PALABRA DE VIDA JUNIO 2025
(Lc 9, 13)
Estamos en un lugar solitario cerca de
Betsaida, en Galilea. Jesús está hablando del Reino a la muchedumbre. El
maestro había ido allí con los apóstoles para que descansasen después de su
larga misión por aquella región, en la que habían predicado la conversión
«anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes» (Lc 9, 6). Cansados, pero
con el corazón rebosante, contaban lo que habían vivido.
Sin embargo, la gente se entera y acude. Jesús acoge a
todos: escucha, habla, cuida. La muchedumbre aumenta. Se acerca la
noche y empiezan a tener hambre. Los apóstoles se dan cuenta y le proponen al
maestro una solución lógica y realista: «Despide a la gente para que vayan a
los pueblos y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida». Después de
todo, Jesús ya había hecho mucho… Pero Él les responde:
«Dadles vosotros de comer».
Se quedan desconcertados. Es impensable: solo tienen
cinco panes y dos peces para varios miles de personas; no es posible
encontrar lo necesario en la pequeña Betsaida, y tampoco tendrían dinero para
comprarlo.
Jesús
quiere abrirles los ojos. Conmovido por las necesidades y los problemas de las personas, se
dispone a dar una solución. Y lo hace partiendo de la realidad y valorando lo que hay. Es cierto, lo que tienen es poco,
pero les
encomienda una misión: ser instrumentos de la misericordia de Dios,
que piensa en sus hijos. El Padre interviene, y sin embargo, los necesita:
el milagro requiere
nuestra iniciativa y nuestra fe, la cual de ese modo crecerá.
«Dadles vosotros de comer».
Así pues, a la objeción de los apóstoles, Jesús
responde ocupándose, pero les pide que hagan su parte, aunque sea pequeña.
No la desdeña. No
resuelve el problema en lugar de ellos. El milagro sucede, pero requiere que
participen con todo lo que tienen, con lo que han podido conseguir y
han puesto a
disposición de Jesús para todos.
Esto implica algún sacrificio y confianza en Él.
El maestro parte de la situación para
enseñarnos a ocuparnos, juntos, los unos de los otros. Ante las necesidades de los demás no valen
excusas («no nos compete»; «no
puedo hacer nada»; «tienen que apañarse, como hacemos todos»…). En la sociedad
que Dios ha pensado, son bienaventurados quienes dan de comer a los
hambrientos, quienes visten a los pobres y van a ver a quienes lo necesitan
(cf. Mt 25, 35-40).
«Dadles vosotros de comer».
La narración de este episodio nos recuerda la
imagen del
banquete que describe el libro de Isaías, un banquete que Dios mismo
ofrece a todas las gentes, cuando Él «enjugará las lágrimas de todos los
rostros» (Is 25, 8). Jesús manda que se sienten en grupos de cincuenta,
como en las grandes ocasiones. Siendo Hijo, se comporta como el Padre, lo cual
subraya su divinidad.
Él
mismo lo dará todo hasta hacerse alimento por nosotros en la Eucaristía, el
nuevo banquete de la comunión.
Ante tantas necesidades como surgieron en la
pandemia del covid-19, la comunidad de los Focolares de Barcelona creó un grupo
a través de las redes sociales en el que comparten las necesidades y ponen en
común bienes y recursos. Y es impresionante ver cómo circulan muebles,
alimentos, medicinas, electrodomésticos… Porque «solos podemos hacer poco –dicen–, pero juntos se puede hacer mucho». Aún hoy, el
grupo Fent família contribuye a que nadie entre ellos pase necesidad,
como en las primeras comunidades cristianas (cf. Hch 4, 34).
SILVANO MALINI y el equipo de la Palabra de Vida
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