Renovad la intensidad en vivir la Palabra del mes, («Amaos cordialmente unos a otros; que cada cual estime a los otros más que a sí mismo»), con estos textos:
NO OBRAR SOLO POR AMOR, SINO EN EL
AMOR
Leo las cartitas de los primeros días para escrutar el carisma. ¡Es Dios, es el Amor! No hagáis las cosas solamente por amor de Dios, sino “hundidlo todo en el amor de Dios”. Dios antes, ahora, después, arriba, abajo, en todas partes. La vida es Dios y, por ser Dios, es el Amor que lo comprende todo, incluso el dolor, que desde entonces es visto como prueba de amor. Dios, pues, no el Movimiento, no las obras, no las áreas, no la obra, nada...: Dios. Amar a Aquel que permanecerá hasta el último día. Y las obras perduran si están "enterradas" en el amor de Dios. Esta es la lección. En la práctica: amar a Dios en persona. Esto, ante todo, nos hace ser obra de Dios, porque es ¡una llama! “Sí, Jesús, así lo quiero ahora. Haz que no me detenga jamás”.
CHIARA LUBICH, Diario 10-5-1977
FAVORECER LA
RELACIÓN PERSONAL
¿Es mucho pedir a los hijos una íntima unión con sus padres? ¿Y Dios, que es Padre, tendrá que conformarse con algún que otro saludo fugaz? ¿Quién, si no Él, pondrá "calor de vida en el hielo" de tantas relaciones humanas?
P. MANOLO MORALES, O.S.A. Comentario al pasapalabra diario 17 de
mayo
TRATAR CON CARIDAD
Y EN LA VERDAD A TODOS
Los medios de comunicación favorecen las relaciones, pero
corren el riesgo de ser superficiales y sin un compromiso que nos conecte con
las personas.
Para privilegiar una relación personal, no debemos
pensar en complacer a la persona, sino en tratarla con caridad y en la verdad.
Si amamos a los demás por ellos mismos, ese amor no es
suficiente y genera insatisfacción, pero si los amamos por Dios, cada uno se sentirá amado con un
amor exclusivo, personal y duradero. Esto vale para todas las
relaciones, aunque algunas tengan algo más, como el amor conyugal o filial.
Tratemos de privilegiar la relaciones personales y
dejemos los contactos virtuales solo como refuerzo para fortalecer la
comunicación entre nosotros.
APOLONIO CARVALHO NASCIMENTO, Comentario al pasapalabra diario 17 de
mayo
EL ESPÍRITU SANTO NUNCA NOS ABANDONA
El
Espíritu Santo nunca
nos deja solos, está junto a nosotros, como un abogado que asiste al imputado
estando a su lado. Y nos
sugiere cómo defendernos de quien nos acusa. Recordemos que el gran acusador es siempre
el diablo, que pone dentro de uno el deseo del pecado, los pecados, la
maldad. Reflexionemos sobre estos dos aspectos: cercanía del Espíritu Santo y
su ayuda contra quien nos acusa.
Su cercanía:
el Espíritu Santo, dice
Jesús, “permanece con vosotros y estará en vosotros” (cfr. v. 17). No nos abandona nunca. El
Espíritu Santo quiere quedarse con nosotros: no es un huésped de paso que viene
a hacernos una visita de cortesía. Es un compañero de vida, una presencia estable, es
Espíritu y desea morar en
nuestro espíritu. Es paciente y está con nosotros también cuando caemos. Se queda porque nos ama de verdad, no
finge querernos para luego dejarnos solos en medio de las dificultades. No, es leal, es transparente, es auténtico.
Es más, sin nos encontramos en una
situación de prueba, el
Espíritu Santo nos
consuela, trayéndonos el perdón y la fuerza de Dios. Y cuando nos pone
ante nuestros errores y nos
corrige, lo hace con
suavidad: en su voz, que habla al corazón, están siempre presentes
el timbre de la ternura y el calor del amor. Cierto, el Espíritu Paráclito es exigente, porque es un verdadero amigo, fiel,
que no esconde nada, que nos sugiere qué cambiar y cómo crecer. Pero cuando nos
corrige jamás nos humilla y
nunca infunde desánimo; por el contrario, nos transmite la certeza de que con Dios
podemos lograrlo, siempre. Esta es su cercanía. ¡Es una hermosa
certeza!
Segundo
aspecto, el Espíritu Paráclito es nuestro abogado, nos
defiende. Nos
defiende de quien nos acusa:
de nosotros mismos cuando no nos queremos y
no nos perdonamos, y llegamos quizá incluso a decirnos que somos unos fracasados buenos
para nada;
del mundo, que
descarta a quien no responde a sus esquemas y sus modelos;
del diablo, que es el “acusador” por
excelencia (cfr. Ap 12,10) y el que divide, y que hace todo lo posible para que nos sintamos incapaces e
infelices.
Ante todos estos pensamientos acusatorios,
el Espíritu Santo nos sugiere cómo responder. ¿De qué modo? El
Paráclito, dice Jesús, es Aquel que nos
enseña y nos recuerda todo lo que Jesús nos ha dicho (cfr.
Jn 14,26). Él nos recuerda las palabras del Evangelio, y nos
permite así responder al diablo acusador no con palabras nuestras, sino con las
palabras mismas del Señor. Sobre todo, nos recuerda que Jesús hablaba siempre del Padre que
está en los cielos, que nos lo ha dado a conocer y nos ha revelado su amor por nosotros, que
somos sus hijos. Si invocamos al Espíritu, aprenderemos a acoger y recordar la
realidad más importante de la vida. ¿Y
cuál es esta realidad más importante de la vida? Que somos hijos amados de Dios. Somos
hijos amados de Dios: esta es la realidad más importante, y el Espíritu Santo
nos la recuerda.
Hermanos
y hermanas, preguntémonos hoy: ¿Invocamos
al Espíritu Santo, le rezamos con frecuencia? ¡No nos olvidemos de Él, que
está junto a nosotros, es más, en nuestro interior! Y asimismo, ¿prestamos
atención a su voz, tanto cuando nos anima como cuando nos corrige? ¿Respondemos
con las palabras de Jesús a las acusaciones del mal, a los “tribunales” de la
vida? ¿Nos acordamos de que somos hijos amados de Dios? Que María nos haga
dóciles a la voz del Espíritu Santo y sensibles a su presencia.
PAPA FRANCISCO, Alocución semanal tras el rezo del Regina
Caeli,
Plaza S. Pedro, Domingo 14
mayo 2023
DEJARNOS CORREGIR POR LOS DEMÁS
La humildad es maestra
y aprendiz.
El que es humilde se deja corregir, acepta
críticas y trata de mejorar a partir de sus propios errores.
Al comienzo de las
bienaventuranzas, Jesús dice que los pobres de espíritu son felices porque de
ellos es el Reino de los Cielos; y los humildes, porque heredarán la tierra.
Necesitamos ser
humildes incluso para entender esta promesa, porque generalmente, ser humildes no
es una lógica humana.
Quien se deja
corregir tiene la ventaja de acertar más y errar menos, de alcanzar más rápidamente
sus objetivos y obedecer más a Dios.
La humildad es
maestra porque enseña con la práctica silenciosa y eficaz, enseña con autoridad
sin menospreciar al otro y enseña sobre todo a aprender.
Para quien corrige, la corrección fraterna
no debe ser una acción ofensiva, sino un acto de amor.
Dejarse corregir es, en definitiva, dejarse guiar por el amor de los hermanos y mejorar más
cada día.
APOLONIO CARVALHO NASCIMENTO, Comentario al pasapalabra diario 13 de
mayo
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