PALABRA DE VIDA junio 2017
«Venid a mí todos los que estáis fatigados y
sobrecargados,
y yo os daré descanso»
(Mt 11, 28)
Fatigados y
sobrecargados: palabras que nos sugieren la imagen de personas –hombres y
mujeres, jóvenes, niños y ancianos– que de distintos modos llevan pesos a lo
largo del camino de la vida y esperan que llegue el día en que se puedan
liberar de ellos.
En este pasaje del
Evangelio de Mateo, Jesús les dirige una invitación: «Venid a mí…».
Jesús tenía a su
alrededor a la muchedumbre que había venido a verlo y a escucharlo; muchos de
ellos eran personas sencillas, pobres, con poca formación, incapaces de conocer
y respetar todas las complejas prescripciones religiosas de su tiempo. Además,
pesaban sobre ellos los impuestos y la administración romana, una carga muchas
veces imposible de sobrellevar. Se encontraban en apuros y buscaban a alguien
que les ofreciese una vida mejor.
Con su enseñanza, Jesús mostraba
una atención especial por ellos y por todos los que estaban excluidos de la
sociedad porque se los consideraba pecadores. Él deseaba que
todos pudiesen comprender y acoger la ley más importante, la que abre
la puerta de la casa del Padre: la ley del amor. Pues Dios revela sus maravillas a
quienes tienen un corazón abierto y sencillo.
Pero Jesús nos
invita hoy, también a nosotros, a acercarnos a Él. Él se manifestó como el rostro visible de
Dios, que es amor, un Dios que nos ama inmensamente tal como somos,
con nuestras capacidades y nuestras limitaciones, nuestras aspiraciones y
nuestros fracasos. Y nos invita a fiarnos de su ley, que no es un peso que nos aplasta, sino un yugo ligero capaz
de llenarles el corazón de alegría a cuantos la viven. Esa ley
requiere que nos comprometamos a no replegarnos sobre nosotros mismos, sino a
hacer de nuestra vida, día a día, un don cada vez más pleno a los demás.
«Venid
a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso».
Jesús también hace
una promesa: «…os
daré descanso».
¿De qué modo? Ante todo, con
su presencia, que se hace más neta y profunda en nosotros si lo
elegimos como punto firme de nuestra existencia; y luego, con una luz especial que ilumina nuestros pasos de cada día y nos hace
descubrir el sentido de la vida incluso cuando las circunstancias externas son
difíciles. Si
además comenzamos a amar como Jesús mismo hizo, encontraremos en el amor la
fuerza para seguir adelante y la plenitud de
la libertad, porque de esta manera la vida de Dios se abre paso en
nosotros.
Escribe Chiara
Lubich: «Un
cristiano que no esté siempre en la tensión de amar no merece el nombre de
cristiano. Porque todos los mandamientos de Jesús se resumen en uno
solo: amar a Dios y al prójimo, en quien vemos y amamos a Jesús. El amor no es
un mero sentimentalismo, sino que se traduce en vida concreta, en servir a los hermanos,
en especial a los que tenemos al lado, y empezar por las pequeñas cosas, por los servicios
más humildes. Dice Carlos de Foucauld: “Cuando amamos a alguien, estamos realmente
en él, estamos en él con el amor, vivimos en él con el amor; ya no
vivimos en nosotros mismos, estamos desapegados
de nosotros mismos, fuera de nosotros
mismos”. Y precisamente gracias a este amor se abre paso en nosotros
su luz, la
luz de Jesús, según su promesa: “El que me ame… me manifestaré a él”
(Jn 14, 21). El amor es fuente de
luz: amando se comprende más a Dios, que es Amor».
Acojamos la invitación de Jesús a
acudir a Él y reconozcámoslo como fuente de nuestra esperanza y de nuestra paz.
Acojamos su mandamiento y esforcémonos por amar como hizo
Él, en las mil ocasiones que nos suceden cada día en la familia, en
la parroquia, en el trabajo: respondamos a la ofensa con el perdón,
construyamos puentes en lugar de muros y pongámonos al servicio de quienes
sienten el peso de las dificultades.
Descubriremos que
esta ley no es un peso, sino un ala que nos llevará a volar alto.
LETIZIA MAGRI
N.B.: Aquí puedes encontrar también la Palabra de Vida
y en
MP3 para escuchar en el
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en más de 30 idiomas.
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