiento me sacudió y me hizo volver. También en Italia había un lugar que valía más que aquellos lugares, donde yo podía encontrar a Jesús vivo: era el sagrario, cualquier sagrario con Jesús eucaristía.
         Mientras el avión nos traía de regreso, pensando y meditando, comprendí, por primera vez, cómo algunos musulmanes se quitan la vista después de haber contemplado la Meca y los lugares sagrados para ellos, porque –según dicen– ya no tienen nada mejor que ver.
         Nosotros no; con el Dios de los vivos podemos tener los ojos abiertos, incluso después de haber visto la Tierra Santa, con tal de que no veamos más que a Jesús, a Jesús en la Hostia Santa, a Jesús en los hermanos, a Jesús en las circunstancias alegres o tristes de la vida.

CHIARA LUBICH, (diario 1956), publicado en Escritos Espirituales /1, Madrid 1995, p. 173-197

         

jueves, 5 de junio de 2014

NO ROMPER PUENTES DE FRATERNIDAD

VIDA DE LA PALABRA sobre los últimos días de MAYO:
 

Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de vivir la Palabra de vida de mayo:
1.-        Estábamos 5 personas durante una hora: yo era el que menos "pintaba" ahí. De pronto uno de ellos, vehemente y cargado de razones siempre en sus palabras, (el contenido era bastante correcto, -quizá más bien “se pasaba” de ultracorrecto, ¡pero los modos…!-), endurece aún más su tono y con sorna, en medio de su discurso (que yo calificaría casi de prepotente una vez más) empieza a insinuar "entre líneas" a los demás, irónicamente, mientras sonríe,  que son ineptos e incultos. Continúa de tal manera, que me hierve la sangre: los demás, o no se dan cuenta, o lo disimulan pacíficamente. Estuve a punto de decirle varias veces que cambiara el tono y se calmara, pero (conociéndolo un poco), sabía que no serviría de nada y que endurecería aún más su discurso y sus palabras. Además, precisamente yo era el menos adecuado para contestar. Pensé, de acuerdo con la Palabra de Vida, que en esta ocasión lo mejor era callar y ponerlo en las manos del Señor, para no crear más división aún.
            Al acabar, yo continué con dos de ellos: me vino la tentación de comentar lo sucedido y la conversación. Pero ahí sí que vi meridianamente que vivir la Palabra, (reconciliación con Dios y con los hermanos), me requería hablar de otra cosa. Si no, hubiera puesto a los otros más en contra de aquel y no hubiera solucionado nada: habríamos acabado criticando los tres y perdiendo la paz y no hubiera solucionado nada: habríamos acabado criticando los tres y perdiendo la paz.
           Terminé contento, y efectivamente, con paz en el alma. Así que, luego, al llegar a casa, referí la experiencia a los compañeros. Y con cuidado de que fuera algo que a ellos no les hiciera pensar mal de aquel, (aunque sólo lo conocen de oídas).

Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de vivir la Palabra de vida de mayo (“En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios, 2 Co 5, 20) y de abril (“Os doy un mandamiento nuevo:
que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros”, Jn 13, 34):
1.-        “disculpe que no le haya escrito antes, a pesar de la alegría que sentí cuando recibí su email...
            Estaré atenta a sus palabras de vida: es una forma interesante y amigable de conocer, sentir y vivir otras experiencias de Dios. Lo he reenviado a una de mis hermanas.
            Es cierto, todos los días sentimos a Dios en nuestra vida, es bello tenerlo y sentirlo a nuestro lado. Sin embargo, pienso que me falta mucha fe para disfrutar de su compañía sin miedos, recelos, sin autosuficiencia. Ojalá encuentre la forma de trabajar más en ello porque me resta mucha felicidad y paz el no lograrlo de manera constante…
            Le cuento una de mis más recientes experiencias de vida: estaba el lunes jugando con mi hijo, cuando empecé a recibir noticias sobre problemas en mi pequeña empresa, cada noticia peor que la anterior. Se me vino a la mente todo lo que he pasado para sacarla adelante durante más de 4 años, después de trabajar otros 18; mi esfuerzo, el de mis hermanas, privaciones para mí y mi familia, expectativas, ilusiones y muchas cosas más. Me desesperé al darme cuenta que puedo hacer muy poco desde tan lejos y con tantas obligaciones nuevas que tengo con mi nueva familia, sumado a problemas de salud de personas a quienes quiero mucho.
            Sentí una profunda tristeza y mucha soledad. De pronto me llegó su correo, ¡como caído del cielo!: sentí que Dios me había enviado a un gran amigo justo cuando lo necesitaba:  el solo saber que lo tengo, me alivia... Pronto lo visitaré: necesito que por favor me enseñe a tener más fe en Dios

2.-        “estamos a punto de terminar el mes de mayo transcurrido a velocidad de "multa".
            Aunque siempre se pueden mejorar muchísimas cosas , estoy contento y le doy gracias a Dios porque esta casa ha vuelto a recuperar gran parte del sentido que nos habían inculcado desde pequeños al dedicarlo como el mes de nuestra Madre. Han sido bastantes veces en las que han surgido las posibilidades de " meter la pata " y el solo recuerdo de la fecha ha sido determinante para ser fiel, aunque para ser sincero tengo que reconocer que desgraciadamente no se ha cumplido al 100%

lunes, 2 de junio de 2014

ESTOY CON VOSOTROS


PALABRA DE VIDA      junio 2014
 
«Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo»
(Mt 28, 21)

            El evangelista Mateo comienza el Evangelio recordando que ese Jesús cuya historia va a narrar es el Dios-con-nosotros, el Enmanuel (cf. Mt 1, 23), y lo concluye refiriendo las palabras arriba citadas, con las que Jesús promete que estará siempre con nosotros, incluso después de que haya vuelto al cielo. Hasta el final del mundo será Dios-con-nosotros.
         Jesús dirige estas palabras a sus discípulos después de haberles encomendado la tarea de ir por el mundo entero a llevar su mensaje. Era muy consciente de que los mandaba como ovejas en medio de lobos, y de que sufrirían contrariedades y persecuciones (cf. Mt 10, 16-22). Por eso no quería dejarlos solos en su misión. Así, precisamente en el momento en que se va, ¡promete quedarse! Ya no lo verán con los ojos, no volverán a oír su voz ni podrán tocarlo, pero Él estará presente en medio de ellos, como antes e incluso más que antes. Pues si hasta entonces su presencia se localizaba en un lugar bien preciso –en Cafarnaún, en el lago, en el monte o en Jerusalén–, de ahora en adelante Él estará dondequiera que estén sus discípulos.
         Jesús se refería también a todos nosotros, que tendríamos que vivir en medio de la vida compleja de cada día. Como Amor encarnado que es, habrá pensado: yo quisiera estar siempre con los hombres, quisiera compartir con ellos sus preocupaciones, quisiera aconsejarles, quisiera caminar con ellos por los caminos, entrar en las casas, reavivar su alegría con mi presencia.
         Por eso quiso permanecer con nosotros y hacer que sintiésemos su cercanía, su
fuerza y su amor.
         El Evangelio de Lucas cuenta que después de haberlo visto ascender al cielo, sus discípulos «se volvieron a Jerusalén con gran alegría» (Lc 24, 52). ¿Cómo podía ser? Porque habían experimentado la realidad de esas palabras suyas.
         También nosotros estaremos llenos de alegría si creemos de verdad en la promesa de Jesús:

«Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».

         Estas palabras, las últimas que Jesús dirige a sus discípulos, marcan el final de su vida terrena y, al mismo tiempo, el inicio de la vida de la Iglesia, en la cual está presente de muchos modos: en la Eucaristía, en su Palabra, en sus ministros (los obispos, los sacerdotes), en los pobres, en los pequeños, en los marginados…, en todos los prójimos.
        A nosotros nos gusta subrayar en particular una presencia de Jesús: la que Él mismo nos indicó en este mismo Evangelio, el de Mateo: «Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18, 20). Mediante esta presencia, Él quiere poder establecerse en cualquier lugar.
         Si vivimos lo que Él manda, especialmente su mandamiento nuevo, también podemos experimentar esta presencia suya fuera de las iglesias, en medio de la gente, en los lugares donde la gente vive, por todas partes.
Lo que se nos pide es ese amor mutuo, de servicio, de comprensión, de participación en los dolores, en las ansias y en las alegrías de nuestros hermanos; ese amor que todo lo cubre y que todo lo perdona y que es propio del cristianismo.
         Vivamos así para que todos tengan la oportunidad de encontrarse con Él ya en esta tierra.