PALABRA DE VIDA noviembre 2023
«Pues todos sois hijos de la luz e
hijos del día;
no somos de la noche ni de las
tinieblas»
(1 Ts 5, 5)
La luz siempre ha simbolizado la
vida. Cada día esperamos la
aurora como mensajera de un nuevo inicio.
El tema de la luz ha
estado presente en los relatos de los pueblos y en las antiguas religiones.
La tradición hebraica celebra la Fiesta de las Luces, la Janucá, que conmemora la
nueva dedicación del templo de Jerusalén y la liberación respecto a los cultos
paganos. Los musulmanes encienden velas en el día del nacimiento del profeta, Mawlid en árabe, Mevlid Kandili en turco. La fiesta Diwali, una fiesta originariamente hindú cuyo nombre significa “serie de
luces”, se celebra también en otras religiones de la India para representar la
victoria del bien sobre el mal. Para los cristianos, Jesucristo es la luz que ilumina las
tinieblas del mundo.
Así
pues, es una realidad cargada de un fuerte simbolismo, que representa una presencia de la divinidad y
un don para la humanidad y para
la tierra.
«Pues todos vosotros sois hijos de
la luz e hijos del día; nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas».
¿Cuáles son las características
de los hijos del día? Una de ellas es «no ser de la noche ni de las
tinieblas». Renunciar al sueño y a la apatía consiste en la decisión de permanecer
vigilantes. La decisión de habitar y vivir plenamente el tiempo es una
opción de amor.
Así pues, la invitación
acuciante que dirige el Apóstol a la comunidad de Tesalónica consiste en vigilar juntos,
renunciando a cualquier forma de pereza y de indiferencia. En un
tiempo en que la
humanidad está especialmente necesitada de luz, quienes no
pertenecen a la noche tienen la tarea de iluminar las relaciones entre las personas, en un
continuo donarse para hacer visible la presencia del Resucitado con fe, amor y
esperanza, como escribe Pablo (cf. 1 Ts 5, 8).
Y además, hace falta cultivar una
relación más estrecha y verdadera con Dios, escudriñar el corazón y
encontrar momentos de diálogo a través de la oración, poniendo en práctica su
Palabra, que hace que resplandezca esta luz.
«Pues todos vosotros sois hijos de
la luz e hijos del día; nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas».
A veces podemos por
desgracia incluso habituarnos a vivir en la oscuridad de nuestro corazón o contentarnos
con las numerosas luces artificiales, con las distintas promesas de felicidad del mundo. Pero Dios nos llama siempre a hacer que resplandezca su Luz dentro de
nosotros y a saber mirar a las personas y los acontecimientos con atención,
para captar en ellos reflejos de luz.
El esfuerzo consiste en hacer
continuamente una elección que
nos lleva a renacer, la elección de pasar de la oscuridad a la luz. «El
cristiano no puede huir del mundo, esconderse o considerar la religión como un
asunto privado –escribe Chiara Lubich–. Vive en el mundo porque tiene una responsabilidad,
una misión ante
todos los hombres: ser luz que
ilumina. También tú tienes esta tarea, y si no la cumples, tu inutilidad es
como la de la sal que ha perdido su sabor o como la de la luz que se vuelve
sombra (cf. Mt 5, 13-16). […] Así pues, la tarea del cristiano es dejar traslucir esa
luz que vive en él, ser “signo” de esta presencia de Dios entre los hombres»[1].
«Pues todos vosotros sois hijos de
la luz e hijos del día; nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas».
Dios es luz, y pueden encontrarlo
quienes lo buscan con amor sincero. Suceda lo que suceda, nunca seremos separados de su amor, porque somos
hijos suyos. Si estamos convencidos de esto, no nos dejaremos sorprender ni
abrumar por los acontecimientos que podrían trastornarnos.
El terremoto de este año
en Turquía y Siria, que provocó más de cincuenta mil víctimas, dio un vuelco a
las vidas de millones de personas. Quienes sobrevivieron a la catástrofe,
comunidades enteras del lugar y de otros países, representaron puntos de luz
que se dedicaron a llevar ayuda inmediata y a aliviar a quienes habían perdido
seres queridos, casas, todo.
Las tinieblas nunca podrán vencer a
quienes eligen vivir en la luz y para generar luz. Y esto, para quienes somos cristianos, significa
una vida con Cristo
en medio de nosotros, y su presencia hace posible abrir resquicios
de vida, devuelve
la esperanza y hace que sigamos
viviendo en el amor de Dios.
PATRIZIA MAZZOLA y el equipo
de la Palabra de Vida
[1] C. Lubich, Palabra de vida, agosto 1979, en Ead.,
Palabras de vida/1 (1943-1990), Ciudad Nueva, Madrid 2020, pp. 147-148.
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