miércoles, 31 de diciembre de 2025

¡¡ FELIZ 2026 !!


deseo a ti y a los tuyos

que tengáis una muy buena salida y entrada de año

y un próspero 2026

colmado de la bendición del Señor:

 

«…ver la luz y creer en ella

es necesario para no hundirse en la oscuridad.

Se trata de una exigencia

que los discípulos de Jesús

están llamados a vivir de modo único y privilegiado,

pero que, por muchos caminos,

sabe abrirse paso en el corazón de cada ser humano.

La paz existe, quiere habitar en nosotros,

tiene el suave poder de iluminar y ensanchar la inteligencia,

resiste a la violencia y la vence.

La paz tiene el aliento de lo eterno;

mientras al mal se le grita “basta”,

a la paz se le susurra “para siempre”.

En este horizonte nos ha introducido el Resucitado.

Con este presentimiento viven los que trabajan por la paz…

San Agustín exhortaba a los cristianos

a entablar una amistad indisoluble con la paz,

para que, custodiándola en lo más íntimo de su espíritu,

pudieran irradiar en torno a sí su luminoso calor…

Ya sea que tengamos el don de la fe,

o que nos parezca que no lo tenemos,

queridos hermanos y hermanas, ¡abrámonos a la paz!

Acojámosla y reconozcámosla,

en vez de considerarla lejana e imposible.

Antes de ser una meta, la paz es una presencia y un camino.

Aunque sea combatida dentro y fuera de nosotros,

como una pequeña llama amenazada por la tormenta…

La bondad es desarmante.

Quizás por eso Dios se hizo niño.

El misterio de la Encarnación,

que tiene su punto de mayor abajamiento en el descenso a los infiernos,

comienza en el vientre de una joven madre

y se manifiesta en el pesebre de Belén.

«Paz en la tierra» cantan los ángeles,

anunciando la presencia de un Dios sin defensas,

del que la humanidad puede descubrirse amada solo cuidándolo (cf. Lc 2,13-14).

Nada tiene la capacidad de cambiarnos tanto como un hijo.

Y quizá es precisamente el pensar en nuestros hijos,

en los niños y también en los que son frágiles como ellos,

lo que nos conmueve profundamente (cf. Hch 2,37).

Un servicio fundamental

que las religiones deben prestar a la humanidad que sufre

es vigilar el creciente intento de transformar

incluso los pensamientos y las palabras en armas.

Las grandes tradiciones espirituales,

así como el recto uso de la razón,

nos llevan a ir más allá de los lazos de sangre o étnicos,

más allá de las fraternidades que sólo reconocen al que es semejante

y rechazan al que es diferente…».

 

MENSAJE DEL SANTO PADRE LEÓN XIV

para la celebración de la LIX Jornada Mundial de Oración por la Paz 1 enero 2026

UNA PAZ DESARMADA Y DESARMANTE




 

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