PALABRA DE VIDA octubre 2019
mediante el Espíritu Santo
que habita en nosotros»
(2 Tm 1, 14)
El apóstol Pablo escribe a Timoteo, su «hijo en la fe» (1 Tm 1, 2), con quien ha compartido su
actividad evangelizadora y a quien ha encomendado la comunidad de Éfeso.
Sintiéndose próximo a morir, Pablo lo alienta en esa esforzada tarea de
guía. Pues Timoteo ha recibido un «buen depósito» –el depósito de la fe cristiana– tal como lo
transmitieron los apóstoles, y tiene la responsabilidad, a su vez, de
comunicarlo fielmente a las generaciones sucesivas.
Para Pablo esto significa proteger y hacer que resplandezca el don
recibido, y estar incluso dispuesto a dar la vida con tal de
difundir la alegre noticia que es el Evangelio.
«Conserva el buen depósito mediante el Espíritu
Santo que habita en nosotros».
Pablo y Timoteo han recibido el Espíritu Santo como luz y garantía para su
irremplazable tarea de pastores y evangelizadores. A través de su testimonio y
el de sus sucesores ha llegado hasta nosotros el anuncio del Evangelio.
Del mismo modo, cada cristiano tiene su propia «misión» dentro de la
comunidad social y religiosa: construir una familia unida, educar a los
jóvenes, comprometerse en política y en el trabajo, cuidar de las personas
vulnerables,
iluminar la cultura y el arte con la sabiduría que da vivir el Evangelio,
dedicar la vida a Dios para servir a los hermanos.
Es más, según las palabras del papa Francisco a los jóvenes, «[…] cada hombre y
mujer es una misión […]». El mes
de octubre de 2019 ha sido proclamado por la Iglesia Católica «Mes misionero
extraordinario». También nosotros podemos aprovechar para renovar conscientemente el compromiso de
testimoniar nuestra fe, con el corazón abierto y dilatado por el amor
evangélico, que genera acogida, encuentro y diálogo.
«Conserva el buen depósito mediante el Espíritu
Santo que habita en nosotros».
Cada cristiano
es «templo» del Espíritu Santo, que permite descubrir y conservar el «buen depósito» que se le ha
encomendado para aumentarlo y ponerlo al servicio de todos. El primero de
sus «tesoros» es la fe en el
Señor Jesús. Hace falta que los cristianos la avivemos y la alimentemos con la
oración, para luego comunicarla a través del testimonio de la caridad.
Cuenta J. J., un sacerdote ordenado desde hace poco: «Se me ha encomendado
cuidar de los fieles de una gran iglesia católica en una metrópolis brasileña.
El ambiente social es muy difícil, y en muchos casos las personas con las que
me cruzo no tienen una identidad religiosa definida, por lo que participan
tanto en la misa como en otras ceremonias tradicionales antiguas. Sé que soy
responsable de transmitir la fe cristiana con fidelidad al Evangelio, pero
también deseo que todos se sientan acogidos en la parroquia. Para valorar las
raíces culturales de estas personas, se me ocurrió que la celebración de la
misa podía ser más festiva, animada por instrumentos musicales típicos de sus
culturas. Es un reto laborioso, pero que da alegría a todos, pues en lugar de
dividir a la comunidad, nos une en lo que compartimos: la fe en el Dios que nos
da la alegría».
«Conserva el buen depósito mediante el Espíritu
Santo que habita en nosotros».
Otro tesoro inestimable que hemos recibido del propio Jesús es su palabra,
que es palabra de Dios.
Este regalo «[…] comporta por nuestra parte una gran responsabilidad […].
Dios nos dio su palabra para que la hiciésemos fructificar. Él quiere ver
realizada en nuestra vida y en nuestra acción en el mundo la transformación
profunda que aquella puede obrar. […] Entonces ¿cómo viviremos la Palabra de
vida de este mes? Amando la palabra de Dios, procurando conocerla cada vez
mejor y sobre todo poniéndola en práctica con más generosidad cada vez, de modo que se convierta realmente en el
alimento
básico de nuestra vida espiritual, en nuestro maestro interior, que
guía nuestra conciencia, el punto de referencia inquebrantable de todas nuestras decisiones y de todas nuestras
acciones. […] Hay mucha desorientación y confusión en las conciencias, todo
tiende a relativizarse y a ofuscarse. Viviendo la palabra de Dios no solo
estaremos provistos contra este grave peligro, sino que, según una
significativa expresión de Jesús (cf. Mt
5, 15-16), seremos lámparas encendidas que, con su luz, ayudarán también a los
demás a orientarse y a encontrar de nuevo el camino recto» (Chiara L.).
LETIZIA MAGRI
N.B.: Aquí puedes encontrar también la Palabra de Vida
y en
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en más de 30 idiomas.
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