VIDA DE LA PALABRA primeras semanas de ABRIL
Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de abril («Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas», Jn 10, 11) y la de marzo («Muéstrame tus caminos, Señor, enséñame tus sendas», Sal 25, 4):
1.- Mientras estoy administrando la Unción de los enfermos a
una madre joven en la UCI, (sus 2 niños recibieron no hace mucho la primera
Comunión en nuestra Parroquia), alguien me dice que enfrente un hombre está a
punto de fallecer, pero está absolutamente solo y no sabe si es o no creyente.
La verdad, dudo si debo ir o no, (no sabemos si es practicante, ni siquiera
creyente; y a veces he tenido luego malos tragos con situaciones así
indefinidas), pero la PdV invita a prestar nuestro ser al Buen Pastor, que acoge
y cuida a todos: iré después de atender a esta señora. Sigo, pues, hablándole
con todo cariño y esperanza: a pesar de su ictus estaba feliz desde que me vio
entrar y mientras vamos recitando las oraciones.
Al salir,
mientras trato de localizar a quien me avisó, otra enfermera se dirige a mí con
un EPI, otros guantes y una ffp3 y me ayuda a ponérmelos y a atarme la bata. En
la UCI nos suelen tratar con mucha competencia, amabilidad y atención, lo cual
siempre me causa una grata sorpresa y se lo agradezco de corazón.
Me dirijo al
box: un enfermero y una enfermera están atendiendo al paciente inconsciente,
muy malito. Respetuosamente se hacen a un lado. Me viene la tentación de pensar
que si no es creyente, ¡qué pinto yo allí! La PdV del Buen Pastor me resuelve
de nuevo.
Con palabras
calmas y pronunciando bien a través de mi doble mascarilla, me presento y hablo
con todo respeto al enfermo, (lo último que permanece es el oído, aunque
pareciera que esté inconsciente): “…no sé
si eres creyente o no, pero yo, con todo respeto, voy a estar un ratito aquí
acompañándote y hablándote, ¿vale… (a cada frase le voy diciendo siempre su
nombre)? Hay un Creador de todo, Dios, que nos ama inmensamente a cada uno,
también a ti, incluso ahora en esta situación… No sé si eres cristiano o no,
perdóname si te molestaran mis palabras, pero por tus rasgos y por tu edad… es
fácil suponer que, como a todos en una época aquí en España, quizá también a ti
te bautizaron de pequeño…”. Entonces, con toda prudencia y respeto, y con
tono afectuoso y esperanzador, le hablo de Jesús, pidiéndole perdón por mis
palabras si no cree en Él o no lo conoce…
Al instante
me percato que le aflora una lagrimilla: puede ser producida por reflejo
inconsciente, pero yo prefiero pensar que efectivamente sí oye y que se ha
emocionado porque sí es creyente. Eso me anima a hablarle más explícitamente:
“…a través de esa lágrima, supongo que sí
eres cristiano, así que, si te parece (y perdona si me estoy equivocando),
vamos a rezar con todo nuestro amor a nuestro papá del Cielo el Padrenuestro…”.
Una nueva lagrimilla me anima a administrarle (“sub conditione”) el sacramento
de la Santa Unción. Los enfermeros responden con voz queda y muy respetuosos a
las oraciones y cuando ya me tengo que ir a otra planta y me despido, continúan
atendiéndole diligentemente en sus últimos momentos.
Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de abril («Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas», Jn 10, 11), la de marzo («Muéstrame tus caminos, Señor, enséñame tus sendas», Sal 25, 4) y la de febrero («Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso», Lc 6, 36):
1.- “…faltaban más de 5
días para acabar el mes y de pronto la dueña me dice que le tengo que pagar el
alquiler. Le contesto que no puedo: no tengo dinero y hasta dentro de 5 ó 6
días no me pagan. Ella me insiste bruscamente que necesita el dinero. Ante mi
imposibilidad, me insta a que recoja mis cosas por la tarde y me marche y
busque otro sitio.
Salgo del piso desconcertada dirigiéndome al
trabajo. ¡Segunda vez en lo que va de año que me echan sin previo aviso! No
atino a ordenar mis pensamientos, lo único que logro es repetir una y mil veces
la PdV: “muéstrame, Señor, tus caminos…”
Llego a la parada donde espero a la señora
que me recoge para llevarme al trabajo. Ahí, una señora me pregunta: “¿qué te
pasa?”. No presto atención. Cuando por tercera vez me dirige la misma frase, yo
le contesto: “¿me conoce?”. “Sí, te he visto algunas veces en la parroquia”.
Eso me da confianza y le cuento mi gran inquietud. Ella afirma: “ya está
solucionado; Dios está cerca; vete tranquila al trabajo y cuando regreses,
recoge tus cosas y deja ese piso”. Agradezco su buena voluntad: para mí es
suficiente que alguien me haya escuchado, pero, la verdad, no le hago caso y cuando
empiezo a trabajar se me olvida completamente la conversación.
A las 3 horas me suena el móvil: número que
no conozco; no contesto. Cuando por 3ª o 4ª vez llaman del mismo número, ya sí
me atrevo: se presenta… y… no caigo…; al rato me doy cuenta que es la señora
que me habló en la espera. “¿Cómo sabe mi número?”: contesta que se lo di hace
muchísimo tiempo en alguna ocasión.
Al acabar el trabajo, recojo mis pocas cosas
en el piso, llamo a esta señora y me lleva a un estudio donde voy a estar
independiente; un matrimonio bien amable, los dueños, me ayuda a acomodarme.
Incluso tengo un poco más de espacio que en el anterior, y por eso fui a la
Parroquia a pedirte que me llevaba alguna de las cosas que allí os tengo
depositadas…”.
2.- “…gracias, por estas experiencias. Yo también, os
cuento la mía.
Me detectaron, un tumor, en un riñón, me operaron en diciembre. Todo esto,
ha dado un nuevo, sentido a mi vida, es como una poda para renacer a una nueva
vida. Amando mucho más a Jesús en el dolor; confiando plenamente en Él. Gracias
a Dios, me estoy recuperando bien…”.
3.- “…esta Semana Santa
ha sido muy especial (única en mi vida): he aprendido mucho. Una de las cosas
ha sido que me he abandonado en el Señor. El otro día estaba muy cansada, no
había parado casi nada, me entraron dudas de no ir a Misa, pero me dije: “estoy
en Semana Santa”. Cuando empezó… me dolía todo: se lo ofrecí y al rato, se fue
el dolor. Pero el cansancio seguía. Le ofrecí el cansancio. Llegué a casa
estupenda.
El Jueves Santo estuve toda la tarde con el
Señor y el viernes casi todo el día: nunca había estado tanto tiempo; fue
bonito.
Hoy teníamos un Rosario a las 11: muy
bonito, compartiendo. Después hemos quitado todo preparando el altar, casi todos
han participado, (en mi parroquia vamos poco, pero nos llevamos bien), y al poner
las cosas en el altar, me enganché con el cable del micrófono y temí que luego no
funcionara; me preocupé; volví a fiarme, aunque por la tarde me venía a la
mente varias veces. “Tengo que fiarme que va funcionar; ahora, vivir el momento
presente”. Cuando empezó la misa ni me acordaba y al rato me digo: “Señor, ¡qué
grande eres1: está perfecto”.
El miércoles preparamos dos paquetes para Sudamérica
y pasaban hoy a recogerlos; me iban a avisar: estaba pendiente del teléfono. Pensaba: "esta tarde sí me iban a fastidiar la Pascua, pero tengo que fiarme de Ti”. Al
rato me ponen WhatsApp: “mañana le avisamos cuando vayamos a llamar”. Di las
gracias al Señor, por haber aprendido a fiarme de Él…”.
4.- “…con pocas Palabras de Vida me he sentido tan identificada como con la de marzo.
Esa persona
que necesita poner fin a sus temores, que se siente débil y acude al Señor. Así
me sentía yo en diciembre: necesitaba poner fin a lo que fuera que sentía en mi
interior, que me impedía vivir en paz, no podía seguir con esa sensación que no
me dejaba respirar… ¿a quién pedir ayuda?
Cierto
es que podía haber acudido a ti, pero ¿y si no me salían las palabras?... Decidí,
pues, acudir al Señor.
Tiempo
después sí que acudo a ti a confesarme y me dices que me lea el relato de
Getsemaní…: siento que soy yo la que está allí hablando a solas con el Padre y
le hago la misma petición “si es posible, que pase de mí este trance, pero que
no se haga mi voluntad, sino la Tuya”.
…no me
paro, con más fuerza que nunca vuelvo a empezar y no lo hago sola: San José me
acompaña. Me piden que haga una tarea que no estoy muy segura de ser capaz… Como
dice la palabra de vida, poniendo toda la confianza en la gracia de Dios más
que en mis capacidades, y con esa confianza acepto la tarea y me doy cuenta que
sale adelante y me quedo alucinada.
A mitad
de la cuaresma recibo un mensaje… que me hace llorar… porque me doy cuenta que
es Dios quien está detrás, que es Él quien me da los elementos necesarios para
hacer su voluntad y eso me hace estremecerme y temblar...
Leo la siguiente lectura que me dices: “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?”… también es pregunta que le he formulado muchas veces, pero ahora no puedo… porque no siento su abandono, sino todo lo contrario: siento que no se separa de mí, que me quiere y me cuida.
4b.- Tus palabras (esta vez en una homilía) siguen resonando
en mis oídos: “la Palabra del Señor produce Vida en nuestra vida”. Es cierto…
…ante
alguna situación concreta, la palabra del Señor acudía a mi mente y en verdad
producía Vida en mi vida.
“¿Cómo
voy a hacer esta tarea?”, -me preguntaba yo. “¡No temas!”, escuchaba y la tarea
se realizaba. Me sentía perdida, desorientada, sin saber por dónde empezar y
ahí que acudía el Señor mostrándome el camino, indicándome las luces, (“en
fosforito”, como dijiste), para que lo tuviera bien claro…
Sí, me
daba cuenta que sus palabras producían Vida, pero en las ocasiones que me
venían a la mente no era porque en esos momentos las leyera en la Biblia, que,
estando en el coche, en la calle, en el local, en el monte… no la tenía a mano.
En esos
momentos acudía yo a mi corazón, pues es ahí donde tenía almacenado lo leído y
escuchado. No podría apoyarme en esas palabras si previamente no las hubiera
leído, así que ciertamente es necesario leer y escuchar para que pueda ser
cierto que la palabra del Señor produzca Vida en nuestra vida.
Esencial
para la vida es el aire: si no respiramos, no vivimos. Sin embargo no es algo
en lo que uno piensa…: “he de respirar para… vivir”. Respiramos sin más.
Con la
Palabra de Dios pasa lo mismo: es esencial para vivir, pero para ello… hay que
respirarla hasta que ocurra como con el aire, que no sea algo que nos cuestionemos,
sino que sea algo tan natural en la vida como el respirar...
…una Cuaresma, una Semana Santa, una Pascua que no voy a olvidar fácilmente…”.
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