VIDA DE LA PALABRA últimas semanas de junio
Algunas de mis EXPERIENCIAS tratando
de practicar la Palabra de vida de junio («Marta, Marta, andas inquieta y preocupada
con muchas cosas; solo una es necesaria», Lc 10, 41-42):
1.- En casa, excepto José, los otros 3 solemos cenar poco, (y a veces nada).
Una tarde se presentan 3 monjes trapenses a visitarnos. Verdadera alegría. En
seguida les ofrecí que se quedaran a cenar con nosotros, pero “respiré” cuando
dijeron que iban a estar solo un rato, mientras confesaban mutuamente uno de
ellos y uno de mis compañeros: les
quedaban más de dos horas de coche y no debían llegar tarde a su
monasterio. Venían de otro, de la elección de una Abadesa de su Orden. Así que,
les preparé un refresco.
El tiempo se alargaba y
nosotros estábamos encantados de escucharles. Pensé en ofrecer de nuevo que se
quedaran a cenar, pero la tentación: “si ya lo has dicho y no querían;
además, te va a tocar a ti preparar todo, aunque hoy no es tu “turno”; y encima
no hay muchas cosas para ofrecer”. No obstante, dado que los otros no
acababan su confesión, (y que a esa hora habitualmente en su monasterio seguro
que ya habrían cenado), con gran alegría recordando explícitamente la PdV,
(aunque me hubiera encantado
seguir escuchándoles), les dije que iba a preparar cena para todos y que seguía atendiendo desde la cocina, (pero no se lograba oír casi nada). Así que, me puse a hablar con el Señor en el fondo del corazón, dando lo otro por perdido y volviendo a recordar la PdV: en diálogo con Él, “íbamos” preparando y se me iba ocurriendo qué preparar (y que se pudiese cocinar rápido para no hacerles perder tiempo).
seguir escuchándoles), les dije que iba a preparar cena para todos y que seguía atendiendo desde la cocina, (pero no se lograba oír casi nada). Así que, me puse a hablar con el Señor en el fondo del corazón, dando lo otro por perdido y volviendo a recordar la PdV: en diálogo con Él, “íbamos” preparando y se me iba ocurriendo qué preparar (y que se pudiese cocinar rápido para no hacerles perder tiempo).
Al final hubo para los 7 y, lo importante, la
conversación fue preciosa: comunión de carismas, fraternidad de hijos de Dios.
Ellos felices (aunque se marcharon tarde) y nosotros más.
1b.- Día y medio después venía a comer a casa una muy amiga nuestra. Su
marido, (q.e.p.d.), también un bendito como ella, (junto con otras familias de
la rama parroquial del movimiento de los Focolares), nos habían hecho y
colocado las cortinas cuando llegamos a Las Matas hace 10 años y medio: fueron,
aquellas veces que venían, días preciosos de amistad y convivencia.
Esta vez la traía su hijo
menor, casado no hace mucho, (no pudimos ir a la boda por ser los días que José
estaba hospitalizado), que quería presentarnos a su mujer. Venían a comer y
traían ellos la comida. Era un domingo que yo tenía bastante “despejado” y me
serviría para descansar.
Unas horas antes, una familia con sus niños venían desde Andalucía a visitarme,
a conocer el Centro Mariápolis y a participar en la Misa. Se hicieron acompañar
de otro matrimonio a quienes también querían ver, ¡y resultaba que, sin saberlo
ni ellos ni nosotros, vivían muy cerca de nosotros! Gente estupenda también. Al
acabar la Misa, me ofrecían que me fuera a comer a casa de ellos.
¿Cómo compaginar todo? Nada de agobiarme; escuchar a Jesús dentro de mí y,
aunque parecía una locura, (Endi no estaba y Christian se encontraba mal), les
dije que se vinieran todos, unos y otros, a comer a casa, confiando en la
bondad y comprensión de todos, ¡y en la providencia del Señor, sobre todo! La
PdV me ayudaba además a estar tranquilo, sin perder el diálogo con Dios dentro
de mí.
Presentar los unos a los otros..., disponer todo, preparar para 14 donde íbamos
a comer sólo 7. Al final, todos “manos a la obra”, con buenísima voluntad cada
uno… Como en la "multiplicación de los panes", (a todos nos vino a la
memoria), ¡sobró de todo!: nuestra bendita amiga había traído “para un
regimiento”, por si acaso "estos curas tuvieran algún invitado más",
(poco pusimos nosotros). Las conversaciones que se iban entrelanzado,
interesantísimas; así que luego la sobremesa compartiendo vivencias y experiencias
de fe unos y otros parecía un auténtico día de convivencia, ¡un día de
Mariápolis!, ¡de ciudad de María! ¡¡Se palpaba la presencia de "Jesús en
medio” por ese amor recíproco!!, (aunque unas horas antes ninguno conocía a
casi nadie de los que allí nos habíamos juntados): familia todos de todos.
A media tarde ya se marcharon los 2 matrimonios y los niños, y quedó nuestra
bendita amiga y los recién casados, (¡otros benditos realmente!), que me
ayudaron a terminar de limpiar todo.
Ella recordó, (ya lo hizo por teléfono cuando concertamos
la visita): “no olvido el abrazo; ¡cuánto bien me ha hecho y me sigue
haciendo!”. Sí, yo también lo recordaba: era en los Ejercicios de
diciembre, la acababa de confesar, y (como ella tiene ese corazón de madre, y de edad es algo mayor que la mía), me atreví a decirle con todo respeto: “¿me permites que te dé el abrazo de parte de Dios Padre, que te acaba de perdonar en la confesión?”. Traté de ser expresión, con la máxima delicadeza, del respeto y afecto que Dios nuestro Padre tiene a todos, pero más sobre quien acaba de derramar su misericordia sacramentalmente, y más quizá a una persona tan excepcional y sufrida como ella, (y lo mismo, en aquellos mismos días de Ejercicios, había sucedido con otra persona que todavía lo recuerda también).
diciembre, la acababa de confesar, y (como ella tiene ese corazón de madre, y de edad es algo mayor que la mía), me atreví a decirle con todo respeto: “¿me permites que te dé el abrazo de parte de Dios Padre, que te acaba de perdonar en la confesión?”. Traté de ser expresión, con la máxima delicadeza, del respeto y afecto que Dios nuestro Padre tiene a todos, pero más sobre quien acaba de derramar su misericordia sacramentalmente, y más quizá a una persona tan excepcional y sufrida como ella, (y lo mismo, en aquellos mismos días de Ejercicios, había sucedido con otra persona que todavía lo recuerda también).
Al final del domingo, verdadero "día del Señor", compartiendo
vivencias interiores unos y otros, así nos sentíamos: verdaderamente como si
Dios nos abrazara a todos a la vez y nos estrechara entre nosotros y muy cerca
de Sí. Ciertamente, “una sola cosa es necesaria”: amar; Dios. Marta y María a
la vez, todos con todos.
2.- Como excursión fraterna de
“fin de curso”, teníamos una peregrinación a Ávila con motivo del V Centenario
de Santa Teresa. De la “comisión” de 8 que preparamos las actividades de la
comunidad local en Las Matas, quedé
encargado yo más directamente de esta
actividad. Íbamos a ir junto con una parroquia, pero la misma tarde de haber
reservado yo el autobús, el sacerdote se acordó que había asamblea parroquial y
me comunicaba que no podría venir nadie de allí; y en ese caso, tampoco él. Ninguno de los 4 que mejor tocan la
guitarra de nuestra comunidad podría participar en la peregrinación. Me
entró la tentación del agobio, como Marta hablando a Jesús sobre su hermana
María: “¿no te importa que me vayan dejando solo acumulando tareas…?”.
También se “borraban” algunos de los que iban a ir . Pero la PdV me
ha ido ayudando a vivir con paz todos esos contratiempos y otros manteniendo la
paz con el Señor en el fondo del alma.
Y llegó el viaje. El guía quería llevarnos a un ritmo trepidante. Se serenó
cuando le dije (acordándome de que “sólo una cosa es necesaria”): “mira;
no importa si no vemos todas las cosas previstas, aunque perdiéramos parte de
las entradas pagadas; lo que importa es que la gente se encuentre a gusto,
convivan y se ayuden entre ellos”.
Al final fue un día precioso (a pesar de la ola de calor) y los 47 regresábamos
repletos. La vuelta en el bus fue impresionante después de la unidad construida
durante la jornada: alguno dio su testimonio de cómo había vivido
interiormente
el día o expresaba una pregunta-duda que entre todos tratábamos de responder;
por la “Vida” y la sabiduría destilada, (había que dar mucho de uno mismo tanto
para salir al micrófono como, sobre todo, para escuchar), se percibía la
presencia de "Jesús en medio" allí (también en el bus) donde "dos
o más están unidos...": experiencia viva de "castillo
exterior", después de habernos imbuido en el “castillo interior” en los
lugares teresianos.
Algunas de vuestras EXPERIENCIAS tratando
de llevar a la vida diaria la Palabra de junio («Marta, Marta, andas inquieta y
preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria», Lc
10, 41-42), la de mayo («Pero
Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros
muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo», Ef 2, 4-5) y la de abril («Me he
hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos», 1 Cor 9, 22):
1.- “…gracias Paco; sigo en
el camino, tratando de fijarme en lo "esencial", pero a menudo
distraída por mis manías y obsesiones, perfeccionismo y afán de controlarlo
todo... En definitiva falta de confianza en Dios. ¡Eso sí, no lo pierdo de
vista!…”
2.- “…correo me llegaba con una buena noticia: “Ya tenemos leche”.
Tres
días antes, había escuchado lo contrario: “... ¿podrías ayudarnos?”. Hice un
par de consultas y no había problemas. Quedaba la parte fácil: ir a la tienda y
pedir que lo enviaran.
¿Fácil?
En dos sitios fui y en ambos: “Lo
sentimos, señorita, no podemos hacer el envío solicitado porque repartimos sólo
en un
radio de 10 Km. Le sugerimos que haga el pedido por internet o vaya a un centro cercano del destino solicitado y, desde allí, se lo envíen”.
radio de 10 Km. Le sugerimos que haga el pedido por internet o vaya a un centro cercano del destino solicitado y, desde allí, se lo envíen”.
La primera opción no me era factible. La segunda, tampoco:
en otras circunstancias no me hubiese importado ir donde hiciese falta, pero
esa mañana la tenía totalmente llena de gestiones que no podía cancelar.
¿Qué hacer?: intentarlo en el último centro que quedaba. Y
antes, rezar: “No sé que voy a hacer,
Padre, si tampoco aquí pudiera conseguirlo: no tengo tiempo de otra solución.
En tus manos lo dejo: yo estoy haciendo mi parte por los niños; el resto, es
cosa Tuya”.
Callar y confiar era lo que sentí que tenía que hacer en el
comercio. La misma respuesta obtuve que en los centros anteriores: no podían
repartir por la zona indicada. ¿No podían? No sé qué cara le puse al chico que
me atendió o qué fue lo que le dije que, según terminé de exponerle la
situación, hizo una llamada telefónica a la zona de destino y me dijo: “sin problema, señorita. Vamos a intentar
atender su pedido”.
No sé qué sensación me produjeron esas palabras, pero creo
que si en ese instante me hubiesen dado un empujón, me hubiese caído.
Yo
que siempre me había considerado tan poquita cosa y ahora tenía delante de mí a
tres personas atendiendo una solicitud, en principio, “inviable”. Tres personas
consultando en el ordenador la disponibilidad de leche de otros centros para
ver cómo podían, entre todos, conseguirme 400 litros de leche. Difícil de
describir la sensación que tuve cuando me dijeron que ya estaba todo resuelto…”
Si quieres leer más experiencias similares,
de gente de todo el mundo,
N.B.: tú también
puedes compartir las experiencias que, por gracia de Dios, hayas podido realizar
poniendo en práctica el Evangelio; “pincha” aquí abajo en “comentarios” y
escríbela; o, dado que en algunos navegadores eso no funciona,
mándamela por correo-e.
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