VIDA DE LA PALABRA primeras semanas de NOVIEMBRE
Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria, con la Gracia de Dios, la Palabra de noviembre («Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia», Mt 5, 7) y la de octubre («Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza», 2 Tm 1, 7):
1.- Este mes se me han ido
presentando pequeñas ocasiones donde tener misericordia de distintas formas
ante diversas personas, pero además conmigo mismo, puesto que Dios es
misericordia también para conmigo y debo tener paciencia con mis defectos y
manías: que no me quiten la paz mis meteduras de pata, ¡pero sin hacer las
paces con ellas!
Así que, con ilusión, (y confiando sobre todo en la
Gracia), voy esforzándome por mejorar en todo ello, (sobre todo en mi modo de
hablar y expresarme, que a pesar de toda mi buena voluntad, produce a veces
malentendidos), y pedírselo por misericordia al Señor.
Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de noviembre («Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia», Mt 5, 7), la de octubre («Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza», 2 Tm 1, 7) y la de septiembre («Siendo libre de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más que pueda», 1 Co 9, 19):
1.- “…estaba ahora escuchándote en Radio María tu programa de los jueves, y he
visto oportuno contarte una experiencia concreta de hace apenas unos días: vi
una foto comentada por WhatsApp de una mamá del colegio de cuando nuestros
hijos eran pequeños y "me quedé mosca", así que la respondí y le dio
alegría y quedamos para tomar un café, (llevábamos sin vernos 6 años o así).
Efectivamente
ella ha sufrido en este tiempo una enfermedad que la limita físicamente,
estuvimos charlando animadamente toda la tarde, y lo pasamos genial. Fue
estupendo ese encuentro. Me sentí muy bien, y seguiremos viéndonos para pasar
más tardes conversando.
Gracias por tus testimonios de PdV. Me hacen mucho bien…”.
2.- “…sirvió de mucho tu homilía de ayer sobre la perseverancia. Sobre todo lo
que dijiste a continuación: “hay que perseverar haciendo el bien”.
Ahora me doy
cuenta que a veces sí persevero en la oración, pero tras escucharte me
daba cuenta que lo hacía quejándome, sintiéndome mal... ni rastro de
"hacer el bien" en mi perseverancia.
Más bien todo
lo contrario, dejándome llevar por el desánimo acababa enfadada, desanimada... o
peor aún, no hacía nada, con lo que el trabajo se me iba acumulando.
Cierto es, hay
que perseverar pero no de cualquier manera, sino haciendo el bien. Gracias
por tus palabras…”.
2.- “…estuve en un congreso de la
Hospitalidad de Lourdes. Todas las ponencias fueron muy
buenas, una en especial me llegó al alma: un sacerdote que contaba su vida de cuando estaba en el
hospital. Narraba casos de conversiones, bautizos, confesiones... Aunque no
estuviera de guardia, él iba cuando le llamaban. Como si fuera Jesús.
Mientras, yo recordaba casos de mi trabajo en
el hospital: un día llegó a planta un chico que estaba muy grave, había tenido
un accidente. Yo lo recibí. Venía muy agitado, insultando a todos, (cosa muy
normal en muchos casos). Yo lo coloqué bien en la habitación, mientras veía a
su madre llorar por las palabras de su hijo, ya que él nunca se comportaba así.
Dejé al chico con una compañera y yo salí al pasillo con la madre. Se desahogó
conmigo mientras yo la escuchaba atentamente.
Estuvo mucho tiempo en el hospital y, cuando
le dieron el alta, si la madre me veía por la calle, en seguida me saludaba y
se agarraba a mí, mientras decía a los demás… que yo les había estado cuidando
en el hospital. A mí me daba vergüenza: yo lo había hecho porque era mi trabajo
y simplemente hacía lo que pensaba que me gustaría que hicieran conmigo. Aún tenemos
relación. Ahora la mamá es mayor, pero la sigo llamando y antes de la pandemia
quedé con ella y con una hija.
2b.- Otra vez, en el parte de
quirófano, vi el nombre de un Obispo y le reservé una habitación. Por la tarde me llamaron y me
dijeron que me iban a subir tres enfermos. Yo expliqué que tenía disponibles
solo dos camas, pues una estaba reservada. Mi compañera se enfadó porque no le
había dado el justificante. Yo la dije que no se preocupara que al día
siguiente se lo bajaría.
Yo nunca había tenido
un enfermo de "esa categoría" y para mí fue ponerme en la presencia
del Señor, (aunque para mí todos los enfermos eran importantes), y cuando a los
dos días salió de la UVI, le preparé la habitación, le di los buenos días, le
pregunté cómo había descansado...: traté de hacerlo todo con delicadeza.
Hablábamos un poco. Cuando se marchó, me dio las gracias y me dijo que me
nombraba "enfermera episcopal". Me quedé paralizada, me sonrojé y me
emocioné.
2c.- Otro día, estando en el turno de noche, llegó un señor mayor, había tenido un
accidente y venía solo. Me
dio tanta pena que estuve toda la noche pendiente de él, era de un pueblo de
otra provincia. Cuando término
mi turno, me fui a dormir: no podía, pensado en él. Al día siguiente me tocó el turno de tarde,
entré a verle y estaba su esposa, hablé
un poco con ella y me fui
hacer otras cosas. Al
poco rato vino a preguntarme
dónde había un hotel para quedarse. Había uno cerca y le indiqué cómo llegar, pero no
entendía mis explicaciones. Me ofrecí a acompañarla en cuanto acabara mi turno,
pero me inquietaba que se quedara sola y que al día siguiente no supiera volver
al hospital. Yo no estaba tranquila y pensé en llevarla a mi casa, aunque no
sabía cómo decírselo a mi madre, así que pensé: "Señor, Tú sabrás".
Finalmente se la
presenté a mi madre y estaba encantada. Cuando vivía mi padre en mi casa eso
era normal. La señora estaba angustiada y con cara de pena. No quiso cenar. Le
hice la cama, la dejé toallas para que se pudiera duchar y le dije que
descansara que se levantara cuando quisiera. Yo tenía turno de mañana y
cuidaría de su marido. Cuando me levanté ella ya lo estaba y había hecho la
cama, pero no quiso desayunar. Solo quería estar con su marido. Cuando llegamos
a la habitación él estaba consciente y se quedaron juntos. A media mañana me
presentó a su hijo y a su nuera y me contó la aventura que habían pasado: tuvieron
un accidente viniendo. Un coche les deslumbró y fueron a la cuneta. Les
encontró la policía. Fueron a comprar ropa, pero habían perdido la
cartera y yo me ofrecí a prestarles algo de dinero. Me dijeron que, si no me
importaba, mientras cuidaba a su padre, ellos se llevaban a comer a su madre.
Cuando regresaron, el médico dio de alta al enfermo, así que regresaban a casa.
Vinieron a darme las gracias por todo y me
trajeron un detalle, porque nunca habían visto una conducta igual. Yo les dije
que no había hecho nada más que mi trabajo, pero me dijeron que les había
tratado como si fueran de mi familia. Me costaba aceptar el regalo, pero insistieron.
Abrí el paquete: era una muñeca preciosa. Fue el regalo más bonito de mi vida.
Cada vez que lo veo me emociono…”.
Si quieres leer
más experiencias similares,
de gente de
todo el mundo,
puedes
encontrarlas “pinchando” AQUÍ o AQUÍ
o también AQUÍ
No hay comentarios:
Publicar un comentario