miércoles, 30 de junio de 2021

PROBAR LA FE A TRAVES DE LAS OBRAS

VIDA DE LA PALABRA               últimas semanas de JUNIO 


Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de junio («No todo el que me diga “Señor, Señor” entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial», Mt 7, 21) y la de mayo («Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él», 1 Jn 4, 16):

 

1.-        Muchas han sido las pequeñas oportunidades de vivir la Voluntad de Dios en el momento presente, (que luego me han llenado serenamente en mi interior): muchas veces no dejar para luego fregar los platos, varias ocasiones posponer mi rato de oración en el templo ante alguien que pide algo del despacho parroquial aunque no es horario de ello, a menudo pararme como si no tuviera prisa con quien tiene necesidad de contar algo, realizar algún pequeño servicio que a otros les costaba, etc.

         También me ha ayudado a estar más atento una sencilla corrección fraterna: “últimamente no ‘saltas’ el primero a buscar lo que falta en la mesa”.

         Sin embargo, hay una cuestión más importante en la que llevo buena parte del mes (¡el adecuado por la PdV!) dándole vueltas y no acabo de ver la luz para al menos ofrecer mi discernimiento entre tres opciones ante quien tendrá la última palabra: de cada una de ellas dependen muchas cosas y también cada una deja al descubierto un flanco. No paro de rezar (y de pedir oraciones): “danos luz para descubrir tu Voluntad y la fuerza necesaria para cumplirla” hasta el fondo. “No se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres Tú”. Lo único que pretendo: hacer en todo la Voluntad de Dios, siempre y solo para Gloria Suya. Pero seguramente no vendrá un angelito directamente a decírmelo… y tendré no solo que “mojarme”, sino “empaparme”.

 

 

Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de junio («No todo el que me diga “Señor, Señor” entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial», Mt 7, 21), la de mayo («Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él», 1 Jn 4, 16) y la de abril («Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas», Jn 10, 11):

 

1.-        ahora estoy trabajando en la residencia. Hice un curso por si finalmente nosotros llegamos a abrir la nuestra y estoy haciendo allí las prácticas y la verdad que estoy súper súper a gusto... Tengo que estar un mes y ya me queda poquito... No te puedes imaginar el cariño que les he cogido a los residentes y ellos a mí...: un simple gesto de cariño o el cogerlos de la mano… lo agradecen eternamente (algunos están muy solitos). Mira, hay un hombre que en esta pandemia perdió a su mujer y a su hijo en un accidente de coche, y todas las noches, cuando voy a acostarlo, me dice que no lo deje solo y me da las gracias por lo que hago por él... Hay noches, Paco, que me vengo con una lagrimilla en los ojos de escuchar sus historias y no poder hacer… Pero bueno, estoy súper a gusto con ellos. Ahora sólo nos falta un permiso de Fomento y empezaríamos las obras para nuestra residencia, que estoy deseando... Si algún día… tienes que venir.

 

2.-        muchas gracias por la Palabra. Siempre me da ilusión leerla y agradezco de corazón que la compartas conmigo...

…un par de cosas que me dejan pensando, (tengo la certeza que cada Palabra que llega tiene un fin y un sentido y a veces me impresiona cómo se adapta a las vivencias en ese momento):

es en los momentos más difíciles cuando el anuncio del amor de Dios por nosotros convence.  

He visto en las últimas semanas situaciones bastantes complicadas en conocidos, donde el dolor y la pena son tan fuertes que les es difícil mantenerse serenos. He intentado hablar con ellos, animarlos y decirles que tengan fe, que los designios de Dios no siempre podemos entenderlos, pero no por eso dejan de ser perfectos. Pero al ver en sus ojos tanto dolor, comprendo lo difícil que resulta mantenerse en pie. Y es algo que me deja pensando.

Era necesario abandonar el pasado a la misericordia de Dios, ya que no lo poseíamos; y el futuro lo viviríamos plenamente cuando se hiciera presente. Sólo el presente estaba en nuestras manos. Para que Dios reinase en nuestra vida, tendríamos que concentrar en el presente, la mente, el corazón, las fuerzas, haciendo su voluntad.

  Personalmente, qué difícil resulta no agobiarse con el futuro, creo que me quedo con esa frase y es algo en lo que debo trabajar.

 

3.-        la palabra de vida de este mes… me viene al pelo para vivirla (aunque tiene varias… partes) porque te hace profundizar esa intimidad con el Señor, así como las lecturas de hoy, te hacen rezar a cámara lenta el Padrenuestro, deteniéndose uno casi nada más empezar: Padre…, Abbá…, Papá. Esta mañana, al hacerlo, me sorprendí a mí misma llorando, pero no era pena, ¡no! Eran lágrimas… que no sabría identificar el porqué, pero era feliz… Digo: “¡madre mía, como entre alguien en la oficina y me vea llorando!!

En fin, me dejé llevar por el Espíritu y así mi alma voló con la Santísima Trinidad y descansé en el Señor!! El Señor, como es así de bueno, te hace ver todo aquello que te preocupa y te pesa sin que tú seas consciente de ello y te siembra la necesidad de ir a contárselo (en la confesión o en un rato de adoración) para que Él así lo tome sobre sus hombros y te libere. Ya ves, el Señor cumple sus palabras y su lealtad dura por siempre: “estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo…”

A mí me pasa que debido a lo que me exijo en el trabajo diario, tengo luego que obligarme a veces a tumbarme aunque mi mente diga que es tiempo perdido.

 

4.-        he sonreído cuando has comentado la impresión que tuvo tu madre cuando vio al matrimonio de tus feligreses colocando el mantel del altar de tu parroquia.

Me ha hecho recordar que a mí también me pasó lo mismo: …a la Misa suelo ir mucho antes, dado que allí es complicado aparcar. Aprovecho ese rato en la Iglesia para rezar, leer, pensar... Excepto un día que… al poco llegó ese matrimonio a colocar el mantel y… tan primorosamente lo colocaban, con tanto cuidado y detalle, que no podía quitar la vista de ellos. Me tenían ensimismada. 

Jamás he visto a nadie colocar con tanto cariño un mantel: lo miraban, lo remiraban; desde un lado, desde otro, pero lo que más me sorprendió es que en un determinado momento, él ¡sacó una plancha! y ahí que se pusieron a quitar alguna arruguita que había. Casi una hora que tardaron en ponerlo todo: yo estaba alucinada, a la par que agradecida, por haber participado de ese momento. Si hubiera llegado justa a la hora de Misa, me lo hubiese perdido y la verdad es que me hizo pensar y mucho: todo lo que tenemos que agradecer a tantas personas que trabajan como ellos, en silencio, sin que se les vea, poniendo todo su cariño en algo que igual después nadie aprecia ni valora. Todo un ejemplo, de esos de “los santos de al lado” que dice el Papa.

 

 

 

 

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