VIDA DE LA PALABRA primeras semanas de ENERO
Alguna de mis
EXPERIENCIAS tratando de
llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de enero («Vimos su estrella en el Oriente y hemos
venido a adorarlo», Mt 2, 2) y la de diciembre («¡Feliz la
que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del
Señor!», Lc 1, 45):
Y a raíz de eso empezamos a charlar
animadamente. En seguida me dijo que él era el Presidente de la comunidad
musulmana de mi pueblo. Le pregunté cuántos eran y dónde tenían la mezquita. Me
ofreció que fuera a visitarla, (cosa que intentaré alguna de las próximas veces
que vaya al pueblo). Y estuvimos hablando de la paz: todos tenemos que
colaborar para que exista. Dudé por un instante si darle mi tarjeta, (cosa que
hago con casi todo el mundo), pero vencí ese prejuicio.
Nos despedimos sonrientes y yo llevaba
en el alma la alegría de haber abierto cauces, dejándome guiar, como los sabios
de oriente, por la luz de esa estrella que conduce a otros horizontes. Y,
entonces, me puse a adorar al Señor en mi corazón, mientras salía a recoger a
mi madre que me esperaba fuera apoyada en su bastón, mientras hablaba con una
amiga que encontramos cuando yo entré. Le conté la experiencia y participó de
la alegría.
2.- Desde que llegué a la parroquia,
una de las preocupaciones era el “modelo 182” que hay que cumplimentar en
enero: la declaración de donantes para que Hacienda les desgrave. Todos los
párrocos temen cada año esta complicación.
Una persona nos había anunciado hace
pocas semanas que nos podría ayudar en esa tarea. Y después de Reyes, empezó;
el otro sacerdote también se lo tomó muy en serio. Y justo me pilló el covid,
(pocos síntomas y leves), cuando ya había visto yo esa providencia asomar en el
momento justo, (¡como la estrella de oriente!), pues, si no, me hubiera quedado
muy preocupado. Y de nuevo me sirvió para adorar al Señor en mi alma.
2b.- Cosa que también aproveché para
hacer más esa semana de aislamiento; también para con el Espíritu Santo, con la
oración del Card. Mercier (“¡oh, Espíritu Santo, alma de mi alma!: te adoro,
etc.”).
Celebraba la Misa solo en casa, con mi madre conectada
por zoom. Me leí, entre otras cosas, el librito “La Salud. Historias reales y
reflexiones sobre nosotros, los demás y el planeta”, de Ed. Ciudad Nueva, que
me ha encantado, (¡y te recomiendo vivamente!), y creo, además, que era el
adecuado para ese momento y para esta época: para vivir una enfermedad y la
recuperación “como Dios manda”, y la salud como un don de Dios, y, por ello,
responsabilizarme todavía más para que lo sea para todo el mundo en el plano
físico, psicológico y espiritual, y de una ecología integral. Y algunos “ángeles
de la guarda” contribuyeron también a todo ello con el alimento material.
Hoy he vuelto a mis tareas normales, pero, (como los
sabios de oriente avisados en sueños), por otro camino.
Alguna de vuestras
EXPERIENCIAS tratando de
llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de enero («Vimos su estrella en el Oriente y
hemos venido a adorarlo», Mt 2, 2), la de diciembre («¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron
dichas de parte del Señor!», Lc 1, 45) y la de noviembre («Bienaventurados
los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios», Mt 5, 9):
1.- “…ayer me acordé de las palabras
que dijiste en la homilía del domingo: "para ser hijos de Dios hay que
hacer las tareas cotidianas, del día a día con mucho amor y mucha
alegría". Tras desayunar, me puse con las tareas cotidianas: hacer la
cama, rezar, preparar la comida, ir a la compra, gestiones en el banco,
preparar papeles para la declaración del 182, llamadas varias... lo de siempre,
lo de todos los días.
Sin embargo, yo notaba que aun siendo las tareas
cotidianas del día a día, algo había diferente en todas ellas, o mejor dicho,
alguien: yo. No sé qué me pasaba, pero me sentía feliz, entusiasmada con todo
aquello que estaba haciendo por muy insignificante que pareciera la tarea que
estaba realizando y la verdad es que disfruté mucho de la mañana. Con todo lo
que hacía y con todos los que había saludado en las diversas tareas: en el
banco, en el médico, en la pescadería, los vecinos...
Leo hoy en el libro I de Samuel: ".... Luego, la
mujer emprendió su camino, comió y su semblante no fue ya el mismo". Leo,
y me siento identificada con esas palabras. Tras la Navidad, emprendo de nuevo
el camino de lo cotidiano, pero mi semblante no es el mismo; vuelvo por otro
camino, como los sabios de oriente después de encontrarse con el niño Jesús…”.
2.- “…muchas gracias, Paco, por todo lo
que envías, por la Palabra de Vida de este mes que me ha encantado y por las
experiencias.
Estos días estoy confinada por el COVID de 3
personas de la familia. Está siendo una preciosa ocasión para adorar, leer
(estoy leyendo una biografía nueva sobre Charles de Foucauld maravillosa),
tejer y rezar…”.
3.- “…hemos pasado unos días un poco
locos, porque hemos tenido la familia en casa y en mi caso no reina siempre La
Paz en estas fechas. Pero, por más que lo intentaba, diciendo todo el rato
“venga, empiezo de nuevo”, no conseguía nada. Así que decidí pedírselo al
Señor: “Señor, desvía mi atención de todos los comentarios fuera de lugar, de
las personas que me querían quitar La Paz y céntrame en Ti, solo en Ti”. El
Señor, que esto se le da muy bien, ¡¡me escuchó!!: desde ese día vivo con una
paz en el corazón que no es de este mundo; hoy me dice mi marido: “cariño,
¡están las cosas muy tranquilas de repente en casa!”. Así que espero seguir
mirando al Señor, porque si me miro a mí, (como hizo Pedro caminando sobre las
aguas), me hundiré…”.
4.- “…ahora que parece que mi padre
está tranquilo, aprovecho para escribirte.
Tendré que oír tus audios de Radio María de los jueves
con tranquilidad.
Me hizo mucho bien el pasapalabra, (la frase breve de
ayuda diaria a la Palabra de Vida del mes), del 31. Por la circunstancia
familiar, mi padre otra vez ingresado (hasta otra ciudad, bien lejos, nos han
llevado) y día especial por todo: fin de año, santo y cumple de papá y reunión
familiar. Y yo trabajando hasta las siete y directa al hospital a sustituir a
mí hermano, que llevaba tres días aquí. Y enfadada con los otros hermanos,
dispuesta a decirles lo primero que me pasaba por la cabeza, pero... “sembrar
la paz a nuestro alrededor”, fue la salvación para no empezar una guerra
familiar.
Aun así, estaba controlándome y llegó el siguiente
pasapalabra: “la paz empieza dentro de nosotros”. Y entonces me di cuenta que,
a pesar de todo lo que nos está pasando, Dios está aquí, a nuestro lado, viendo
cómo hay reacciones en mis hermanos que no me hubiera nunca imaginado: ahí está
Dios, descolocando mis pensamientos y cambiando mis chips negativos por otros
nuevos.
Echo de menos la Eucaristía, los sacramentos, pero sé que
Él sigue ahí, dándome fuerza, no solo a mí, sino también a mi familia, aunque
ellos no se den cuenta, (son las oraciones de todos vosotros): todos creen en
Dios, pero no practican porque no están de acuerdo con lo que la Iglesia dice;
bueno, unos sí, otros no). Pedid para que tengamos fuerzas suficientes para llevar adelante todo lo
que nos queda. Hay veces que me gustaría compartir algo más, pero de verdad que
no me da el tiempo: esto es un juego de ir y venir, de atender a los dos (papá
y mamá) y cada uno en un lugar ¡y para rematar hay que ir a trabajar! Pero
bueno, todo pasa, solo Dios queda…”.
5.- “…por fin he encontrado este ratito
para leer la PdV, y es que el inicio de año ha sido movidito: en casa entró el “bichillo”
que nos tiene por el camino de la amargura y nos puso todo patas arriba.
Afortunadamente estamos todos bien y volviendo a la rutina de colegios y
trabajos.
Me quedo con el primer camino del texto del Papa esta
semana: el diálogo entre generaciones. ¡Qué difícil es a veces entendernos con
nuestros mayores, y qué ejercicios de humildad, perdón, y paciencia tenemos que
hacer por ambos lados! Estos días tan metidos en casa han sido tensos, pero con
el diálogo, poco a poco vamos encarrilado de nuevo la convivencia.
¡Y qué bonita la PdV! Este año pudimos ir a la Adoración
de los Reyes Magos en la Iglesia de San Miguel. Fue muy muy bonita y los niños
disfrutaron mucho. A quien le tocó quedarse confinado, luego se lo contaron
como ilusión. Me encanta poder hacer estas cosas juntos, y que los primos se
unan también a nosotros. Hemos disfrutado de unas Navidades muy familiares, ¡que
ya hacían falta!
Ahora, ya recuperada de las vacaciones, tengo que retomar
el tema de la nulidad… Te voy contando...
Mil gracias por estos emails: me gusta mucho tener este
ratito de reflexión…”.
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