VIDA DE LA PALABRA durante las primeras semanas del MES DE JULIO
Alguna
de mis EXPERIENCIAS
tratando de vivir la la Palabra de Vida de junio (“«Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo» Mt 28, 21) y la de julio («Os digo, además, que si dos
de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi
Padre que está en el cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi
nombre, allí estoy Yo en medio de ellos» Mt 18, 19-20):
1.-
Dos días bonitos en el tren.
Jueves. Por la mañana, en la estación
encuentro a un amigo: hace 8 años empezó a cambiarle la vida gracias a estos
saludos matinales. Esta ocasión estaba de nuevo particularmente triste. Saludo un instante en
el andén (y luego en el vagón) a otras personas que suben o bajan, pero sin
dejar de prestarle atención a él, a quien noto demasiado abstraído.
En principio no hay dos asientos juntos, pero
se da cuenta la señora que estaba junto al que ocupó él y me hace seña por si yo quiero intercambiar con ella mi puesto, (¡qué atenta, qué detalle!), y así yo me sitúo al lado de él.
Durante la media hora del viaje, me cuenta
sobre su hija adolescente… Acojo esos dolores y preocupaciones como míos; le
prometo oración, recordándole precisamente la Palabra de Vida de este mes
(desde hace esos 8 años se la estoy mandando). Me despide: “¡Muchas gracias por
escucharme! Sí, rezamos unidos. Yo sigo pidiendo por tu padre”.
1b.-
A media mañana me llama al trabajo una amiga, conocida en abril: “como me
dijiste que, además de rezar cada uno desde su lugar, te llamara para pedir
juntos según explica la PdV, aquí me tienes”. Le recuerdo la explicación que da
la PdV. “Consenserint” en latín significa “se pongan de acuerdo”. Y después de
hacerlo, y pensando todo sólo para mayor gloria de Dios, empiezo y ella va
repitiendo: “Eterno Padre…, en nombre de Jesús en medio de nosotros…, unidos en
su Nombre…, y por intercesión de María Santísima…, te pedimos la Gracia de…”.
1c.-
Por la tarde, antes de tomar el tren de vuelta, y después de la tremenda
granizada, en Chamartín saludo a dos dependientas. Me conocen ya por su
compañera, la que en enero me pidió oraciones por su matrimonio; la semana
anterior estuve con ella hablando de eso más de media hora cuando acabó su
jornada. Me dicen el bien y el alivio que supuso para la amiga esa charla. Una
añade entonces: “pues yo tendría que hablar contigo”. “¡Pecadora!”, le contesta
la otra, más jovencilla. “No es eso. Soy agnóstica. Mis padres quisieron
dejarnos libres para que de mayores decidiéramos. Pero me gusta intercambiar
puntos de vista. Además, sí le vamos a decir a otra compañera que aún no
conoces, que hable contigo. Lo está pasando fatal y seguro que encuentra
consuelo o respuesta. Porque… la fe… ayuda… ¿verdad…?”. Asiento, ¡por
supuesto!, y, reiterando mi disponibilidad, les doy mi tarjeta para aquella (a
ellas se las acababa de dar un rato antes).
1d.-
Viernes. Vuelta a empezar. En el tren de ida me encuentro a una conocida a la
que hace tiempo que no veo. Le comento que me vienen devueltos estos correos
quincenales que le mando: “¡qué raro!, porque me llegan… Por lo menos el del
martes, y el de hace unas semanas con la invitación a tus bodas de plata.
¡Felicidades, por cierto!”.
Me cuenta lo que le está gustando el libro “Roma, dulce hogar” y le recomiendo
“Testigos de esperanza” (del Card. Van Thuan), que ya va por su 14ª edición.
Poco a poco, empieza con cosas más delicadas, hasta que... "mi hijo con 20 años acaba de abandonar nuestra casa; dice que no nos aguanta; yo precisamente... creía haberlo hecho todo muy bien con él; le he dicho como el padre del hijo pródigo, que aquí siempre tendrá su hogar". Logra contener las lágrimas de madre varias veces, aunque en algunos momentos se le ponen los ojos vidriosos. Acordándome de la Palabra de julio, le propongo rezar juntos ahí mismo en el vagón del tren.
1e.-
Al bajar, en Chamartín, me tropiezo con un misionero de paisano (está en
Rusia). Por facebook sé que su padre está muy grave con cáncer y estoy rezando
por él. Iba yo esa vez ya con bastante retraso, ¡y me gusta ser puntual! Pero
hay cosas más importantes. Así que le pregunto y me cuenta todo. Va
precisamente al hospital. Le propongo antes (con la PdV en mente) que nos
pongamos de acuerdo (“consenserint”) y rezar ahí mismo, así que
yo voy diciendo
y él repite: “Eterno Padre…, en nombre de Jesús…, te pedimos la Gracia… de la
salud de nuestros padres… de que las familias lo llevemos bien todo… y la
Gracia de la salud espiritual… de unos y otros… Gloria al Padre…”. Por si no la
conserva a mano, le ofrezco mi tarjeta por si necesita algo estos días, nos
damos un abrazo fraterno y cada uno continúa su marcha.
Y todos estos días continúa la sensación (además, era la PdV de junio) que “Yo
estaré con vosotros todos los días”, “donde dos o más… allí estoy Yo”… en la
estación, en el tren, a través del teléfono…
1f.-
En Chamartín, de nuevo, pero ya por la tarde, me tropiezo a aquella
dependienta, especialmente desanimada (también la vi la mañana anterior, y “simbólicamente”,
para que sonriera, le “puse en el brazo” una “inyección” de ánimo); esa tarde
estaba más triste aún: “ya no hay posibilidad”. La animo. Recuerdo que ella me
pidió que rezara hace meses (y lo vengo haciendo). Le explico la eficacia de la
oración puestos de acuerdo (lo que asegura la PdV del mes). Corro el riesgo ya
de entretenerme demasiado (antes me había parado otros
minutillos con otra de
sus compañeras, verdaderamente contenta de verme, que me da su
correo-e.: “sí, tú recomiéndame los libros y las películas que consideres
oportuno”).
Me fío de la Providencia, de que acabaremos de hablar justo a
tiempo. “¿Nos ponemos de acuerdo en qué pedir… y rezamos aquí mismo?”: cambiar
uno y otra, y… perdonar, acoger, pedir perdón. Y discretamente ahí, luego vamos
pidiéndolo en un “consenserint”: “Padre…, en nombre de Jesús…”.
1g.-
La vuelta, efectivamente, no la tengo como siempre hacia Las Matas, (hay cada
media hora), sino en tren “media distancia” hacia mi pueblo.
Yo tenía necesidad de aprovechar las dos
horas y media para rezar y dormir (era hora de siesta) sabiendo las noches que
me iban a esperar cuidando a mi padre. Saludo por amabilidad a una chica en la
fila de adelante, (prácticamente la única persona del vagón). A los pocos
instantes se vuelve y me pide prestado el cargador del móvil. ¡Naturalmente!
¡Coinciden las marcas!
Poco a poco, continúa hablándome… Visto que
al final permanece vacío el asiento al lado de ella, le propongo adelantarme yo
ahí, para que no nos dé tortícolis. Ella no cesa de contarme y yo trato de
estar atento a todo, ¡incluso al bolso que se acaba de comprar y está medio
arrepentida porque no le conjunta con el vestido que llevará en una boda! Si es
su preocupación, también es la mía. Aunque es brasileña, resulta que tenemos
una amistad común: una monjita. De las pocas cosas que puedo hablar (no sé cómo
salió el tema) es sobre un amigo mío, Cardenal brasileño: se queda literalmente
“alucinada” de su historia. Así que me da su correo-e. para que se la mande
(por cierto, si tú no la leíste cuando la envié en enero de 2012, la he colgado
ahora aquí en el blog: Card. Joâo Braz de Avis).
Los indicadores y altavoces del tren van confundidos,
menos mal que yo me sé el trayecto: la aviso de que llegamos a donde ella debe
bajar y la acompaño a despedirla a la puerta del tren. Cada pequeña cosita
siempre es oportunidad de actos concretos de amor al prójimo” viendo en él a
Jesús.
Me quedaron 5 minutillos de viaje para cerrar
los ojos, relajarme y afrontar la tarde.
2.- El fin de semana atendiendo a
mis padres, muy bonito, (lo cual no quita para que haya sido difícil). Duro
porque hacía unas semanas que no veía a mi padre y ha “caído en picado” en la
evolución de sus 13 años de parkinson. Prácticamente sin hacer otra cosa;
acariciándole el brazo o la espalda a menudo. En algún momento creo que me ha
reconocido. En la impotencia de verlo en una fatiga (y a veces manifiesto
dolor) casi continuamente (y encima el neurólogo no quiere recibirlo hasta el
21 de agosto) y de no saber qué hacer. Esas 3 noches durmiendo muy poco (él y
consecuentemente nosotros).
Temo por mi madre (bastante “repuestilla” tras las 3 operaciones de años
anteriores) y por mi hermana que están cotidianamente con él: los demás
hermanos vamos un fin de semana al mes cada uno, pero ellas se siguen
levantando igual casi todas las veces esos días que estamos nosotros.
Mi madre dice: “llevo unos años que ya solo pido al Señor: ‘danos a cada uno lo
que Tú sabes que necesitamos y mejor nos conviene’. Así que, será que él y
nosotros necesitamos pasar por todo esto. Por tanto, nos viene muy bien. Que
sea para Su gloria”. Ciertamente nos ayuda a amar “a fondo perdido”, a darnos y
volcarnos.
El lunes por la tarde, ya en Las Matas, visita de mi hermano y poniéndonos de
acuerdo, en la capillita rezamos por papá: “Eterno Padre… en nombre de Jesús en
medio de nosotros… y presente en la Eucaristía… te pedimos…”
Alguna
de vuestras EXPERIENCIAS tratando de vivir la Palabra de Vida de junio (“«Y sabed que yo
estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» Mt 28, 21) y la de julio («Os digo, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la
tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en el cielo. Porque donde
dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos» Mt
18, 19-20):
1.-
“…ya que la PdV del mes
habla del “consenserint”, (la oración hecha en común puestos previamente de
acuerdo), he aprovechado para tomarme más en serio el que se hace cada
mediodía, a las 12:00, en todo el planeta, (y que los jóvenes llaman “time
out”), pidiendo por la paz en el mundo, especialmente donde sea más necesaria,
y en el corazón de cada persona para que la difunda a su alrededor.
Este mes parece que es una llamada, una bonita ocasión, para recordarlo a todos
nuestros amigos y conocidos para que se incorporen cotidianamente a esa “cita”
mundial…”
2.- “…me ha encantado el
artículo sobre tus saludos en el tren… y es muy ameno! ¡Muchísimas gracias! Hay
cosas que cuestan tan poco y pueden tener tantos frutos...
Yo tengo la suerte de tener a mi hermana, y veo todos los días
cómo una sonrisa suya, una palabra, o incluso a veces sólo su presencia en su
silla de ruedas llena de alegría o cambia el interior de una persona.
En una ocasión, estábamos en Misa… y al terminar se le acercó un
señor a darle las gracias. Mi hermana muy sorprendida le preguntó por qué, y no
me acuerdo exactamente qué contestó, pero más o menos le dijo que llevaba
viéndola varios días en Misa, con una sonrisa y fortaleza increíbles y que le
había llenado de alegría y de esperanza. Le contó que estaba pasando por un
momento difícil con su familia y que verla a ella con tanta fe le había
acercado a Dios.
Este tipo de cosas le pasan continuamente y es precioso
presenciarlas…”
3.-
“Paco, tal como ha
dicho el Párroco de Santa María en la misa por tus 25 años de sacerdocio, yo
también he encontrado "un tesoro" esta mañana y ha sido TU HERMOSA,
PROFUNDA Y SENCILLA ESPIRITUALIDAD, por eso me he emocionado tanto cuando he
podido saludarte personalmente, tanto que me ha impedido casi el habla pues
tenía la impresión en el "corazón", que me anulaba el intelecto,
de estar ante una persona excepcionalmente bondadosa. También mis
personales contradicciones espirituales, que expongo en mi página, han
contribuido a ese estado de ánimo. Te doy las gracias por todo lo que me has
aportado esta mañana y espero que puedas vivir tu ministerio sacerdotal muchos
años más, continuando haciendo el bien como lo estás haciendo...”
4.- “…el otro día fui paseando
y todo eran rebajas estupendas. Pensé, en cambio, que “solo el Señor es mi
único Bien” y deseché cosa tras cosa con la sola idea de que solo Dios vale.
Traté, además, de no desordenar en las tiendas lo que veía (y más si no lo
compraba), y no me parecía perder tiempo, sino pensar en el orden de la persona
que atiende. Regresé con alegría y paz...”
5.- “…me ha venido muy bien la Palabra del
Evangelio de este mes; justamente me acaba de llamar mi hermano para contarme
que mi sobrina (la única chica de cuatro hermanos y la más joven) acaba de perder
su última oportunidad de acceder a una beca para iniciar su vida laboral… y la
situación del sector, como sabes, es lamentable; … y ya no sabe hacia dónde
orientar sus pasos. Todos estamos consternados. Por eso al encontrarme el
mensaje de Jesús de que todo lo que pedimos dos o más en su nombre se nos
concederá, quiero pedirte que te unas a nuestra oración para que encuentre su
camino en la vida y pueda llevar adelante su realización profesional.
Me ha alegrado mucho compartir la celebración de tus bodas de plata con tu
narración y comentarios de la misma y de nuevo te mando mi enhorabuena...”
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