martes, 15 de septiembre de 2015

MISERICORDIA: SEGUNDO NOMBRE DEL AMOR

Te ofrezco unos textos que nos ayuden a meditar y vivir mejor la Palabra de vida que estamos tratando de poner en práctica durante todo septiembre: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mc 12, 31): 


AMOR DESINTERESADO

…el que ama no evita solamente el mal. El que ama se abre a los demás, quiere el bien, lo hace, se da: llega a dar la vida por el que ama.
Por esto, S. Pablo escribe que en el amor al prójimo no sólo se observa la ley, sino que se tiene "la plenitud" de la ley: "Toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: amarás a tu prójimo como a ti mismo".
Si toda la ley está en el amor al prójimo, es necesario ver los demás mandamientos como medios para iluminarlo y guiarnos para saber encontrar, en las intrincadas situaciones de la vida, el camino para amar a los demás; es necesario saber leer en los otros mandamientos la intención de Dios, su voluntad.
Él quiere que seamos obedientes, castos, mansos, mortificados, misericordiosos, pobres... para realizar mejor el mandamiento de la caridad.
Nos podríamos preguntar: ¿Por qué el Apóstol no habla del amor a Dios?
El hecho es que el amor a Dios y al prójimo no se contraponen. El amor al prójimo es más bien expresión del otro, del amor a Dios. Amar a Dios, en efecto, significa hacer su voluntad. Y su voluntad es que amemos al prójimo.
¿Cómo poner en práctica esta Palabra? Está claro: amando al prójimo; amándolo verdaderamente. Y eso significa: donación, donación desinteresada.
No ama el que instrumentaliza al prójimo para sus propios fines, aunque sean los más espirituales, como puede ser la propia santificación. Es necesario amar al prójimo, no a nosotros mismos. Pero es indudable que el que ama así, se hará santo de verdad; será "perfecto como el Padre" porque ha realizado lo mejor que podía hacer: ha comprendido de lleno la voluntad de Dios, la ha puesto en práctica: ha cumplido plenamente la ley.
¿Acaso no se nos examinará al final de la vida únicamente de este amor?

Chiara Lubich, Comentario a Ga 5, 14, junio 1983




SER HUMILDES

[...] Era enero de 1944, y, en torno a Chiara, había solo un pequeño grupo de chicas: cuatro o cinco. Un sacerdote fue a llevar la Comunión a casa de una de ellas, que estaba enferma. También Chiara estaba allí. El sacerdote les preguntó: « ¿Sabéis decirme cuándo Jesús sufrió más?». Ellas respondieron, de acuerdo con lo que se pensaba en aquel tiempo: «En el huerto de los olivos». Él dijo: «No, Jesús sufrió más en la cruz, cuando gritó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”».[...]
[...] Sí, por aquel dolor, por aquel grito, por aquella muerte, se había producido la redención del género humano, la reunificación de los hombres con Dios y entre sí. Y, precisamente por eso, Jesús abandonado era también el modelo de una santidad que se había de buscar y vivir juntos, porque es modelo de aquel amor y de aquellas virtudes, vividas
heroicamente, que sirven para generar la unidad: un amor sin límites, una pobreza y una obediencia total, una humildad abismal

ENZO MARIA FONDI – L’abbandono di Gesù: Scoperta vitale




MISERICORDIA CON LOS REFUGIADOS

Queridos hermanos y hermanas: La Misericordia de Dios se reconoce a través de nuestras obras, como nos ha testimoniado la vida de la beata Madre Teresa de Calcuta, de la que ayer hemos recordado el aniversario… Ante la tragedia de decenas de miles de refugiados que huyen de la muerte por la guerra y el hambre, y están en camino hacia una esperanza de vida, el Evangelio nos llama a ser «prójimos» de los más pequeños y abandonados. A darles una esperanza concreta. No vale decir sólo: «¡Ánimo, paciencia!...». La esperanza cristiana es combativa, con la tenacidad de quien va hacia una meta segura.
Por lo tanto, ante la proximidad del Jubileo de la misericordia, hago un llamamiento a las parroquias, a las comunidades religiosas,
a los monasterios y a los santuarios de toda Europa para que expresen la realidad concreta del Evangelio y acojan a una familia de refugiados. Un gesto preciso en preparación del Año santo de la misericordia… recordando que Misericordia es el segundo nombre del Amor: «En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40).

PAPA FRANCISCO, Ángelus, domingo 6 septiembre 2015



LO QUE VALE MÁS
Para Jesús, el amor al prójimo, aun antes de ser una doctrina, es una nueva fuerza, es la misma vida divina que con Él viene a la tierra para transformar el mundo. Y en este aspecto se puede muy bien decir que el amor al prójimo nace con Jesús: "Amar (a Dios) con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios".
para comprender el amor al prójimo en toda su radicalidad, será necesario mirar a Jesús, a su persona. Con su enseñanza y su ejemplo Él lleva a su ambiente una verdadera revolución.
Antes que nada, Jesús ama a todos sin distinción. Ama hasta el punto que se caigan todas las barreras que separaban las clases sociales. Integra, por ejemplo, en la comunidad que está fundando, a los pobres, a los enfermos, a los pequeños, a los sencillos, a los pecadores, en una palabra a las personas de todas las categorías que la mentalidad del tiempo había marginado. De hecho, no hay nada más opuesto a su evangelio que considerarse superior y excluir a los demás.
Luego, Jesús se da del todo a todos. A las personas que encuentra les da toda la riqueza de su mente, de su corazón, su poder de realizar curaciones: ama a cada prójimo como a sí mismo.
Luego, Jesús, no se cansa de enseñar que compartir los propios bienes con los pobres, el aceptar y el escuchar al otro, el ayudar al prójimo que Dios nos pone al lado, son los sacrificios que honran a Dios y que Él espera de nosotros. Basta recordar, por ejemplo, la parábola del buen samaritano…
Por lo tanto, Jesús trae un cambio de mentalidad. Si antes el centro de toda la vida religiosa la constituían el templo y las prácticas rituales, ahora lo constituye el prójimo y el servicio que se le presta. Nosotros estamos seguros que amamos a Dios si amamos a nuestro prójimo, con el cual Jesús se identificó. Él dijo: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis".
… nos dice, por tanto, dos cosas: antes que nada, amar al prójimo "como a nosotros mismos".
Si nosotros permanecemos indiferentes o resignados ante las necesidades del prójimo, en el plano de los bienes materiales o en el de los bienes espirituales, no podemos decir que le amamos como Jesús le ama. En una comunidad, que quiere inspirarse en el amor que Jesús nos enseñó, no puede haber sitio para las desigualdades, los desniveles, las marginaciones, las desidias.
… nos dice que estamos seguros que amamos a Dios si amamos a los hermanos. Amar a Dios, de hecho, es sinónimo de hacer su voluntad. Pero su voluntad se concentra en el amor al prójimo.
Este amor nos impulsa ante todo, a servir a los hermanos en los lugares donde se desenvuelve su vida normal (la familia, la fábrica, la oficina, las reuniones, etc.). Mientras veamos en nuestro prójimo a un extraño, al que nos quita la tranquilidad, al que desbarata nuestros proyectos, no podremos decir que amamos a Dios con todo nuestro corazón. En cambio, cada vez que nos esforzamos en vencer nuestro egoísmo aceptando a nuestro prójimo tal como es, con su carácter, con sus necesidades y exigencias, ofrecemos a Dios el sacrificio más bello que se pueda imaginar. Estos son los actos que nos llevan a la comunión directa con Él…

Chiara Lubich, Comentario a Mc 12, 31-33, noviembre 1985



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