martes, 16 de enero de 2024

AMAR EN VISTAS A LA UNIDAD

 VIDA DE LA PALABRA                          primeras semanas de ENERO


 

Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria, con la Gracia de Dios, la Palabra de Vida de enero («Amarás al Señor tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo», Lc 10, 27) y la de diciembre («Estad siempre alegres. Orad constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros», 1 Ts 5, 16-18):

 1.-        El día de la Epifanía, viniendo yo de comer en fraternidad con una comunidad de consagrados, en el parque contiguo a la parroquia veo a unos papás caminando medio agachados con los hijos que iban en sus bicicletitas, (seguramente recién estrenadas). Animadamente comento primero a ella: “el regalo de Reyes es ilusión para los niños, pero ‘deslome’ para los padres”. Se me quedó mirando de reojo y no sé si me entendió bien. Aunque quedé cortado por si los había molestado, (y precisamente por ello), metros más adelante le dije al (supongo) marido casi lo mismo, (iba con otro niño un poquitín mayor también aprendiendo a montar en bici); intenté ser todavía más amable y sonriente diciendo ese “chascarrillo”. Me contestó educadamente un “buenas tardes”.

            Días después, una feligresa habitual me dice muy contenta: “mi hijo y su familia quedaron muy agradados contigo el otro día: ¡qué cura tan amable y simpático!”. Yo no sabía a qué se refería. Después de sus explicaciones deduje que, (yo ni me acordaba), debían ser aquellos: no sé si se me conocían, (mi bufanda cubría el alzacuellos), o se lo imaginaron viendo que me dirigía directo a la parroquia.

 

2.-        En el vuelo de vuelta, tras embarcar, a mitad de pasillo me saluda la azafata que estaba allí como hace con todo el mundo. Para mi sorpresa, (y agrado), me dice, (activa y enérgica, a la par que muy amable): “¡buenas tardes, padre!”. No sé cómo lo supo, pues al embarcar noté mucho calor y me desabroché y quité el alzacuellos.

            A mitad del viaje, fui al servicio en el fondo del avión. Al salir, al lado estaba esa azafata con otra mucho más joven y de nuevo me saludó e intercambiamos unos comentarios intrascendentes. Ella acababa o iniciaba cada frase con un “padre”.

            De pronto, la otra azafata comenta: “¿puedo pedirle algo?”. Me quedé muy perplejo, sin saber por dónde podría salir: “¡claro!; lo que quieras”. Y a bocajarro dice medio en secreto: “¿me puede confesar?”. “¡Por supuesto!”. Sin mediar palabra, la azafata mayor sonríe, corre un poco la media cortinilla y se marcha discretamente. Fue un rato arduo de conversación. La gente que iba y venía del servicio pasaba muy cerca de nosotros, sin imaginar que era un momento de verdadera Gracia. Al final, ya casi empezando el descenso, le di la absolución y quedamos contentísimos los tres y con la promesa de que algún día vendrán a visitarme en la parroquia.

 

3.-        Con perspectiva de la Semana de Oración por la Unidad, no hace mucho, asistí a una misa anglicana, (después de escuchar un tema ecuménico sabio, profundo y muy aquilatado, dado conjuntamente por un sacerdote católico alemán y otro anglicano inglés). Fue impresionante poder alabar y glorificar todos como bautizados al mismo Dios, (Padre, Hijo y Espíritu Santo), y escuchar su misma Palabra en las lecturas bíblicas, tras las cuales, (en silencio), todos hicimos un “pacto” de dejar que el Resucitado vaya haciendo mayor unidad en nosotros y entre nosotros. Era “comulgar” con la misma Palabra y con el mismo Cristo Abandonado.

Emocionante luego el ofertorio y el Padre nuestro juntos.

            Imagino que también recíprocamente, para los anglicanos habría sido lo mismo el día previo y el siguiente cuando estuvieron en nuestra Misa católica.

            Pero unos y otros, un día y otro, el momento más intenso de la respectiva celebración, se convertía en el de mayor dolor (asumido por amor) al no concelebrar y al no poder acercarnos a recibir la misma comunión, sino, con los brazos cruzados sobre el pecho, simplemente, (nada más, pero nada menos de momento), recibir una bendición impartida por los de la otra denominación cristiana. Era un momento sacro, emocionante, vivido en el amor a Jesús Crucificado y Abandonado, (“¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?”), que precisamente “pagó” ese terrible “precio” del abandono para nuestra unidad con Dios y entre todos nosotros. Aunque todo el día vivíamos muy en comunión, todavía no podemos comulgar del mismo pan y del mismo cáliz.

            Ese día, después de aquella vivencia matinal con ellos, por la tarde, cuando concelebré la Misa católica me emocioné profundamente, como valorando más lo que yo tenía y sintiendo más el dolor de ellos. Y pidiendo más al Padre para que se acelere el mayor acercamiento de todos a Dios-Trinidad que nos permita ir también acercándonos entre nosotros.

 

 

Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de enero («Amarás al Señor tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo», Lc 10, 27), la de diciembre («Estad siempre alegres. Orad constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros», 1 Ts 5, 16-18) y la de noviembre («Pues todos sois hijos de la luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas», 1 Ts 5, 5):

 1.-        “muchas gracias por tus palabras, porque en confesión siempre ayudan mucho y alivian más todavía. 

Respecto a mi experiencia sobre la PdV de amor al prójimo, se basa en la reunión con la familia en Navidad, sintiendo amor, armonía... sintiendo al Niño presente y, a la vez, dándome cuenta de que en esa misma mesa hay personas con notables ausencias, y en ese momento me ponía en el lugar de ellos y trataba de hacerles sentir lo mejor posible. Me doy realmente cuenta que lo importante es el vivir que Dios está siempre con nosotros.

 

2.-        “me ha encantado lo que mandaste del Papa, que no lo había leído...

La Palabra de Vida, como   ocurre siempre... es fantástica. Desde el primer momento sientes como si fuera una mano maravillosa que te pone en el camino acertado y con alegría. Hoy he estado profundizando en ella con otra hermana y comentando cómo la tratamos de vivir y te llegan luces por todas partes.

La compasión..., cómo me llama a mirar al hermano con misericordia, ternura y donación... Esto me viene a la mente cuando veo una oportunidad de servir a una hermana en algo concreto o a alguien que me pida ayuda...

Cómo me ayuda la expresión "La vida es lo que te sucede en el momento presente..." ¡Qué riqueza tiene el momento presente...! Un gran regalo que Dios nos hace muchas veces al día. Yo percibo que, si estoy en una actitud de amar, se suceden las oportunidades de decirle una y otra vez a Jesús "por Ti". ES LO QUE MANTIENE MI VIDA...

Doy gracias a Dios por tanto que me da y a través de personas como tú... “Dios le pague a Dios”, como decía un amigo mío. Sí, Dios te pague. Rezo por la mejoría de tu madre.

 

 

 

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