VIDA DE LA PALABRA primeras semanas de ABRIL
Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando
de llevar a la práctica diaria la Palabra de abril («Quédate con nosotros, porque atardece», Lc 24, 29) y
la de marzo («¡Reconciliaos con Dios!», 2 Co 5, 20):
1.- Me resultaba un
poco extraño anticipar… pero ¡qué bonito empezar ya desde los últimos días de Cuaresma
a repetir a menudo “quédate con nosotros”!
Y tararear interiormente con música del Gen Rosso “sigue con nosotros, Señor, es tarde ya…”. Sí, sé que estoy siempre
acompañado, pero era necesario repetirlo para darme cuenta, para saborearlo, para
pedir su ayuda, para rebosar de agradecimiento…:
cuando
el jueves de la otra semana una llamada de urgencia para una unción en el
hospital resquebraja todo mi horario, “¡quédate
con nosotros!”, y Él hace que sea un momento de cielo para la enferma y
para su familia (tanto que dicen que jamás lo olvidarán), y en ese momento al
salir una enfermera sugiere que va a preguntar en otra habitación y al final
también administro la unción y quedan igualmente sorprendidos sus hijos (“jamás había vivido este sacramento:
sorprendemente bonito”);
cuando
te das cuenta que, (sin pretenderlo, naturalmente), con toda la buena voluntad,
quizá haces daño a alguien, “¡quédate con
nosotros!”;
cuando
el miércoles por la noche llevaban a mi madre a urgencias a Albacete (esta vez,
por el ojo; al final, se solucionó en un par de horas, gracias a Dios) y la noche
del viernes se mareó totalmente al levantarse al servicio (no pudiendo yo estar
allí para ayudar), “¡quédate con nosotros,
quédate con ella!”;
cuando
la noche del Jueves Santo al Viernes acompañando a Jesús en el monumento
(atendiendo la parroquia dormí poco más de 3 horas, con “regalo” incluso de 2
confesiones preciosas) a pesar de saber el horario continuo e intenso del día
siguiente, “¡quédate con nosotros!”
(si no, no sé cómo resistía pues llevaba ya un par de semanas intensas);
cuando
me veía desbordado-cansado por la preciosidad del encuentro en el Centro
Mariápolis compaginado con vivencia también del Triduo Pascual en la Parroquia,
“¡quédate con nosotros!”;
cuando
te despides de personas que quieres, “¡quédate
con nosotros, quédate con ellos!”.
Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando
de llevar a la práctica diaria la Palabra de abril («Quédate con nosotros, porque atardece», Lc 24, 29),
la de marzo («¡Reconciliaos con Dios!», 2 Co 5, 20) y la de febrero
(«Os daré un corazón nuevo; infundiré
en vosotros un espíritu nuevo»,
Ez 36, 26):
1.- “…viajé varias veces en autobús coincidiendo con la hora
en la que quería escuchar noticias de la radio en mi móvil.
Una
de estas veces, mientras escuchaba una noticia interesante… el autobús entró en
un túnel. El primer túnel que me encontré era corto y aunque me resultaba
incómodo esperé que terminara para seguir escuchando las noticias. Pero hubo
más túneles, uno en especial me resultó muy largo... Sin pensarlo, empecé a
manipular el móvil buscando otra frecuencia, sin darme cuenta que el túnel
impedía todo contacto con el exterior y por lo tanto era inútil mi esfuerzo.
Esta experiencia me hizo reflexionar y darme cuenta que estaba actuando
insensatamente. Al mismo tiempo, me vino a la mente comparar el túnel con la
experiencia vital hecha durante este último periodo.
El
túnel, en ese momento, se convirtió en una imagen plástica –casi como una
parábola– que daba luz a mi experiencia más íntima. Entendí que –en los
momentos de incomprensión o de dolor– me había empeñado en buscar “soluciones”
que a lo único que me llevaban era a perder la onda y salir del tramo de viaje
con el trabajo de volverla a encontrar. Entendí que Dios permite un momento de
“túnel”, dolor o incomprensión para que centre mi atención no tanto en los
sonidos e imágenes externas, sino para que Lo escuche y perciba en mi interior,
para que establezca un diálogo conmigo mismo y con Él en lo más profundo de mi
ser.
Esto
me explicó cómo ante la pregunta hecha a Dios al inicio de la experiencia: “¿Qué quieres de mí?”, en un primer
momento no encontrara respuesta –como indicación de que primero debía
responderme a mí mismo–, y luego Sus palabras me susurraran que lo que quería
de mí era que me acogiera a mí mismo tal como soy y saliera a Su búsqueda en
los demás.
Vinieron
otros días de viaje y otros túneles y la parábola iba haciéndose cada vez más
sugestiva y se ampliaba con nuevos significados.
Entendí
que Jesús se encarnó y asumió nuestra humanidad; y que, cuando Dios realiza su
“trabajo” en nosotros, lo hace con instrumentos (personas o circunstancias)
concretas, aprovecha nuestros límites y defectos, nuestras debilidades y
vulnerabilidad. Al principio cuesta desligar la responsabilidad de lo que te
sucede, de esos instrumentos, pero poco
a poco vas entendiendo que son una oportunidad, una gracia en sus manos, porque
en realidad todo “sucede” en mi interior y tiene como finalidad un mayor conocimiento
de mí mismo para crecer hacia el proyecto que Él tiene sobre mí.
En
otro momento me pregunté, pero ¿por qué razón se hacen los túneles en las
carreteras?: ¡no están solo para impacientarme cuando quiero escuchar las
noticias! La respuesta me vino de inmediato: los ingenieros horadan la montaña
para acortar el camino y ahorrar tiempo.
De
nuevo se hizo conexión con mi vivencia y la imagen se llenó de matices muy
sugerentes. ¡Dios horada profundamente en mi vida para que pueda evitar caminos
llenos de curvas y rodeos, para que llegue antes a mi destino, ahonde en la
meta que es ser Él, el amor puro, desinteresado!
Entonces
si es así, los dolores, todas las dificultades que encuentro tienen un solo
porqué: Su amor. Un Amor que se ocupa de mí, me trabaja, me acompaña y no me
abandona. Un amor que quiere, aunque sea a través del dolor, facilitarme la
Vida, hacerla cada vez más enraizada en las profundidades de su Ser-Amor. La
explicación de mi experiencia a través de esta parábola me quitó un gran peso
de encima y está haciendo que la siguiente etapa del viaje, (el “Santo Viaje”
como lo llama Chiara
Lubich), sea un recomenzar ligero de equipaje, con una
gran sensación de libertad, de libertad interior, resanado y esperanzado en que
los próximos “túneles” serán siempre expresión de Su atención hacia mí, aunque
yo no lo sepa reconocer…”
2.- “…decidimos
cambiar el logo y la página de la fundación: habían pasado 8 años. Era hora de
avanzar y dar algún paso para renovarse. Elegimos entre dos propuestas de personas
diferentes. Optamos por la que nos parecía la más sencilla para luego poder
imprimirla en lo que quisiéramos.
A la semana, me pide mi marido que
le acompañe a la fábrica. Había un montón de cosas que ordenar: juguetes, ropa,
material escolar… Tuvimos que pasar por
el edificio principal. Por el camino me iba presentando. A algunos ya les
conocía, a otros, no. Llegamos a recepción y me presenta a un chico, de quien
comenta: “mira, éste es quien ha hecho el logo de la Fundación”. Se me quedó
mirando el chaleco y se le notaba ilusionado. En ese instante yo notaba también
en mí que algo cambiaba. En seguida lo comprendí: desde que recibí el diseño
del logo hasta que vi la cara del chico, el logo, para mí, había sido una
imagen, un dibujo; al ver su expresión, era como si aquel dibujo recobrase
vida. Cuando me lo enseñaron, sólo pensaba en cómo quedaría, no fui más allá.
Al tener delante de mí a la persona que lo había realizado, el “algo” se
convirtió en “alguien” y mi perspectiva cambió.
Ahora
pensaba que aquel símbolo que llevaba en el chaleco era el resultado de su
trabajo y tiempo. Entendía el motivo de verle ilusionado: lo que un día estaba
en su mente, se había convertido en una realidad. Además, todo lo relacionado
con la Fundación llevaría su marca, su diseño. Le notaba ilusionado y me
contagió a mí su ilusión.
Resultó que también se había puesto
a trabajar en la página web: “¿Te gusta?”. Ahora la impactada era yo. Ignoraba
que ya había alguien trabajando en la página y ver así de repente la información
que tiempo atrás había puesto yo, pero mejorada, me impactó. Desde ese momento,
nos pusimos los dos a trabajar en ello. Bueno, como diría un amigo: los tres, (¡no
hay que olvidar nunca a Jesús!). Me hizo ilusión, la verdad: me gusta el
trabajo en equipo y si, además, se trata de algo creativo, la ilusión es doble…”
Si quieres leer más experiencias similares,
de gente de todo el
mundo,
N.B.: tú también puedes compartir las
experiencias
que, por gracia de Dios, hayas podido realizar
poniendo en práctica el Evangelio;
“pincha” aquí abajo en “comentarios” y
escríbela;
o, dado que en algunos navegadores eso no
funciona,
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