miércoles, 17 de abril de 2019

MUTUAMENTE SIERVOS POR AMOR

Aquí te ofrezco algunos textos que nos ayuden a profundizar en la Palabra de Vida de este mes abril («Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros», Jn 13, 14) para mejor ponerla en práctica:



PERSEVERAR 
SUPERANDO CADA OBSTÁCULO

Un obstáculo puede convertirse en un trampolín o en una barrera, un estímulo o un impedimento: todo va a depender de mi postura delante de él.
Las dificultades existen y siempre existirán. Lo que debemos cambiar es el modo cómo encaro cada problema, cómo acojo cada dificultad.
La perseverancia es el secreto, es la fuerza que me hace seguir adelante a pesar de los problemas de la vida cotidiana.
El discernimiento y la sabiduría me hacen evitar las complicaciones innecesarias, pero lo que no puedo evitar o cambiar, debe ser encarado con coraje y determinación.
La fe mueve montañas, pero algunas montañas no deben ser transportadas y sí bordeadas. Así como hacen los ríos: rodean montañas y siguen su curso.
Perseverar no significa seguir adelante solos, sino confiar en la ayuda de los hermanos y en la Providencia de Dios, entregándonos en sus manos.

APOLONIO CARVALHO NASCIMENTO, Comentario al Pasapalabra del 6 abril









CRISTO, PASCUA PERENNE

Nos acercamos a la Pascua. Mientras que en el mundo se respira un clima de miedo por la amenaza terrorista, ¿qué respuesta ofrece el misterio del Viernes Santo y de la Pascua de Resurrección?
Chiara Lubich: Cada día es un Viernes Santo. Al ver el telediario, ante la sucesión de asesinatos y atentados, ante esas imágenes inhumanas de violencia, ante el grito de esos sufrimientos, resuena el grito de abandono que lanzó Jesús al Padre en la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»; su prueba más alta, las tinieblas más oscuras. Pero es un grito que no quedó sin respuesta. Jesús no se quedó en el abismo de aquel sufrimiento infinito, sino que, con un esfuerzo inmenso e inimaginable se volvió a abandonar al Padre, superando ese enorme dolor y reconduciendo así a los hombres al seno del Padre y al abrazo recíproco.
Sabemos cuáles son las causas más profundas del terrorismo: el resentimiento, el odio refrenado, los deseos de venganza incubados por pueblos oprimidos desde hace mucho porque los bienes no son compartidos, los derechos no son reconocidos. Lo que falta es la comunión, la capacidad de compartir, la solidaridad. Es urgente, por tanto, suscitar en el mundo, por doquier, espacios de fraternidad, esa fraternidad reconquistada en la cruz.
Desde esa cruz, Jesús nos da la lección altísima, divina, heroica, sobre lo que es el Amor: un amor que no hace distinciones, sino que ama a todos; no busca recompensa, sino que siempre toma la iniciativa; sabe hacerse uno con el otro, sabe vivir en el otro; tiene una medida sin medida: sabe dar la vida. Este amor tiene una fuerza divina, puede desencadenar la revolución cristiana más poderosa que tiene que invadir no sólo el ámbito espiritual, sino también el humano, renovando cada una de sus expresiones: cultura, política, economía, ciencia, comunicación. Esta será la lucha más radical contra el terrorismo: mostraremos la potencia de la resurrección que ha vencido al odio y la muerte, el verdadero rostro del cristianismo, un rostro sumamente diferente al del mundo occidental.

Entrevista a CHIARA LUBICH, de Agencia ZENIT, 8 abril 2004






SABER CAPTAR LO POSITIVO EN CADA UNO

Todas las personas, sin excepción, son criaturas de Dios y dentro de cada una existe una chispa del bien y de la bondad de Dios. Bastaría tener conciencia de este hecho, para aprender a captar lo positivo de cada uno que cruza nuestro camino.
El ambiente hostil, las dificultades de la vida, el mal que existe en el mundo, pueden intentar apagar esa marca indeleble de Dios en nosotros, pero no lo consiguen.
Incluso en la persona más embrutecida que exista, si la miramos con la mirada misericordiosa de Dios, conseguiremos captar algo positivo, como una pequeña llama que aún arde en su interior y que puede reavivarse.
El fuego abrazador del amor que arde en nuestro pecho es capaz de captar lo positivo y reavivarlo en los corazones, “he venido a traer fuego a la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lc 12,49).

APOLONIO CARVALHO NASCIMENTO, Comentario al Pasapalabra del 13 abril






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