A mitad de la "cuesta de enero", conviene renovarnos en el practicar con plenitud la Palabra de vida que tenemos este mes, («hemos visto su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo»), y más aún en vista de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que cada año celebramos del 18 al 25 de enero en buena parte del mundo, (en algún país se realiza, en cambio, en torno a Pentecostés). Nos ayudarán a todo ello estos textos:
ASPIRAR AL MAYOR DON: LA CARIDAD
Cuando reina la caridad entre las personas, hay serenidad, paz, armonía en
las relaciones, perdón, verdadera amistad.
La caridad es Amor en
su expresión más genuina: amor
concreto, que es vida en donación. No debemos reducir la palabra “amor” a un
simple afecto, así como no podemos reducir la caridad a una limosna.
La caridad es amor de naturaleza divina. Está en nuestro ADN espiritual. Nosotros fuimos
creados para amar y solo con amor nos realizamos plenamente.
Dios nos concede muchos dones, pero el don más elevado es la caridad,
porque nos hace semejantes a Él que es amor.
APOLONIO
CARVALHO NASCIMENTO, Comentario al
pasapalabra diario, 15 enero 2022
LOS TRES CÍRCULOS CONCÉNTRICOS DE LA
UNIDAD
El primer
círculo, el más interno, es permanecer en Jesús. Aquí es
donde comienza el camino de cada persona hacia la unidad. En la acelerada y
compleja realidad actual, es fácil perder el hilo, atraídos por mil cosas. Muchos se
sienten fragmentados por dentro, incapaces de encontrar un punto fijo,
un orden estable en las circunstancias variables de la vida. Jesús nos muestra el secreto de
la estabilidad al permanecer en Él… Necesitamos la oración como el agua para
vivir. La oración personal, estar con Jesús, la adoración, es lo
esencial para permanecer en Él. Es el modo de poner en el corazón del Señor
todo lo que habita en nuestro corazón, esperanzas y temores, alegrías y penas.
Pero, sobre todo, centrados en Jesús en la oración, experimentamos su amor. Y de
este modo nuestra
existencia toma vida, como el sarmiento toma savia del tronco...
El segundo
círculo es el de la unidad con los cristianos. Somos
sarmientos de la misma vid, somos vasos comunicantes: el bien y el mal que cada uno hace se
derrama sobre los demás. En la vida espiritual existe una especie de
“ley de la dinámica”: en la medida en que permanecemos en Dios nos acercamos a
los demás, y en la medida en que nos acercamos a los demás permanecemos en
Dios. Significa que si oramos a Dios en espíritu y en verdad surge la
necesidad de amar a los demás y,
por otra parte, que «si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en
nosotros» (1 Jn 4,12). La oración sólo puede conducir al amor, de
lo contrario es un ritualismo fatuo. De hecho, no es posible encontrarse con Jesús sin su
Cuerpo, formado por muchos miembros, tantos como son los bautizados.
Si nuestra adoración es auténtica, creceremos en el amor por todos los que
siguen a Jesús, independientemente
de la comunión cristiana a la que pertenezcan, porque, aunque no
sean “de los nuestros”, son suyos...
Sin embargo, constatamos que amar a nuestros hermanos no es fácil, porque
enseguida aparecen sus defectos y faltas… Pidamos, pues, al Padre que nos quite los prejuicios
sobre los demás y los apegos mundanos que dificultan la plena unidad
con todos sus hijos. Así, purificados en el amor, sabremos poner en segundo
lugar las trabas terrenales y los obstáculos del pasado que hoy nos distraen
del Evangelio.
El tercer
círculo de la unidad, el más
amplio, es toda
la humanidad. Aquí podemos reflexionar sobre la acción del
Espíritu Santo. En la vid que es Cristo, Él es la savia que llega a todas
partes. Pero el
Espíritu sopla donde quiere y por todos los lugares que quiere para conducirnos de nuevo a la unidad.
Nos lleva a
amar no sólo a los que nos
quieren y piensan como nosotros, sino a todos, como Jesús nos enseñó... Que el
Espíritu Santo, autor de la gracia, nos ayude a vivir en la gratuidad,
a amar incluso a los que no nos corresponden, porque es en el amor puro y desinteresado
donde el Evangelio da sus frutos...
El Espíritu Santo nos enseña así la concreción del amor hacia
todos… Al servirles juntos, nos redescubriremos como
hermanos y creceremos en la unidad.
El Espíritu, que renueva la faz de la tierra, también nos exhorta a cuidar la casa
común, a tomar decisiones audaces sobre la forma de vivir y consumir,
porque lo contrario de dar fruto es la explotación y es indigno desperdiciar
los preciosos recursos de los que tantos carecen.
El mismo Espíritu, autor del camino ecuménico, nos ha llevado esta tarde a rezar juntos.
Y mientras experimentamos la unidad que proviene de dirigirse a Dios con una
sola voz, deseo agradecer
a todos los que durante esta Semana han rezado y seguirán rezando por la unidad
de los cristianos... Que
el Espíritu Santo, derramado en nuestros corazones, nos haga sentir hijos del
Padre, hermanos y hermanas entre nosotros, hermanos y hermanas en la única
familia humana. Que la Santísima Trinidad, comunión de amor, nos haga crecer en
la unidad.
PAPA FRANCISCO, Homilía en las segundas vísperas,
semana de oración por la unidad de los cristianos, 25 enero 2021
CRECER EN LA COMUNIÓN ENTRE TODOS
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