TENER UN CORAZÓN
DE MADRE
[…] También a nosotros se nos
pide que, aprendiendo de Él, tengamos un amor de padre, un amor de madre, un
amor de misericordia con todos los que se cruzan en nuestro camino durante el
día, especialmente con quien se equivoca.
Por otra parte, a los que
están llamados a vivir una espiritualidad de comunión, es decir, la
espiritualidad cristiana, el Nuevo Testamento le pide más todavía: “perdonaos
mutuamente” (Cf Col 3, 13: 2). [...]
El amor recíproco exige casi un pacto entre nosotros: estar siempre dispuestos
a perdonarnos unos a otros. Sólo así podremos contribuir a la realización de la
fraternidad universal
[...].
CHIARA LUBICH, Comentario a Mt 5, julio 2002
www.centrochiaralubich.org –
Commento alla Parola di vita: Perdona l’offesa al tuo prossimo e allora
LLENAR NUESTRO
CORAZÓN DE MISERICORDIA
[…] Si somos misericordiosos,
podremos ser verdaderamente constructores de paz y de unidad. Desde el momento
que todos somos frágiles, limitados y expuestos al error, es evidente que la
paz y la unidad entre nosotros dependerán en primer lugar de saber comprendernos
y perdonarnos mutuamente. De hecho, debemos reconocer que la misericordia no es
nuestro fuerte; es el aspecto en el que caemos más a menudo. Nuestra
naturaleza, herida por el pecado, se inclina más a juzgar que a comprender a
nuestro prójimo, más a rechazarlo que a acogerlo, más a poner en evidencia los
defectos y las debilidades que a cubrirlas y a ocultarlas, más a recordar las
injusticias y las ofensas recibidas que a perdonar y a olvidar.
Pero si Jesús nos pide que
seamos misericordiosos, quiere decir que Él nos asegura su Gracia para que lo
logremos […]
CHIARA LUBICH, Comentario a la Palabra de vida
www.centrochiaralubich.org –
Commento alla Parola di vita: Benevoli e misericordiosi
RECONSTRUIR LAS
RELACIONES CONTAMINADAS O ROTAS
No ganamos nada con romper
las relaciones: pensando en castigar al otro, terminamos por herirnos a
nosotros mismos. Nada de eso vale la pena.
Las rupturas no nos hacen
felices. La separación a veces es necesaria, pero el romper nunca, porque esto
ocurre dentro de nosotros.
En Mateo 5,23-24, Jesús dijo
que antes de presentar nuestra ofrenda al altar, debemos ir a reconciliarnos
con el hermano, pues eso agrada a Dios y le da valor a nuestra ofrenda.
Comencemos por reconstruir
lo que se rompió dentro de nuestro corazón, después vamos al encuentro del
hermano y reconstruyamos la relación, pues de eso depende también la calidad de
nuestra unión con Dios.
APOLONIO CARVALHO, Comentario al pasapalabra diario 16
marzo 2019
DIOS EXISTE Y NO
ERES TÚ: ¡RELÁJATE!
«Dios existe y no eres tú;
¡relájate!»… incisivas palabras [que] nos puedan ayudar a todos a acoger la
llamada a la conversión que Jesús de Nazaret realizó al comienzo de su vida
pública, y que la Iglesia reitera al inicio de la Cuaresma: «convertíos y creed
en el Evangelio».
Estamos ante una invitación
a descubrir a Dios como el sentido último de cuanto existe y acontece. No…
convicción teorética, sino… comprender que la existencia de Dios funda el
sentido de la totalidad de la vida...
… puesto que Dios existe y
es creador y señor de todas las cosas, está presente y actúa en el mundo, en
nuestras vidas, en sus vidas… En realidad, la frontera entre la creencia y la
increencia no es abstracta, sino existencial. Lo determinante no es creer que
Dios existe, sino que yo existo para Dios, y que soy su hijo amado,
irreemplazable para Él…
¡Es agotador pretender ser
dioses! Es extenuante pretender tener el control último sobre nuestra propia
vida, olvidando la existencia de una providencia que nos cuida y nos conduce.
La falta de un sentido último de la vida se traduce en una dispersión
agotadora, provocada por la falta de unidad interior. Quizás por esto, Jesús
nos hizo aquella inolvidable invitación en el Evangelio: «venid a mí los que
estáis cansados y agobiados, y Yo os aliviaré» (Mt 11, 28).
Se trata de que nos
percatemos de que solo Dios es Dios, y de que nosotros no lo somos. Y si
nosotros no somos Dios, el resto de las cosas por las que tanto nos
preocupamos, tampoco lo son. Una grandísima parte de nuestros sufrimientos,
preocupaciones y agobios nacen de haber puesto nuestro ego en el centro del
universo. La confianza en Dios es fuente de paz, mientras que la desconfianza
es estresante…
MONS. J.-I. MUNILLA, Carta de Cuaresma 2019
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