VIDA DE LA PALABRA últimas semanas de ENERO
Alguna de mis
EXPERIENCIAS tratando de
llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de enero («Nos trataron con una solicitud poco común», Hch 28, 2) y la de diciembre
(«Velad, pues, porque
no sabéis qué día vendrá vuestro Señor», Mt 24, 42):
1.- Suelo dormir regular y
cuando me levanto al servicio sobre las 4:00 de la madrugada, luego tardo a
menudo hora y media en volver a conciliar el sueño, (aprovecho para oír dos o
tres rosarios en una aplicación del móvil, que siempre suelo dejar cargando en
el baño la primera parte de la noche; siempre lo mantengo en vibración, pero
para dormir, además, desconecto wifi y datos).
Esa noche, después de
levantarme, llevé luego el móvil a mi mesilla ¡y logré dormirme al instante! Y
como el lunes es mi día de descanso de casi todas las tareas parroquiales y
pastorales, ni siquiera tenía el otro móvil, el del hospital, al que pueden
llamar las 24h para que vaya inmediatamente de urgencia.
Pero sobre las 4:50
de la madrugada empieza a vibrar mi móvil: ¡para una vez que estaba yo
durmiendo profundamente a esa hora! Aun adormilado, en seguida me vino en mente
la PdV: mostrar una humanidad, una solicitud, poco común. Además, ¡estaba claro
que era voluntad de Dios!: acababa yo de traerme el móvil a la mesilla, (si lo
hubiera dejado en el baño, seguramente no habría yo notado la vibración de
llamada). Así que contesté. Y traté de que no se me notara que me habían
despertado. Después de unos minutos, aunque no quería yo “activarme” mucho,
(para no desvelarme luego), recordando de
nuevo la PdV, empecé a “emplearme a fondo” con toda paz para comprender y
escuchar verdaderamente con un amor dispuesto a dar la vida, (y sinceramente me
ofrecí incluso a ir si quería), para que así Jesús pudiera actuar más allá de
mis palabras. Y creo que así pudo ser cuando, después de media hora larga de yo
escuchar y escuchar, y decir poco, pero con tacto, al otro lado del teléfono
noté que había paz y prometía una serie de buenos propósitos y planteaba colgar
ya para tratar de dormir allí y aquí.
2.- Te cuanto ahora una experiencia de “humanidad poco común”, no hecha por mí, sino de la que he
sido objeto:
Uno de la
parroquia fue a recogerme al aeropuerto al regreso de mi semana de retiro (y
antes, a llevarme). Me sorprendió que al verme, en seguida me ofreció un botellín
de agua que había comprado para mí y unos bombones por si tenía yo hambre y
sed.
Venían conmigo otros dos
sacerdotes que me habían propuesto si yo le pediría a mi amigo el favor de que les
llevara a Madrid: no me atrevía yo mucho, pues una vez él me dijo que no le
gustaba entrar en la ciudad y, además, sé que tiene un ligero problemilla
psicológico, con lo cual no quería yo variarle sus esquemas. Pero en seguida
aceptó muy contento de añadir ese otro servicio, (cuando me llevó a la ida, me
había hablado de la PdV, cuya hojita coge cada mes en la parroquia y le gusta
mucho). Les ofreció a ellos su propia botellita y bombones, y se lamentó que
había comprado un cocido para mí y otro para él y, de haberlo sabido, hubiera
comprado otros dos para mis amigos sacerdotes.
Cuando llegamos al sitio
donde había que dejarlos a ellos, no quiso parar en doble fila “para no
perjudicar el tráfico, o por si alguien no nos ve y se da un golpe” y buscó un
poco más adelante un sitio bueno para aparcar ¡y era providencialmente la
puerta de atrás del sitio donde tenían que ir ellos!
Él se bajó para sacarles sus
maletas y, en ese momento, les dio además su propio cocido, (¡y eso que ya no
era hora de poderse comprar otro!), pidiéndoles disculpas por no tener dos,
pero asegurándoles que las raciones solían ser abundantes.
Cuando luego me dejó a mí en
la parroquia, se le notaba feliz: y así me lo dijo más todavía después de darle
un abrazo.
Y más feliz estaba yo de ver
tanta bondad acumulada en una persona sencilla.
Alguna de vuestras
EXPERIENCIAS tratando de
llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de enero («Nos trataron con una solicitud poco común», Hch 28, 2), la de diciembre («Velad, pues, porque
no sabéis qué día vendrá vuestro Señor», Mt 24, 42) y la de noviembre («Alegraos con los que se alegran; llorad con
los que lloran», Rm 12, 15):
1.- “…gasa y alcohol
cogió mi marido para curarse una mini herida que se había hecho. Sentada estaba
yo a su lado leyendo… Absorta… cuando oigo: "vaya, se me ha olvidado la tirita". Pensé: “pobre, ¡qué faena!, con la rabia que da
cuando se te olvida algo y hay que levantarse a por ello”. Pero cambié mi
pensamiento: “en cuanto termine este
párrafo me levanto y se la llevo”. Estaba en esos pensamientos, cuando
recordé a la suegra de S. Pedro, aquella que curada de la fiebre, se levantó de
inmediato, y se puso a servir.
Me sentí interpelada por esas palabras. Cerré
el libro y, de inmediato, fui a buscar la tirita. Por el camino me iba diciendo
a mí misma: "En verdad que la Biblia
es lectura que engancha, que no deja indiferente, que cuanto más la lees, más
sientes que tu conducta hacia ti mismo y hacia los demás se va modificando".
Llegué con mi tirita. Iba a decirle “ahí la tienes, cariño” para, acto
seguido, ponerme a leer, cuando recordé entonces a Jesús, Aquel que no vino a
ser servido sino a servir, y, pensando en Él, me di cuenta que no podía servir
de cualquier manera, sino que, aunque sea llevar una tirita, tenía que hacerlo
con cariño, amor, ternura, disposición, siempre pensando primero en el otro.
Así pues, no la dejé en la mesa, sino que le
quité el papel y esperé a que se limpiara la mini herida para ponerle yo misma
la tirita.
Misión cumplida. Ahora sí, ya podía leer con
la conciencia tranquila.
Pero no: se me ocurrió preguntarle
si quería un zumo de naranja y allí que me fui a la cocina a preparárselo y, ya
puestos, también le preparé uno a mi hijo.
Ahora sí, ahora ya podía leer. ¡Pues tampoco!:
miré los papeles de la tirita, los restos de la naranja y… no porque ya no me
fueran útiles tenía que… dejarlos en cualquier sitio u ocuparme de ellos
después. Así pues, limpié los vasos, tiré la basura (cada cosa en su sitio) a
la par que le di gracias a Dios por aquellas naranjas y aquella tirita que, en
ese instante, me habían sido tan útiles. Ya puesta, también le di las gracias
por mi marido y mi hijo…”.
Si quieres leer
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de gente de
todo el mundo,
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