PALABRA DE
VIDA diciembre 2016
«Dios viene… y
os salvará»
(Is 35, 4)
El verbo está
en presente: Él
viene. Es una certeza de ahora. No tenemos que esperar a mañana o al
final de los tiempos, o a la otra vida. Dios actúa inmediatamente; el amor no admite
dilación o demora. El profeta Isaías se dirige a un pueblo que esperaba con
ansia el final del exilio y el regreso a la patria. En estos días de espera de
la Navidad, no podemos dejar de recordar que a María se le hizo una promesa
semejante: «El Señor está contigo» (Lc 1, 28); el ángel le anunciaba el
nacimiento del Salvador.
No viene para una
visita cualquiera. Su intervención es decisiva, de la máxima importancia: ¡viene a
salvarnos! ¿De qué? ¿Estamos en grave peligro? Sí. A veces somos
conscientes de ello y a veces no nos damos cuenta. Dios interviene porque ve el
egoísmo, la indiferencia hacia quienes sufren y están necesitados, el odio, las
divisiones. El
corazón de la humanidad está enfermo. Él viene lleno de compasión
por su criatura; no quiere que se pierda.
¡Nos tiende la mano
como a un náufrago que se está ahogando! Por desgracia, en estos tiempos tenemos siempre ante
los ojos esta imagen, que se repite cada día con los refugiados intentando
cruzar nuestros mares, y vemos con cuánta presteza se aferran a la mano
tendida, al chaleco salvavidas. También nosotros, en todo momento, podemos
aferrar la mano tendida de Dios y seguirlo con confianza. Él no solo nos cura el corazón de un replegarnos en nosotros mismos que nos
cierra a los demás, sino que además nos hace capaces de ayudar a
quienes están necesitados, tristes o pasando una prueba.
Escribía Chiara
Lubich: «Ciertamente no es el Jesús
histórico o Jesús como Cabeza del Cuerpo místico quien resuelve los problemas. Lo
hace Jesús-nosotros, Jesús-yo, Jesús-tú… Es Jesús en la persona, en esa persona
determinada –cuando su gracia está en ella–, quien construye un puente o abre
un camino… […] Todo
ser humano, como otro Cristo, como miembro de su Cuerpo
místico, da
su propia aportación en todos los
campos: en la ciencia, en el arte, en la política, en la comunicación, etc.». De ese modo el
hombre es cocreador y corredentor con Cristo. «Así la encarnación continúa, la encarnación completa, que atañe a
todos los Jesús del Cuerpo místico de Cristo».
Precisamente
eso le sucedió a Roberto, un exrecluso que
encontró a alguien que lo «salvó» y se transformó a su vez en «salvador». Contó
su experiencia ante el papa el 24 de abril, cuando intervino en la Mariápolis
de Villa Borghese, en Roma. «Al final de
un largo encarcelamiento quería comenzar una
nueva vida, pero, como se sabe, aunque hayas cumplido tu pena, para la gente
sigues siendo un tipo poco recomendable. Estaba buscando trabajo y se me
cerraban todas las puertas. Tuve que pedir por la calle, y durante siete meses
ejercí de mendigo. Hasta que me encontré con Alfonso, quien, mediante la
asociación creada por él, ayuda a las familias de los presos. “Si quieres
volver a empezar –me dijo–, ven conmigo”. Ahora, desde hace un año, ayudo a preparar los paquetes de la compra
para las familias de presos que vamos a visitar. Para mí es una gracia inmensa,
porque en estas familias me veo a mí mismo. Veo la dignidad de esas mujeres
solas con hijos pequeños, que viven en situaciones desesperadas, que esperan
que alguien vaya a llevarles un poco de consuelo, un poco de amor. Dándome, he
recuperado mi dignidad de ser humano; mi vida tiene sentido. Tengo una
fuerza añadida porque tengo a Dios en el corazón; me siento amado…».
N.B.: Aquí puedes
encontrar también la Palabra de Vida
y en
MP3 para escuchar en el móvil.
Palabra de Vida AQUÍ en presentación Power Point
en más de 30 idiomas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario