martes, 15 de febrero de 2022

TENER CORAZÓN QUE ACOGE COMO EL DE DIOS

 VIDA DE LA PALABRA                             primeras semanas de FEBRERO

Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de febrero («Al que venga a Mí no lo echaré fuera», Jn 6, 37):

1.-        Hay una persona de capacidades distintas que todos los días suele ir a rezar 15 ó 20 minutos a nuestro templo parroquial y le gusta que no haya nadie, (alguno de sus hermanos le sigue y lo “cuida” a distancia). Algunos días se están aficionando a ir cuando estamos a punto de cerrar.

         El domingo, agotados del fin de semana y con ganas de descansar, llegó cuando ya estábamos cerrando todas las puertas. Él pasó a su aire como siempre. Aproveché para ir haciendo varias cosas, pero ya después de un ratillo me entró el agotamiento y la impaciencia: hace varios días me ocurrió lo mismo y entonces sí le dije con delicadeza que ya había pasado hacía rato la hora de cerrar, (que tampoco sirvió para nada, por cierto: él continuaba rezando a su aire, como si no oyera).

Esta vez, en cambio, ante esa nueva tentación, recordé la PdV: “a quien venga a Mí, no lo echaré”. Y me recorrió un escalofrío: si Jesús no lo echa, ¿seré yo capaz de decirle algo como hace unos días? Vi entonces que también a mí Jesús como que me decía: “¡pues aprovecha para rezar tú también!”.

Un buen rato después, su hermano se percató de la situación y fue a decirle varias veces que se deberían que ir, pues nos estaban interrumpiendo para cerrar. Pero él no hizo ni caso: seguía con sus oraciones. Y a mí, otra vez, y con más razón, me vino la tentación; pero de nuevo las mismas “respuestas” de Jesús, y como si, además, añadiera: “¡pues sigue orando tú otro poquito más! De los que son como ellos es el Reino de los Cielos. Tú llevas trabajando por Mí la entera mañana y amando a todos, pero me gusta que, además, te pares otro buen ratito conmigo extra”.

Así que, aunque la situación me trastocara mis planes y horarios, ¡si Él no lo echaba fuera, (¡ni me echaba a mí!), no lo iba a dejar fuera yo! Y me está sirviendo la lección

 

 

Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de febrero («Al que venga a Mí no lo echaré fuera», Jn 6, 37), la de enero («Vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo», Mt 2, 2) y la de diciembre («¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!», Lc 1, 45):

1.-        “cuando he leído algunas de tus "experiencias", compruebo la gratitud hacia Dios de personas humildes que hacen el bien muy por encima de sus posibilidades… Deseo sea este mi espejo para ser mejor persona.

 

2.-        “leo tu correo mientras estoy esperando junto a mi madre que vengan para llevarla al quirófano...: ¡qué soplo de evangelio!

Acabábamos de leer el de hoy: la mujer hemorroísa y el “talitha kumi”... y, sobre todo, la fe que hace mover a Jesús a la acción... Mi madre ha comentado, refiriéndose a ambas protagonistas de ese evangelio: “esa soy yo”. Así estamos: apoyadas en la fe y en la oración de muchos que la hacen sentir, como ella dice, confortada.

 

3.-        “acabo de salir de la iglesia: ha sido tan bonito, que no lo había sentido nunca. En mi parroquia se reza una oración del Papa todos los días nada más darnos la Bendición. Una señora que va a misa, se pone casi a mi lado; le doy la hoja todos los días, pero hoy no se la había dado, me he despistado. Pasa un segundo y el Señor como que me ha dado un toque. Inmediatamente se la di, pero me impactó. Le damos las gracias al Señor por eso.

Después en la exposición del Santísimo, me ha venido a la mente Chiara: escuché una charla hace días en la compartía que cuando ella estaba ante el Santísimo se quedaba fija mirándolo. Pues eso me ha pasado a mí hoy: ha sido precioso. El sacerdote de vez en cuando nos sugería dar gracias al Señor por tantas cosas que nos ha dado: “si queréis decirlas en alto, lo podéis decir”. Él y alguna más lo hicieron así en dos o tres ocasiones. Para mí ha sido un diálogo con el Señor: nunca me había pasado. Cada día tengo que darle más gracias.

 

 

 

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