VIDA DE LA PALABRA primeras semanas de DICIEMBRE
Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria, con la Gracia de Dios, la Palabra de Vida de diciembre («Estad siempre alegres. Orad constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros», 1 Ts 5, 16-18) y la de noviembre («Pues todos sois hijos de la luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas», 1 Ts 5, 5):
1.- Por un mal entendido, hace poco más de un año quedé
mal con un matrimonio. Yo tenía mis razones de fuerza mayor, que no acabaron de
comprender ellos y “desaparecieron”: dejaron de responder cualquier mensaje mío
y de venir por la parroquia. Ciertamente era un momento muy importante para
ellos.
“Que
todos sean uno…”, es el testamento de Jesús. Varias veces intenté restablecer
la bonita relación que hasta entonces habíamos ido tejiendo esporádicamente.
Hace
unos días me encontré con él y, aunque los dos íbamos con mucha prisa, (por un
momento dudé si acercarme, por si con ello aumentaba su distanciamiento), el
“sois hijos de la Luz…” de noviembre me animó, (por otra parte, tampoco estaba
yo totalmente seguro si era él o no, pues lo vi de refilón y, además, después
de un año sin vernos).
Se
giró sorprendido e inexpresivo dijo mi nombre. No quise acercarme de primeras
por no incomodar, pero visto que me miró y se detuvo, me aproximé. Le dije que
entendí su distanciamiento, pero que se fiaran de mí y que en aquella situación
había cosas de profundo calado que movieron mi decisión. Le pedí perdón por lo
mal que, (luego con el tiempo y su silencio), supuse que se sintieron. Yo había
confiado en su comprensión, aunque solo nos conocíamos de 5 ó 6 meses. Imperturbable,
(pero parecía muy sincero), me dijo: “está olvidado”. Me comentó que acababan
de tener un bebé y le felicité con verdadera alegría.
Entonces me atreví a decirle: “volved a la parroquia; allí se os quiere, (¡os queremos!), mucho; y, si hace falta me pongo de rodillas para pedíroslo”. “Lo hablaré con ella y lo valoraremos”, respondió después de unos segundos.
Para despedirnos, le dije si le podía dar un abrazo: continuando en su
seriedad, accedió. Yo quedé contento de al menos haber intentado en estos meses
y en ese rato con él todo lo que estaba de mi mano, pues “…no somos hijos de la
luz ni de las tinieblas”.
2.- Cuando voy por las calles dentro de la demarcación parroquial, siempre
suelo saludar sonriente a cada persona: la mayoría ni se enteran (quizá
abstraídos en sus pensamientos, o más aún si llevan auriculares), otros miran
como de soslayo asombrados sin manifestar nada y otros contestan amablemente,
(incluso algunos sin conocerme).
Pero el viernes me
ocurrió algo que me dejó perplejo: estaba cerrando yo la verja del patio de la
parroquia y pasó por la acera una señora. Le di los buenos días y se paró con
cara muy seria: “¿le conozco de algo?”. “No sé: creo que no, pero suelo desear ‘buen
día’ a todo el mundo con el que me cruzo”. A lo que me repuso de un modo
cortante: “pues yo soy libre de saludar”. Me quedé un poco parado y tratando de
no perder la sonrisa ni la amabilidad le repuse: “por supuesto que eres libre
de contestar o no y de saludar o no”. “’¡¡Totalmente!!”, añadió en tono agrio y
se marchó. Añadí con paz: “nada, no te preocupes: ¡que tengas muy buen día!”.
Es verdad que una señora
hace dos años, (espero que no fuese la misma), de modo parecido se paró
conmigo, (iba yo bien temprano en chándal haciendo ejercicio) y al continuar
diciéndole que yo era el nuevo párroco, me contestó que ella era atea, a lo que
yo repuse que eso no impedía ser buenos ciudadanos y desear que tuviera buen
día.
Durante el día el
episodio me vino varias veces a la cabeza y no dejé que me perturbara la
alegría, y menos aún cuando por la tarde empezaron a llegar los niños de
catequesis con sus padres y abuelos para el festival de villancicos, que luego
resultó precioso, al igual que la chocolatada posterior.
3.- El sábado pasado por la noche bauticé a mi segunda sobrina-nieta. Por la
mañana mi madre se había caído dos veces y roto la cadera, con lo cual ni ella
ni dos de mis hermanas pudieron ir.
Más allá del
contratiempo, unos y otros tratamos de no perder la alegría y participar a
fondo en la ceremonia y en la sencilla celebración de después en un salón de
esa parroquia.
3b.- Mi madre quedó internada en el hospital de nuestro pueblo. Hemos
“competido” los 5 hermanos por turnarnos y acompañarla, (valorando las
distintas situaciones de cada uno y poniéndonos en su lugar). También hoy
martes, que ha sido la operación y ha resultado bien. Y ya nos hemos organizado
para estos días.
En todo ello la PdV de
este mes nos ha venido muy bien: alegría (siempre, entre nosotros, hacia el
personal del hospital, hacia los amigos); oración constante (rezando por ella,
unidos en la distancia, o, juntos, como hoy, 3 de nosotros con ella tanto las
laudes como las vísperas, o pidiendo oraciones) y dando gracias en todo (a Dios,
sobre todo, en cada cosa, y a cada uno de los que entraban para algún servicio
en la habitación y de los que habéis preguntado y rezado).
Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de diciembre («Estad siempre alegres. Orad constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros», 1 Ts 5, 16-18):
1.- “…gracias
por la hermosa PdeV de diciembre. Me ha enseñado los tres caminos que seguiré
de ahora en adelante: alegría, oración y agradecimiento. Me encantan!!…”.
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