VIDA DE LA PALABRA últimas semanas de ABRIL
Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando
de llevar a la práctica diaria la Palabra de abril («Quédate con nosotros, porque atardece», Lc 24, 29)
y la de marzo («¡Reconciliaos con Dios!», 2 Co 5, 20):
1.- La continua
actividad en Semana Santa y en la Semana I de Pascua quizá me hizo estar más
débil ante los cambios de temperatura ambientales: ¿constipado, alergia, ambas
cosas? El caso es que el pasado lunes aproveché para quedarme en cama: al final
del día tenía 39’5º de fiebre, pero no me encontraba mal. A la mañana
siguiente, ya sin nada de fiebre, bajé a celebrar la Misa y… “di el numerito”:
me tuve que sentar varias veces, estuve a punto de desmayarme y ya tuve que
terminar la celebración sentado. “Lo que Tú quieras, quédate con nosotros,
Señor”, le dije. Me llevaron a urgencias: todo absolutamente bien y normal.
Hice reposo esos días. Parecía que iba a ser neumonía, descartada con las
radiografías del viernes: al final “solo” bronquitis, pero “quédate con
nosotros”. Y este fin de semana yo solo con todas las actividades parroquiales.
Las he podido cumplir bien todas, (algún ligero mareíllo en una), más diversos
imprevistos, (anoche a las 23:45, p.ej., cuando ya estaba yo metido en la cama,
llamaron para una urgencia en el hospital y allí me presenté). Todo bien,
contento estos días. Verdaderamente ha sido un “trabajo a dos”: el Resucitado y
yo.
Ha
sido una semana bonita, incluidos los casi 5 días en cama: he “dormilado”
mucho, he rezado mucho (además de escuchar cada día las diversas oraciones de
la Liturgia de las Horas y el Rosario con Radio María). Quizá me venía bien
descansar y rezar, todo con el Resucitado que, verdaderamente, sigue con
nosotros.
2.- El viernes próximo
mi hermana pequeña, la que vive con mi madre, sale ya (enviada como misionera)
3 años a Chad, en África. Hace poco, la misión de allí ha recibido la noticia
de que Alemania deja de mandar todas las ayudas económicas que mantenía las
últimas décadas. “¡Quédate con nosotros,
Señor, porque atardece!, quédate con ella, quédate con todos ellos”.
A
la vez, seguimos sin saber bien cómo hacer para atender a mi madre…: ¿que se
venga a la parroquia y desarraigarla de su ambiente?; ¿pedir yo el traslado
allí (aunque me encuentro a gusto aquí en parroquia+hospital y un par de veces
en semana centro Mariápolis de Las Matas)?; ¿otra solución…? Ninguno queremos
estar apegado a nada. No quisiera yo estar apegado ni por un lado a familia, ni
por otro a familia espiritual, (y mucho menos a encontrarme a gusto o no). “¡Quédate con nosotros, Señor, porque
atardece!, quédate con nosotros y ayúdanos a discernir”. “Que todo sea solo
para gloria de Dios siempre”, repite mi madre cada vez que nos vemos o
hablamos.
Independientemente
de no entrever soluciones a unas cosas y otras, la verdad es que estoy
(estamos) con paz: se nota esa presencia del Resucitado.
Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando
de llevar a la práctica diaria la Palabra de abril («Quédate con nosotros, porque atardece», Lc 24, 29),
la de marzo («¡Reconciliaos con Dios!», 2 Co 5, 20) y la de febrero
(«Os daré un corazón nuevo; infundiré
en vosotros un espíritu nuevo»,
Ez 36, 26):
1.- “…fui de voluntariado a
Hispanoamérica estos días. Pensaba estar por lo menos un mes, pero al final
solo eran diez días; pensé no ir: el viaje es muy caro y no da tiempo a hacer
nada. Pero me contestan que me necesitan y enseguida me dije: “Señor, Tú me llamas y voy”.
La
verdad, fue una experiencia única. Realmente me necesitaban. Era escuchar a
fondo y trataba de hacerles ver lo positivo, luego estaban contentos: querían
un hombro para llorar y lo tenían. Los niños, las niñas y las ancianas.
Fue un amor recíproco, como el Evangelio: “dad y se os dará”. Pero es
el céntuplo, era consolar al triste, el Señor me dio la fuerza y el valor para
todo lo que me habían encomendado. Le di mil gracias al Señor por ser su
instrumento, a pesar del cansancio de muchas horas de coches y poco
dormir: mereció la pena. Gracias por ser constante en mandarme la pdv…”
2.- “…este año he tenido la gran suerte de vivir el
triduo Pascual en un encuentro muy especial en el Centro Mariápolis que, como
nunca, me ha adentrado en el misterio de la muerte y Resurrección de Jesús.
Verdaderamente brotaba de lo más profundo de mi ser “quédate con nosotros…”. Después la vida de cada día ha continuado
con normalidad, pero para mí está siendo todo diferente: experimento que Él se
ha quedado con nosotros y que, como dice el comentario de la Palabra de Vida,
cualquier dolor personal o de los demás son Él, porque Él lo ha hecho suyo… Mi
respuesta está siendo hacer algo concreto para aliviar sus sufrimientos en los
hermanos.
Por ejemplo,
el padre de una amiga lleva varios días agonizando, la situación es muy dura y
la familia está agotada, tengo que respetar la intimidad familiar, pero me
entero que ella tiene que salir de casa a una determinada hora, dejo mis
ocupaciones y salgo a su encuentro, sólo puedo estar con ella unos 15 minutos,
acompañándola en su camino, pero fueron suficientes para compartir y reavivar
juntas el sentido de este dolor en el de Jesús y me agradecía por el consuelo y
fuerzas renovadas que sentía.
Me llama por
teléfono una tía de más de 80 años, la escucho con calma aunque repite muchas
veces lo mismo, esta vez sale el tema de la muerte y me confiesa que tiene
miedo. De forma casi impulsiva, le digo “¡vamos al encuentro de Jesús
Resucitado!”, ella es creyente, pero le asombra mi respuesta inmediata,
seguimos hablando y se queda muy en paz.
El hijo de
unos amigos tiene un examen y está agobiado porque hay cosas que no entiende,
me pide venir a casa y que se lo explique, tiene que ser esa misma tarde y sólo
tengo libre el rato de descanso a medio día, estoy a punto de decirle que esta
vez no puedo, que no lo deje para el último momento…, pero Jesús me sugiere:
“no juzgues, ama” y quedamos para aprovechar ese rato, en el que dio tiempo de
que aclarara lo que necesitaba y se quedara tranquilo…”
Si quieres leer más experiencias similares,
de gente de todo el
mundo,
N.B.: tú también puedes compartir las
experiencias
que, por gracia de Dios, hayas podido realizar
poniendo en práctica el Evangelio;
“pincha” aquí abajo en “comentarios” y
escríbela;
o, dado que en algunos navegadores eso no
funciona,