VIDA DE LA PALABRA últimas semanas de MAYO
Alguna de mis
EXPERIENCIAS tratando de
llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de mayo («La paz con vosotros. Como el Padre
me envió, también yo os envío», Jn
20, 21):
1.- La Pascua del enfermo este
año la celebrábamos en la Parroquia para toda la Vicaría (aunque ya suponíamos que
no vendría mucha gente de otros lugares).
Como dice la PdV, me
sentí realmente “enviado” para acoger a todos los enfermos y personas mayores que
vinieran y ofrecerles el sacramento de la confesión antes de la Misa en la que iban
a recibir el sacramento de la “Unción para los enfermos”.
Traté de estar pendiente
para saludar con alegría a los que conocía (muchos, hacía meses que no los
podían traer a la parroquia) y
a los que no. A los que no podían entrar en el
confesonario, salía yo y los confesaba sentándome a su lado en un banco, o en una
silla al lado de la suya de ruedas, o simplemente de pie poniéndoles la mano en
el hombro como gesto de cercanía...
Hubiera querido yo luego también
estar en la celebración, pero me tocaba seguir en el confesonario. Era una
verdadera alegría ofrecer a cada uno la fiesta del perdón que se produce en el
cielo cada vez que nos confesamos, (yo mismo me había confesado con otro
sacerdote pocas horas antes).
Acabé justo cuando iban a
empezar a recibir el sacramento de la Unción. Viéndolo yo desde el despacho
parroquial, la verdad es que me inundó un gozo y alegría interiores que yo no
me explicaba, incluso alguna lagrimilla de emoción (quizá pensando en la
ilusión de nuestros mayores por estar de nuevo en la parroquia en Misa, o por
recibir esta caricia y consuelo de Dios que es el sacramento para los enfermos,
o pensando en la mucho que habían vivido y amado a Dios…).
2.- Sin pretender yo nada, por
Alguna de vuestras
EXPERIENCIAS tratando de
llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de mayo («La paz con vosotros. Como el
Padre me envió, también yo os envío», Jn 20, 21), la de abril («Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros
también debéis lavaros los pies unos a otros», Jn
13, 14) y la de marzo («Sed compasivos, como vuestro Padre es
compasivo», Lc 6, 36):
1.- “…gracias padre Paco, por compartir conmigo estas palabras
del correo quincenal, que siempre llegan en buen momento. Este mes de mayo ha
estado un poco complicado, pues estoy de baja en el trabajo por lumbago, esto
supone reposo y tratar de llevar las cosas a otro ritmo, también alguna
variación en la nómina correspondiente al mes. He hablado… con mi empleadora y
ha demostrado disgusto por mi baja: tengo miedo de quedarme sin trabajo.
Trato de convencerme de que Dios sabe por qué hace
las cosas y aprovecho este tiempo para compartir más con la familia. Sin
embargo, no dejo de estar preocupada por la situación y la de mi esposo, quien
trabaja tanto: todos los meses hace cálculos y busca constantemente
información para ver cómo podemos emprender un proyecto como el que teníamos en
nuestro país (como autónomos). Él aún se atreve a soñar: para mí, hasta eso es
un lujo. Seguimos pagando todavía incluso el préstamo que tuvimos que
pedir para el vuelo cuando nos vinimos a España.
Todos los días leo el Evangelio y es un
aprendizaje continuo. Le pido al Espíritu Santo me dé el don de la paciencia:
no es fácil migrar y empezar desde cero.
Luego del tiempo de Cuaresma, han surgido muchos
miedos internos, entre ellos está la incertidumbre económica: no sé qué puedo
hacer para superarlos.
No quiero que estas preocupaciones opaquen la
felicidad que siento al saber que nuestro hijo recibirá pronto el sacramento de
la Comunión.
Aprovecho este medio para expresarme: me cuesta
mucho compartir las penas. Prefiero compartir las cosas buenas…”.
2.- “…me gustaría compartir esta gran alegría con
vosotros y solo para gloria de Dios: mi tercer hijo nació el día 12 de
diciembre, fecha en que se conmemora la aparición de nuestra querida Madre del
Cielo en Guadalupe (México): tenía el lagrimal obstruido y padecía de
conjuntivitis crónica. Era algo que me preocupaba bastante (tenemos un familiar
ciego) y decidí llevarle al oftalmólogo: si no se le quitaba, debía entrar en
el quirófano a más tardar cuando cumpliera 9 meses, (antes no se recomienda,
pues la anestesia no es aconsejable tan pequeñitos, a no ser que estén en grave
peligro).
Me mandó unas pautas de limpieza (5 veces al
día). Y masaje alrededor del lagrimal (mañana y noche) que, al principio, le
hacía yo todos los días, pero que, por lo mal que lo pasaba él, dejé de hacerle
poco después.
A primeros de mayo, los abuelos hicieron un
viaje a Lourdes y, además de rezar, trajeron una garrafita del agua de la
gruta. Mi madre, (sin pedirme permiso... pues no sé si le hubiera dejado
hacerlo realmente), le limpiaba el ojito y le daba de beber el agua cuando yo
le dejaba el bebé a su cargo.
Un lunes me desperté con la intención de
hacer el lavado con suero que le practicaba diariamente y... para mi sorpresa
no había legañita verde tan horrible que le veía a menudo en ese ojito derecho,
y decidí no limpiárselo (no fuera a sacársela de la nada...): ese día no le
limpié ni una sola vez... y desde entonces hasta hoy, no he tenido que volver a
limpiarle los ojitos. Caí en la cuenta que el día era 13: nuestra Virgencita
quiso regalarnos la
curación de los ojitos de Mateo el mismo día que 102 años
antes se había aparecido en Fátima.
Bendito sea Dios y gracias a María por
escuchar nuestros ruegos y hacernos conscientes de que está tan cerca de
nosotros. Sé que fue Ella porque siempre me hace regalos en sus fechas!!!…”.
Si quieres leer
más experiencias similares,
de gente de
todo el mundo,
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que, por gracia de Dios, hayas podido realizar
poniendo en práctica el Evangelio;
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