VIDA DE LA PALABRA últimas semanas de FEBRERO
Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria, con la Gracia de Dios, la Palabra de febrero («Al que venga a Mí no lo echaré fuera», Jn 6, 37) y la de enero («Vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo», Mt 2, 2):
1.- Cuando por primera vez viene a la
Parroquia una familia con algún niño pequeño, (p. ej., para solicitar el
Bautismo), la acogida que les hago es teniendo muy presentes a los niños.
A menudo, aprovecho, además, para enseñarles el templo
parroquial y lo hago casi como un juego, o bien aprovechando para explicar las
vidrieras, o, sobre todo, para explicar lo principal de cualquier iglesia: la
presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, dentro del Sagrario.
Les digo: “en esta iglesia hay un
tesoro y, para encontrarlo, tenemos una pista: una lucecita roja. ¡A ver quién
la encuentra primero!”. Y me pongo a mirar para arriba y para los lados. En
seguida, el niño o la niña también. “¿Es esa?”: “¡no; esa es verde! Esa es de
las salidas de emergencia”. Hasta que pronto descubre la lamparilla del
Sagrario: “¿es aquella luz pequeñita al lado de esa puerta?”. “¡Genial!: ¡has
descubierto la primera pista! Vamos hasta allí y hay que encontrar la otra
pista: otro lucecita igual”.
Y una vez llegados a la entrada de la Capilla del
Santísimo (que es acristalada) ya ve la lamparilla contigua al Sagrario:
“¡estupendo! ¡Has descubierto el Tesoro!: ¿ves ese cofre? ¡Pues está dentro!
Pero no se llama “cofre”, sino “sagrario” y… el Tesoro… se llama… ¿Quién es
quien más nos quiere, (mucho más incluso que papá y mamá que nos quieren
muchísimo)?”. Alguno dice…: “Jesús” o “Dios”. Si no, se lo digo yo.
“¡Fantástico! Hemos descubierto el mejor Tesoro del mundo: el pan redondito,
blanquito, aplastadito… no es pan, sino que es Jesús, Dios”.
“Así que, como Él nos quiere tanto, que hasta se queda
con nosotros en todas las iglesias, vamos a hablar un poquito con Él. Pero para
eso no hacen falta palabras: hablamos sin decir nada, le hablamos con el
corazón; vamos a mirar con mucha atención al Sagrario, porque dentro está
Jesús, y le decimos algo con nuestro pensamiento”. “¿Y qué le digo?”, me
pregunta alguno a veces. Pues…: “te quiero mucho, Jesús”, “quiero que seas mi
mejor Amigo”, “ayúdame a ser cada día más bueno”. “O le cuentas lo que has
hecho hoy: Él ya lo sabe, porque nos mira siempre en todas partes con mucha
ilusión y mucho cariño, pero le gusta que se lo cuentes tú mismo”.
Nos quedamos padres, niño(s) y yo en
silencio. Y, a los pocos segundos, en seguida dicen contentos: “¡ya!”. “¡Muy
bien! Y… ¿nos quieres contar lo que le has dicho… o es un secreto entre Jesús y
tú? Algunos nos cuentan candorosamente frases sencillitas, pero que emocionan
el alma por su espontaneidad y sinceridad.
Y luego les digo: “Jesús nos ha
escuchado. Pero ahora nos toca a nosotros escuchar a Jesús. Él nos habla a
través de la Biblia, del Evangelio, ¡que es la Palabra de Dios! Pero también
nos habla al corazón. No lo vamos a oír con palabras, (bueno, a lo mejor alguno
sí), pero lo normal es que sintamos paz en el corazón, o alegría, o como un
calorcillo dentro, o ganas de ser más buenos…: ¡eso es señal de que nos está
hablando Jesús, aunque no oigamos palabras o no entendamos bien qué nos dice!
Así que, vamos a mirar de nuevo con mucha atención al Sagrario, porque dentro
está Jesús, y vamos a quedarnos callados con mucho amor un ratito”.
Con la última familia que hice esto,
hará unos 10 días, como siempre, le pregunto al niño, (¡después de casi 2
minutos en silencio y sin movernos, (que para un niño de 6 años es mucho!):
“¿te ha dicho algo Jesús?”. Dice: “sí”. Sus padres con los ojos como platos.
“¿Y qué te ha dicho Él?”. “Que muchas gracias por lo que le he dicho”.
Alguna de vuestras
EXPERIENCIAS tratando de
llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de febrero («Al que venga a Mí no lo echaré fuera», Jn
6, 37), la de enero («Vimos
su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo», Mt 2, 2) y la de diciembre («¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron
dichas de parte del Señor!», Lc 1, 45):
1.- “…te cuento una de
mis experiencias: fue justo anoche; estaban mis hijos discutiendo y no se
entendían entre sí. Si yo mediaba, casi se alzaban más la voz. Pedí ayuda a
Dios para que esa energía tan negativa no se hiciera con mis hijos y conmigo y,
justo en un momento de tregua, entró tu mensaje de resaltar lo positivo en los
demás. Me centré en eso, mientras seguía rezando para apaciguar la situación.
Al final se disculparon, por lo menos conmigo, y sé que con un poco de tiempo
retomarán su buena relación.
Muchas gracias por tu mensaje: lo tomé como
una respuesta a mi petición de ayuda a Dios…”.
2.- “…gracias
por tus experiencias: son siempre una oportunidad dentro del buzón de correo-e.
lleno de ofertas, reclamaciones, quejas… para reenfocar el estilo.
Estaba
enfadado con mi entidad bancaria, porque llevo pendiente de solucionar trámites
administrativos con los saldos gananciales y que pasen a sus herederos (nuestros
hijos) desde hace más de un mes. Los del banco, no me contestaron al correo que
envíe en su momento y 25 días más tarde me piden una documentación que ya fue
entregada anteriormente. Cuando hablo con ellos me dicen que están desbordados,
(que vienen de otra entidad que les ha absorbido), y que hay procedimientos que
necesitan confirmar.
Mi posición, (como
administrado), y así se lo decía al gestor de ese banco el viernes tarde, es:
“a mí no me cuentes historias; yo espero gestión y resultados”.
Hoy le he contestado al gestor,
en cambio, reenviando la documentación y dándole un nuevo plazo, pero la
respuesta escrita, aunque firme en los requerimientos, ha sido moderada y sin
acritud. Esto ha sido fruto de tu mensaje…”.
3.- “…esta es mi experiencia que estoy tratando de asimilar:
El miércoles
tenía cita con el oncólogo: pensaba era una cita de control, pero tuve un
encuentro especial con Jesús y sin dudar le he dicho “sí”. La cita era para los
resultados de la resonancia efectuada y... ¡Hay que estar siempre preparada y
con la lámpara encendida...!: según parece tengo 2 metástasis en la columna,
zona dorsal y lumbar, (está por confirmar con un PET), y el tratamiento ya me
ha dicho será radioterapia. Estoy algo chocada todavía, pero me siento en Sus manos:
tiene prisa en que haga una carrera en el 'santos juntos'; en especial llega
cuando estoy algo baja de moral, así que me dice Él: “Yo no te olvido”. Ofrezco
todo por la Obra de María, por la Iglesia y, cómo no, por nuestra comunidad
local.
Esta es mi
parte, que parece me la quiere grabar a fuego: tengo que ser ese imán que atrae
el cielo a la tierra; pero lo tengo claro: sin la unidad, sin “Jesús en medio”,
no puedo nada. Esta es mi experiencia, que es repetir el “sí” a Jesús Abandonado
en cada momento, hasta que “la maleta” esté llena y el designio realizado. Pero
este también es un camino sinodal.
Como verás,
Paco, no sé lo que Dios quiere de mí. A este punto, me preocupa mi marido: pide
mucho por él, ya que también Dios le está pidiendo mucho. Y es un cuidador
excelente, un tesoro y se merece un céntuplo.
Tengo grabada
la frase que me dijo M., fruto de su experiencia similar a la mía: 'en el
momento presente, tienes la gracia'. Y ahí estoy, y no puedo salir de ahí; si no,
no lo soportaría: es un golpe que hace falta asimilar, pero decir “sí” a cada
momento; y luego Él me dará la fuerza... Si no... Mejor no pienso… y rezo la
oración de San Francisco…”.
Si quieres leer
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de gente de
todo el mundo,
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