VIDA DE LA PALABRA últimas semanas de DICIEMBRE
Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de diciembre («¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!», Lc 1, 45) y la de noviembre («Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios», Mt 5, 9):
P.ej., intentando comprender y
solucionar asuntos referentes a las líneas de teléfono de la Parroquia y
servicios a ellas enganchados, venía la tentación de desesperarse intentando
aclarar todo: compañía telefónica, compañeros, servicio técnico del arzobispado…
Como una madeja un poco revuelta, sin encontrar la punta. “Para Dios no hay
nada imposible” me venía a la mente, ¡seguir amando a cada uno a quien escribía
o hablaba!, y, a continuación, “feliz quien ha creído…”. Y seguía adelante. Y
después de tres meses, hace pocos días, casi como milagro, parece que al final
se ha logrado poner cada cosa en su sitio.
También otras cuestiones difíciles con personas
o grupos, incluso habiendo metido a veces la pata por parte de unos u otros, el
recordar “todo sirve para el bien de los que aman…” me daba la paz para
continuar amando y no dejar a nada ni nadie fuera. Confiando que Jesús pidió: “Padre,
que todos sean uno”.
El ver que estos meses disminuyen los
donativos, me hace confiar en la Providencia: “busca primero el Reino de Dios y
su justicia… y lo demás se te dará…”. Así que, estoy tratando de buscar por un
lado más ratitos de oración y, por otro, hacer lo que toca en cada momento, sin
angustiarme por el resto. Y “veo” respuesta de la Providencia todo este mes, en
otro campo: aunque ya no nos dan del banco de alimentos, sin embargo (seguramente
por la Navidad, pero confío que también después) muchos grupitos y personas sí
están trayendo productos no perecederos para que el grupo de Caritas parroquial
pueda distribuirlos.
Alguna de vuestras
EXPERIENCIAS tratando de
llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de de diciembre («¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron
dichas de parte del Señor!», Lc 1, 45), la de noviembre («Bienaventurados
los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios», Mt 5, 9)
y la de octubre («Sabemos
que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que lo aman», Rm 8, 28):
1.- “…como cada mes, la palabra llega para
reconfortarme, y recordarme que, (pese al sentimiento de soledad que me aborda
en ciertos momentos), Dios siempre con su palabra, viene a iluminar mis días,
recordándome que no estoy sola, y que estos momentos son duros, pero son una
prueba más de que Él, está con nosotros…”.
2.- “…aquí sigo dando gracias a Dios por este regalo de
cada día estar todavía en este mundo. Por lo demás pocos cambios: acabo de
pasar revisión y estoy bastante bien; el tumor ha disminuido, gracias a Dios y
a Mi Madre que está siempre a mi lado. Este es un tiempo precioso, en el que me
siento más alegre. El Adviento, esperando la venida del Niño Dios.
Padre, muchas gracias por tus PdV: me encanta leerlas. Son unos relatos y
comentarios de otras personas y tuyos que me ayudan a seguir en esta lucha. Subo
la mayoría de los domingos a Misa a la casa de Dios: estoy muy en contacto con
el párroco; él se alegra mucho cuando me ve y yo muy contenta de estar en la iglesia.
Subo andando pq ya no conduzco, pero como se dice: “lo que más cuesta, es lo
que más vale”; y si no llueve o nieva, subo…”.
3.- “…cuento algo de mi última
aventura. Llevo nueve días en el hospital, ayer me quitaron una piedra, y
espero estar pronto en casa. Tenía muchos proyectos para el puente, pero
salieron otros. Me decía: “y por qué ahora, si se me forman las piedras una vez
al año y la última me la quitaron en mayo”. Hasta que una noche vi que mi
vecino de cama, que tiene demencia, se quejaba, y me acerqué a ver qué le
pasaba. Y encontré el porqué: “estás aquí para poder cuidar de este señor por
las noches (su familia está por el día)”. Y en este “año del cuidar” he podido
atender a mi nuevo amigo, que cada vez que me acerco no me conoce y que no sabe
lo que he hecho por él unos minutos antes. Amor desinteresado…”.
4.- “…me propuse estar al
servicio de los demás y creo que lo conseguí: salía de la hospedería con una amiga
y por el patio iba una señora. Algo me decía: “saluda”. Nos presentamos. Ella estaba
sola. Yo la dije: “he quedado con mi familia, pero luego nos vemos”. Me dio las
gracias. Cuando volvimos, nos estaba esperando. Pudimos estar juntas, ella se
alegró, luego se vino conmigo a casa andando, donde se me había olvidado una cosa.
Hablamos como si nos conociéramos de toda la vida. Cuando regresamos, me dio
las gracias: “me has levantado el ánimo y estoy contenta”.
En el comedor traté de estar
pendiente de todos y ayudar en todo.
Hoy se quedaba otra sola: he ido a buscarla
y le enseñado la ciudad. Me cuenta, que acaba de fallecer su padre, que quería estar
sola, aunque hoy me ha contado muchas cosas, que no pude olvidar a su padre. Yo
le conté que cuando yo tenía 18 años perdí a mi padre; era mi todo y me costó más
de dos años; y le conté que fui a un encuentro a Roma y una cosa me impactó:
tenemos un Padre que le podemos decir papá, tratarle de tú. Entonces algo me
pasó por dentro: ¿angustia?, no lo sé; solo sé que lloré amargamente y me preguntaron
qué me pasaba. Contesté “nada”, con los ojos tapados para que no me vieran y me
salí. Al ratito me dije: “¿por qué me voy preocupar?: cada vez que necesito algo,
vuelvo hablar con Él?”.
Ella agradeció muchísimo mi experiencia y
quiere seguir en contacto conmigo.
Hacía mucho tiempo que las misas no eran tan
provechosa para mí: en la comunión, me sentía contenta, con una paz que no lo
podía creer. Tengo que darle gracias constantemente…”.
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