viernes, 15 de septiembre de 2017

CON ALEGRÍA LA CRUZ DE CADA DÍA

No vendrá nada mal redoblar el impulso de vivir la Palabra del mes  («Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame», Mt 16, 24). Y para ello, unos textos que nos ayuden a profundizarla:


AMAR CON ALEGRÍA.

También nosotros cuando está Jesús Abandonado, cuando tenemos un dolor, debemos decir: “eres Tú, eres el Esposo de  mi alma”. Ya sea que… estés casado o no en la tierra, es lo mismo, el alma es otra cosa, y tú le dices: "Te quiero, te amo, te abrazo". Y hacer como Él: “en tus manos...”. Darle la vuelta a la cosa. Y luego –hay que estar atentos a esto– vivir el momento presente después con todo el corazón. Y si tú lo vives, ¿qué sucede? Que te viene la paz dentro, viene la alegría dentro, y aquel peso del dolor ya no está, ya no está. ¿Por qué ya no está? Porque en el lugar de Jesús Abandonado que vivía en ti, ha florecido el Resucitado, y el Resucitado es su Espíritu que emana sus dones, por lo cual sientes dentro de ti alegría, paz, fuerza, todo...; lo de antes, en cambio, ha desaparecido... Por lo tanto, mi consejo es: abrázalo bien, vive el momento presente después y ve adelante.

CHIARA LUBICH, Abbracciare Gesù Abbandonato, Genova, 16 dicembre 2001




INFUNDIR ESPERANZA.

La novedad del anuncio de Jesús se advierte con claridad desde las primeras palabras, cuando proclama dichoso no a quien es rico, poderoso o influyente, sino al que es pobre, humilde, pequeño, puro de corazón; al que llora y es oprimido. Es una inversión del modo corriente de pensar, especialmente en nuestra sociedad, que muchas veces exalta el consumismo, el hedonismo, el prestigio... Es la “buena nueva” traída por Jesús, que da alegría y esperanza a los últimos, que infunde confianza en el amor de Dios y que se muestra cerca de quien atraviesa pruebas y dolor. Este anuncio de felicidad y de salvación se puede ver ya sintetizado en la primera de las ocho bienaventuranzas, que asegura el Reino de los Cielos a los pobres de espíritu.

CHIARA LUBICH, Commento a Mt 5, 3



ELEGIR LO QUE LE GUSTA A DIOS


Aquí… podemos hallar la sencillez del vivir evangélico. ¡También es ésta la enseñanza de los más grandes místicos que, incluso experimentando fenómenos espirituales extraordinarios, sabían bien que la perfección no consiste en hacer milagros o en el obrar de modo extraordinario, sino -como por ejemplo escribe san Pablo de la Cruz- "en estar perfectísimamente unidos a la santa voluntad de Dios, y quien está más unido y transformado en este divino beneplácito, es el más humilde, el más pobre en espíritu, el más perfecto, el más santo". [...] ¡Haciendo lo que a Él le gusta! Santidad y voluntad de Dios son por lo tanto sinónimos, aunque el término “voluntad de Dios” debe ser comprendido en toda su profundidad. Hace falta redescubrirla [ndt la Voluntad de Dios] como aquello que realmente es: el encuentro entre Dios y el hombre, la manifestación que Dios hace de mismo y la plena conformación del hombre, en todo su ser, al Dios que se comunica revelándose.

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