PALABRA DE VIDA diciembre 2024
«Nada es imposible para Dios»
(Lc 1, 37)
En el relato de la Anunciación, el ángel Gabriel visita a María de Nazaret para darle a conocer los planes de Dios sobre ella: concebirá y dará a luz un hijo, Jesús, que «será grande y será llamado Hijo del Altísimo» (Lc 1, 32). Este episodio sigue la estela de otros eventos del Antiguo Testamento que llevaron a mujeres estériles o muy ancianas a nacimientos prodigiosos, cuyos hijos habrían de desarrollar una tarea importante en la historia de la salvación. Aquí, aunque María quiere adherirse con plena libertad a la misión de convertirse en la madre del Mesías, se pregunta cómo podrá suceder, siendo ella virgen. Gabriel le garantiza que no será obra de hombre: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra» (Lc 1, 35). Y añade:
«Nada es imposible para Dios».
Esta certeza, que significa que ninguna declaración o promesa de Dios quedará incumplida –pues no hay nada imposible para Él–, se puede formular también de este modo: nada es imposible con Dios. De hecho el matiz del texto griego –con, o cerca de o junto a– ilumina su estar cerca del hombre. Es al ser humano o a los seres humanos, cuando están junto a Dios y libremente se adhieren a Él, a los que nada les es imposible.
«Nada es imposible para Dios».
Esa fue la experiencia de Dietrich Bonhoeffer, que, durante la reclusión que lo llevaría al suplicio, escribe: «Debemos sumergirnos una y otra vez en el vivir, hablar, actuar, sufrir y morir de Jesús para reconocer lo que Dios promete y cumple. Es cierto […] que para nosotros ya no hay nada imposible, porque nada hay imposible para Dios; […] es cierto que no debemos pretender nada y que sin embargo podemos pedirlo todo; es cierto que en el sufrimiento se oculta nuestra alegría y en la muerte nuestra vida… A todo esto Dios dijo sí y amén en Cristo. Este sí y este amén son el terreno firme en el que nos mantenemos»[1].
«Nada es imposible para Dios».
Escribía Chiara Lubich en 1948 a
un grupo de jóvenes religiosos: «¡Y adelante! No con nuestra fuerza, miserable
y débil, sino con la omnipotencia de la Unidad. He constatado, palpado, que
Dios entre nosotros realiza lo imposible: ¡el milagro! Si permanecemos fieles a
nuestra divisa […] el mundo verá la Unidad y, con ella, la plenitud del Reino
de Dios»[2].
Hace años, cuando estaba en
África, muchas veces me encontraba con jóvenes que querían vivir como
cristianos y me hablaban de las muchas dificultades que encontraban cada día en
su entorno para permanecer fieles a los compromisos de la fe y a las enseñanzas
del Evangelio. Hablábamos de ello durante horas, y al final siempre llegaban a
la misma conclusión: «Solos, es imposible; pero juntos, podemos». Lo
garantiza el propio Jesús cuando promete: «Donde están dos o tres reunidos en mi Nombre (en mi amor), ahí estoy yo en medio de ellos» (Mt
18, 20). Y con Él, todo es posible.
AUGUSTO PARODY REYES y el equipo de la Palabra de
vida
[1] D. Bonhoeffer, Resistenza
e resa, San Paolo, Cinisello Balsamo 1988, p. 474. Dietrich Bonhoeffer (1906-1945) fue un teólogo y pastor luterano alemán,
protagonista de la resistencia al nazismo.
[2] C. Lubich, El primer amor. Cartas de los inicios (1943-1949), Ciudad Nueva,
Madrid 2018, 180.
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