VIDA DE LA PALABRA primeras semanas de DICIEMBRE
Alguna de mis
EXPERIENCIAS tratando de
llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de diciembre («¡Feliz la que ha creído que se cumplirían
las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»,
Lc 1, 45) y la de noviembre («Bienaventurados los que trabajan por la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios», Mt
5, 9):
Cuando llegó la mañana, empezaron a
presentarse multitud de cosas. P.ej., ya a las 7:40, (después de dos meses de espera),
se presentaron a podar y terciar las “famosas” ramas del parque (las que estaban
desgastando y provocando desperfectos en la fachada y techo de la casa
parroquial); al ratito, llega también el que arregla las puertas mecánicas (que
debiera haber venido dos días antes); etc.
Mientras tanto, yo quería “encajar”
todos esos imprevistos con mis cosas “previstas” y me estaba agobiando y
estresando porque cada vez parecía más imposible. Y me vino la PdV: “dichosa la
que ha creído…”. Pues, ¡en ese momento yo no estaba dichoso precisamente! ¡¡No
puede ser!! Y siempre el Señor me ha ido arreglando mi agenda: ¿es que no me
estoy fiando? Hasta que me di cuenta: los trámites que yo tenía previstos, no
era imprescindible realizarlos ese día. Y en ese momento me entró la paz: ya no
tenía “mil cosas”: solo las del momento presente que Dios me ponía delante. Y
me entró la dicha, recordando y comprobando, una vez más, lo que siempre os
digo: “ni un minuto antes, ¡pero tampoco uno después!; Dios provee en el
instante adecuado”. No obstante, a pesar de eso, seguramente llegaría yo tarde
a la reunión con los sacerdotes del arciprestazgo, pero con paz y dicha. ¡Y así
fue! Y, (para que me fie más aún del Señor, cuando Él “me arregla” la agenda), iba
diez minutos tarde, un poco avergonzado, pero… ¡fui el primero en llegar!
Alguna de vuestras
EXPERIENCIAS tratando de
llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de de diciembre («¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron
dichas de parte del Señor!», Lc 1, 45), la de noviembre («Bienaventurados
los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios», Mt 5, 9)
y la de octubre («Sabemos
que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que lo aman», Rm 8, 28):
1.- “…como te puedes imaginar, mi mujer y yo, hemos hablado mucho (durante los
últimos 6 meses), sobre todas las "salidas" posibles a esta crisis de
salud.
Por caminos
propios y en procesos paralelos y casi simultáneos, nos encontramos que
habíamos llegado a la misma conclusión; "total aceptación y
conformidad" con lo que el Señor hubiera dispuesto para nosotros.
A partir de ese
momento, la "gestión" de la crisis, ha estado totalmente exenta de
cualquier tipo de "tensión negativa".
De manera que
todo el tratamiento lo hemos pasado preocupados, pero con una tranquilidad y
una paz interior realmente llamativas. En lugar de reprochar el mal trato,
damos gracias a Dios por permitirnos ayudarle a llevar la Cruz y, además,
descubrir que no pesa...
Si Dios quiere,
saldremos de ésta. Confiamos, plenamente, en la Misericordia Divina y en la
competencia médica. No sé expresarlo de otra manera…”.
2.- “… me di cuenta que el cliente se había
marchado sin pagar los 150 €. Aunque a veces esto ha sucedido a otras y los
jefes entienden que no tenemos la culpa, me puse muy nerviosa, pues me gusta
hacer con total responsabilidad todas las cosas, también mi trabajo.
Entonces le recé a mi ángel de la
guarda y le pedí que le hablara al ángel de la guarda de ese señor para que
pagara lo que debía.
Cuál sería mi sorpresa cuando veo a
ese hombre a la mañana siguiente. Me batía el corazón. Me daba reparo decirle
algo, pero me acerqué y traté de sacar mi mayor amabilidad: “perdone: no sé si
se dio cuenta ayer, pero estuvo aquí y quizá distraídamente se marchó sin
pagarme”. “¡Imposible!, pero vamos a comprobarlo porque guardo siempre los
tickets”. Miró y nada. Miró los cargos de su tarjeta… y entonces me pidió
perdón por su despiste y pagó.
Yo estaba emocionada por dentro y no
paraba de darle gracias a Dios y a los ángeles de la guarda. Tanto se me
notaba, que una compañera me preguntó qué me pasaba y no tuve más remedio que
contarle, aunque ella no es muy creyente… Acabó exclamando que nunca había
visto algo así, que era un milagro…”.
3.- “…llevo desde agosto “alejada” y
“enfadada”. Derivaron a mi hija pequeña al neurólogo y al médico rehabilitador
porque no caminaba y nos dijeron que algo pasaba… primero que si la niña no iba
a caminar nunca, que si caminaba iba a ser como “una niña retrasada”, que
podría tener una enfermedad en el músculo, que si era autista…. En fin…
Hay personas que en los momentos malos se aferran mucho
más a la fe y yo decidí alejarme, no era capaz ni de pensar en algo más que: “¿por
qué me tiene Dios que castigar de esa manera? Que me mande algo malo a mí, pero
a mis hijas, no”. Total que han sido unos meses duros de mucha fisioterapia y
de mucha lucha interna conmigo misma, porque yo quería refugiarme en la fe,
como hacen muchas personas cuando algo malo les pasa, pero es q no podía…
Hace pocas semanas mi pequeñita dio sus primeros pasitos
y fue unos de los mejores días de mi vida porque por fin puedo ver luz al final
del túnel. Han sido 3 meses muuuuuuy largos para mí y a día de hoy solo puedo
darle gracias a Dios porque mi hija está sana y va a caminar. Estoy volviendo a
retomar las lecturas diarias de la Biblia y estoy muy ilusionada con el Adviento
y la Navidad.
Justo hoy leí un texto en instagram sobre el Adviento y que
describe a la perfección cómo me he
sentido yo estos meses. Probablemente estos meses me han hecho valorar mucho
más cosas insignificantes que damos por hecho en el día a día. Me ha hecho
pararme y darme cuenta de lo que de verdad importa.
Y en el fondo sé que Dios ha estado conmigo en todo
momento. Porque aunque yo no le tuviera tan presente en el día a día, ni rezase,
ni fuese a Misa, había momentos en los que me paraba y decía: “no puedo más, a
esto no le veo salida”; y yo sé que estaba Él ahí, me sostenía y me decía que
ya faltaba menos; no sé cómo explicarlo bien.
Justo ayer mi hija mayorcilla, (que va a un cole
religioso), empezó a tararear una canción y me quedé alucinada, porque fue una
canción que ¡¡¡canté como solista el día de mi primera Comunión!!!! Me hizo
muchísima ilusión recordarla y que ella se la supiera. Fue como una señal…”.
4.- “…me gustó el consejo que dijiste a
los niños: "repetid la respuesta para aprenderla, pero no como papagayos,
sino con el corazón". Es algo en lo que he pensado mucho ya siendo mayor:
tantas cosas aprendidas de memoria que luego recitaba sin pensar realmente en
lo que decía.
Y ¡qué distinto resulta todo cuando realmente las cosas
se dicen desde el corazón!
Hace 3 meses, al ir a confesarme, me pusiste de
penitencia recitar un Padrenuestro, pero pensando en una hija que se dirige a
su padre. Recuerdo que pensé: "que
penitencia tan fácil; en un momento la hago".
Tres meses han pasado y aún no he
sido capaz de cumplirla: cuando me puse a decir el Padrenuestro, recordé las
indicaciones y no pude pasar de la palabra “Padre”. Pensar, sentir, que
realmente le estaba hablando a mi Padre; “nuestro”, cierto, pero en ese
instante de relación hija-padre, pensar
que ciertamente era mi Padre y que no estaba allí lejano, en el cielo,
sino también en la tierra, cerquita,
conmigo, que su compañía era real, me hizo emocionarme y no pude
continuar rezando.
Tu consejo a los niños me hizo recordar las palabras
escuchadas en este tiempo de Adviento: "allanad el camino". Y ahora
me pregunto si para allanarlo no tendré que hacer precisamente eso:
"quitar los papagayos de mi vida y dejar solo sitio al corazón"…”.
Si quieres leer
más experiencias similares,
de gente de
todo el mundo,
puedes
encontrarlas “pinchando” AQUÍ o AQUÍ o
No hay comentarios:
Publicar un comentario