lunes, 31 de octubre de 2016

PERDONA Y OBTENDRÁS PAZ

VIDA DE LA PALABRA                  últimas semanas de OCTUBRE

Algunas de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la vida diaria la Palabra de vida de octubre («Perdona a tu prójimo el agravio, y, en cuanto lo pidas, te serán perdonados tus pecados», Si 28, 2) y la de septiembre («Todo es vuestro; y vosotros de Cristo y Cristo de Dios», 1 Co 3, 22-23):

1.-        Mirando la Palabra del mes, cada día me cuesta vivirla porque todo el mundo me trata bien, con lo cual no tengo nada que perdonar a nadie. Pero me he dado cuenta que algunos sí “me hacen agravios”: los que pasan por la tan cercana autopista A6 con el molesto ruido de motores día y, sobre todo, noche.
A la primera que me despierto, luego me resulta ya difícil volver a conciliar el sueño. Aunque resulte chistoso (no lo es tanto la molestia, ¡eh!), de alguna manera, aunque no los conozco, les tengo que “perdonar”: ese ejercicio tantas veces al día (y, sobre todo, de
noche) me permite “perdonarles” y el modo es pedir por ellos para que se les dé bien el viaje que están haciendo, alegrándome si van (yo no lo sé, claro) a trabajar, descansar, estar en familia…

2.-        Con la múltiple ocupación diaria entre parroquia y hospital, me es difícil hacer otras cosas. Entre estas, quiero seguir intentando visitar a José en la Residencia sacerdotal, (además, ahora lo tengo un poco más lejos, casi
a 40 minutos), al menos una vez a la semana. Está siendo muy bonito últimamente el clima de fraternidad en la absoluta sencillez familiar con él. Le “tengo que perdonar” que, cada visita, acabe preguntándome al menos 4 ó 5 veces tanto si mis padres viven, como si él ha celebrado ya Misa, como otras cosas… Razona perfectamente y se le nota el cariño acumulado por todos durante años… Pero la memoria reciente le falla sonoramente cada vez más, (no
en vano, el próximo día 14 cumplirá sus 87 años de edad). El modo de “perdonarle” es responderle todas las veces con una sonrisa y con calma, como si fuera la única vez que me lo pregunta.
Que conste, (“¡mea culpa!”), que –hemos vivido en unidad bajo el mismo techo de 2003 a octubre 2015–, los últimos años en casa yo a menudo no lograba responderle con esa paciencia. Con lo cual, el último día, una auxiliar, como que se alteró con él cuando escuchó una de sus reiterativas preguntas: mi modo de “perdonarla” a ella era hacerle caer en la cuenta de la situación (aunque la sabe) y explicarle quién ha sido José, (suma bondad, delicadeza y sonrisa para con todo el mundo).
También está siendo bonito porque alguna de las veces aprovecho para confesarme (y él conmigo). Y me resulta asombroso, (ahí se palpa la Gracia sacramental), cómo se acuerda perfecta y resolutivamente de todas las oraciones (hasta las que no se dicen en una celebración rápida, “normal”, del sacramento de la penitencia; y qué bien que aconseja, con un par de frases escuetas, aunque se fatiga mucho al hablar, aparte que desde hace meses se le entiende poco, pero yo estoy acostumbrado y me entero de casi todo).
Por otra parte, viéndolo tan disminuido “con lo que él ha sido”, algunas frases suyas cuando hacemos “comunión de alma” son verdaderas perlas. Y denotan que lo que se ha vivido de verdad y durante tanto tiempo, “marca”. Por ejemplo, en una de las visitas que le hice este mes, me dice José: "estoy contento con la Voluntad de Dios. No puedo hacer lo que yo quisiera. Me voy pareciendo a Jesús en la cruz, me siento más hijo del Padre. Me siento muy limitado, pero eso no me pone triste... No puedo hacer más ni con la lengua, ni con las piernas, ni con la escritura. .. Hago oración. Me quedaré sin facultades: normal... Para cada uno hay un plan de Dios. Estoy contento de saberme en manos de Dios."


Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de octubre («Perdona a tu prójimo el agravio, y, en cuanto lo pidas, te serán perdonados tus pecados», Si 28, 2), la de septiembre («Todo es vuestro; y vosotros de Cristo y Cristo de Dios», 1 Co 3, 22-23) y la de agosto («Uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos», Mt 23, 8):

1.-        “Cuando conduzco mi coche, lucho contra la agresividad que surge en mí y en los demás, poniéndome en condiciones de dar el primer paso.
Es increíble: cuando cedo o renuncio a mi
derecho de prioridad, me doy cuenta de que, en el siguiente cruce, el anónimo beneficiario de mi atención hace lo mismo con algún otro… No falla. En cambio, si me comporto de modo contrario, aumenta la agresividad

2.-        “Un sábado, después de haber acompañado a mi hijo al colegio, entré en una iglesia para rezar un poco y me senté en el último banco. De repente, en la iglesia vacía, entra una persona, se me acerca y me arranca el bolso que yo tenía sobre las piernas y se marcha corriendo. ¡Qué horror! Mi marido estaba en el extranjero por trabajo y sin las llaves, yo no podía entrar en casa… En el bolso tenía también todos los documentos... Movida por un impulso instintivo, corro precipitadamente fuera de la iglesia y veo al ladronzuelo que estaba poniendo en marcha una moto para huir. Me agarré a su brazo rogándole que me devolviera las llaves y los documentos… Me arrastró un poco haciéndome caer y después logro escapar.
Una joven pareja que había presenciado la escena, se me acercó enseguida para ayudarme. Él era médico y comprobó que yo solo tenía contusiones y criticó al ladrón con dureza: “Al final, todos éstos se mueren: el sida hace justicia”. Estas palabras me hicieron más daño que los golpes, y respondí con todo el amor posible: “a mí me pareció un pobre desgraciado, que quien sabe qué circunstancias dramáticas le podían haber empujado a cometer aquella acción desesperada”. La rabia de quien me había ayudado se desvaneció y me dio la razón.
Mientras yo reemprendía mi camino, reflexionando que solo el amor puede vencer al mal y al odio, interrumpiendo la cadena de situaciones negativas, un poco más adelante, encuentro mi bolso tirado en la acera: dentro estaba todo lo que llevaba, incluso el dinero...
Nada es pequeño de lo que se hace por amor… Incluso quitar de la calle una botella de vidrio rota, dejar un servicio público más limpio que cómo lo has encontrado, para que quien lo utilice después pueda encontrarlo como a mí me habría gustado encontrarlo yo...

3.-        “estoy adaptándome a la nueva tarea: es distinta a la que tenía en este mismo sitio antes de mi anterior traslado estos tres últimos años.
Intento escuchar antes de ser escuchado, comprender antes de querer ser comprendido... y hacerme a la idea y práctica que esta vez no soy el
párroco, sino simplemente el vicario parroquial... y, como dice el pasapalabra diario de hoy, "el bien no hace ruido"; ahora toca empeñarme en hacer unidad y estar a disposición del párroco, yo en segundo plano y evitando protagonismos. A veces me encuentro un poco extraño, pero hay un camino que hay que andar en este sentido; algo parecido me ocurre en la Delegación de Catequesis; ya no soy el Delegado: soy una persona que colabora; y es importante situarme bien desde ahí para que mi colaboración sea amor y no otras cosas. Evito todo lo que se parezca a crítica, queja, comparar o competir... para estar despierto al servir y acoger con alegría

4.-        “…Esta mañana ha sido interesante: madrugón a las 4:30 y salida…: había reservado plaza en el parking del aeropuerto (es más barato), pero la máquina no me ha reconocido la reserva. Me dirijo a taquilla y me dicen que me lo
resolverán a la vuelta, que no me preocupe. Mi ejercicio interior previo ha sido aceptar esta
incidencia como muestra de Jesús Abandonado, ya que me retrasaba y me metía presión: “ ¿Me amas? ¿Vas a ofrecerlo? 😉”.

No suelo facturar, pero en este viaje tocaba para traer cosas de casa de mis padres. Al terminar de hacer la cola, mi billete no admite equipaje.😳 Es la primera vez que me lo sacan así. Tendría que pagar y no daba tiempo a hacer toda la gestión sin perder el vuelo. Segundo imprevisto matinal: “¿Me amas? De nuevo”. Acepta este imprevisto, corre al coche, deja la maleta y vuelve al control. Deprisa, pero sin perder la paz. Dar confianza ha sido amar a quien me atendía sin hacer pesar mi situación. Aceptar lo que me respondían y actuar en consecuencia...



Si quieres leer más experiencias similares, 
de gente de todo el mundo,
puedes encontrarlas “pinchando” AQUÍ y otras también AQUÍ

N.B.: tú también puedes compartir las experiencias
que, por gracia de Dios, hayas podido realizar
poniendo en práctica el Evangelio;
“pincha” aquí abajo en “comentarios” y escríbela;
o, dado que en algunos navegadores eso no funciona,

mándamela por correo-e.


No hay comentarios:

Publicar un comentario