VIDA DE LA PALABRA últimas semanas de SEPTIEMBRE
Alguna de mis
EXPERIENCIAS tratando de
llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de septiembre («Confortaos mutuamente y edificaos los unos a los otros», 1 Ts 5, 11) y la de agosto («Porque
donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón», Lc 12, 34):
1.- En el hospital procuro
saludar a todo el mundo que encuentro. Con los que ya me van conociendo, cruzo
unas breves palabras (solo unos instantes y tratando de no distraerles de su
tarea).
El otro día saludo a
una médico. Me fijo en su cara: algo le pasa. Pregunto: “¡no, nada!”. Vuelvo a
preguntar y entonces se “derrumba” y me cuenta: le propongo rezar nueve días al
Señor, por intercesión de Luminosa. El primero que se acuerda, manda un
whatsapp al otro y en cuanto puede, hace también la oración de la estampa de
Luminosa. Ligera mejoría… y… ¡empezamos otros nueve días!
1b.- Poco después, percibo que otra
médico tiene cara de circunstancias. Tras repetir el saludo “¿qué tal estás?”,
le ofrezco hablar o que me llame, pero me dice que mejor vaya a tal habitación
(no he sabido si era ese su motivo u otro): una familia muy sencilla, cuyo hijo
(más joven que yo) quizá le quedan pocos días.
Con prudencia en la
conversación con la madre del enfermo, me doy cuenta que ella tiene mucha fe en
Dios, pero no son católicos, sino evangélicos. Cambio, pues, mi registro para
amarlos concretamente: les propongo leer juntos un pasaje de la Biblia. Se
alegran y cuando me dispongo a buscarlo en la que tengo en el móvil, saca ella la
suya: le digo que usaremos su Biblia (básicamente, es muy similar a la
católica). La tiene muy subrayada (en distintos colores) y anotada: la trabaja
mucho. Aunque no tiene las gafas, lee con ilusión ella misma el pasaje que yo
sugiero. Y luego le propongo orar juntos el Padre nuestro. Se alegran muchísimo
del rato pasado juntos, más allá de la circunstancia.
Los he visitado 4
días más. El sábado (fui después de comer en vez de por la mañana como
habitualmente) justo acababa de fallecer el hijo: les indico que podríamos orar
en unidad (naturalmente, adaptado a las cosas que tenemos en común ellos y
nosotros). Lo agradecen mucho. Serena dentro del dolor, ella le dice a toda la
familia con un tono de infinito reconocimiento que el “padrecito católico” los
ha estado confortando ya 4 días.
2.- Noche del
viernes al sábado. Por una vez,
no estaba yo desvelado.
Medio en sueños me digo: “¡qué
jaleo arman con las pisadas en el parket los de arriba!”. Y…, a los pocos
segundos…: “¡¡pero arriba no vive nadie:
es una azotea de gravilla!!”. Sobresalto y bote en la cama: ¡hay gente
caminando a la 4:30 de la madrugada sobre mi techo! Me viene al recuerdo la
experiencia de justo hace 2 años con los ladrones. Una oración a Jesús, a Quien
tengo en el Sagrario abajo, en la iglesia.
Me aseguro que no estoy soñando y que no sea en la calle: no, es
arriba o… ¡incluso dentro de casa! Es tan fuerte el ruido de las pisadas, que
por un momento creo que están en la habitación de al lado; una de las voces
parece como femenina, pero no se oyen tan cerca como las pisadas.
Con
el corazón a mil, con el móvil marcado el 112… antes de hablar… miro con
cuidado: parece que dentro de casa no hay nadie. Sí, los pasos son encima de mi
cabeza. Llamo. “La Policía está en camino”.
Mis “visitantes” no deben ser nada “profesionales”, (me tranquiliza
relativamente), pues hacen muchísimo ruido con las pisadas y no hablan en voz
baja. Miro con prudencia por todas las ventanas, recorriéndolas sucesivamente,
sobre todo por si bajan a la terraza, y me voy asomando a la ventana de mi
servicio de vez en cuando impaciente: desde ahí veré llegar a la Policía.
Minutos largos.
Dejo de oír ruido arriba, pero tampoco están en la terraza: ¿dónde? Me
quedo ya en la ventana del servicio: la Policía debe estar al caer. En ese
momento veo a un adolescente cerca de la torre de la iglesia. Al instante,
otro; y luego otro. De pronto un pensamiento: ¡¡seguro que son los que estaban
en el tejado!! Unos cinco en total, muy bajito alguno, que se marchan
corriendo. ¡¡Son ellos, seguro!!
Diez segundos después llegan varios coches de Guardia Civil y Policía
local que se suben a toda velocidad en las aceras rodeando el edificio. Desde
la ventana les doy las buenas noches y añado: “son 5 adolescentes y se acaban de marchar en esa dirección; pero no sé
si habrá más gente aquí arriba”. Un coche patrulla sale a perseguirlos,
mientras abro a los guardias y me acompañan a mi casa y a la terraza. Todo en
orden. Un temor: “¿el Sagrario?”,
pregunta un Guardia. Recorremos el templo y todo está convenientemente cerrado
por dentro y por fuera. “¡Gracias, Jesús,
que estás bien! ¡Gracias, que no ha pasado nada!”.
Me viene un recuerdo de hace meses: varias tardes he visto
adolescentes (y luego, no tan adolescentes, sino gente mayor) en la plazuela de
la iglesia y bajé para intentar hacerme amigo. Estaban… demasiado ocupados con
sus móviles: estaban… ¡cazando pokémon! Nuestra iglesia era un “gimnasio
pokémon” y en la puerta había un “bicho” al que solo se puede cazar si se unen
al menos 5 ó 6 cazadores.
Me sereno: ¿sería eso lo que estaban haciendo “mis” asaltantes? ¿O se
habían puesto un reto de escalar o un juego de rol? ¿O se juntaban… para
“fumar” donde nadie les puede ver ni oler…?
Por teléfono oigo a un policía: han “pescado” a 3 de ellos, de unos 14
años; uno, solo de 10 años. “¡Qué hacen unos críos a las 4:30 de la mañana por
la calle!”, exclaman los Guardias. “¿Qué clase de padres tienen?”.
Me dicen si queremos poner denuncia: yo creo que con el susto de ir en
coche patrulla al cuartelillo; y de que tengan que recogerlos allí sus padres,
ya tienen escarmiento. Recordando la PdV… “confortaos…” más bien habrá que
tratar de enterarse quiénes son… y ayudarles a ellos… y a sus padres… En voz
alta doy gracias a Dios de que ninguno hubiera resbalado y se hubiera matado al
saltar en el vacío del templo a las viviendas (y viceversa), o al escalar o al
bajar…, o en la bóveda del templo que aguanta poco peso…
Ayer, comentándolo con amigos, me entero que son alumnos ¡de uno de
los colegios de los que tengo más alta estima!
En fin, sigo rezando por ellos y por sus padres. Y no dejo de
preguntarme cómo por un simple juego han arriesgado sus vidas; y qué podríamos
hacer nosotros para entusiasmarles, pero en hacer el bien, en hacer algo por
Dios y por los demás.
Alguna de vuestras
EXPERIENCIAS tratando de
llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de septiembre («Confortaos mutuamente y edificaos los unos a
los otros», 1 Ts 5, 11), la de agosto («Porque donde esté vuestro
tesoro, allí estará también vuestro corazón», Lc 12, 34) y la de julio («Gratis lo recibisteis; dadlo gratis», Mt 10,
8):
1.- “…siempre es una alegría recibir tus correos. La frase
de agosto fue muy, muy providencial para nosotros "porque allí donde esté vuestro tesoro, estará también vuestro corazón":
fue lo que "salvó" mi actitud y mi corazón durante la vorágine de la
mudanza.
Finalmente, las obras terminaron más o menos a tiempo, un
poquito tarde, por lo que tuvimos que renunciar a gran parte de nuestras
vacaciones, pero gracias a Dios, pudimos mudarnos antes de que la niña empezara
el colegio… Todavía nos quedan muchísimas cosas por hacer, pero ya estamos acomodados…
Nosotros estamos mucho mejor también. Con todos los
problemas que hemos tenido durante las obras, que han sido muchísimos, mi
marido estaba muy nervioso y yo también, la verdad; pero ahora estamos recogiendo
el fruto de tanto esfuerzo y viviendo esta nueva etapa de vida con alegría e
ilusión. Me encanta tener una iglesia a tres pasos de casa: la niña cada día al
ir al cole, le da los buenos días a la Virgen
:)
Cuando vengas por esta zona…, avísame y vienes a casa a
tomar un cafetito y a bendecirla…”.
2.- “…yo bien, trabajando esta
última semana de noches, pero siempre hay bondad a tu alrededor como un
compañero que me cambió una noche para poder estar con la familia. Mi hermano
con el tumor en la cabeza, que los médicos le daban tres meses de vida, gracias
a Dios ya lleva tres años con nosotros y soporta con fortaleza su dolor…”.
3.- “…a pesar de llevar
mucho tiempo sin escribirte, no dejo de lado la "palabra de vida" que
hace unos años tuve la suerte de conocerte y que me la ofrecieras. Una suerte poder
contar con ello. Agradezco y te animo a que sigas con tu labor… Cuando leo las
experiencias tuyas y de las personas que escriben es como entrar dentro de esa
historia y vivirla.
Realmente,
debido a mi trabajo…, no tengo apenas tiempo: son muchas horas las que
dedico y el resto con mi familia, pero disfruto con cada momento que puedo
dedicar a fortalecer mi FE, porque no hay nada más real que tener una inmensa
Fe para superar todos los obstáculos que nos van surgiendo a lo largo de
nuestra vida…”.
4.- “…este mes he
descubierto que era el momento de quitarme una barrera que no me atrevía a
derribar, por miedo o por cabezonada o porque no veía un motivo que me
pareciera importante: tener que estar pendiente de los demás a través de un
recurso tecnológico:
Mi sobrino
mandó por WhatsApp a la familia el deseo de formar un grupo para preparar la
Misa de su boda el próximo verano. Mi marido me lo enseñó y después de leerlo
sentí que ese era el verdadero motivo por el que yo debía dar el paso de tener
y usar WhatsApp: ¡por AMOR!
Al leer el
detalle con que lo escribía, y que habían escogido canciones del movimiento, se
me ablandó el corazón. Este era el momento de dejar a un lado mi aislamiento y
mi comodidad.
Después de
esto, fui a ver el correo y leí la Palabra de Vida: "Confortaos mutuamente...: el Evangelio revoluciona nuestras relaciones
personales y sociales... yo soy porque nosotros somos... quiero ayudar a la
comunidad que tengo alrededor?... procurando crecer en el amor recíproco en
nuestra familia, en nuestro trabajo..., etc.". Me emocioné y lloré. ¡Cuánto
tiempo llevaba arrastrando interiormente esta carga de no dar el paso, de poner
disculpas, de seguir cómodamente... y ahora era Jesús quien me lo estaba
poniendo en "bandeja de oro"!: ¡hazlo por AMOR! Por fin, veía Luz en
las tinieblas de esa duda y ¡el día de la Natividad!, nací para los demás en
eso del WhatsApp…”.
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