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viernes, 16 de marzo de 2018

DEJARNOS GUIAR POR LA SENDA DE DIOS-AMOR


Te ofrezco unos textos que nos ayuden a seguir profundizando y meditando (¡¡y, sobre todo, llevando a la práctica diaria), la Palabra de Vida de marzo («Muéstrame tus caminos, Yahvé, enséñame tus sendas», Sal 25, 4):



DEJARNOS GUIAR POR EL AMOR

      Si sigo a Cristo, ¿dónde me llevará? ¿Dónde terminaré? ¿Qué querrá de mí? ¿Qué hará de mí?  
Quien ama de veras no hace preguntas: sencillamente se deja guiar por el amor.  
Abraham no sabía adónde lo llevaría Dios, no lo supo Moisés, no lo supo Pedro ni Juan ni Santiago ni Andrés… “Ven”. A esta invitación ninguno de ellos le preguntó “¿dónde?”.
Se puede confiar en el ser amado.  
Lo importante no es saber dónde se está yendo, sino con quien se está caminando.  
Al final, el amor te enseñará a superar también el miedo a una dedicación incondicional: el amor es para siempre.”

FABIO CIARDI, Vieni




LOS SENDEROS DEL AMOR LLEVAN A DIOS.

¡Dios es amor! Y solamente por la vía del amor, puedes conocer a Dios. Amor razonable, acompañado por la razón. ¡Pero amor! “Pero, ¿cómo puedo amar lo que no conozco?”; “Ama a los que tienes cerca”. Y ésta es la doctrina de dos Mandamientos: el más importante es amar a Dios, porque Él es amor; pero el segundo es amar al prójimo, pero para llegar al primero tenemos que subir los peldaños del segundo: es decir, a través del amor al prójimo llegamos a conocer Dios, que es amor. Solamente amando razonablemente, pero amando, podemos llegar a este amor.

PAPA FRANCISCO, Homilía diaria Misa en Santa Marta, Radio Vaticana, 8 enero 2015





SER LUZ PARA LOS DEMAS

Aprendemos mucho con la reflexión, con la meditación de la Palabra, pero aprendemos también con el compartir de la vida; es decir, compartiendo las experiencias hechas después de la reflexión.
          El intercambio de las experiencias es una verdadera comunión y ayuda a convertirse en un solo corazón y una sola alma.
          Al poner en común con los otros lo que estoy viviendo, transmito para ellos la luz que recibí, o sea, soy luz para los otros.
          Cuando las experiencias son puestas en común con la debida humildad, edifican e iluminan a todos, además de dar gloria a Dios.
          De hecho, Jesús afirmó eso cuando dijo: “Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean estas buenas obras, y por ello den gloria a vuestro Padre que está en los Cielos” (Mt 6,16).

APOLONIO CARVALHO NASCIMENTO





SABER POSPONER NUESTROS PROGRAMAS PARA AMAR

[...] saber posponerlo todo, despojarse de cualquier pretensión de poder, para asegurar la presencia de Jesús entre vosotros, viviendo como niños por el Reino de Dios. De esta forma, será inevitable que Jesús produzca una pastoral “nueva” y unos sacerdotes “nuevos”: sacerdotes-Cristo por la humanidad, dispuestos a dar la vida por todos. [...]

CHIARA LUBICH, Discurso a la Escuela sacerdotal del Movimiento de los Focolares, Grottaferrata 1966



jueves, 15 de junio de 2017

ENVIADOS SIEMPRE A CONSTRUIR LA UNIDAD

Unos textos (y las experiencias) para reimpulsarnos en vivir concretamente la Palabra del mes de junio («Como el Padre me envió, también yo os envío», Jn 20, 21):
 

:


CONFIAR EN DIOS

 [...] incluso sabiendo que Dios es Amor, a menudo vivimos como estuviéramos solos sobre esta tierra, como si no existiera un Padre que nos ama y nos sigue; que conoce todo de nosotros, ¡cuenta hasta los cabellos de nuestra cabeza!; que todo lo hace concurrir a nuestro bien: lo que de bueno hacemos y las pruebas que pasamos.
Deberíamos poder repetir, como si fueran nuestras, las palabras del y nosotros hemos creído en el amor
evangelista Juan: “…
Creer, en efecto, es sentirse observados y amados por Dios, es saber que cada oración que hagamos, cada palabra, cada movimiento, cada acontecimiento triste o alegre o indiferente, cada enfermedad, todo, todo, todo, desde las cosas que nosotros creemos importantes hasta las más mínimas acciones o pensamientos o sentimientos, todo es observado por Dios. Y si Dios es Amor, la completa confianza en Él, no es más que la lógica consecuencia. Podemos tener entonces aquella confianza que nos lleva a menudo a hablar con Él, a exponerle nuestras cosas, nuestros propósitos, nuestros proyectos. Cada uno de nosotros puede entregarse a su amor, seguro de ser comprendido, confortado, ayudado. [...]

CHIARA LUBICH, Confidare in Dio, Città Nuova 20 septiembre 2004





DESCUBRIR EL BIEN QUE HAY EN EL OTRO

[...] es una invitación apremiante a reconocer lo positivo del otro, al menos porque Cristo dio la vida también por esa persona a la que me darían ganas de juzgar. Es una invitación a escuchar desactivando los mecanismos defensivos, a permanecer abiertos al cambio, a acoger la diversidad con respeto y amor, para llegar a formar una comunidad plural y al mismo tiempo unida. [...]

FABIO CIARDI – Palabra de Vida, Febrero 2015





ANUNCIAR DE MANERA CONVINCENTE

El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia, con su fuerza vivificadora y unificadora: de muchos hace un solo cuerpo, el Cuerpo Místico de Cristo. No cedamos nunca al pesimismo, a esa amargura que el diablo nos presenta cada día; no cedamos al pesimismo y al desaliento: tengamos la firme certeza de que el Espíritu Santo da a la Iglesia, con su poderoso aliento, el valor de perseverar y también el de buscar nuevos métodos de evangelización para llevar el Evangelio hasta el confín de la tierra (cf. Hch 1, 8). La verdad cristiana es atractiva y persuasiva porque responde a la necesidad profunda de la existencia humana, al anunciar de manera convincente que Cristo es el único Salvador de todo el hombre y de todos los hombres. Este anuncio sigue siendo válido hoy como lo fue al inicio del cristianismo, cuando se produjo la primera gran expansión misionera del Evangelio.
Queridos hermanos: ¡Ánimo! La mitad de nosotros nos encontramos ya en edad avanzada: la vejez es –así me gusta decirlo– la sede de la sabiduría de la vida. Los viejos tienen la sabiduría que da el haber caminado en la vida... Y precisamente esa sabiduría les permitió reconocer a Jesús. Trasmitamos esta sabiduría a los jóvenes: como el buen vino, que con el paso de los años se vuelve aún mejor, transmitamos a los jóvenes la sabiduría de la vida.

PAPA FRANCISCO, Discurso al Colegio Cardenalicio, 15 marzo 2013





LA META ES LA UNIDAD

Queréis escrutar el camino que hay que recorrer para alcanzar un “mundo unido”, en la consciencia de que tal “ideal” va haciéndose “historia”. Verdaderamente esta parece la perspectiva que emerge de múltiples signos de los tiempos: la perspectiva de un mundo unido. Es la gran esperanza de los hombres de hoy, la esperanza y, al mismo tiempo el gran desafío del futuro
Hace falta estar atentos a la voz de tales mensajes, ya que la ocasión que Dios nos ofrece no debe ser desperdiciada. Si la meta esperada y buscada por todos los hombres de buena voluntad es la unidad, a todos nos toca, pero especialmente a vosotros jóvenes, abrirnos hacia aquellos sentimientos y aquellas actitudes que pueden promover la progresiva afirmación. A todos, por tanto, se nos pide educar la propia conciencia a sentimientos de respetuosa convivencia, de concordia, de fraternidad, ya que sin ésta no es posible actuar un verdadero camino de unidad y paz.

S. JUAN PABLO II, A los jóvenes reunidos en el Palaeur de Roma para el «Genfest 1990»,
31 marzo 1990




domingo, 16 de abril de 2017

¡FELIZ PASCUA 2017!

¡¡¡Feliz Pascua de Resurrección!!!

Que los siguientes textos (y las experiencias luego) sirvan para esta felicitación a la vez que para reintensificar a la luz de la Pascua la vivencia de la Palabra de este mes («Quédate con nosotros, porque atardece», Lc 24, 29):




“¡VEN, SEÑOR JESÚS!“.

Mirándote a Ti, el Amor,
nuestra vocación, no tendrá temores.
Mientras esperamos tu venida,
construiremos bien esta vida
y, en cuanto comience la otra,
nos lanzaremos en la aventura sin fin.
Tú venciste la muerte.
Y por esta oración
comprendemos que Tú,
desde ahora, la has vencido
también en nosotros, en nuestro corazón.
“¡Ven, Señor Jesús!”, siempre, a todos nosotros.
Y la muerte no existirá; Tú existirás.
El Resucitado existirá. Y esto ya es Pascua.

Os deseamos a todos
una  Pascua  gloriosa  y sin  interrupción,
fecunda, fecundísima para nosotros,
para la Iglesia y para el mundo.

CHIARA LUBICH, Buscando las cosas de arriba, Madrid 1993, pág.138.






LLEVAR LA ALEGRÍA A TODOS.

(…) Hoy día, los cristianos muchas veces no se distinguen precisamente por una alegría especial. En general, visitar una ciudad en la que viven sobre todo cristianos no se diferencia mucho de visitar otra habitada por personas de otras religiones o no creyentes. Esto seguramente no sucedía en los primeros tiempos del cristianismo. Entonces, los cristianos, habían quedado tan fascinados por lo que acababa de suceder, (…)  que exultaban de alegría. “Partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría… alabando a Dios…” (Hch 2, 46-47)
(…) si el israelita alababa a Yahvé por la Ley que Dios le había comunicado a través de Moisés, de tal forma que ahora sabía cómo caminar en la vida, ¿qué himnos elevarían al cielo los primeros cristianos, que, habiendo recibido la misma ley del Cielo, que Cristo había traído a la tierra, o sea, el amor, habían encontrado en ella, en su puesta en práctica, una fuente de alegría? Sí, queridos jóvenes, fue esto lo que encontraron los primeros cristianos: una fuente de alegría. Y la encontraron en el amor. Sin duda alguna eran felices porque Dios vivía con ellos, (…) su alegría no se debía únicamente a causas externas, aun siendo divinas y sublimes. La alegría -esta es la cuestión-, la alegría que experimentaban, era asimismo un don, que sintieron nacer en su corazón cuando empezaron a amar.

CHIARA LUBICH, Discurso en el Jubileo de los jóvenes: la alegría, 12 aprile 1984





JESÚS RESUCITADO, VIVO HOY: NUESTRO ÚNICO BIEN

Es natural reconocer la gratitud, el reconocimiento con un regalo.
¿Cuál será el regalo que hoy te esperas de nosotros? No tienes necesidad de oro, incienso y mirra: nos quieres a nosotros mismos, el regalo de nosotros mismos. Reconocerte como auténtico y único Dios, anteponerte a todo y a todos; único bien, el solo bien, todo el bien: he aquí nuestra adoración y nuestro regalo.

FABIO CIARDI, I Magi: adorazione e dono




martes, 14 de febrero de 2017

CORAZÓN Y ESPÍRITU NUEVOS

¡Febrero tiene menos días, con lo cual hay que concentrar la intensidad en seguir viviendo la Palabra «os daré un corazón nuevo; infundiré en vosotros un espíritu nuevo… un corazón de carne», no de piedra! Te ofrezco para ello unos textos:



VIVIR CON SINCERIDAD

[…] querer el bien del otro significa escucharlo, demostrarle una atención sincera, compartir sus alegrías y sus pruebas, preocuparse de él, acompañarlo en su camino. El otro no es nunca un extraño, sino un hermano, una hermana que es parte de mí, a quien quiero servir. […]

P. FABIO CIARDI, OMI, julio 2016





ACOGER LOS IMPREVISTOS DE LAS MANOS DE DIOS

…Cada día, sucede siempre alguna cosa nueva. (…)
Cada día, sin excluir ninguno, uno o más imprevistos se introducen en nuestro programa e incluso pueden destrozarlo parcial o totalmente.
¿Y entonces, qué? Entonces, si estamos atentos, de verdad, a la voz del Espíritu en nuestro interior, sabremos acoger también con amor aquella noticia, aquella circunstancia, aquel encuentro, aquel suceso.
Si, en cambio, no estamos demasiado atentos a la voz del Espíritu, nos quedamos apegados a nuestros programas y no sabemos hacer morir nuestra voluntad en la de Dios. Y, en ese momento, la luz del Resucitado se apaga en nosotros, y, con su luz, también Su Voz.
¿Y, entonces? El amor a Jesús [Crucificado y] Abandonado, que es también la oscuridad, el silencio, la confusión de voces, hace despuntar en nosotros la luz y hace que volvamos a sentir Su Voz.
Sólo creciendo en el amor a Jesús Abandonado, la voz de Dios se hace cada vez más clara en nuestro interior. Entonces, la escuchamos y esa voz nos mueve en nuestro actuar. Es lo que he tratado de expresar en la meditación: El tiempo se me escapa veloz, acepta mi vida Señor. Te tengo en el corazón, es el tesoro que ha de impulsar mis movimientos…, eso es, yo debo ser movida por tu voz dentro de mí. Y así, que el toque de mi mano sea tuyo, sólo tuyo el acento de mi voz…
Es como estar regulados desde dentro. Pero hace falta que esa voz se haga más fuerte, y su altavoz es Jesús en medio. ¿Es realmente Él quien te hace sentir lo que es de Dios y lo que no es de Dios?

CHIARA LUBICH, Conexión (multiconferencia) 2 enero 1986





CUARESMA: CAMINO HACIA LA PASCUA

“La Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: el cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor. Jesús es el amigo fiel que nunca nos abandona, porque incluso cuando pecamos espera pacientemente que volvamos a él y, con esta espera, manifiesta su voluntad de perdonar.
La Cuaresma es un tiempo propicio para intensificar la vida del espíritu... En la base de todo está la Palabra de Dios, que en este tiempo se nos invita a escuchar y a meditar con mayor frecuencia…”

PAPA FRANCISCO, (Inicio del) Mensaje para la Cuaresma 2017
(si quieres el texto entero, dime y te lo mando).



DÍA DE LA PALABRA

…Sería oportuno que cada comunidad, en un domingo del Año litúrgico, renovase su compromiso en favor de la difusión, el conocimiento y la profundización de la Sagrada Escritura: un domingo dedicado enteramente a la Palabra de Dios para comprender la inagotable riqueza que proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo. Habría que enriquecer ese momento con iniciativas creativas, que animen a los creyentes a ser instrumentos vivos de la transmisión de la Palabra...

PAPA FRANCISCO, Carta Apostólica Misericordia et misera, n. 7




miércoles, 1 de febrero de 2017

CORAZÓN DE CARNE, NO DE PIEDRA

PALABRA DE VIDA                   febrero 2017

«Os daré un corazón nuevo;
infundiré en vosotros un espíritu nuevo»
(Ez 36, 26)

El corazón remite a los afectos, a los sentimientos, a las pasiones. Pero para el autor bíblico es mucho más: junto con el espíritu, es el centro de la vida y de la persona, el lugar de las decisiones, de la interioridad y de la vida espiritual. Un corazón de carne es dócil a la Palabra de Dios, se deja guiar por ella y formula «pensamientos de paz» hacia los hermanos. Un corazón de piedra está cerrado en sí mismo, incapaz de escuchar y de tener misericordia.
¿Necesitamos un corazón nuevo y un espíritu nuevo? No hay más que mirar a nuestro alrededor. La violencia, la corrupción, las guerras nacen de corazones de piedra que se han cerrado al proyecto de Dios sobre su creación. Incluso si miramos dentro de nosotros con sinceridad, ¿no nos sentimos movidos muchas veces por deseos egoístas? ¿Es efectivamente el amor el que guía nuestras decisiones; es el bien del otro?
Observando esta pobre humanidad nuestra, Dios se compadece. Él, que nos conoce mejor que nosotros mismos, sabe que necesitamos un corazón nuevo. Así se lo promete al profeta Ezequiel, pensando no solo en las personas individualmente, sino en todo su pueblo. El sueño de Dios es recomponer una gran familia de pueblos como la concibió desde los orígenes, modelada por la ley del amor recíproco. Nuestra historia ha mostrado en muchas ocasiones, por un lado, que solos somos incapaces de cumplir su proyecto; y por otro, que Dios nunca se cansa de volver a apostar por nosotros e incluso promete darnos Él mismo un corazón y un espíritu nuevos.
Él cumple plenamente su promesa cuando manda a su Hijo a la tierra y envía su Espíritu en el día de Pentecostés. De ahí nace una comunidad –la de los primeros cristianos de Jerusalén– que es icono de una humanidad caracterizada por «un solo corazón y una sola alma» (Hch 4, 32).
También yo, que escribo este comentario, y tú, que lo lees o lo escuchas, estamos llamados a formar parte de esta nueva humanidad. Es más, estamos llamados a formarla a nuestro alrededor, a hacerla presente en nuestra vida y en nuestro trabajo. Fíjate qué gran misión se nos encomienda y cuánta confianza pone Dios en nosotros. En lugar de deprimirnos ante una sociedad que muchas veces nos parece corrupta, en lugar de resignarnos ante males que nos sobrepasan y encerrarnos en la indiferencia, dilatemos el corazón «a la medida del Corazón de Jesús. ¡Cuánto trabajo! Pero es lo único necesario. Hecho esto, está hecho todo». Es una invitación de Chiara Lubich, que dice a continuación: «Se trata de amar a cada uno que se nos acerca como Dios lo ama. Y dado que estamos sujetos al tiempo, amemos al prójimo uno por uno, sin conservar en el corazón ningún resto de afecto por el hermano con el que acabamos de estar».
No confiemos en nuestras fuerzas y capacidades, inapropiadas, sino en el don que Dios nos hace:
«Os daré un corazón nuevo; infundiré en vosotros un espíritu nuevo».
Si permanecemos dóciles a la invitación de amar a cada uno, si nos dejamos guiar por la voz del Espíritu en nosotros, nos convertimos en células de una humanidad nueva, artesanos de un mundo nuevo en medio de la gran variedad de pueblos y culturas.





N.B.: Aquí puedes encontrar también la Palabra de Vida 
 y en MP3 para escuchar en el móvil.


en más de 30 idiomas.


sábado, 31 de diciembre de 2016

FELIZ AÑO NUEVO 2017

¡ FELIZ AÑO NUEVO 2017 !


deseo a ti y a los tuyos
que tengáis una muy buena salida y entrada de año
y un próspero 2017
colmado de la bendición del Señor:


“Al comienzo de este nuevo año
formulo mis más sinceros deseos de paz
para los pueblos y para las naciones del mundo…
Deseo la paz a cada hombre, mujer, niño y niña,
a la vez que rezo
para que la imagen y semejanza de Dios en cada persona
nos permita reconocernos unos a otros
como dones sagrados
dotados de una inmensa dignidad.
Especialmente en las situaciones de conflicto,
respetemos su «dignidad más profunda»
y hagamos de la no violencia activa
nuestro estilo de vida…”

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA CELEBRACIÓN DE LA XLVII JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ 1 DE ENERO DE 2017

LA NO VIOLENCIA: UN ESTILO DE POLÍTICA PARA LA PAZ



PALABRA DE VIDA                                        enero 2017 

«Porque el amor de Cristo nos apremia»
(2 Co 14)

«Ayer fui a cenar fuera con mi madre y una amiga suya. Pedí como guarnición un plato de guisantes, que decidí dejarme para comerme el postre, que me apetecía más. Pero mamá dijo que no. Estaba a punto de ponerme de morros, pero recordé que Jesús estaba justo al lado de mamá, así que me puse a sonreír».
«Hoy he vuelto a casa cansado y, mientras veía la tele, mi hermano me ha quitado el mando de las manos. Me he enfadado mucho, pero luego me he calmado y le he dejado ver la tele».
«Hoy mi padre me ha dicho una cosa y yo le he respondido mal. Le he mirado y he visto que no estaba contento. Entonces le he pedido perdón y él me ha perdonado».
Son experiencias de la Palabra de vida contadas por niños de 5º de Primaria de un colegio de Roma. Puede que no haya una relación directa entre esas experiencias y la Palabra que vivían en ese momento, pero este es precisamente el fruto de vivir el Evangelio: que incita a amar. Independientemente de la Palabra que nos propongamos vivir, los efectos son siempre los mismos: nos cambia la vida, nos pone en el corazón el acicate a estar atentos a las necesidades del otro, hace que nos pongamos al servicio de los hermanos y las hermanas. No puede ser de otro modo: acoger y vivir la Palabra hace que nazca en nosotros Jesús y nos lleva a actuar como Él. Es lo que deja entender Pablo cuando escribe a los corintios.
Lo que apremiaba al apóstol a anunciar el Evangelio y a trabajar por la unidad de sus comunidades era la profunda experiencia que había hecho con Jesús. Se había sentido amado y salvado por Él; había penetrado tanto en su vida, que nada ni nadie podría separarlo nunca de Él; ya no vivía Pablo, porque Jesús vivía en él. Pensar que el Señor lo había amado hasta dar la vida lo volvía loco, no lo dejaba tranquilo, y lo incitaba con una fuerza irresistible a hacer lo mismo con el mismo amor.
¿Nos apremia también a nosotros el amor de Cristo con la misma vehemencia?
Si de verdad hemos experimentado su amor, no podemos dejar de amar a nuestra vez y entrar con valentía donde hay división, conflicto u odio para llevar concordia, paz y unidad. El amor nos permite proyectar el corazón por encima del obstáculo para ponernos en contacto directo con las personas, comprenderlas, compartir con ellas y buscar juntos la solución. No se trata de algo optativo. La unidad hay que conseguirla a toda costa, sin dejarnos frenar por una falsa prudencia, por dificultades o posibles enfrentamientos.
Esto se demuestra especialmente urgente en el campo ecuménico. Esta Palabra ha sido elegida en este mes en que se celebra la «Semana de oración por la unidad de los cristianos» de distintas Iglesias y comunidades, para que nos sintamos todos estimulados por el amor de Cristo a ir los unos hacia los otros y así recomponer la unidad.
Afirmaba Chiara Lubich el 23 de junio de 1997 en la apertura de la II Asamblea Ecuménica Europea en Graz (Austria): «Será un auténtico cristiano de la reconciliación solo quien sepa amar a los demás con la misma caridad de Dios, esa caridad que nos hace ver a Cristo en cada uno, que está destinada a todos –Jesús murió por todo el género humano–, que toma siempre la iniciativa, que es el primero en amar; esa caridad que lleva a amar a todos como a uno mismo, que nos hace uno con los hermanos y las hermanas en los dolores y en las ale­grías. Y también las Iglesias deberían amar con este amor».
Vivamos también nosotros la radicalidad del amor con la sencillez y la seriedad de los niños de ese colegio de Roma.





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jueves, 1 de diciembre de 2016

SOLO DIOS SALVA

PALABRA DE VIDA                        diciembre 2016


«Dios viene… y os salvará»
(Is 35, 4)

El verbo está en presente: Él viene. Es una certeza de ahora. No tenemos que esperar a mañana o al final de los tiempos, o a la otra vida. Dios actúa inmediatamente; el amor no admite dilación o demora. El profeta Isaías se dirige a un pueblo que esperaba con ansia el final del exilio y el regreso a la patria. En estos días de espera de la Navidad, no podemos dejar de recordar que a María se le hizo una promesa semejante: «El Señor está contigo» (Lc 1, 28); el ángel le anunciaba el nacimiento del Salvador.
No viene para una visita cualquiera. Su intervención es decisiva, de la máxima importancia: ¡viene a salvarnos! ¿De qué? ¿Estamos en grave peligro? Sí. A veces somos conscientes de ello y a veces no nos damos cuenta. Dios interviene porque ve el egoísmo, la indiferencia hacia quienes sufren y están necesitados, el odio, las divisiones. El corazón de la humanidad está enfermo. Él viene lleno de compasión por su criatura; no quiere que se pierda.
¡Nos tiende la mano como a un náufrago que se está ahogando! Por desgracia, en estos tiempos tenemos siempre ante los ojos esta imagen, que se repite cada día con los refugiados intentando cruzar nuestros mares, y vemos con cuánta presteza se aferran a la mano tendida, al chaleco salvavidas. También nosotros, en todo momento, podemos aferrar la mano tendida de Dios y seguirlo con confianza. Él no solo nos cura el corazón de un replegarnos en nosotros mismos que nos cierra a los demás, sino que además nos hace capaces de ayudar a quienes están necesitados, tristes o pasando una prueba.
Escribía Chiara Lubich: «Ciertamente no es el Jesús histórico o Jesús como Cabeza del Cuerpo místico quien resuelve los problemas. Lo hace Jesús-nosotros, Jesús-yo, Jesús-tú… Es Jesús en la persona, en esa persona determinada –cuando su gracia está en ella–, quien construye un puente o abre un camino… […] Todo ser humano, como otro Cristo, como miembro de su Cuerpo místico, da su propia aportación en todos los campos: en la ciencia, en el arte, en la política, en la comunicación, etc.». De ese modo el hombre es cocreador y corredentor con Cristo. «Así la encarnación continúa, la encarnación completa, que atañe a todos los Jesús del Cuerpo místico de Cristo».
Precisamente eso le sucedió a Roberto, un exrecluso que encontró a alguien que lo «salvó» y se transformó a su vez en «salvador». Contó su experiencia ante el papa el 24 de abril, cuando intervino en la Mariápolis de Villa Borghese, en Roma. «Al final de un largo encarcelamiento quería comenzar una nueva vida, pero, como se sabe, aunque hayas cumplido tu pena, para la gente sigues siendo un tipo poco recomendable. Estaba buscando trabajo y se me cerraban todas las puertas. Tuve que pedir por la calle, y durante siete meses ejercí de mendigo. Hasta que me encontré con Alfonso, quien, mediante la asociación creada por él, ayuda a las familias de los presos. “Si quieres volver a empezar –me dijo–, ven conmigo”. Ahora, desde hace un año, ayudo a preparar los paquetes de la compra para las familias de presos que vamos a visitar. Para mí es una gracia inmensa, porque en estas familias me veo a mí mismo. Veo la dignidad de esas mujeres solas con hijos pequeños, que viven en situaciones desesperadas, que esperan que alguien vaya a llevarles un poco de consuelo, un poco de amor. Dándome, he recuperado mi dignidad de ser humano; mi vida tiene sentido. Tengo una fuerza añadida porque tengo a Dios en el corazón; me siento amado».




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sábado, 1 de octubre de 2016

PERDONAR DA LIBERTAD

PALABRA DE VIDA                                             octubre 2016

«Perdona a tu prójimo el agravio,
y, en cuanto lo pidas, te serán perdonados tus pecados»
(Si 28, 2)

En una sociedad violenta como esta en que vivimos, el perdón es un tema difícil de afrontar. ¿Cómo se puede perdonar a quien ha destruido una familia, a quien ha cometido crímenes inenarrables o, más sencillamente, a quien nos ha herido en cuestiones personales, arruinando nuestra carrera o traicionando nuestra confianza?
El primer impulso instintivo es la venganza, devolver mal por mal, desencadenando una espiral de odio y agresividad que embrutece a la sociedad. O interrumpir toda relación, guardar rencor y ojeriza, en una actitud que amarga la vida y envenena las relaciones.
La Palabra de Dios irrumpe con fuerza en las más variadas situaciones de conflicto y propone sin medias tintas la solución más difícil y valiente: perdonar.
Esta vez la invitación nos llega de un sabio del antiguo pueblo de Israel, Ben Sira, que muestra lo absurdo que es pedir perdón a Dios y no saber perdonar. «¿A quién perdona [Dios] los pecados? –leemos en un antiguo texto de la tradición hebraica–. A quien sabe perdonar a su vez». Es lo que nos enseñó el propio Jesús en la oración que dirigimos al Padre: «Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden» (cf. Mt 6, 12).
También nosotros nos equivocamos, y cuando ocurre ¡nos gustaría que nos perdonasen!
Suplicamos y esperamos que se nos dé de nuevo la posibilidad de volver a empezar, que vuelvan a confiar en nosotros. Si a nosotros nos ocurre eso, ¿no les ocurrirá lo mismo a los demás? ¿No debemos amar al prójimo como a nosotros mismos?
Chiara Lubich, que sigue inspirando nuestra comprensión de la Palabra, comenta así la invitación a perdonar: «no es olvidar, que en muchos casos significa no querer mirar de frente la realidad; el perdón no es debilidad, es decir, no tener en cuenta un error por miedo a quien lo ha cometido, que es más fuerte. El perdón no consiste en afirmar que lo que es grave no tiene importancia, o que está bien lo que está mal. El perdón no es indiferencia. El perdón es un acto de voluntad y de lucidez –por tanto, de libertad– que consiste en acoger al hermano tal como es a pesar del mal que nos ha hecho, como Dios nos acoge siendo pecadores a pesar de nuestros defectos. El perdón consiste en no responder a la ofensa con la ofensa, sino en hacer lo que dice Pablo: “No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien” (Rm 12, 21). El perdón consiste en abrir a quien te hace daño la posibilidad de una nueva relación contigo, es decir, la posibilidad para él y para ti de volver a empezar la vida, de tener un futuro en que el mal no tenga la última palabra».
La Palabra de vida nos ayudará a resistir a la tentación de responder igual, de devolver el mal inmediatamente. Nos ayudará a ver con ojos nuevos a quien es nuestro «enemigo», reconociendo en él a un hermano, aunque sea malo, que necesita alguien que lo ame y lo ayude a cambiar. Será nuestra «venganza de amor».
«Dirás: “Pero es difícil–prosigue Chiara en su comentario–. Está claro. Pero ahí está la belleza del cristianismo. No en vano sigues a un Dios que, al apagarse en la cruz, pidió perdón a su Padre por quienes le habían dado muerte. Ánimo. Comienza una vida así. Te aseguro una paz inusitada y una alegría desconocida».



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jueves, 1 de septiembre de 2016

SER DE CRISTO

PALABRA DE VIDA                             Septiembre 2016

«Todo es vuestro;
y vosotros de Cristo
y Cristo de Dios»
(1 Co 3, 22-23)

Estamos en la comunidad de los cristianos de Corinto, muy dinámica, llena de iniciativa, animada desde dentro por grupos vinculados a diferentes líderes carismáticos. De ahí las tensiones entre personas y grupos, divisiones, culto a la personalidad, deseo de sobresalir. Pablo interviene con decisión
recordando a todos que, en la riqueza y en la variedad de dones y líderes que la comunidad posee, hay algo mucho más profundo que los vincula en unidad: la pertenencia a Dios.

Una vez más resuena el gran anuncio cristiano: Dios está con nosotros, y nosotros no estamos sin rumbo, abandonados a nuestra suerte, no somos huérfanos; somos hijos suyos, somos suyos. Como un verdadero padre, Él se preocupa de cada uno sin dejar que nos falte nada de lo necesario para nuestro bien. Incluso es sobreabundante en el amor y en sus dones: «Todo es vuestro –como afirma Pablo–: el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro, todo es vuestro». Nos ha dado incluso a su Hijo, Jesús.

¡Qué inmensa confianza por parte de Dios en poner todo en nuestras manos! Y sin embargo, cuántas veces hemos abusado de sus dones: nos hemos creído dueños de la creación hasta saquearla y arruinarla; dueños de nuestros hermanos y hermanas hasta esclavizarlos y masacrarlos; dueños de nuestras vidas hasta malgastarlas a base de narcisismo y degradación.

El don inmenso de Dios –«Todo es vuestro»– requiere gratitud. Con frecuencia nos lamentamos por lo que no tenemos o nos dirigimos a Dios solo para pedir. ¿Por qué no mirar a nuestro alrededor y descubrir el bien y la belleza que nos rodean? ¿Por qué no dar las gracias a Dios por todo lo que nos da cada día?

«Todo es vuestro» es también una responsabilidad. Reclama nuestros desvelos, ternura y cuidado por todo lo que se nos encomienda: el mundo entero y cada ser humano; el mismo cuidado que Jesús tiene con nosotros («vosotros sois de Cristo»), el mismo que el Padre tiene por Jesús («Cristo es de Dios»).

Deberíamos saber gozar con quien está en la alegría y llorar con quien está en el llanto, dispuestos a recoger cualquier lamento, división, dolor o violencia como algo que nos pertenece, y compartirlo hasta transformarlo en amor. Todo se nos da para que lo llevemos a Cristo, o sea, a la plenitud de vida, y a Dios, o sea, a su meta final, devolviendo a cada cosa y a cada persona su dignidad y su significado más profundo.

Un día, en el verano de 1949, Chiara Lubich percibió una unidad tan grande con Cristo que se sintió unida a Él como una esposa a su Esposo. Entonces se le ocurrió pensar en la dote que debería llevar como regalo, y comprendió que debía ser ¡toda la creación! Por su parte, Él le daría en herencia todo el Paraíso. Recordó entonces las palabras del salmo: «Pídeme, y te daré en herencia las naciones, en propiedad los confines de la tierra» (Sal 2, 8). «Creímos y pedimos, y nos dio todo para llevárselo a Él, y Él nos dará el Cielo: nosotros la creación, Él lo Increado».

Hacia el final de su vida, hablando del Movimiento al que había dado vida y en el cual se veía a sí misma, Chiara Lubich escribió: «Y ¿cuál es mi último deseo ahora y para ahora? Quisiera que la Obra de María [el Movimiento de los Focolares], al final de los tiempos, cuando, compacta, esté a la espera de comparecer ante Jesús abandonado-resucitado, pueda repetirle –suscribiendo las palabras que siempre me conmueven del teólogo belga Jacques Leclercq: “...En tu día, Dios mío, yo iré hacia ti… Iré hacia ti, Dios mío […] y con mi sueño más loco: llevarte el mundo entre los brazos»[1].





[1] C. Lubich, El grito, Ciudad Nueva, Madrid 2000, 20022, pp. 137-138. Cf. también ed. en catalán: El crit, Madrid 2010, pp. 152-153.




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