dadlo gratis»
(Mt 10, 8)
¿Qué es lo que hemos recibido gratis y
debemos dar a nuestra vez?
Los apóstoles, a quienes Jesús se
dirige, han
experimentado la misericordia de Dios a través de sus palabras, sus gestos
y decisiones. A pesar de sus debilidades y limitaciones, han recibido la nueva
ley del amor y de la acogida recíproca.
Sobre todo han recibido el regalo que Dios quiere
hacer a todos los seres humanos: el don de Sí mismo, de su compañía por los caminos de la vida, de su luz para tomar decisiones.
Son regalos
que no tienen precio: o sea, «gratuitos».
Los recibieron los apóstoles y los reciben todos los cristianos para
convertirse a su vez en canales, de modo que estos bienes lleguen a todas
las personas con las que se encuentren cada día.
«Gratis
lo recibisteis; dadlo gratis».
Escribe Chiara Lubich en 2006: «A lo
largo de todo el Evangelio Jesús invita a dar: dar a los pobres, a quien
pide, a quien desea un préstamo; dar de comer a quien tiene hambre, dar el
manto a quien te pide la túnica; dar gratis… Él fue el primero en dar: dio la
salud a los enfermos, el perdón a los pecadores, la vida a todos nosotros. Al
instinto egoísta de acaparar opone la generosidad; al pensar únicamente en las
necesidades de uno mismo, el preocuparse del otro; a la cultura del poseer, la
del dar […]. La Palabra de vida de este mes podrá ayudarnos a redescubrir el
valor de cada una de nuestras acciones […].
Todo puede
transformarse en servicio atento y solícito. El amor nos dará ojos nuevos para intuir lo
que los demás necesitan y atenderlos con creatividad y generosidad.
Y como fruto, se
compartirán los dones, porque el amor llama al amor. La alegría se
multiplicará porque «mayor felicidad hay en dar que en recibir» (Hch 20, 35)[1].
«Gratis
lo recibisteis; dadlo gratis».
El razonamiento de Jesús y del
Evangelio es siempre recibir para compartir, nunca acumular para uno mismo.
Es una invitación a reconocer lo que se nos ha dado –energías,
talentos, capacidades, bienes materiales– y ponerlos al servicio de los demás.
Según el economista Luigino Bruni, «la gratuidad es […] una dimensión que puede acompañar a cualquier acción.
Por eso no es “las cosas gratuitas”, sino más bien su opuesto, ya que la gratuidad no
es un precio igual a cero, sino un precio infinito, al que solo podemos
responder con otro acto de gratuidad»[2].
Así pues, la gratuidad supera la lógica del mercado, del
consumismo y del individualismo y llama a compartir, a socializar, a la fraternidad, a la
nueva cultura del dar.
La experiencia confirma que el amor
desinteresado es una vocación en toda regla, con consecuencias positivas
inesperadas.
Así sucedió en Filipinas en 1983. Un
grupo de jóvenes, decididas a dar su aportación de modo creativo, abrieron sus
armarios y sacaron todo lo que ya no necesitaban. Lo vendieron en un mercadillo
de segunda mano y obtuvieron un pequeño capital con el que pusieron en marcha
un centro social llamado Bukas Palad, que en la lengua local significa
«A manos
llenas». La frase del Evangelio que las había inspirado era «gratis
lo recibisteis, dadlo gratis». En esta tarea se les unieron varios médicos que
ofrecían sus servicios profesionales de forma desinteresada, y muchos otros que
abrieron el corazón, los brazos y las puertas de sus casas.
Así nació y se ha desarrollado una gran
acción social. Pero el objetivo más importante que se ha alcanzado y
consolidado en estos años ha sido que los propios destinatarios del proyecto son los protagonistas
de su recuperación, pues recobran su dignidad como personas y construyen
relaciones de amistad y solidaridad[3].
LETIZIA MAGRI
N.B.: Aquí puedes encontrar también la Palabra de Vida
y en
MP3 para escuchar en el
móvil.
en más de 30 idiomas.
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