PALABRA DE VIDA
octubre 2013
«A nadie le debáis
nada, más que el amor mutuo;
porque el que ama ha cumplido el resto de la ley»
(Rm 13, 8)
En los versículos
anteriores (Rm 13, 1-7), san Pablo había hablado de la deuda que tenemos
para con la autoridad civil (obediencia, respeto, pago de impuestos, etc.), y
subrayaba que incluso la satisfacción de esta deuda debe estar movida por el
amor. En cualquier caso, se trata de una deuda fácilmente comprensible, pues en
caso de incumplimiento sufriríamos las sanciones previstas por la ley.
Partiendo de aquí,
pasa a hablar de otra deuda más difícil de entender: la que, según la consigna
que nos dio Jesús, tenemos ante cualquier prójimo nuestro: el amor mutuo en sus
distintas expresiones: generosidad, premura, confianza, aprecio recíproco,
sinceridad, etc. (cf. Rm 12, 9-12).
«A nadie le debáis nada, más que el amor mutuo; porque el
que ama ha cumplido el resto de la ley».
Esta Palabra de vida
nos subraya dos cosas.
Ante todo, se nos
presenta el amor como una deuda, es decir, como algo ante lo cual no podemos
quedarnos indiferentes, que no podemos posponer; como algo que nos empuja, nos
apremia, que no nos deja tranquilos mientras no la paguemos.
Es como decir que el
amor mutuo no es un plus, fruto de nuestra generosidad, del que, en rigor,
podríamos dispensarnos sin sufrir las sanciones de la ley positiva; esta
palabra nos apremia a ponerlo en práctica so pena de traicionar nuestra
dignidad de cristianos, llamados por Jesús a ser instrumentos de su amor en el
mundo.
En segundo lugar nos
dice que el amor mutuo es el motor, el alma y el fin al que tienden todos los
mandamientos.
De ahí que, si
queremos cumplir bien la voluntad de Dios, no nos podamos contentar con una
observancia fría y jurídica de sus mandamientos, sino que habrá que tener
siempre presente el fin que Dios nos propone a través de ellos. Por ejemplo,
para vivir bien el séptimo mandamiento no podremos limitarnos a no robar, sino
que nos tendremos que comprometer seriamente en eliminar las injusticias
sociales. Sólo así demostraremos que amamos a nuestro semejante.
«A nadie le debáis nada, más que el amor mutuo; porque el
que ama ha cumplido el resto de la ley».
Entonces, ¿cómo vivir
la Palabra de este mes?
El tema del amor al
prójimo que nos propone tiene infinidad de matices. Aquí nos fijaremos sobre
todo en uno que nos parece sugerido de modo especial por las palabras del
texto.
Si, como dice san
Pablo, el amor mutuo es una deuda, habrá que tener un amor que sea el primero
en amar, como hizo Jesús con nosotros. Es decir, será un amor que toma la
iniciativa, que no espera, que no da largas.
Actuemos así durante
este mes. Tratemos de ser los primeros en amar a cada persona que nos
encontramos, a la que llamamos o escribimos o con la cual vivimos. Y que
nuestro amor sea concreto, que sepa entender, prevenir, que sea paciente,
confiado, perseverante y generoso.
Nos daremos cuenta de
que nuestra vida espiritual dará un salto de calidad, ¡por no hablar de la
alegría que nos llenará el corazón!
Qué linda la PdV de este mes de Octubre... me parece muy positiva.
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