VIDA DE LA PALABRA primeras semanas de MARZO
1.- Hace unas semanas en el hospital,
visitando a un enfermo corriente, de pronto entró un médico y, sin saludar
siquiera, (cuanto menos, pedir disculpa o solicitar si le dejaba a él antes), me
interrumpió y se puso a hablar con los familiares y el enfermo. Vamos: como si
yo no existiera; creo que ni me vio.
Aunque me indigné interiormente, me
acordé que hay que amar siempre, (la PdV hacer a los demás…”, a mí me hubiera
gustado que me cedieran el atender primero), y mansamente me salí sin decir
nada y haciendo un gesto a la familia de que volvía luego.
Me puse a esperar fuera pacientemente, en
frente de la puerta, en vez de ir a visitar otra habitación: pensaba con todo
el respeto decirle algo cuando saliera. Pero me acordé de la PdV: ¡pobrecitos!,
están con mil ocupaciones para curar a todos y tantos dependiendo de sus manos,
(aunque era semanas antes de esta emergencia sanitaria). Así que, cuando salió
simplemente me quedé mirando con paz…, ¿quizá… a lo mejor esperando que se
disculpara por interrumpir y casi “echarme”?: ¡ni me miró!, (yo creo que ni se
percató de mi presencia).
Pero quizá me debió ver con el rabillo
del ojo o luego recapacitar: al día siguiente me saludó tímidamente y cruzó
unas palabras conmigo. Hasta entonces era de las personas que, (aunque yo
saludo a todos con una sonrisa e intento pararme unos segundos), apenas había
logrado un serio “hola y adiós”.
Pero desde ese
día, incluso conversamos sonrientes después de saludarnos.
Quizá eso yo lo hubiera impedido (“estropeado”)
si aquel día no hubiera tenido paciencia o si le hubiera “dicho algo”.
2.- Estas semanas (cuando todavía la gente
no había empezado a tomarse en serio lo de los contagios) mi vivir la PdV era
estar pendiente de tocar el menor número de cosas (a veces ni sentarme) y hacer
mi penitencia de no tocarme la cara o la cabeza, (y menos aún ojos, nariz o
boca), aunque me picara o hubiera cosquilleo. Y todo pensando en el “haz a los
demás, lo que ellos quisieran que hicieran contigo”.
Si cada día me lavo despacio y muchas veces las manos,
estas dos semanas, muchísimas veces más. Soy consciente que a mí se acerca
mucha gente en distintos ámbitos. Y esta última semana, además, ofrecer junto a
la cruz, (como paradójico acto de amor al prójimo), el no poder saludar de cerca
o dar un abrazo como suelo a tantos amigos.
Extremando las precauciones hasta el más mínimo detalle, por
amar, por vivir la PdV, sin embargo pongo la confianza solo en el Señor; y a Él, en unidad con vosotros, sigo pidiendo
con la fe que nos recordaba la PdV del mes pasado.
3.- Ayer y anteayer han sido los días de
mi vida que más tiempo he dedicado a correo-e. y sobre todo WhatsApp, (muchos
me pedían orientación; otros sin decirlo se sentían desconcertados o solos;
otros querían tomar decisiones no individualistamente, sino en unidad; como
arcipreste que soy, tenía que hacer circular rápido muchos avisos, etc.). Cada
mensaje he tratado de vivirlo como una experiencia concreta de “haced… lo que queráis
que os hicieran…”.
Por ello mismo, además, estos tres días
estoy invirtiendo tiempo en aprender determinadas herramientas de internet para
seguir con las reuniones de los grupos, (pero virtualmente), para retransmitir
la Misa que celebraré con poca o ninguna gente, etc.
Alguna de vuestras
EXPERIENCIAS tratando de
llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de marzo («Todo cuanto queráis que os hagan
los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque esta es la Ley y los
Profetas», Mt 7, 12), la de
febrero («¡Creo, ayuda
a mi poca fe!», Mc 9, 24) y la de enero («Nos trataron con una solicitud poco común», Hch 28, 2):
1.- “…qué buena es esa
frase que nos escribiste: estar "al
paso de Dios" según lo que Él nos va marcando. Lo normal es querer lo
contrario: que Dios vaya a nuestro paso, según lo que le vayamos marcando
nosotros. De ahí viene la frustración, el desánimo, el ¿enfado?, el pensar que
no nos escucha, el...
Me hacía ilusión ir a los ejercicios en el
Centro Mariápolis después de la experiencia del año pasado, de lo bien que me
vinieron, así que por un instante caí en esa tentación, la de enfurruñarme por
no poder ir este año, pero en seguida pensé que si aquello fue bueno en ese
instante, igual, en este momento, era en otro sitio donde Dios quería que
estuviera. Pensando en ello acepté con santa paz el no poder acudir en esta
ocasión y centrarme en lo que fuera que quisiera Dios que hiciera este fin de
semana.
Como bien dices: estar a su paso, no al mío.
No pretender marcarle yo la ruta sino seguir la que Él me vaya trazando. Gracias
por esa frase: la voy a imprimir con letras grandotas. A este paso voy a
empapelar la casa…”.
Hoy… en un banco del
parque… parece q al levantarme se me cayó el bono mensual de bus y no me di
cuenta (¡yo no cambio!). Un hombre ha
corrido para alcanzarme, porque al tener yo puestos unos auriculares, él me
llamaba gritando, pero yo no oía y al dármelo casi no podía él respirar (¡me
dijo q estaba recién operado del corazón!).
Me dio tanta
compasión porque vi La bondad pura de Dios pensando en el otro antes que en él
(también me recuerdan muchos de tus actos) en este hombre. Hizo que me fuera
corriendo a rezar en casa…”.
3.- “…agradecida con el Señor, que
siempre está en cada momento de mi vida, de mi familia, de todos los que
Le aman y los que no Le aman; el Señor es amor, paciencia, Alegría, fuerza,
fortaleza, luz, sabiduría… en nuestras vidas. Soy muy afortunada de
sentir el amor del nuestro Padre todopoderoso cada segundo de mi vida.
Mil gracias al Señor por todas las criaturas que Él pone en mi camino para
hablarme de cuan maravilloso y amoroso es Él con sus hijos: Dios es amor…”.
Si quieres leer
más experiencias similares,
de gente de
todo el mundo,
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