miércoles, 31 de julio de 2019

DAR LAS GRACIAS, DAR FELICIDAD, DAR AYUDA, DAR...

VIDA DE LA PALABRA                                    últimas semanas JULIO


Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de julio («Gratis lo recibisteis; dadlo gratis», Mt 10, 8) y la de junio («Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos», Hch 1, 8):

1.-        La confesión y el coloquio de acompañamiento espiritual es un ministerio que, (aunque muy comprometido y difícil), me encanta: acoger a las personas y poder transmitir el gozo que Dios tiene por perdonar a los arrepentidos.
            Pero… un día había estado yo sentado en el confesonario antes de la última Misa del día y durante esta (que celebraba el otro sacerdote), sin que entrara nadie. Al terminar todo, varias personas (estaban en Misa y antes), cuando ya vamos a cerrar, piden confesarse. Por una milésima de segundo, pensé decirles… por qué no habían aprovechado el tiempo destinado para ello. Pero… “dad gratis lo que gratis habéis recibido”, les sonreí y me puse a confesar.
Un domingo había estado yo confesando mucho a lo largo de todo el día y durante esa última Misa de la tarde también… Me encontraba realmente cansado (también por el calor del día). Después de ayudar yo a dar la comunión, mientras regresaba a la sacristía, una señora me preguntó si después iba a seguir confesando. De primeras… hice un gesto tenue de “no”…, pero en seguida, (¡la PdV!; ¡¡y encima es una labor que me llena!!) entré al confesonario y encendí la luz verde: se confesaron todavía bastantes personas.

2.-     Tenía yo mi coche en el taller: me habían dejado allí uno de sustitución.
Una mañana al salir… no encontré la llave del coche. Empleé varias horas en dar 2 “batidas” a casa, cochera, templo, salones, despachos... Fue bonito porque no perdí la paz y estaba en diálogo continuo con el Señor (y, a veces, con S. Antonio). Se lo dije también al sacerdote colombiano que está ayudando durante julio en la parroquia, para otra batida juntos con "ojos distintos" por todo el complejo parroquial, (hasta las alcantarillas de la cochera).
Cuando, al final de la mañana, lleno de vergüenza, llamé al taller que me ha prestado el coche, no pusieron el grito en el cielo; y eso que resulta que no tienen llave de repuesto, ni la plaquita de plástico donde pone las claves para hacer una nueva.
Después de comer continué buscando otra hora hasta en los sitios más inverosímiles. "Tú, Señor, eres mi único Bien", por tanto, con paz.
Al final, cuando la furgo de la parroquia quedó libre, fui por la tarde (y a correprisa, ya sin tiempo) a hacer las visitas a los enfermos en el hospital ya que por la mañana no había podido.
Luego el taller mandó una grúa (que, por cierto, no cabía en el recinto) para llevarse el coche de sustitución.
A la mañana siguiente, lo conté en la homilía (sin tenerlo pensado cuando la preparé) como experiencia del Evangelio de ese día: "venid a Mí... MANSO y humilde de Corazón; y hallaréis vuestro DESCANSO". Al acabar, entraron 3 personas en la sacristía, una para llevarme donde necesitara; otra para prestarme su coche los 2 días que quedaban hasta que terminaran el mío; y otra (que acepté) para prestarme su coche y así ella usaba el de sus padres, que necesita hacer km.
Supongo que tú también me preguntarás, (lo mismo que mucha gente durante todos estos días posteriores), si al final ha aparecido después de 10 días la dichosa llave: nadie la ha visto.

3.-        Uno de estos días ofrecí a dos personas llevarlas para que conocieran Segovia. Yo la había visitado varias veces: “dad gratis…”. Tenía yo material preparado para hacer una guía de todo lo principal.
            Me fui dando cuenta, que a ellos no les interesaba algo tan exhaustivo, así que fui resumiendo lo esencial y cortando varias visitas: tenía que “darles” lo que ellos querían, no lo mucho que yo sabía o me había preparado. En el sepulcro de S. Juan de la Cruz sí nos entretuvimos rezando.
            Al final estábamos muy contentos los tres.


Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de julio («Gratis lo recibisteis; dadlo gratis», Mt 10, 8), la de junio («Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos», Hch 1, 8) y la de mayo («La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío», Jn 20, 21):

1.-        “termina el mes y es hora de hacer recuento; te comenté que iba a tratar de ver qué podía dar este mes gratis y así lo he intentado hacer:
Dar las gracias: escribiendo un correo a una persona que hacía tiempo estaba pendiente.
Dar felicidad: mandando un ramo de flores a mi tía de 88 años por su santo el día del Carmen.
Dar ayuda: dejando mi coche a mis cuñados misioneros para que pudieran, en vacaciones, solucionar sus asuntos particulares.
Dar descanso: trasladando materiales pesados de campamentos en el garaje, de un coche a otro, para que mi hijo pudiera descansar un poco más, sin que él lo supiera antes.
Dar atención: escuchando a una persona en otra ciudad, a quien yo no conocía y le hacía mucha ilusión hablar y compartir sus situaciones vividas en distintas ciudades. Resultó ser sacerdote cercano de donde trabajo.
Dar compañía a personas que viven solas: mi suegra, mi compañera, una amiga y siempre es agradable compartir un poco de mi tiempo, ahora que estoy de vacaciones.
Dar confianza: sabiendo estar en el lugar del otro cuando te cuenta una dificultad familiar de salud y prefiere que seas la única persona que lo sepa manteniendo la discreción.
Dar gusto: innovando platos de cocina novedosos, de un libro que me regaló mi marido hace tiempo y todavía no había estrenado.
Me da pena que termine el mes...
            Siento que no nos veamos en la Mariápolis de El Ferrol, pero me alegro que estés a partir del día 4 en la de los Dolomitas.
           
2.-        soy la mujer que cuidaba de C. y que nos conociste en el hospital de Villalba. Te escribo un poco mi vivencia con ella.
C. decía: “hay que aceptar lo que Dios nos da, cuando Dios lo manda por algo es”; me enseñó a tomarme las cosas de otra forma y aceptar la vida con todo, a madurar, a luchar (era muy luchadora, con una gran fuerza de voluntad). “Hombre parado, mal pensamiento”, decía.
Se levantaba, se santiguaba (y yo con ella), le pedía a San Antonio que nos guardara y ayudara y a veces decía: “Dios en mí y yo en Dios”, frase que me encanta, porque me centra donde debo estar.
También que “hay personas que se creen más que Dios, pero que es Dios el único que todo lo puede”.
Que “lo que hay que hacer es salvar el Alma, porque el cuerpo se queda y lo que vale es el Alma”.
Otro día me dijo; “hay que perdonar para que nos perdonen”.
Antes de llegar yo, por la mañana, decía que estaba pidiendo a las ánimas que me cuidaran y pudiera llegar bien para cuidarla y, cuando me veía, se le iluminaba la cara: ya se quedaba tranquila y siempre dando y dándome las gracias. A mí ese recibimiento, gratitud y cariño me llena el Alma; y cuando me iba, igual: pedía por mí.
Luego, todos los días rezábamos el Rosario. Decía: “hay que pedir por todos, porque habrá personas que no tengan quien pida por ellos…” y… me di cuenta qué poco valoramos la salud mientras la tenemos.
Me siento muy afortunada de haber estado con ella y de todo lo que me ha transmitido y enseñado. Falleció el lunes pasado, mientras la rezaba el Rosario; me quedo con mucho amor de ella y dando gracias a Dios de haber estado con ella.
A veces la decía: “¿quién cuida a quién?”. Porque espiritualmente me ha ayudado mucho y encima yo estaba maravillada de que con sus 99 años siguiera con una labor tan importante. Siempre he dado importancia a las personas mayores, pero a ella la veía muy especial. Le decía: “¿tú no tienes penas? Porque las personas mayores cuentan muchas”. Y ella me dijo: “las penas me las guardo en el bolsillo”; siempre tan generosa...
Ella era muy devota de San Antonio de Padua. Ahora yo también y la di las gracias por habérmelo enseñado. Yo antes, si iba a una iglesia, le ponía una velita, pero lo veía de otra forma; ahora lo veo más cercano: como alguien conocido…
Esto es un poco de algo muy bonito que he vivido y aprendido ahora pido seguir en ese camino.
Muchas gracias también a ti.

3.-        escuchaba ayer a una religiosa un montón de historias de madres a las que había ayudado en todos los años en que lleva ejerciendo su vocación. 
Me ilusionó escuchar la historia de una de ellas. Una de las madres que allí estaba dio luz a una niña y cuando creció, decidió hacer educación infantil y ahora está en la guardería de la casa encargándose de cuidar a los niños de las mamás cuando estas logran encontrar algún trabajo. 
Escuchando esos relatos, piensas: “¿en qué voy a ayudar yo a estas mujeres cuando son ellas las que me ayudan a mí con su ejemplo de fortaleza, de lucha constante?”.
Pensando en ellas me venía a la mente la imagen de la capilla del Centro Mariápolis de Las Matas que tanto me fascinó desde la primera vez que la vi: ese Jesús en el que se intuye el dolor, pero que, mirándole, lo que te invita es a pensar en la vida.
Ves a esas mujeres cada una con su drama particular, pero piensas en todo lo positivo que tienen para aportar y lo que quieres es ayudarlas a que lo logren, que brillen con luz propia, que saquen lo mejor de sí mismas, que al mirarlas pase como cuando miras a ese Jesús de la capilla, que intuyes que por alguna situación de dolor pasaron en su vida, pero que transmiten tanta alegría y tanta paz que es difícil imaginar que en algún momento el dolor y el sufrimiento estuviera en sus vidas.



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