miércoles, 30 de noviembre de 2022

MISERICORDIA EN CADA MOMENTO

 VIDA DE LA PALABRA                            últimas semanas de NOVIEMBRE


Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria, con la Gracia de Dios, la Palabra de noviembre («Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia», Mt 5, 7) y la de octubre («Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza», 2 Tm 1, 7):

 

1.-        Tenía dos aguacates medianos, (un poco caros; me gustan mucho, pero casi nunca compro), y al abrirlos estaban totalmente estropeados, aunque por fuera no lo parecía.

Me vino enfado interior y sensación como de haber sido engañado, pues incluso ponía “calidad extra”. Y no era la primera vez.

Lo peor es que me vino la tentación, (da vergüenza contarlo), de que por un instante se me pasó por la mente: “¿y si en la próxima compra en ese sitio, después de pesar, añado algo (para compensar)?”. ¡Quedé horrorizado de mí!; y, por supuesto, al instante corté con la incitación.

La respuesta me vino en seguida con una persona a la que se lo conté, (aunque no lo que fugazmente pasó por mi cabeza). También le había ocurrido varias veces algo similar en el gran almacén al que solía ir y me comentó, (aunque nunca tuvo formación religiosa y está recién llegada al cristianismo): “antes, cuando me ocurría eso, me venían ganas de ir a ese mismo supermercado y coger más de la cuenta (calculando lo gastado injustamente, no más); pero desde la fe no se puede, ¿verdad? Dios lo compensará de otra manera, y si no, con más gloria luego en la vida eterna, ¿a que sí?”, -me dijo con toda candidez e ilusión. Respondí asertivamente y me añadió: “¿y por qué no me lo habías dicho hasta ahora?”.

Di gracias al Señor que me hablaba por esta persona y me acordé de varias de las obras de misericordia espirituales: “perdonar las ofensas”, “soportar con paciencia los defectos del prójimo”… Quedé en paz y contento.

 

2.-        Al hilo de la PdV me propuse vivir más algunas de las obras de misericordia:

P.ej. “dar de beber al sediento”. Aparte de servir la bebida cuando estamos varios en las comidas, también recomencé algo que últimamente había dejado. No es directamente “dar agua”, pero sí no malgastarla, no solo por la sequía, sino por una sana ecología, (como el Papa recordaba en “Laudato si”), y pensando en las generaciones futuras: desde que empezó el fresquito he dejado de ducharme con agua fría y mientras espero que vaya saliendo el agua caliente, pongo un cubo en el chorro y luego eso sirve para ir echando en el inodoro varias veces. La incomodidad de hacerlo así me ayuda, además, a pensar y rezar por tantas personas que en otros lugares no tienen ni un poco de agua.

2b.-     O también, p.ej., “enterrar a los muertos” y “rogar a Dios por vivos y difuntos”. Pocas veces me es posible ir a celebrar (o concelebrar) la Misa “de cuerpo presente” de algunos amigos (y acompañar a sus familiares) por las distancias y por mi apretada agenda. Pero estas dos semanas, no sé cómo, he podido encajar algunas “locuras” para ir: casi 9 horas de coche ida y vuelta en el día para el padre de mi cuñada; retrasar casi 2 horas el inicio de los Ejercicios que yo debía empezar en el Centro Mariápolis para un buen amigo que quería a todos como un padre; encajar entre dos actividades aquí ir Madrid para un amigo carmelita calzado (y luego el tren de regreso se fue retrasando y empecé ese jueves la Misa del Centro Mariápolis casi 20 minutos tarde, pero le vino muy bien a varias personas que llegaban de viaje de lejos).

 

 

Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de noviembre («Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia», Mt 5, 7), la de octubre («Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza», 2 Tm 1, 7) y la de septiembre («Siendo libre de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más que pueda», 1 Co 9, 19):

 

1.-       …después de leer el salmo 121 me pregunto...: “. Y yo, ¿voy alegre a la casa del Señor?”

Y me doy cuenta que no siempre acudo con alegría. A veces, acudo triste, preocupada, desanimada...

Sin embargo, me doy cuenta que, salir, siempre salgo alegre, o por lo menos, en paz, de la casa del Señor. Sea cual sea el estado anímico con el que llegue, tras estar un rato hablando con Él, siempre salgo con energía renovada….

 

  

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