Ofrezco estos textos que nos ayuden a profundizar y retomar con más intensidad la Palabra de Vida de este mes de junio: («Tú eres mi Señor, mi bien, nada hay fuera de Ti», Sal 16, 2).
NUESTRO ÚNICO BIEN
Me
refiero a esas orientaciones rápidas que
En la
liturgia de
Trataremos
de repetirlo
durante el día, sobre todo cuando los apegos de vario tipo quieran arrastrar
nuestro corazón detrás de cosas, de personas o de nosotros mismos. Digamos: «Tú eres, Señor, mi único bien», no esa
cosa, no esa persona, no yo mismo; «Tú eres mi único bien», ninguna otra cosa. Esto es lo que quiero y vuelvo a elegir ahora:
«Tú, mi único bien».
Tratemos de repetirlo cuando la agitación o la prisa nos llevaría a hacer mal la voluntad de Dios del presente: «Tú eres, Señor, mi único bien, por tanto
mi bien es tu voluntad, no lo que yo quiero».
Cuando
la curiosidad o las ganas de consolación, nos lleve a querer conocer con
anticipación a personas o cosas, «Tú eres, Señor mi único bien, no aquello de
lo que mi avidez y mi orgullo querrían saciarme».
Tratemos
de repetirlo
frecuentemente y así nos sentiremos unidos a Dios y llenos de Él y
pondremos y volveremos a poner la base de nuestro verdadero ser, de nuestro
testimonio necesario, primer acto de evangelización. De esta manera todo irá
bien en la vida, en el sentido justo.
Entonces, cuando hablemos, no
diremos sólo palabras, o peor, habladurías, sino que serán dardos sobre las almas para que se abran al amor,
para que acojan a Jesús.
Probemos.
Descubriremos que esas pocas palabras, («Tú
eres, Señor, mi único bien»), han sido una medicina para vuestra alma, un
tónico; como diría Santa Catalina de Siena: «Han hecho que nuestra alma sea una lámpara derecha».
«Tú eres, Señor, mi único bien».
CHIARA LUBICH, Nuestro único Bien, en Revista “Ciudad
Nueva”, Madrid, mayo 1992, pág. 26-27.
ESCUCHAR PROFUNDAMENTE
Escuchar profundamente es lo mismo que hacer una comunión de vida.
La escucha implica también una gran actitud de inclusión, de superación de
los prejuicios y de aceptación de las diferencias.
Escuchamos profundamente cuando somos capaces de escuchar hasta que termine
el otro incluso opiniones contrarias a la nuestra, cuando dejamos que el otro
se exprese completamente.
Para hoy nuestro propósito puede ser: “hacerse uno” escuchando profundamente a todos.
APOLONIO CARVALHO NASCIMENTO, Comentario al Pasapalabra diario, 8
junio
ESCUCHAR HASTA EL FINAL
De hecho, hay –nosotros lo sabemos– quien, por apego a sí mismo o a alguna
otra cosa, no escucha hasta el fondo al hermano, no “muere” del todo en el
hermano y quiere dar respuestas que ha ido recogiendo en su cabeza…, que no son
sugeridas por el Espíritu Santo, que es el que puede dar la vida o aumentarla
en el hermano.
Por otro lado, está el que, amante apasionado de Jesús Abandonado, escucha
a su hermano hasta el final, sin preocuparse por la respuesta, que Él le dará
al final y resumirá en palabras cortas, o en una, todo lo que necesita esa
alma.
MICHEL VANDELEENE, Yo-el hermano-Dios. En el pensamiento de
Chiara Lubich, Ed. Città Nuova
🙏🙏gracias!!!😘
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