viernes, 31 de diciembre de 2021

¡FELIZ AÑO NUEVO 2022!

          Para empezar bien el Año, no sólo el día 1 (fiesta de Sta. María Madre de Dios y Jornada mundial de oración por la paz), sino todo el mes, te envío la Palabra de Vida de enero y, previamente un texto del Papa con el cual…

 

deseo a ti y a los tuyos

que tengáis una muy buena salida y entrada de año

y un próspero 2022

colmado de la bendición del Señor:

 


 

«¡Qué hermosos son sobre las montañas

los pasos del mensajero que proclama la paz!» (Is 52,7).

… la llegada del mensajero de la paz

significaba la esperanza de un renacimiento de los escombros de la historia, el comienzo de un futuro prometedor.

Todavía hoy, el camino de la paz,

que san Pablo VI denominó con el nuevo nombre de desarrollo integral,

permanece desafortunadamente alejado de la vida real de muchos…

En cada época, la paz es tanto un don de lo alto

como el fruto de un compromiso compartido.

Existe, en efecto, una “arquitectura” de la paz,

en la que intervienen las distintas instituciones de la sociedad,

y existe un “artesanado” de la paz

que nos involucra a cada uno de nosotros personalmente.

Todos pueden colaborar en la construcción de un mundo más pacífico: partiendo del propio corazón

y de las relaciones en la familia, en la sociedad y con el medioambiente,

hasta las relaciones entre los pueblos y entre los Estados.

…me gustaría proponer tres caminos para construir una paz duradera. En primer lugar, el diálogo entre las generaciones,

como base para la realización de proyectos compartidos.

En segundo lugar, la educación,

como factor de libertad, responsabilidad y desarrollo.

Y, por último, el trabajo para una plena realización de la dignidad humana. Estos tres elementos son esenciales

para «la gestación de un pacto social»,

sin el cual todo proyecto de paz es insustancial.

 PAPA FRANCISCO, Mensaje para la Jornada mundial de Oración por la paz, 1 enero 2022



PALABRA DE VIDA                               enero 2022

 

«Vimos su estrella en el Oriente

y hemos venido a adorarlo»

(Mt 2, 2)

 

Estas palabras, que solo recoge el Evangelio de Mateo, las pronuncian unos «sabios» que han llegado desde lejos a hacer una visita bastante misteriosa al niño Jesús.

Es un grupo pequeño que emprende un largo camino siguiendo una pequeña luz, en busca de una Luz más grande, universal: el Rey que ya ha nacido y está presente en el mundo. De ellos no sabemos más, pero este episodio está lleno de motivos para la reflexión y la vida cristiana.

Ha sido elegido y propuesto en este año por los cristianos de Oriente Próximo para celebrar la «Semana de oración por la unidad de los cristianos»[1], una ocasión preciosa para volver a ponernos en camino juntos, abiertos a la acogida recíproca pero sobre todo al designio de Dios de ser testigos de su amor para todas las personas y pueblos de la tierra.

 

«Vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo».

 

Esto dicen los cristianos de Oriente Próximo en el documento que acompaña a las propuestas para esta Semana de Oración: «[…] la estrella que apareció en el cielo de Judea constituye un signo de esperanza largamente esperado, que lleva a los Magos –y en ellos, en realidad, a todos los pueblos de la tierra– al lugar donde se manifiesta el verdadero Rey y Salvador. La estrella es un don, un signo de la presencia amorosa de Dios para toda la humanidad. […] Los Magos nos revelan la unidad de todos los pueblos deseada por Dios. Viajan desde países lejanos y representan culturas diversas, y sin embargo a todos los empuja el deseo de ver y conocer al Rey recién nacido; se reúnen en la gruta de Belén para honrarlo y ofrecerle sus regalos. Los cristianos están llamados a ser en el mundo un signo de la unidad que Él desea para el mundo. Aunque pertenezcan a culturas, razas y lenguas distintas, los cristianos comparten una búsqueda común de Cristo y un común deseo de adorarlo. La misión de los cristianos es, pues, ser un signo, como la estrella, para guiar a la humanidad sedienta de Dios y llevarla a Cristo, y para ser instrumento de Dios para realizar la unidad de todas las gentes»[2]. La estrella que resplandece para los Magos es para todos, encendida ante todo en lo profundo de la conciencia que se deja iluminar por el amor. Todos podemos agudizar la mirada para descubrirla, ponernos en camino para seguirla y alcanzar la meta del encuentro con Dios y con los hermanos en nuestra vida cotidiana, para compartir con todos nuestras riquezas.

 

«Vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo».

 

Honrar a Dios es fundamental para reconocernos ante Él tal como somos: pequeños, frágiles, siempre necesitados de perdón y misericordia y, por ello, sinceramente dispuestos a la misma actitud para con los demás. Este honor, debido solo a Dios, se expresa plenamente en la adoración.

Podemos dejarnos ayudar por estas palabras de Chiara Lubich: «[…] ¿Qué significa “adorar” a Dios? Es una actitud que se dirige solo a Él. Adorar significa decirle a Dios: “Tú eres todo”, es decir: “Eres el que es”; y yo tengo el inmenso privilegio de vivir para reconocerlo. […] significa también […]: “Yo soy nada”. Y no decirlo solo con palabras. Para adorar a Dios hace falta anularnos nosotros y hacer que triunfe Él en nosotros y en el mundo. […] Pero el camino más seguro para llegar a la proclamación existencial de nuestra nada y el todo de Dios es totalmente positivo. Para anular nuestros pensamientos no tenemos más que pensar en Dios y tener sus pensamientos, que se nos revelan en el Evangelio. Para anular nuestra voluntad no tenemos más que cumplir su voluntad, que se nos indica en el momento presente. Para anular nuestros afectos desordenados basta con tener en el corazón el amor a Él y amar a nuestros prójimos compartiendo sus ansias, sus penas, sus problemas, sus alegrías. Si somos “amor” siempre, sin que nos demos cuenta seremos nada por nosotros mismos. Y viviendo nuestra nada, afirmamos con la vida la superioridad de Dios, que Él es todo, y así nos abrimos a adorar verdaderamente a Dios»[3].

 

«Vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo».

 

Podemos adoptar las conclusiones de los cristianos de Oriente Próximo: «Después de haber conocido al Salvador y haberlo adorado juntos, los Magos, prevenidos en sueños, regresaron a sus países por otro camino. Del mismo modo, la comunión que compartimos en la oración común debe inspirarnos a volver a nuestras vidas, a nuestras Iglesias y al mundo entero recorriendo nuevos caminos. […] Ponerse al servicio del Evangelio requiere hoy el esfuerzo de defender la dignidad humana, sobre todo de los más pobres, los más débiles y los marginados. […] El camino nuevo para las Iglesias es el camino de la unidad visible, que perseguimos con sacrificio, coraje y audacia, de modo que, día tras día, “Dios sea todo en todos” (1 Co 15, 28)»[4].

 

LETIZIA MAGRI



[1] La fecha tradicional para celebrar la «Semana de oración por la unidad de los cristianos» es del 18 al 25 de enero en el hemisferio norte. En el hemisferio sur, ya que enero es tiempo de vacaciones, las Iglesias celebran la Semana de Oración en otras fechas, por ejemplo en Pentecostés, época igualmente simbólica para la unidad de las Iglesias. Es también una invitación a mantener vivo el compromiso del diálogo ecuménico durante todo el año.

[3] C. Lubich, «Palabra de vida», febrero de 2005: Ciudad Nueva n. 417 (2/2005), 22-23.


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